La santidad, motivo original de esta fiesta, debería ser puesta y propuesta primeramente y de forma atrayente.
Como todos los años, tema controvertido con motivo de Halloween, del que se hace eco también la red, los internautas y los nautas a secas. En cualquier caso, una mayoría se sitúa en la mera aceptación de esta fiesta de disfraces de muertos vivientes, y en ritmo propio de los intereses comerciales. ¡Como siempre! ¡Sin pensar en nada más que en cómo disfrazarse! Con eso hay suficiente distracción. Piensas el disfraz, y todo pensado. Simplemente, ante la falta de alternativas, hacen lo que toca. Lo de disfrazarse, dicho sea de paso, no hace gracia a la mayoría aunque se lo callen, pero ahí se lanzan por amor a todos y al qué dirán. Buscan, y aquí reclamo dignidad para todos, una vida feliz y disfrutar su vida en compañía de otros. Éste es el gran interés y la gran motivación de “todos”, sin discriminar a nadie, y lo que auna a partidarios y detractores. La búsqueda de la felicidad, y por lo tanto del bien y de lo bueno.
Ante esta situación, aporto mi reflexión en 5 puntos, siempre abierto al diálogo y a la búsqueda de la verdad y del bien:
1.ME PARECE EVIDENTE EL FIN COMERCIAL Y DE MERCADO DE LA FIESTA. Lo considero una verdad indiscutible. Sigue siendo una fiesta de consumo, dentro del consumismo y de la lógica del consumismo. Por encima de los criterios personales y de las motivaciones de cada uno, y de cada grupo, planea esta cuestión de manera indiscutible. Participar por lo tanto es secundar, como si se estuviera dentro de una gran manifestación liderada por una pancarta. En toda cuestión deberíamos plantearnos las consecuencias de nuestra participación, y del testimonio que damos a los otros.
2.ESTA FIESTA NO TIENE ORIGEN EN NUESTRA CULTURA, ni está propiciada por los jóvenes ni la gente ni por el pueblo, sino que se ha extendido a través de la publicidad y de la fuerza de la masa. Estamos lejos de su origen celta, y también se distancia del proceso de cristianización que ha traído esta fiesta hasta nuestros días. Algo, por tanto, desprovisto de un sentido común y universal -más allá del interés descristianizador y del interés comercial y económico-. Lo cual hace pensar en un plano distinto, que es de los valores y el de las costumbres, y de cómo se relaciona la transmisión de valores sociales y se forjan costumbres sociales. Dicho de otro modo, se ha utilizado el molde de una tradición anterior, y sólo el molde. Pero generando un imaginario y una construcción mental, cuanto menos anticristiana y en muy poca consonancia con lo humano y los valores de nuestra cultura.
3.LAS INICIATIVAS QUE RIDICULIZAN LA MUERTE Y LOS MUERTOS SÓLO PROVOCAN DECEPCIÓN. En Halloween existe un verdadero culto a la muerte (no entro en otras cuestiones como demonios, espíritus… ni en hacer gala de parecerse a horroríficos personajes de televisión y cine…) dentro de una sociedad escandalizada y traumatizada con ella y con el sufrimiento, que llegado el momento de acompañar a quien sufre no sabe ni qué decir ni a dónde mirar, ni dónde encontrar esperanza. Tarde o temprano, más allá de los disfraces y de las fiestas, toca toparse con ella. Sea en la propia vida, o sea en la familia, o en alguien cercano. Entonces comprobamos cómo hemos vivido realmente, y si nos hemos tomado en serio alguna vez algo de tanta trascendencia y relevancia. Entiendo que Halloween según está montada nos distrae de lo fundamental, de la búsqueda de la vida y del abrazo a quienes sufren en estas situaciones. Todo parece permitido. Pero insisto, en la realidad las reglas son muy distintas.
