miércoles, 31 de marzo de 2010

LOS SIETE DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA


Practicamos esta devoción rezando, todos los días, siete veces el Avemaría mientras meditamos los siete dolores de María (un Avemaría en cada dolor).

María quiere que meditemos en sus dolores. Por eso al rezar cada Avemaría es muy importante que cerrando nuestros ojos y poniéndonos a su lado, tratemos de vivir con nuestro corazón lo que experimentó su Corazón de Madre tierna y pura en cada uno de esos momentos tan dolorosos de su vida. Si lo hacemos vamos a ir descubriendo los frutos buenos de esta devoción: empezaremos a vivir nuestros dolores de una manera distinta y le iremos respondiendo al Señor como Ella lo hizo.

Comprenderemos que el dolor tiene un sentido, pues ni a la misma Virgen María, la Madre tres veces admirable, por ser Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo, Dios la libró del mismo.

Si María, que no tenía culpa alguna, experimentó el dolor, ¿por qué no nosotros?
PROMESAS DE LA VIRGEN A LOS DEVOTOS DE SUS DOLORES

Siete gracias que la Santísima Virgen concede a las almas que la honran diariamente (considerando sus lágrimas y dolores) con siete Avemarías. (Santa Brígida).

1º. Pondré paz en sus familias.
. Serán iluminados en los Divinos Misterios.
. Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
. Les daré cuanto me pidan con tal que no se oponga a la voluntad de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
. Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y los protegeré en todos los instantes de sus vidas.
. Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte: verán el rostro de su Madre.
. He conseguido de mi Divino Hijo que los que propaguen esta devoción (a mis lágrimas y dolores) sean trasladados de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremossu eterna consolación y alegría.
LOS SIETE DOLORES DE LA VIRGEN

1º. La profecía de Simeón (Lc. 2, 22-35) ¡Dulce Madre mía! Al presentar a Jesús en el templo, la profecía del anciano Simeón te sumergió en profundo dolor al oírle decir: Este Niño está puesto para ruina y resurrección de muchos de Israel, y una espada traspasará tu alma. De este modo quiso el Señor mezclar tu gozo con tan triste recuerdo. Rezar Avemaría.

. La persecución de Herodes y la huída a Egipto (Mt. 2, 13-15) ¡Oh Virgen querida!, quiero acompañarte en las fatigas, trabajos y sobresaltos que sufriste al huir a Egipto en compañía de San José para poner a salvo la vida del Niño Dios. Rezar Avemaría.

. Jesús perdido en el Templo, por tres días (Lc. 2, 41-50) ¡Virgen Inmaculada! ¿Quién podrá pasar y calcular el tormento que ocasionó la pérdida de Jesús y las lágrimas derramadas en aquellos tres largos días? Déjame, Virgen mía, que yo las recoja, las guarde en mi corazón y me sirva de holocausto y agradecimiento para contigo. Rezar Avemaría.

. María encuentra a Jesús, cargado con la Cruz (Vía Crucis, 4ª estación) Verdaderamente, calle de la amargura fue aquella en que encontraste a Jesús tan sucio, afeado y desgarrado, cargado con la cruz que se hizo responsable de todos los pecados de los hombres, cometidos y por cometer. ¡Pobre Madre! Quiero consolarte enjugando tus lágrimas con mi amor. Rezar Avemaría.

. La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor (Jn. 19, 17-30) María, Reina de los mártires, el dolor y el amor son la fuerza que los lleva tras Jesús, ¡qué horrible tormento al contemplar la crueldad de aquellos esbirros del infierno traspasando con duros clavos los pies y manos del salvador! Todo lo sufriste por mi amor. Gracias, Madre mía, gracias. Rezar Avemaría.

. María recibe a Jesús bajado de la Cruz (Mc. 15, 42-46) Jesús muerto en brazos de María. ¿Qué sentías Madre? ¿Recordabas cuando Él era pequeño y lo acurrucabas en tus brazos? Por este dolor te pido, Madre mía, morir entre tus brazos. Rezar Avemaría.

. La sepultura de Jesús (Jn. 19, 38-42) Acompañas a tu Hijo al sepulcro y debes dejarlo allí, solo. Ahora tu dolor aumenta, tienes que volver entre los hombres, los que te hemos matado al Hijo, porque Él murió por todos nuestros pecados. Y Tú nos perdonas y nos amas. Madre mía perdón, misericordia. Rezar Avemaría.

María en San Nicolás, nos dio este mensaje sobre sus siete dolores de hoy:
15-09-89 (fiesta de Ntra. Señora de los Dolores)

Hija mía, en estos días, son Mis Dolores:
§ El rechazo hacia Mi Hijo.
§ El ateísmo.
§ La falta de caridad.
§ Los niños que no nacen.
§ La incomprensión en las familias.
§ El gran egoísmo de muchos hijos en el mundo.
§ Los corazones aún cerrados al Amor de esta Madre...

En el libro "Las Glorias de María" de San Alfonso María de Ligorio se dice lo siguiente: El mismo Jesús reveló a la beata Mónica de Binasco que él se complace mucho en ver que se siente compasión por su Madre, y así le habló: Hija, agradezco mucho las lágrimas que se derraman por mi pasión; pero amando con amor inmenso a mi Madre María, me es sumamente grata la meditación en los dolores que ella padeció en mi muerte.

