Se apagó la luz. Posiblemente la fuerte tormenta había hecho caer un rayo en un transformador. El anacoreta buscó en un cajón de la mesa de la cocina y sacó una vela, la encendió y la puso en medio de la habitación. Tras unos momentos de silencio dijo:
- ¿Te has fijado en la vela? Dentro del cajón estaba segura, pero no servía para nada. Ahora ilumina nuestra habitación, pero a costa de irse consumiendo poco a poco.
Miró a los ojos de su joven seguidor y concluyó:
- Así somos las personas. Si intentamos conservarnos, permanecer intactos, no servimos para nada. Pero cuando nos consumimos poco a poco, al entregarnos día a día a los demás, es cuando nuestra vida cobra valor y sentido...
Joan Josep Tamburini
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