Pensando y recordando – tengan en cuenta que son 62 años de mi vida – me había olvidado de contarles que:
§ Toree: Sí, como “torero señorito”, o sea como aficionado sin matar al toro (tenía 15 años), en una presentación para recaudar fondos para nuestros recuerdos de promoción; me eligieron como coordinador del evento. Dos días antes, todos los que se habían apuntado como participantes, en las pruebas quedaron descalificados y sólo quedaba yo; acepté y dije que yo iba a torear – nunca lo había hecho, aunque me había creado con ganado en la hacienda de mi padre, eso era cierta ventaja al miedo al ganado – pero no me quedaba más que aceptar. Llegó el día y tuve que salir a torear (sin matar al bicho, aunque él si podía matarme); me tocó un toro serrano grande y él hizo conmigo lo que le dio la gana; me cogió de la pierna izquierda y me aventó hacia arriba como dos metros; cuando caí y me di cuenta lo tenía atrás mío rascando sus patas para embestirme; sin sentir nada de dolor por la cogida, salí corriendo y me resguarde; cuando me repuse, volví a enfrentarme al toro y culminé la faena. Terminada esta, me di cuenta que estaba sangrando y que no podía caminar; me llevaron cargado a emergencia y tenía un corte de seis centímetros en la corva… hasta ahora tengo la cicatriz. Luego a los 60 años lo volví a hacer; salí por televisión, aunque esta vez el toro era torete, aunque de ninguna manera representaba una inocencia de su parte, igual me podría haber hecho daño… tampoco pasó nada.
§ Otra que me salvó el Señor: Toda la vida he querido saltar en paracaídas y encontré la oportunidad de hacerlo. Un general del ejército amigo mío de la infancia, José Arbulu, me entrenó verbalmente como hacerlo. Tenía que saltar de un helicóptero; habíamos quedado en el día en que saltaría, pero un día antes el Perú tuvo un problema con Ecuador y él fue llamado y trasladado a la frontera, a la zona del conflicto… no pude saltar. Creo que Dios me libró nuevamente de una posible muerte… si alguien me diera la oportunidad de saltar, por favor avíseme. Creo que es lo único que desearía hacer, ver desde lo alto la creación.
§ Un tiempo trabajé en una Aerolínea nacional. En cierto momento se prendió la luz roja y acudí a la cabina del capitán. Este me dijo que teníamos que aterrizar de emergencia, que no llegábamos a Lima y que procediera con el tipo de emergencia para estos casos. Lo hice y… aterrizamos cerca a Lima, en Pisco… no pasó nada.
§ En este trabajo (9 meses) tuve otra experiencia. Regresando del norte, una anciana me preguntó qué eran esas luces que estaban cerca de una de las alas del avión. Me acerqué y, efectivamente habían tres luces que cambiaban de posición… horizontal, vertical. Fui a la cabina y el capitán me dijo que ya sabía del asunto y lo estaba reportando. Me pidió que realizara la emergencia para estos casos. Pero como ya se habían pasado la voz entre los pasajeros, para que no entraran en pánico, realicé una especie de tour; permití, como jefe de cabina de pasajeros - sin consultar al capitán - que todos disfrutaran del espectáculo; los hice cambiar de asientos a todos los que querían observar. Cuando aterrizamos en Lima, nos enteramos que el avión que venía del sur, también tuvo algo parecido. Objetos voladores no identificados; no creo que Dios sólo nos haya creado a nosotros. Esta era la tercera vez que yo veía estas cosas extrañas y, no sé por qué no sentí miedo… sólo curiosidad.
Creo que no hay más historias verídicas sobre mi interesante vida, por qué para mí o para ti, si te pones a pensar en las cosas que te han pasado, verás que hay cosas inexplicables que te han sucedido, y que sólo Dios te puede haber protegido por una simple razón… te quiere para que lo ayudes. No es que Él necesite ayuda, sino que es más fácil que tú llegues a alguien que te ve, a alguien que no ves.
Si quieres recibir el Evangelio Diario con su reflexión y el Santo del Día, envíame un correo con tu petición a:
Bendiciones para ti y tu familia.
José Miguel Pajares Clausen
No hay comentarios:
Publicar un comentario