Había una vez una anciana en un asilo, era una mujer llena de amargura y abatida por la vida.
Ella no hablaba con nadie ni pedía nada. Ella apenas existía – en su vieja y rechinante mecedora . La anciana no tenía visitantes.
Cada dos días por la mañana, una joven y sabia enfermera entraba en su habitación. Ella no trataba de hablar o hacerle preguntas de la señora, simplemente acercaba otra mecedora junto a la anciana y se mecía con ella.
Semanas o meses más tarde, la anciana finalmente hizo uso de la palabra.
-“Gracias – dijo - Gracias por mecerte conmigo”.
-“Gracias – dijo - Gracias por mecerte conmigo”.
“No hay nada más artístico que verdaderamente amar a las personas” - Vincent van Gogh
Lucas 10:27 - Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento; y á tu prójimo como á ti mismo.
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