Todo el mundo, por el mero hecho de ser humano, dispone de alma. Y esta alma tiene sus necesidades de desarrollo, para lo cual ha de alimentarse.
La vida interior o espiritual, es el lugar donde se lleva a cabo esta función de alimentación de nuestra alma. El P. José Morales S.I. escribía: “La vida verdadera que trae el Evangelio, ha sido denominada de muchas maneras, se la ha llamado vida sobrenatural, vida interior, vida espiritual, vida de la gracia, vida nueva, vida en Dios. Son todas ellas descripciones sencillas de resonancia bíblica, que indican los modos distintos, pero convergentes y prácticamente sinónimos, con los que los cristianos de todos los tiempos han querido y quieren referirse al don mayor del Evangelio”. La vida espiritual, lo mismo que la santidad, y todo lo que tenemos es un don de Dios, y como tal don no podemos exigirlo pero si pedirlo. Y esta vida espiritual para nacer ha de apoyarse en otro don, en el don de la fe y cuanto mayor y más fuerte sea nuestra fe, mayor y más fuerte y consolidada será nuestra vida espiritual.
Pero el problema, radica en que no todo el mundo, unos por haber marginado de su vida a Dios, y otros por no haberse preocupado de buscarlo, tiene unas ideas claras acerca de las necesidades de su alma. Esta necesidad de alimentar su alma, la tienen todas las personas y no todas ellas saben alimentarla correctamente para que ella se desarrolle. Unos tratan de cubrir esa innata necesidad que todos tenemos, con una serie de valores de segunda categoría, pero que ellos los estiman básicos, tal cual es el conocimiento cultural, la práctica de actividades hinduistas, como puede ser el yoga, el estudio del humanismo o de la filosofía otros también piensan, que exclusivamente pueden alimentar su alma, solo con la literatura o con la música clásica, o lo que ellos estiman como más sólido, cual es la práctica de exóticas religiones o actitudes semi-religiosas. Otros los hay también que llegan a pensar, que por aquello de “men sana, in corpore sano”, es en el deporte y en el desarrollo corporal donde se puede encontrar la satisfacción de esa necesidad que sienten. Pero como resulta, que por un lado ninguna de estas actividades sacia la sed innata que Dios nos ha puesto en nuestro ser, y por otro dada la inconstancia del ser humano, el resultado es que tarde o temprano se da un giro y se busca otra clase de actividad, sin ocurrírseles pensar en saciar las necesidades de su alma buscando a Dios por el único camino correcto que existe.
Hace años visité en Cantabria, una antigua casona del siglo XVI, que arquitectónicamente en su exterior era una maravilla. La casona tenía un nombre que no recuerdo, relacionado con una jerarquía religiosa de su época y estaba situada en medio de un parque de singular belleza. Su dueño era un moderno arquitecto que estaba muy orgulloso de los destrozos que había hecho en la arquitectura interior de la casona. Durante la visita y mientras iba enseñándome las modificaciones que había hecho modernizando todo, puertas, ventanas, escaleras, chimeneas, mobiliario interior, etc. con los últimos elementos más vanguardistas de la arquitectura, le pregunté por la capilla de la casona, y muy orgulloso de sus destrozos, me dijo sonriente, esa es la guinda de mi obra y al final te la enseñaré. Tras mostrarme la totalidad de la casona, llegamos por fin a la guinda del pastel, a la que se accedía por unas modernas puertas automáticas de cafetería, se abrieron las puertas, y mis ojos pudieron contemplar un moderno gimnasio, al tiempo que mi anfitrión, me decía: He aquí la moderna capilla del siglo XXI, este es el mejor empleo que se le puede dar a una capilla, pues lo importante es cuidar el cuerpo para así tener una mente sana. Ahora cuando pienso en este suceso, me da pena este arquitecto que no se había enterado de nada y pido a Dios que le eche una mano.
Tenemos que tener presente que no existe una verdadera vida espiritual fuera del amor de Cristo solo tenemos vida espiritual porque somos amados por Él, escribe Thomas Merton, La vida espiritual consiste en recibir el don del Espíritu Santo y su caridad.
La vida espiritual es importante, porque es en ella y por medio de ella, donde Dios opera en nosotros nuestra transformación, ella es el lugar íntimo de nuestro encuentro con el Señor. Escribe el Abad cisterciense Boyland: “Esto es lo que Dios hace en la vida espiritual. Porque la vida espiritual es una conspiración de amor, en la que Dios y el hombre están unidos para destruir a nuestro “Hombre viejo” para hacer todas las cosas nuevas en Cristo, para restablecer todas las cosas en Él; en una palabra, para volvernos a modelar según el deseo del corazón de Dios”. Francis Trouchu, biógrafo del Santo Cura de Ars, escribe: “La vida interior es un baño de amor en el cual se sumerge el alma. En este estado, Dios tiene al alma para llenarla de besos y caricias. Nuestro Señor tiene hambre de esta alma”.
