La Conferencia Episcopal alemana, con el permiso de Roma, ha decidido que los que se dan de baja oficialmente de la Iglesia no pueden participar en los sacramentos. La decisión, incluso, ha sido ratificada por un tribunal civil ante la demanda en contra interpuesta por un afectado.
La cosa es lógica. Si decides que no eres católico, no vayas después a misa, pretendiendo confesar, comulgar y recibir el resto de los sacramentos. Sin embargo, hay matices que la hacen mucho más compleja y polémica. Esos matices están en el motivo por el cual las personas se dan de baja de la Iglesia. Unos lo hacen porque no tienen fe; otros, como medida de protesta ante una Iglesia que ellos consideran demasiado conservadora, y otros, simplemente para ahorrarse los impuestos. Porque lo que hay que saber para entender de qué va esta decisión de los obispos alemanes, es que en ese país se cobra un auténtico impuesto religioso -no como la asignación tributaria de España, que no le cuesta nada al contribuyente y se extrae de los impuestos que de todos modos hay que pagar al Estado-; bien para no pagar ese impuesto o bien como protesta ante una Iglesia que no va por donde ellos quieren, cada año hay un buen número de católicos practicantes que se dan de baja y renuncian oficialmente a la Iglesia a la que pertenecen; pretenden, naturalmente, seguir haciendo uso de todos sus servicios sociales y espirituales. Ante esto, los obispos han dicho "no". "Si no pagas, no comulgas", vendría a ser el lema que ha decidido poner en práctica el Episcopado alemán.
Para un latino esto es muy fuerte. Resulta difícil de entender y a algunos les puede provocar incluso escándalo. Sin embargo, sería un error descalificar sin más a la Iglesia católica de Alemania - que es, por cierto, una de las más solidarias del mundo -, entre otras cosas porque cuenta para esta acción con el visto bueno del Papa, que es alemán y sabe de qué va la cosa. Lo que nosotros tendríamos que hacer es plantearnos no una medida similar, pero si algo que aunque sea de lejos se le asemeje. Son muchos los católicos practicantes que ayudan poquísimo a su Iglesia - no todos, afortunadamente, son así -. Muchos de los que van a misa, apenas dejan una pequeña limosna en la colecta; es evidente que buena parte de ellos no dan más porque no pueden hacerlo y hay que recordar en este caso lo del óbolo de la viuda; pero también es evidente que otros no lo hacen porque no son conscientes de su deber de hacerlo y no porque no tengan para ello, como demuestra lo llenos que están los bares y las pastelerías que suelen rodear a los templos, cuando acaba la misa.
Ayudar a la Iglesia en sus necesidades es una obligación para el católico. Es muy triste que se tenga que llegar al caso alemán, en que se le niega la comunión a quien se da de baja oficialmente de la misma para no pagar. De momento, ¿por qué no hacemos un esfuerzo por ayudar conforme a nuestras posibilidades?
Santiago Martín
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