MUERTE CORPORAL, MUERTE DEL ALMA
Desde qué tenemos uso razón…, sabemos perfectamente que llegado un tiempo, corto o largo, y quizás alguno sobrepasen en muy pocos años los cien años, pero todos hemos de morir. Entre los miles de millones de seres humanos que ahora somos y los que han existido antes de nosotros, todos han muerto, pero hay dos excepciones que a la vez son dos incógnitas. Estas son las de Henoc y Elías sobre los cuales escribimos ya una glosa publicada el 24-08-13. Pero a pesar de estas dos excepciones, sabemos que irremisiblemente nadie se queda aquí, para simiente de rábano, como vulgarmente se dice.
Y es el caso, de que frente a esta realidad inexorable existen una variedad de posturas, sobre todo según se trate de personas creyentes o no creyentes. Pero en ambos casos, se crea en la existencia de otra vida o no se crea, la mayoría delas personas de estos dos supuestos tienen el imposible deseo de no morir y como ellos saben que esto es imposible de conseguirlo, tratan por todos medios de consolarle interiormente por ejemplo con las noticias referidas al aumento de la esperanza de vida o las relativas a los avances en la medicina. Pero en lo que todos coinciden, es que si no hay más remedio que tener que pasar por el trago de la muerte. Al menos que esta sea rápida y sin sufrimiento, y con este deseo, se olvidan los que son creyentes que la voluntad de Dios, es la que determinara el momento y la clase de muerte que a cada uno de nosotros nos conviene, para alcanzar la vida eterna en las mejores condiciones posible de gloria futura y estas personas, que son la mayoría, en su deseo de olvidarse que han de morir, prefieren que no se hable del tema, como si el guardar silencio sobre él, fuese a enterrarlo para siempre. Es decir, se emplea la táctica, de la avestruz.
Pero hay dos clases de personas, que por opuestas razones desean abandonar este mundo rápidamente; unos son los suicidas, que son personas no creyentes, pues un creyente sabe muy bien que un suicidio es un pasaporte para el infierno, so pena de que haya hecho tenido un arrepentimiento a tiempo válido, que en sí es un acto de amor y así el Señor lo reciba en su seno, cosa más bien improbable. La segunda clase de personas, son aquellas que dado su alto nivel de amor a Dios, estén deseando abandonar este mundo, para llegar a poder contemplar, cuanto antes, el rostro de Dios. Pero en este caso, ninguna de estas personas se suicida, es más anteponen a su deseo de abandonar este mundo, al cumplimiento de la voluntad de Dios.
Desde luego que nuestro cuerpo material actual, fenecerá, pero es doctrina segura, que: quien ama y vive con Cristo, morirá pero resucitará con Cristo, como Cristo resucitó, y así resucitará también el que muera en amistad y gracia de Dios, resucitará con un cuerpo glorioso al igual que el de Cristo. Él nos marcó el camino a seguir y quien le imite siguiéndole, participara de su gloria.
No así, el que no llegó a aceptar el amor que Cristo le ofrecía, Su alma tendrá una vida eterna para su desgracia, porque en la eternidad se puede gozar y sufrir, esta es nuestra elección. El reprobado no resucitará en su cuerpo que como el de todos se queda en este mundo, pero tampoco tendrá una resurrección en un cuerpo glorioso. Es de sentido común, la resurrección de la carne es un don que se obtiene por haber superado la prueba de amor que aquí estamos atravesando. A un condenado no se le va a premiar con una resurrección en un cuerpo glorioso, será su alma la que se condena y como los demonios son espíritus, en el infierno todos serán espíritus. Eso sí espíritus reprobados y condenados en la eternidad de sus vidas.
Pero dejando a un lado la muerte corporal, hay un segunda clase de muerte mucho más trascendente e importante aunque muchos no lo entiendan ni comprendan, nos estamos refiriendo a la muerte del alma, que todos tenemos. Es esta una muerte en la que nosotros mismos somos los asesinos. El alma humana desde el bautizo de la persona goza de la inhabitación trinitaria, es decir todos somos templos de Dios si es que nos mantenemos en nuestras vidas en gracia y amistad con Dios. Recoge San Juan en su evangelio estas palabras del Señor: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos morada”. (Jn 14,23).
San Pablo, escribía a los gálatas diciéndoles: "20 y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí”., (Gal 2,20). San Agustín escribía diciendo: “Edifica en tu corazón una casa a la que pueda venir Cristo a enseñarte y a conversar contigo”. Y de San Josémaria Escrivá, en uno de sus libros, podemos leer: “…, si Dios habita en nuestra alma, todo lo demás, por importante que parezca, es accidental, transitorio; en cambio, nosotros, en Dios, somos lo permanente”.
Para el dominico Antonio Royo Marín: “Tres son las principales finalidades de la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma justificada por la gracia santificante:
1.- Hacernos participantes de la vida íntima de Dios.
2.- Constituirse Dios en motor y regla de nuestros actos.
3.- Darnos el goce fruitivo de las divinas personas”.
Y toda esta maravilla que se desarrolla en nuestra alma y nos encamina a la vida eterna, nos la podemos cargar nosotros con la comisión de un pecado mortal. El pecado mortal mata el alma. Cometido un pecado mortal, cualquiera de los ocho de ellos, mata nuestra alma. Recordémoslos cuales son: Soberbia.- Avaricia.- Codicia o avaricia o codicia espiritual.- Ira.- Lujuria.- Gula.- Pereza.- Los ocho están implícitamente contenidos en los Mandamientos e la Ley de Dios.
El pecado venial no mata el alma pero la enferma. En este caso, la Santísima Trinidad no se marcha pero si se encuentra incomoda a la espera de que acudamos al sacramento de la Penitencia y recibidas las gracias sacramentales de este sacramento, el Señor, hace borrón y cuenta nueva, no perdiéndose los beneficios y gracias de que disponíamos antes de matar nuestra alma.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
martes, 7 de enero de 2014
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