¿QUÉ SABEMOS DE LA ESPOSA DE SAN PEDRO?
Si ya tuvimos ocasión en su momento de hablar de la tradición existente sobre la hija de San Pedro, Santa Petronila (pinche aquí si desea conocer sobre el tema) no es mal día hoy para hablar de la que sería la madre de ésta, o dicho de otra manera, la esposa de San Pedro. Con una pequeña diferencia entre una tradición, la de la hija, y otra, la de la madre, a saber, que aunque los dos personajes registran una tradición en la vida de la Igelsia, el primero de ellos, la hija de San Pedro, tiene nombre propio, Petronila como sabemos, en tanto que el segundo, la esposa, no.
Que el apóstol Pedro no es soltero, eso es indudable. Un evento narrado en el Evangelio se muestra definitorio en lo relativo al estado civil del príncipe de los apóstoles:
“Cuando salió [Jesús] de la sinagoga [de su primer discurso] fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y tomándola de la mano, la levantó. La fiebre le dejó y se puso a servirles” (Mc. 1, 29-31).
A juzgar por los textos evangélicos, que a pesar de mencionar a la suegra de Pedro como acabamos de ver, jamás mencionan a su mujer, -y el Evangelio no es parco al mencionar a las mujeres vinculadas a Jesús y a su grupo en su impenitente peregrinar por tierras de Palestina- Pedro podría ser un viudo, algo a lo que de hecho invita el propio relato evangélico cuando habla de la suegra sin hablar sin embargo de la esposa. Existe, sin embargo, en otro texto canónico del Nuevo Testamento distinto de los evangelios, una alusión que puede arrojar luz sobre el estado civil de Pedro -e incluso de otros apóstoles-, el cual debemos, en esta ocasión, a San Pablo, quien nos cuenta:
“¿Por ventura [...] no tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer cristiana como los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Cefas?” (1Co. 9, 5).
Acorde con esto, ¿acaso no podría ser al propio Pedro a quien Jesús se refiriera ex professo cuando tras declarar aquél su encendido amor al Maestro con las palabras “Ya lo ves, nosotros hemos dejado nuestras cosas y te hemos seguido”, éste le responde: “Yo os aseguro que nadie que haya dejado casa, mujer [mujer que podría ser la de Pedro], hermanos, padres o hijos por el reino de Dios, quedará sin recibir mucho más al presente, y en el mundo venidero, vida eterna” (ver Lc. 18, 28-30)?
El autor de la Historia Eclesiástica, Eusebio de Cesarea (n.h.260-m.340), por su parte, se hace eco de un relato de Clemente de Alejandría (n.150-m.215), escrito en el libro VII de los Stromateis, el cual contradiría la tesis de la viudedad de Pedro y afirmaría la de la existencia de una esposa de Pedro incluso cuando éste ya se contaba entre los seguidores más cercanos de Jesús:
“Pues se cuenta que el bienaventurado Pedro, cuando vio que su propia mujer era conducida al suplicio, se alegró por causa de su llamada y de su retorno a la casa, y gritó fuerte para animarla y consolarla, llamándola por su nombre y diciendo: “¡Oh tú, acuérdate del Señor!” Tal era el matrimonio de los bienaventurados y la perfecta disposición de los más queridos” (HistEc. 3, 30, 2).
Luis Antequera
domingo, 14 de julio de 2013
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