Cuando salieron de rezar en la iglesia de Santa María del Mar, el Anacoreta dijo:
- Volvemos a estar en la calle, pero no creas que nuestra oración ha sido un paréntesis. Es un error dividir la vida en contemplativa y activa. Toda la vida ha de ser contemplativa. Nuestra relación con Dios puede darse sin interrupción.
Miró a su alrededor y prosiguió:
- Dios está igualmente presente en estas calles y en estas plazas. Somos nosotros los que no sabemos verlo.
El joven seguidor exclamó con un deje de tristeza:
- Sí, ¡pero cuesta tanto a veces verlo!
Sonrió el Anacoreta y respondió:
- Sí, no es fácil ver a Dios en nuestra vida siempre en movimiento, llena de estímulos que nos distraen. Por eso es tan importante saber vivir continuamente en su presencia...
Suspiró el anciano y concluyó:
- Pero, si sabemos estar unidos constantemente a Él, si miramos la calle como la mira Él, seremos capaces de unirnos, de luchar, de entregarnos para arreglar los desperfectos que vemos en las plazas y las calles. Lucharemos por que estas calles sean el Reino de Dios.
Y siguieron caminando en silencio, pero con la mirada despierta, de vuelta a su casa...
Joan Josep Tamburin
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