martes, 26 de julio de 2011

COMPRENDER A LOS ÁNGELES



Los ángeles son unas criaturas maravillosas, creadas por Dios, al igual que también nosotros hemos sido creados por Dios.

Son nuestros hermanos mayores y lo son y lo serán en la eternidad que nos espera. Nuestra felicidad será la de ellos, igual que la de ellos es la nuestra y ambas se generarán en el amor de Dios, pues Dios es amor, y su reino es un reino de amor. De un amor en plenitud, cuyo alcance, goce e intensidad no nos es posible ver ni comprender, hasta que no nos encontremos totalmente purificados, porque ahora si esto lo viésemos ahora, el peso de la gloria de Dios nos aplastaría; nuestra alma no está preparada todavía para lo que le espera.

De aquí la conocida frase de San Pablo: Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni la mente del hombre, pudo imaginar, cuales cosas tiene Dios preparadas para los que le aman (1Co 2,9). Ni estamos preparados, ni lo estaremos el día que abandonemos este mundo, pues es muy difícil, erradicar definitivamente las raíces de nuestras faltas y pecados, para estar plenamente purificados, por ello se impone que pasemos por la cámara de purificación que es el Purgatorio, a la cual nadie nos enviará, si no que nosotros solos iremos allí, porque comprenderemos que aún nos falta mucho para estar preparados en poder ver la gloria del rostro de Dios.

Los ángeles son nuestros hermanos, porque ellos también son hijos de Dios, así se atestigua en el libro de Job (38,7). La creación de los ángeles se hizo en la paz, porque no había más que Dios que creaba a los ángeles a partir de la nada. Dios los creó a ellos en primer lugar y entre ellos hubo la primera división. Algunos optaron por su propia gloria, su propio esplendor y no la gloria de Dios… La lucha existió en el cielo a partir del pecado de los ángeles y Dios a pesar de esta lucha prosiguió su obra de Creador. Mientras que los hombres somos procreados, porque Dios nos da el alma pero otras personas nos dan el cuerpo, por eso estamos relacionados unos con otros. No ocurre así con los ángeles. Cada uno de ellos es creados total y enteramente por Dios; no tienen otro ángel al que puedan llamar padre. Nuestras almas son creadas por Dios, pero en lo que se refiere al cuerpo todos somos descendientes de Adán. Dios utiliza a los propios hombres y mujeres como instrumentos para crear nuestros cuerpos, nunca nuestras almas que directamente son creadas por el Señor.

Si nos atenemos al concepto tiempo, del cual loa ángeles carecen, pues viven en la eternidad, son anteriores a nosotros creados por Dios como espíritus puros, y es por ello, por lo que se nos dice en la Carta a los hebreos: “¿Qué es el hombre, para que te acuerdas de él? ¿O el hijo del hombre, que de él te preocupas? Le hiciste por un poco inferior a los ángeles; de gloria y honor le coronaste. Todo lo sometiste debajo de sus pies. Al someterle todo, nada dejó que no le estuviera sometido. Mas al presente, no vemos todavía que le esté sometido todo. Y a aquel que fue hecho inferior a los ángeles por un poco, a Jesús, le vemos coronado de gloria y honor por haber padecido la muerte, pues por la gracia de Dios gustó la muerte para bien de todos (Heb 2,6-9).

Los ángeles son espíritus puros, somos nosotros los que también somos espíritus, pero un espíritu que vive en una materia llamada cuerpo. Como sabemos el orden de lo espiritual, que solo nos es visible por los ojos de nuestra alma, es incorruptible, eterno y muy superior al orden de la materia, que es corruptible y finita en el tiempo. El tiempo solo funciona para la materia, el espíritu nuestra alma, está libre del dogal del tiempo. La corrupción es una limitación del periodo de vida, solo funciona para la materia, por eso ella está sujeta al concepto del tiempo que le marca los límites de su vida. En el orden del espíritu, no existe el tiempo, todo es eterno, para bien o para mal, según sea el destino que en función del amor a Dios cada persona escoja.

