domingo, 24 de julio de 2011

¿SOY YO, AGUA VIVA DEL SEÑOR?



En dos importantes ocasiones nos habla el Señor en los evangelios del Agua viva.

Las dos ocasiones solo nos las relata San Juan, no los sinópticos, quizás porque dada la profundidad espiritual de este evangelista, solo él supo captar la gran importancia que estos dos pasajes tienen y suplir las deficiencias de los otros tres sinópticos. El evangelio de San Juan es el que más se mueve en el universo de los signos. Signos estos, heredados todos de la Biblia y de la sinagoga, en razón del apego de los pueblos orientales, al mundo de la simbología.

La primera de estas dos ocasiones sucedió más o menos en abril del año 28. Jesús viene de Jerusalén y va camino de Galilea, se para en el pozo de Siquém a descansar. Viene una samaritana a sacar agua y Él le pide que le dé de beber. La samaritana le responde: “¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, mujer samaritana? Porque no se tratan judíos y samaritanos. Respondió Jesús y dijo: Si conocieras el don de Dios y quien es el que te dice: Dame de beber, tú le pedirías a Él, y Él te daría a ti agua viva (Jn 4,9-10).

La segunda ocasión en la que el Señor menciona el Agua viva, sucede en Jerusalén, sobre la primera quincena de octubre del año 29. El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús, poniéndose de pie, exclamó: «El que tenga sed, venga a mí; y beba el que cree en mí». Como dice la Escritura: "De su seno brotarán manantiales de agua viva". Él se refería al Espíritu que debían recibir los que creyeran en él. Porque el Espíritu no había sido dado todavía, ya que Jesús aún no había sido glorificado (Jn 7,37-39).

Y esto nos hace preguntarnos: ¿qué es el Agua viva? Es de ver, que así como el cuerpo necesita el agua material para subsistir, el alma necesita el Agua viva de Dios que es el elemento sin el cual, no puede el alma vivir. El agua viva a la que Jesús se refiere es el Espíritu Santo, y la vida que este nos da. Hay una sed en el corazón humano que sólo el Señor puede satisfacer. Y ¿cuál es esta sed de agua viva que el corazón humano tiene? En cada hombre hay un anónimo deseo insatisfecho. Este descontento vago; este algo carente en el ser humano; esta frustración, hace que los corazones vivan inquietos a su paso por esta vida, porque ellos, aunque algunos se emperren en no marcharse de aquí, no están creados para esta vida. San Agustín ya lo puso de relieve, en su conocida frase: Nos creaste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”. Dios nos puso cuando nos creó, una impronta en el corazón humano, que es un deseo de eternidad un deseo de ser eternamente felices, pues a ello estamos convocados y la sed que nos crea este deseo, solo nos la puede calmar el Agua viva, de la que el Señor nos habla.

Pero esta Agua viva, que recibimos no podemos atesorarla, tenemos que darle curso, porque si la estancamos por nuestro egoísmo, se nos pudre, como se pudre toda agua material estancada. El Señor claramente nos dejó dicho: Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis (Mt 10,8).

Hace unos días recibí un escrito, que desarrollaba un pensamiento de San Alberto Magno, el maestro de Santo Tomás de Aquino, y que en referencia al Agua viva, nos señala las tres actitudes que podemos adoptar: 1.- La del vaso, que retiene y que no da nada. 2.- La del canal, que da y no retiene. Y la 3.- La de la fuente, que crea, retiene y da.

Humanamente nos encontramos que hay personas que son como vasos, que solo piensan en atesorar, sean tesoros materiales, inmateriales o espirituales. Son aquellos que creen saber todo lo que hay que saber; tener todo lo que hay que tener, y nunca consideran su tarea terminada pues incluso al borde de su muerte siguen atesorando. Quieren ser los más ricos del cementerio. No pueden compartir su alegría, ni poner al servicio de los demás sus talentos, ni siquiera repartir sabiduría. Son extraordinariamente estériles; servidores de su egoísmo; carceleros de su propio potencial humano.

Los seres humanos también se parecen a un canal, ya que son aquellos que se pasan la vida haciendo y haciendo cosas. Su lema es: "producir, producir y producir". No están felices si no realizan muchas, muchísimas actividades y todas de prisa, sin perder un minuto. Creen estar al servicio de los demás, ese fruto de su neurosis productiva, pero no lo están, en realidad su accionar es el único modo que tienen de calmar sus carencias. Dan, dan y dan; pero no retienen. Siguen dando y se sienten vacíos.

En tercer lugar también podemos encontrar seres humanos que son verdaderos manantiales de vida. Capaces de dar sin vaciarse, de regar sin decrecer, de ofrecer su agua sin quedarse secos, porque tienen a su disposición la fuente genuina del Agua viva que es el Señor, que continuamente les está suministrando para que suministren a los demás. Son aquellos que nos salpican "gotas" de amor, confianza y optimismo, iluminando con su reflejo nuestra propia vida. Ellos viven en profundidad la inhabitación del Espíritu Santo en sus almas. ¿Qué clase de ser humano eres ahora y pretendes ser tú?

A todos nos gustaría ser Agua viva, conservar el Agua viva del Señor, transmitiéndola por amor a los demás. Todos aspiramos a ser un manantial de vida, de agua viva pero a veces cuesta ¿no? Nunca hay que desanimarse, el Señor está siempre a tu lado deseando ayudarte. Podemos tomar el ejemplo del agua material y dejar que querer hacer a nuestra Agua viva espiritual lo que le es propio al agua material.

Primeramente tenemos que dejar que el agua siga su curso naturalmente, que busque la verdadera manera de fluir. Si detenemos el agua, si creamos obstáculos para impedir su paso por nuestra vida no podremos lograr ser auténticos y nos estamos perdiendo lo más hermoso que podemos llevar con nosotros toda la vida. Ser un manantial de frescura, de amor... Ser el agua que toca a su paso y salpica dando fuerzas, vida y que acaricia todos los territorios dejando en cada uno pequeñas marcas de su paso por ahí.

¡Qué importante es ser un manantial! Pasar por donde otros no pasan, llegar a todos los rincones, recrearse a medida que se avanza, no congelarse, no quedarse quieto, no tener temor, no retener. Ser un manantial es pasar por la vida de una manera única y al retirarnos saber que esas pequeñas gotitas ayudaron a otras personas a ver la vida de una manera diferente. Pensemos de qué manera hemos dejado pasar por nuestras vidas al Verdadero Manantial de Agua Viva que es Dios, y podremos comenzar a descubrir qué clase de seres humanos somos.

Quiero Señor ser un manantial donde el sediento, venga hacia mi deseando calmar su sed, que mi fe le transmita "tranquilidad".

Quiero Señor ser agua de tu canal, que nunca me estanque, que pueda brindar riego a mi paso y así esperar que florezcan las flores que ahora secas están.

Y si yo no consigo ser manantial, ponme sobre aviso con tu voz celestial y si tampoco logro ser un canal reivindica mi vida hazla más espiritual. Señor necesito crecer más y más, pues un día a Tu Presencia, Tú me llamarás y al estar frente a Ti, me preguntarás: ¿Que hiciste con tu vida? ¡No me quiero avergonzar! Te la entrego ahora, que aún estoy a tiempo. Tuyo soy y de nadie más quiero ser. ¡Lléname diariamente! con Tu eterno caudal, de Luz, Amor y Felicidad.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

No hay comentarios: