viernes, 6 de julio de 2018

LOS 7 ERRORES QUE LLEVARON A LA CRISIS QUE HOY MUESTRA LA IGLESIA


La Iglesia católica está viviendo una “gran crisis” de creencias. La que se hace visible en las opiniones fuertemente discordantes entre obispos, cardenales y laicos. Y en el abandono de la lógica contracultural que Jesucristo impuso a su Iglesia hace 2000 años.

Por el contrario, hoy son muy activas las voces de dirigentes eclesiales que claman para que la Iglesia se conforme a los valores del mundo.
Hay a un “nuevo paganismo”. Comparable al de los primeros siglos de la Iglesia. Y muchos sacerdotes y obispos están colaborando activamente, ha dicho el obispo Atanasio Schneider. El obispo dijo que la crisis se ha manifestado sobre todo en la erosión de la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Que él dice tiene una “relación de causalidad” en la negación de las enseñanzas de la Iglesia sobre el sexo y el matrimonio. “La verdadera crisis de la Iglesia es el antropocentrismo, olvidando el cristocentrismo”. Viene, según él: “Cuando nos ponemos a nosotros mismos, incluyendo a los sacerdotes, en el centro y cuando a Dios se lo pone en la esquina. Y esto está sucediendo también materialmente”. Advirtió que los cristianos probablemente se enfrentarán de nuevo con la elección de la apostasía, que los romanos ofrecieron a los cristianos de la Iglesia primitiva: Poner un grano de incienso al fuego en frente de la estatua del emperador.” Este ultimátum incluso está siendo apoyado desde dentro de la Iglesia. En nuestros tiempos, dijo, no se les pide al clero y a los obispos poner incienso al emperador, sino: “Colaborar con el mundo pagano en esta disolución del sexto mandamiento y en la revisión de la forma en que Dios creó al hombre y la mujer”.
“La tentación de hoy para el clero es adaptarse al nuevo mundo, al nuevo paganismo, ser colaboracionistas”. 
“Por desgracia, desde hace algunas décadas algunos clérigos han aceptado estas ideas del mundo. Pero ahora, sin embargo ellos las están proclamando públicamente”.

¿Pero cómo fue que sucedió esto? Aquí presentamos los 7 errores modernos que llevaron a esta situación.

7 ERRORES QUE SE HAN ARRAIGADO EN LA IGLESIA

1 – Misericordia sin hacer referencia al arrepentimiento. Para muchos hoy en día “la misericordia” ha llegado a significar “Dios está bien con lo que estoy haciendo”. Pero la verdadera misericordia no deja pasar el pecado, lo ve como un problema serio, y ofrece una salida del pecado. La misericordia de Dios es Su forma de extender una mano para hacernos salir del fango del pecado. Y esta es la razón por la que el arrepentimiento es la llave que abre la misericordia. Porque es por el arrepentimiento que se alcanza y afianza la mano misericordiosa y extendida de Dios.
Hoy uno de los principales errores es la proclamación de la misericordia sin hacer referencia al arrepentimiento.
Tristemente, esto es común incluso en la Iglesia. Es muy común escuchar sermones sobre la misericordia sin referencia al arrepentimiento. Las palabras de apertura del ministerio de Jesús fueron ‘¡Arrepentíos y creed en el Evangelio!’ El orden es importante. Porque ¿cómo podemos experimentar la buena nueva de la misericordia de Dios si no nos arrepentimos primero? El arrepentimiento nos lleva de vuelta a nuestros sentidos, nos hace aceptar nuestra necesidad de cambio, buscar a Dios y descubrir su misericordia. Este error de la misericordia sin hacer referencia al arrepentimiento conduce al pecado de presunción, un pecado contra la esperanza.

2 – Estaurofobia (miedo a la Cruz) El término estaurofobia proviene de raíces griegas y se refiere al miedo a la Cruz (stauros = cruz + fobia = miedo).
Dentro de la Iglesia este error surge de la reticencia de los católicos para discutir francamente las demandas del discipulado.
Muchos católicos, incluso sacerdotes y obispos, son francamente temerosos al señalar las exigencias de la cruz. Cuando el mundo protesta y dice: “¿Estás diciendo que aquellos que sienten atracción por el mismo sexo no pueden casarse o tener intimidad sexual, sino que deben vivir en una especie de celibato?”. La respuesta honesta es: “Sí, eso es lo que estamos diciendo”. Pero dado que esa respuesta es dura y arraigada en la cruz, muchos católicos temen terriblemente una respuesta directa y sencilla. Lo mismo es cierto para otras situaciones difíciles moralmente como la eutanasia, porque a pesar del sufrimiento, no somos libres de tomar nuestra vida o la de otra persona. El aborto, porque a pesar de las dificultades e incluso en casos de violación o incesto no somos libres para matar a un niño en el vientre. El divorcio y un nuevo matrimonio, porque a pesar de los acontecimientos desafortunados en un matrimonio, esto no quiere decir que uno sea libre de dejar un matrimonio para entrar en otro. La estaurofobia también hace que muchos duden en emitir correcciones dentro de la Iglesia y en las familias. Hay casi un temor repulsivo por insistir en las exigencias o requisitos. O aún más para emitir el más leve de los castigos o medidas correctivas. Cosas como estas pueden molestar a las personas y eso es uno de los peores resultados para un estaurofóbico, el cual teme a cualquier tipo de sufrimiento, ya sea para sí mismo o para otros. No ven una cualidad redentora al insistir en las exigencias de la cruz. San Pablo dice: Pero lejos de mí está gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo. (Gal 6:14). Pero para muchos católicos hoy en día, la cruz y sus demandas les hace temblar e incluso sentir vergüenza.