Pero no estimemos, la superioridad angélica sobre nosotros con criterios humanos. Santo Tomás de Aquino, a este respecto escribía: Pues los ángeles, aunque sean de una condición natural superior, no tienen un destino más elevado: su beatitud como la nuestra, está en Dios. Aquí lo que prima es el amor y él es el que marca la jerarquía. Los ángeles como sabemos tienen unos determinados órdenes. Según Dionisio de Areopagita, las jerarquías celestes son tres. Y cada una de ellas comprende tres coros. A la primera y más alta jerarquía corresponden los Serafines, los Querubines y los Tronos. A la segunda las Dominaciones, las Virtudes, y las Potestades; y a la tercera, los Principados, Arcángeles, y Ángeles. El grado más alto de la jerarquía es el más cercano a Dios, y de modo jerárquico, tiene influencia sobre la segunda, y esta sobre la tercera a través de un proceso de mediaciones y de iluminación.

También nosotros, tendremos al igual que los ángeles una jerarquía de amor en el cielo, cuanto más amemos aquí abajo, más alta será nuestra jerarquía allá arriba. También los condenados en el infierno, demonios y personas condenadas, están o estarán jerarquizadas, pero aquí la jerarquía que rige en vez de tener su base en el amor, la tienen en el odio.

Los ángeles nos aman, porque ellos aman lo que Dios ama y Dios nos ama desesperadamente, su tragedia es no encontrar personas en el mundo que acepten en plenitud el amor que Él les quiere dar, porque el ser humana es tan estúpido, que ama más a lo que Dios ha creado, que al Creador de lo que él ama y se mata por conseguir. No acaba de comprender que amando al Creador, consigue de golpe todo lo que él cree que es importante.

El amor de los ángeles a nosotros, como amor que emana de la única fuente de amor que existe que es Dios, es un amor puro y desinteresado, infinitamente más perfecto, que el amor que podamos encontrar en este mundo en la persona que pensamos que más nos quiere, como puede ser el caso de una madre, un padre, una esposa o un marido. Los ángeles, tienen la dicha de estar constantemente contemplando el rostro de Dios, captando ese amor y esa luz tremenda que emana del rostro divino, que Dios quiera que tu lector y yo que te escribo, tengamos la inmensa dicha de contemplarlo. Desde luego que el condenado vivirá eternamente sumido en odio y tinieblas.

Y este gran amor que nos tiene nuestro ángel, le hace sufrir cuando ve que nos alejamos del amor de Dios, por su gusto estaría dándonos continuamente empellones, para meternos en el cielo, fuese como fuese, a la fuerza si fuera preciso, pero nuestro ángel no es más que el Señor, y si para Él es sagrado respetarnos el libre albedrío, no hay ángel que se le ocurra violar este libre albedrío, que es fantástico, cuando vencemos una tentación, pero nefasto cuando la tentación nos vence a nosotros.

Es lícita la devoción a nuestros hermanos los ángeles, pero advierte el Cardenal Danielou: “Hay quien tiene una devoción indiscreta a los ángeles, es como una manifestación de la religiosidad light que tiene como referente principal a la new age, la devoción a los ángeles ha crecido desmesuradamente sin ninguna referencia a Cristo ni al compromiso cristiano. Estas expresiones, signos indudables de búsqueda de la espiritualidad han derivado en la mayoría de los casos en prácticas, que rozan con la superstición y lo ridículo, como es averiguar el nombre de ángel de cada uno, el color de su ropaje, o las llamadas telefónicas para poder hablar con el propio ángel de la guarda… El ángel es convertido en una especie de amuleto para poder sentirse bien o satisfacer la fantasía personal, que no hace ninguna referencia a la fe del Evangelio ni a sus exigencias”.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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