domingo, 11 de mayo de 2008

LA CONFESIÓN DE UNA CABEZA


Refiere el Padre Eusebio Nieremberg, que en la ciudad de Zaragoza, había una doncella llamada Alejandra, la cual, siendo noble y hermosa, era amada especialmente por dos jóvenes.

Estos, cierto día movidos de celos por Alejandra, riñeron y ambos quedaron muertos. Indignados sus parientes, mataron a la pobre Alejandra por ser la causa de tanto daño, y cortándole la cabeza la arrojaron a un pozo.

Pocos días después, pasa por aquel lugar Santo Domingo, e inspirado por el Señor, se asomó al pozo y dijo:
§ “Alejandra, sal fuera

He aquí que sale la cabeza de la difunta, y colocándose sobre el borde del pozo, pide a Santo Domingo que la confiese. La confesó el santo, y después le dio la Comunión en presencia de casi todo el pueblo que había concurrido allí para ver la maravilla.

Luego, Santo Domingo le mandó que dijese por qué había recibido aquella gracia, y Alejandra respondió que, cuando le cortaron la cabeza estaba en pecado mortal, pero María Santísima, por la devoción del Rosario que ella rezaba diariamente, le había conservado la vida.

Dos días permaneció viva la cabeza sobre el pozo a vista de todos, y después el alma se fue al Purgatorio; más al cabo de quince días se apareció a Santo Domingo hermosa y resplandeciente como una estrella, y le dijo que uno de las principales ayudas que reciben las Almas del Purgatorio en aquellas penas, es el Rosario que rezan por ellas, y que las mismas, luego que llegan al Paraíso, ruegan por aquellos que rezan esta poderosa oración. Y dicho esto, vio Santo Domingo, que aquella alma afortunada subía al cielo colmada de gozo.

Fuente: Glorías de María
San Alfonso María de Ligorio

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