3 – Universalismo (todos se salvan) El universalismo es la creencia de que la mayoría, si no todas las personas serán salvados al final.
Esto es directamente contrario a las propias palabras de nuestro Señor, en las cuales él tristemente atestigua que “muchos” están en el camino que conduce a la destrucción.
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Y “algunos” están en el camino estrecho y difícil que conduce a la salvación (Ver Mateo 7:14, Lucas 13: 23-30).
Decenas de parábolas y otras advertencias que también vienen de nuestro Señor a este respecto y la enseñanza directa del Señor dejan claro que debemos aceptar con seriedad que muchos, y no pocos van a perderse. El universalismo es una grave discrepancia que hoy se sostiene ampliamente. Numerosos católicos rara vez escuchan sermones que advierten del juicio o la posibilidad del infierno. Tampoco se lo mencionan a otros o incluso no lo consideran como una posibilidad real. Dada la omnipresencia del universalismo hay muy poca urgencia entre los católicos por evangelizar o incluso vivir la fe en sí mismos. Esta actitud tiene que desaparecer para que ocurra cualquier reforma seria en la Iglesia o en el celo evangélico.

4 – Deformación del Diálogo El término “diálogo” ha llegado a significar una conversación casi interminable. Como tal, carece de un objetivo claro para convencer al otro. Por lo general, sólo significa “hablar”. Mientras que hablar no es malo per se, pero puede sustituir al verdadero objetivo por esta mera acción. Originalmente “diálogo” tenía un significado más vigoroso. Viene del griego y se utiliza en la Escritura, dialegomai, que correctamente es “llegar a una conclusión a través de”, mediante el intercambio de pensamientos, palabras o razones. Y así vemos que “diálogo” fue originalmente una palabra mucho más vigorosa de lo que parece o entiende hoy la mayoría de la gente en el mundo. En el Nuevo Testamento se usa más a menudo en el contexto de dar testimonio y de tratar de convencer a los demás el Evangelio (por ejemplo, Hechos 17: 2, 17 y 18: 4).
Pero en nuestros tiempos el diálogo puede actualmente detener la conversación y dar la impresión de que todas las partes tienen posturas válidas.
Y que meramente “entender” la posición del otro es digno de alabanza. La comprensión puede tener valor, pero sobre todo es de valor para sentar las bases para la conversión a la verdad del Evangelio. No está claro que la conversión sea actualmente un objetivo cuando muchos católicos hablan de diálogo con el mundo o con los incrédulos. El diálogo es una herramienta, no una meta, es un método, no un destino. Y como método, el diálogo (en su sentido original) es una manifestación vigorosa, dinámica y alegre del Evangelio, no una conversación charlatana y (aparentemente) interminable. Ganar el alma es el verdadero objetivo del que muchas referencias modernas al “diálogo” y “entendimiento” parecen carecer. De ahí que el “diálogo deformado” sea parte de nuestro compendio de problemas y errores modernos.

5 – Igualar amor con bondad La bondad es un aspecto del amor. Pero también lo es la reprensión; así como lo es un castigo; o como lo es la alabanza.
Sin embargo, hoy en día muchos, incluso en la Iglesia, piensan en el amor sólo como bondad, afirmación, aprobación, estímulo y otros atributos positivos.
Pero el verdadero amor, a veces, está dispuesto a castigar, a insistir en el cambio y a reprender el error. Sin embargo, la edad moderna, equiparando el amor con la bondad, dice “Si realmente me amas, afirmarás, incluso celebrarás lo que hago”. En este tipo de clima, cuando la enseñanza de la Iglesia no se ajusta a las nociones modernas de la sexualidad, por ejemplo, la Iglesia es acusada de “odio”, simplemente porque no “afirmamos” lo que la gente demanda que afirmemos. La política de identidad (donde la gente basa toda su identidad y dignidad en un estrecho rango de comportamientos o atributos) intensifica la percepción de una afrenta personal. Pero en lugar de mantenerse firmes e insistir en que establecer una oposición entre el amor y la verdad es una falsa dicotomía, la mayoría de los católicos duda y muchos también llegan a creer que el amor puede reducirse a la mera bondad. Muchos de ellos toman la visión del mundo de que la Iglesia es cruel y, por lo tanto, mala o incluso odiosa. No importa que Jesús dijo cosas que eran por norma desagradables, y que a menudo habló francamente sobre el pecado (más allá de mera justicia social y las actitudes farisaicas para incluir cosas tales como el pecado sexual, adulterio, divorcio, incredulidad y así sucesivamente). No, olvídense de todo eso, porque Dios es amor, el amor es bondad y la bondad siempre es agradable y afirmativa. Por lo tanto, concluyen que Jesús no podía haber dicho realmente mucho de lo que se le atribuye. Este error reduce a Jesús a un hippie inofensivo y malinterpreta el amor, equiparándolo con la mera bondad y la afirmación incondicional. Muchos católicos han sucumbido a este error y sacrificado la verdad.

