Tal día como hoy hemos celebrado la onomástica de las teresas, coincidente con la festividad eclesiástica de Santa Teresa de Jesús, la gran santa española doctora de la Iglesia.
Que hoy es el día de las teresas, yo lo sé bien porque vivo rodeado de ellas, lo cual es una manera de vivir como otra cualquiera, de la que no tengo, desde luego, queja alguna, sino todo lo contrario, hasta el punto de no ser mi caso, como el de la santa, el de morirme porque no me muero, sino más bien el de temer la muerte por amar la vida, una vida como la mía, rodeado de teresas.
Ahora bien, como pueden Vds. imaginar, no escribo el presente artículo para contarles lo bien que se vive rodeado de teresas, o para convencerles de que intenten hacerlo Vds. también, sino para participarles de una circunstancia muy especial que se produce en la onomástica de la gran reformadora del Carmelo no excesivamente conocida, o, por mejor decir, desconocida en absoluto.
Para comprender la singularidad de la que les hablo, es necesario remontarse al gran emperador romano Julio César, una de cuyas principales aportaciones a la Humanidad fue la de su calendario, conocido como “juliano”. El calendario juliano, “inventado” por el alejandrino Sosígenes, parte de la premisa de que el año, definido como el período de tiempo que tarda la tierra en darle la vuelta al sol, dura 365,25 días. Dieciséis siglos más tarde, los astrónomos del Papa Gregorio XIII, y notablemente dos, el calabrés Aloysius Lilius (n.1510-m.1576) y el bávaro Cristóbal Clavius (n.1538-m.1612), jesuitas por más señas, afinan mejor la duración del período y establecen que, en realidad, el año dura 365,242189 días. No hablamos, como se ve, ni de una centésima de diferencia con lo establecido por Sosígenes, pero dicha centésima, en los dieciséis siglos que había estado en vigor el calendario juliano desde que se instaurara en el año 46 a.C., había producido ya el adelanto del equinoccio de primavera en nada menos que diez días.
Identificado el error, se procede a subsanarlo. El día 4 de octubre de 1582 lo hacen los primeros reinos cristianos, entre los cuales España, todos los de Italia y Portugal, sometidos a la corona española, y Polonia, de modo y manera que a dicho 4 de octubre no le siguió, como habría sido de esperar, el 5, sino el 15. En otras palabras: en los países indicados, el 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13 y 14 de octubre de 1582 no existieron, nada sucedió en ellos.
Pues bien, acontece que Teresa de Cepeda y Ahumada vino a morir justamente la noche del día 4 de octubre de 1582, seguido, como hemos explicado, no del 5, sino del 15 del mismo mes, día que, una vez canonizada la abulense en 1622 y por otro Gregorio, el que hacía el XV de la serie, quedó consagrado a la santa como si su consagración pudiera servir también para realizar la del calendario gregoriano. Y tal es la razón por la que desde entonces, todos nosotros, y con Uds. yo, celebremos a las teresas el 15 de octubre y no en otra fecha cualquiera. Así pues, ¡felicidades teresas!
Luis Antequera
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