NEW HAVEN, miércoles 14 de octubre de 2009 (Zenit.org).- Cualesquiera que sean los problemas que la recesión ha creado, ésta también ha creado una gran oportunidad, para cada uno de nosotros individualmente y para las parroquias y las organizaciones católicas, para ayudar a salvar matrimonios.
Como en la Gran Depresión de los años 30, cuando cayeron las tasas de divorcio, la evidencia preliminar parece mostrar que se está dando la misma tendencia en nuestra actual crisis económica.
En el último mes, la agencia France Press informó que las tasas de divorcio en España han caído un 12,5% y el número de separaciones se ha reducido un 25%. En los Estados Unidos, las informaciones indican un descenso similar. Recientes noticias de Washington, D.C., Phoenix (Arizona), y Reno (Nevada) sugieren una tendencia nacional de las personas a posponer el divorcio porque se encuentran incapaces de “ir solos”.
Steve King, un abogado matrimonialita de Reno (Nevada) explicó a su periódico local, el Gazette Journal: “Algunas personas se ven en una situación de pérdida sin nada que ganar con el divorcio excepto volver a ser soltero (···). A menudo, no pueden permitirse dos viviendas separadas o pagar un alquiler, y esto para las parejas en los que los dos todavía trabajan”.
Con estas sombras, aunque desde una perspectiva práctica una ganancia prominente, debemos aprovechar la oportunidad para ayudar a los que han “retrasado” su divorcio a evitarlo totalmente.
Para los católicos, es una oportunidad única de reiterar la importancia del matrimonio a mucha gente que quizás antes no era receptiva a este mensaje.
Y a las personas que de repente consideran la posibilidad de arreglar sus matrimonios, la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio les ofrece esperanza.
Como Benedicto XVI afirmó el mes pasado, “la firme convicción de la Iglesia es que la verdadera solución a los problemas que las parejas casadas afrontan actualmente y que debilitan su unión es una vuelta a la solidez de la familia cristiana, un lugar de confianza mutua, de don recíproco, de respeto por la libertad y de educación para la vida social”.
Mensaje fuerte.
La enseñanza de la Iglesia tiene un fuerte mensaje teológico -y práctico- para los que permanecen juntos.
Considere esto: "Un estudio del 2002 realizado por el Institute for American Values reveló que las dos terceras partes de los cónyuges de matrimonios infelices que permanecieron casados afirmó que sus matrimonios eran felices cinco años después; además, los matrimonios más infelices afirmaron que lo más dramático había dado un giro”.
También en términos económicos, el divorcio tiene terribles consecuencias, sea cual sea el momento en que se produzca. Estudios sobre las consecuencias financieras del divorcio en mujeres y niños han constatado que la ex-mujer y los hijos experimentan un descenso de entre un 30 y un 73% de su nivel de vida tras el divorcio.
Y la religión ha desempeñado una función crucial en las tendencias del divorcio.
Según la experta en divorcio Barbara Dafoe Whitehead, las tasas de divorcio han crecido por una tendencia de muchas religiones a ver el matrimonio como una competencia de la psicología, en lugar de una de la teología.
“Las principales denominaciones religiosas dejaron los procesos a la psicoterapia - dijo - Los terapeutas se convirtieron en maestros y establecieron las normas en los matrimonios y, después, en la disolución de los mismos”.
El resultado fue asombroso. Los sacerdotes y otros tradicionales consejeros matrimoniales cedieron su función a los terapeutas, destaca Whitehead. Y añade: “A diferencia de los que inicialmente proporcionaban consejos matrimoniales, que ofrecían sus servicios como parte de su vocación, los terapeutas vendieron sus servicios en el mercado".
“Además, (···), sus practicantes eran muy sensibles a los incentivos del mercado, incluido el creciente y lucrativo mercado de americanos cuyos matrimonios estaban en peligro – explica -. Los temores sobre la explotación comercial del divorcio desaparecieron al crecer su potencial comercial”.
Pero si el dinero no llega para un divorcio, puede ser también que la gente busque asesoramiento en lugares menos caros, lugares que, en la mayor parte del siglo XX incluían la familia, los amigos y el clero, señala la experta.
Nuestra función como católicos no podría ser más importante.
Hablando el mes pasado a los obispos brasileños reunidos en Roma para su visita “ad limina”, Benedicto XVI pidió a los sacerdotes “acompañar a las familias para garantizar que no se dejen seducir por estilos de vida relativistas promovidos por el cine, la televisión y otros medios de comunicación”.
La tarea.
También habló de la importancia del testimonio de familias católicas, afirmando: “Confío en el testimonio de familias que encuentran las fuerzas para superar las pruebas en el sacramento del matrimonio (···). Sobre familias como esas, debe ser reconstruido el tejido social”.
En un momento en el que el problema económico nos está dando una mayor oportunidad de ayudar a salvar matrimonios, cada uno de nosotros tiene mucho por hacer.
Para los sacerdotes, esto significa dedicar tiempo a aprender y a aconsejar a matrimonios sobre los peligros del divorcio y la esperanza que llega con la superación de los problemas en el matrimonio.
Para las parejas casadas que afrontan problemas, significa trabajar como pareja, apoyados por la Iglesia, para superar sus problemas juntos.
Para los casados cuyos matrimonios son felices, significa predicar con el ejemplo y mostrar el amor que es posible y puede ser realizado en el matrimonio, y compartir los medios con los que ellos han superado dificultades en el pasado.
Finalmente, para cada uno de nosotros, significa escuchar a aquellos amigos nuestros que puedan vivir dificultades en sus matrimonios y dirigirlos a los recursos que les ayuden a salvar su matrimonio, teniendo en cuenta que, teológicamente y prácticamente, el divorcio y la separación siempre tienen consecuencias trágicas.
Por nuestro ejemplo, nuestro consejo y nuestra cercanía a los que están considerando un divorcio - especialmente ahora -, no debemos perder la oportunidad de ayudar a construir la civilización del amor, al mismo tiempo que una familia y un matrimonio.
Por: Carl Anderson
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