6 – Malinterpretar la naturaleza de la tolerancia
La mayoría de la gente hoy en día equipara la tolerancia con la aprobación.
Por lo tanto, cuando muchos demandan o piden “tolerancia” lo que realmente demandan es aprobación. Pero la tolerancia es del latín tolerare: soportar, afrontar o sufrir. Como tal, se refiere a la resistencia condicional, o al menos la no interferencia con creencias, acciones o prácticas que uno considera que está mal. Podríamos tolerar hasta cierto punto para evitar, por ejemplo, severas imposiciones o sanciones draconianas, intrusión innecesaria en la intimidad, etc. Pero si falta el componente de objeción, no estamos hablando de “tolerancia” sino de “indiferencia” o “afirmación”. Y aquí precisamente yace el corazón del error para los católicos que abrazan la tolerancia como aprobación del error. En pocas palabras, lo que llaman tolerancia es en realidad una forma de indiferencia y subjetivismo. No respeta adecuadamente la visión moral de Dios. En lugar de anunciar con alegría y con entusiasmo la verdad revelada por Dios, muchos adoptan una falsa tolerancia que es indiferente a la verdad o incluso reafirma el error. Y luego, para rematar, se felicitan a sí mismos por la “superioridad moral” de su tolerancia. De hecho, es más como la pereza. La pereza en este caso es una aversión a emprender la ardua tarea de decir la verdad a un mundo dudoso y burlón. La tolerancia es una virtud importante en las culturas complejas y plurales, pero no debe expandirse de tal manera que pierda su significado real. O sea tan absolutizada que la tolerancia se espera en todo momento, simplemente porque se exige. Los católicos también tienen que recuperar un poco la sobriedad y darse cuenta de que hoy muchos demandan tolerancia de nosotros, y no tienen intención de extenderla a nosotros. Muchos de los mismos grupos de interés que exigen tolerancia están trabajando para erosionar la libertad religiosa. Y están cada vez más reacios a tolerar puntos de vista religiosos en la plaza pública. Nuestro constante ocultar las demandas de falsa tolerancia sólo tienen por objeto introducir una gran oscuridad y presión para conformarse o aprobar un pecado grave.
7 – El antropocentrismo
Este término se refiere a la tendencia moderna de tener al hombre como centro y no a Dios.
Ha sido una larga tendencia en el mundo desde el Renacimiento. Lamentablemente, aunque ha infectado profundamente a la Iglesia en las últimas décadas. Esto es especialmente evidente en la Liturgia, no intrínsecamente, sino como es prácticamente y ampliamente celebrada. Nuestra arquitectura, canciones y gestos, anuncios incesantes y rituales de felicitación son auto-referenciales y enfocados hacia el interior. La liturgia, como comúnmente se celebra parece más sobre nosotros que sobre Dios. Nunca es bueno, especialmente en la Iglesia, dejar a Dios en los márgenes. Esta marginación de Dios es evidente no sólo en la liturgia, sino en la vida parroquial también. En la que a menudo es muy intensa con activismo arraigado en las obras corporales de la misericordia, pero con poca atención a las obras espirituales de la misericordia. Predominan las organizaciones sociales, pero es difícil encontrar interés en el estudio de la Biblia, novenas tradicionales y otras obras espirituales dedicadas a Dios. El anunciar a Dios a través del vigoroso trabajo de evangelización también es raro y la parroquia parece más un club que un faro. Los seres humanos son importantes, el humanismo cristiano es una virtud, pero el antropocentrismo es un error común moderno arraigado en exceso. La adoración de Dios y la difusión de su reino están muy poco evidenciados en muchas parroquias. Dios debe ser el centro para que el hombre sea verdaderamente elevado. Es así que con demasiada frecuencia los católicos tienen las cosas invertidas y ponen a prueba la Palabra de Dios y las enseñanzas de la Iglesia, juzgándolas según la perspectiva del mundo. Debemos juzgar todas las cosas según la luz de Dios. Y sin embargo, es común escuchar a los católicos burlarse de las enseñanzas que desafían el pensamiento mundano u ofenden a las prioridades mundanas. Muchos católicos han escondido su fe bajo sus opiniones políticas, visiones del mundo, preferencias y pensamientos. Si la fe entra en conflicto con cualquiera de estas categorías mundanas, imaginen cual es el resultado.

Jesús dice: “Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles” (Mc 8:38).

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