4.LOS DISFRACES, LOS BARES Y LUGARES DE FIESTA, EL ESPECTÁCULO EXTERNO. Todo esto lo considero meramente ambiental, como he dicho antes. Sin embargo, el resultado final no busca aquello que el corazón del hombre ansía, que es su felicidad. El argumento de muchos, de todas las edades y creencias, se mantiene en que es un día para pasárselo bien, sin más. Y lo les diría que es un día sin más, y por eso mismo invalida la búsqueda de la felicidad del hombre, que siempre está en el horizonte y exige intensidad y constancia, y detrás lo único que deja “este día” es de nuevo el vacío anterior. Aunque, me matizo a mí mismo, no devuelve verdaderamente al “vacío anterior” sino que profundiza su vacío y su desánimo por encontrar la felicidad más allá de una noche, causando así más daño; y, por otro lado, rompe en más de una ocasión el proceso que algunos habían ido haciendo, provocando contradicción en sí mismos, entre lo que piensan y creen y lo que viven, entre su voluntad por construir su vida y plegarse al resto de la sociedad… La cuestión de la felicidad no puede ser usada de pretexto para cualquier tema. O para justificar todo.
5.MI ÚLTIMO PUNTO LO DEDICO A QUE, EN UN CONTEXTO COMO EL NUESTRO, CONSIDERO QUE HALLOWEEN SUPONE UNA OPORTUNIDAD ÚNICA PARA SACAR A LA LUZ GRANDES TEMAS, CON CIERTA PROFUNDIDAD. Los nombrados anteriormente, pero también la raíz misma de esta palabra que ha llegado a nosotros del inglés antiguo: santidad. La vida cristiana ciertamente está llamada a ser más libre que nunca, y a mostrar la libertad de su opción, y la liberación que supone. La mirada del cristiano no puede aterrizar de vez en cuando en Cristo, sino siempre en Él en una realidad múltiple, y variable. Lo contrario, provoca contradicción y falta de coherencia. Rompe el camino de la fe iniciado anteriormente; en ciertos casos incluso desde la infancia y la juventud, normalizando el escándalo, el horror, la fealdad. La vida cristiana no puede omitir su responsabilidad con la ruptura cultural y social en este sentido, como en tantas otras ocasiones no puede mantenerse al margen y trabajar por la unidad de todos. La santidad, motivo original de esta fiesta, debería ser puesta y propuesta primeramente y de forma atrayente, debería ser comunicada de modo que pueda ser escuchada como respuesta a los grandes anhelos de felicidad, de amor, de eternidad del corazón del hombre. Con alegría, con vigor, con entusiasmo. Más allá de la confrontación, como testigos de la fe y de la resurrección, de Cristo vencedor de la muerte. Todos están deseando creer algo así, abrazar algo así, y la Iglesia tiene la responsabilidad y tarea de acompañar eses deseo en medio de las dificultades y contradicciones de nuestro mundo.
Todo esto me ha hecho recordar que hace poco me compré un libro porque cuando lo abrí me reí mucho. En una página y media, un joven cura contaba que la primera vez que salió a la calle vestido de clériman haciendo visible su reciente sacerdocio, era precisamente Halloween. En medio de la masa disfrazada, se sintió desconcertado. Y también el joven Pablo Domínguez, de quien trata la película de "La última cima" contaba que había sido invitado a una fiesta de antiguos alumnos, y que llegó de clériman sin saber que era de disfraces. Nadie le creyó. Al principio. Y, por último, hace dos años una señora me decía de todo en un centro comercial, este mismo día, porque iba vestido de sacerdote. La señora, al ver la cara de mis amigos, se dio cuenta de que no estaba en lo cierto. Y es que, Halloween, como poco, crea confusión en la gente. Al menos ese día. Esconde lo que las personas son, esconde la realidad y la tiñe de maldad, siendo buena y buscando el bien, permite lo que no se considera ni mediocre en lo cotidiano, y oculta lo que las personas son y a lo que las personas ansían. Siendo así, ¿qué pensar?
Autor: José Fernando Juan
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