Es dentro del desarrollo de la vida espiritual, donde se ganan y se pierden las batallas de Dios. Si no se tiene vida espiritual, el demonio no se molesta en presentar batalla alguna a esa alma, porque considera que ya la tiene en el saco. Y estas batallas, cuya suma de ellas se denominan “lucha ascética”, han de tener por finalidad la identificación con Cristo y esta identificación ha de ser interior, es decir, se ha de situar más allá de la vida moral, de la conciencia, de los sentimientos y de las facultades de conocimiento y voluntad, tal como nos dice Jean Lafrance. Es ante todo la invasión de nuestro ser por la persona de Jesús. Y cuando se alcanza esta identificación, aunque sea en pequeño grado, uno empieza a generar bienes espirituales porque como dice San Pablo: “Pues los que viven según la carne piensan en las cosas carnales; y los que viven según el espíritu, en las espirituales” (Rm 8,5).
Hemos de vivir en el mundo, pero sin infeccionarnos de él aceptando sus ofertas. En la “Oración sacerdotal”, pronunciada por el Señor en la última cena, dirigiéndose al Padre y en relación con nosotros Él dijo: “No te ruego que los saques del mundo, sino que los protejas del malo. No pertenecen al mundo. Como yo tampoco pertenezco al mundo” (Jn 17,15-16). La importancia de la vida espiritual, entre otras cosas consiste en que nos permite vivir en el mundo sin pertenecer al mundo. Es esta la esencia el resumen de la vida espiritual. Si queremos ser de Cristo hemos de vivir en el mundo pero de espaldas al mundo. Henry Nouwen, asegura que: “Vivir en el mundo sin pertenecer al mundo resume la esencia de la vida espiritual. Esta nos hace ser consciente de que nuestra verdadera casa, no es la casa del miedo, en la que gobiernan los poderes del odio y la violencia, sino casa del amor, donde Dios reside”.
En el desarrollo de nuestra vida espiritual, hemos de tener siempre presente, que es propio de la dinámica de ella, no esperar la recepción de bienes materiales. En la medida en que se avanza en la vida interior, el índice de contrariedades y tribulaciones puede aumentar, pues esto es necesario para identificarse uno con los sufrimientos del Maestro, que claramente dijo: “El que me ame, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga” (Mt 16,24). Bien es verdad, que al que siga este camino Dios le colmará de gracias ya en esta vida, para hacer frente a sus tribulaciones. La leyenda de Job, es eso una leyenda, de la que ignoramos si realmente Job existió. Más bien parece, que Dios permitió la escritura de esta leyenda, para consuelo de los atribulados israelitas de su época, todos ellos de dura cerviz y muy materializados, pues nadie sabe ni pueda afirmar, de un santo del Nuevo Testamento, al que como premio en este mundo, Dios al final de sus días le multiplicase, su bienes materiales, como en el caso de Job, lo realizó multiplicándole, los rebaños de bueyes, burros y camellos.
Es claro que el don de la vida espiritual en su mayor grado, no le será concedido a aquellos que, según Thomas Merton, voluntariamente se alejen de Dios, que reduzcan toda su vida interior a cumplir con rutina unos cuantos ejercicios de piedad y actos externos de adoración y servicio, llevados a cabo como un deber. Estas personas procuran evitar el pecado y respetan a Dios como a un amo, pero su corazón no le pertenece, pues no está realmente interesado en Él, si no es con la intención de asegurar el cielo y evitar el infierno, pero en la realidad de los hechos, sus mentes y sus corazones están absorbidos en sus propias ambiciones, preocupaciones, comodidades, en sus placeres y en todos sus intereses, ansiedades y temores mundanos. Invitan a Dios a entrar en sus interioridades confortables solo para que les resuelva las dificultades y les otorgue sus recompensas. Solo aquel que comprenda que la vida espiritual, es la vida de los que han renacido de lo alto, de los que han recibido el Espíritu de Dios, que viene a nosotros que quiere desesperadamente, que le amemos con todo la intensidad de nuestro ser humano. Esta es la vida que nos permite salir de la prisión en que estamos enmarañados y nos hace libre para vivir en Dios.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo
1 comentario:
Un daño que nos puede haber hecho una persona lo podemos asumir como una tribulación y ofrecer este sufrimiento a Dios para que nos libere y aligere la carga?
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