Por eso son tan grandes las gracias prometidas por Jesús a los devotos de los dolores de María. Refiere Pelbarto haberse revelado a Santa Isabel, que San Juan, después de la Asunción de la Virgen, ardía en deseos de verla; y obtuvo la gracia pues se le apareció su amada Madre y con ella Jesucristo. Oyó que María le pedía a su divino Hijo, gracias especiales para los devotos de sus dolores. Y Jesús le prometió estas gracias especiales:
. Que el que invoque a la Madre de Dios recordando sus dolores, tendrá la gracia de hacer verdadera penitencia de todos sus pecados.
. Que los consolará en sus tribulaciones, especialmente en la hora de la muerte.
. Que imprimirá en sus almas el recuerdo de su Pasión y en el cielo se lo premiará.
. Que confiará estos devotos a María para que disponga de ellos según su agrado y les obtenga todas las gracias que desee.

SEMANA SANTA Y EL PECADO MORTAL


¿Un pretexto para pecar este fin de semana de juergas?

Parece mentira que mientras están clavando a Nuestro Señor, muchos lo estén rematando en la discotecas o en las playas.

Pero muchos lo hacen por ignorancia… nadie les predicó sobre el verdadero significado de Semana Santa. ¿Culpa de quién? Creo que de todos los que sí sabemos lo que esta Semana significa, especialmente para todos los católicos.

Si no hay prédica no hay conocimiento de fe. Recordemos que con el Bautismo todos nos convertimos en Sacerdote, Profetas y Reyes, y como Profetas debemos llevar la Palabra de Dios a todos los que están a nuestro alcance, enseñarles que un paseo a la playa con la familia o amigos se puede convertir en un retiro de oración, además de un merecido descanso. en vez de un pasaje al infierno.

La Iglesia de Dios no está en contra de la sana diversión, puedes adorar a Dios en cualquier lugar o situación. So pretexto de que el estrés obliga a salir a algún sitio a relajarse, muchas personas regresan después del paseo más cansadas que antes, y la mayoría ni siquiera acude a sus centros de trabajo debido a la resaca.

¿De qué sirvió la salidita? Primeramente pecaron contra el Crucificado y segundo pecaron contra el Espíritu Santo (somos su templo). ¿Te gusta ser CLAVO, MARTILLO o AZOTE? Adelante, sigue clavando al que dio su vida por ti.

Ese mismo que crucificaste te juzgará. ¿Qué le dirás? ¿Qué no sabías?

Vamos amigos, estamos miércoles y falta muy poco para el viernes. Cumple con tu obligación de predicar sobre la importancia irrepetible y sublime del sacrificio excelso de nuestro Señor Jesucristo por nuestros pecados. Jesús y María te premiaran.

Bendiciones por casa.
José Miguel Pajares Clausen
31 de Marzo 2010

SIETE PASOS AL ESTANCAMIENTO


Erwin M. Soukup ha compilado lo que él llama Los siete pasos al estancamiento.

1. Nunca antes lo habíamos hecho de esa manera.
2. No estamos listos para esto.
3. Estamos bien sin intentar eso.
4. Ya lo hemos intentado una vez.
5. No tenemos dinero para eso.
6. Ese no es nuestro trabajo.
7. Algo como eso no puede funcionar.

Soukup admite que probablemente hay un octavo paso, pero nunca antes lo hemos buscado.
Referencia: Martín E. Marty

El Estancamiento nunca comienza fuera de nosotros, siempre dentro de nosotros.

No culpemos a los demás ni a las circunstancias por nuestro enfriamiento en la vida. En realidad todo comenzó adentro hace rato.

Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén. 2 Pedro 3:18

DEL BIG BANG Y LA CREACIÓN


La Organización Europea de Investigación Nuclear hace su segundo intento de reproducir las condiciones en las que se produjo el famoso Big Bang que dio comienzo a la expansión del Universo.

El primer intento se produjo en 2008 y hubo que suspenderlo por un recalentamiento que si recuerdan Vds. incluso hizo pensar y decir a algunos que el experimento era de alto riesgo y que ni siquiera estábamos en condiciones de prever todas sus posibles consecuencias.

Explicado de la manera más sencilla imaginable y por un profano como soy yo, la teoría de Big Ban parte de la observación del hecho de que el universo está en continua expansión, una expansión que a su vez se constata de manera tanto deductiva a partir de modelos teóricos como el del matemático ruso Alexander Friedman o el del jesuita belga Georges Lemaitre, como inductiva a partir de la observación realizada por el astrónomo norteamericano Edwin Hubble de una galaxia que se alejaba continuamente de la nuestra. A partir de ellos, la teoría era relativamente fácil de establecer: si el universo se expandía, quería decir que en algún momento estuvo absolutamente concentrado. La gracia consistía en echar el reloj para atrás y determinar cual era el momento en el que el universo alcanzaba su masa mínima, semejante al núcleo de un átomo, produciéndose una gigantesca explosión, el Big Bang que daría origen al universo tal cual lo conocemos ahora. Precisamente reproducir las condiciones en las que se produjo esa explosión y lo que ocurrió en el segundo siguiente es lo que se intenta ahora.

Los resultados del experimento serán sin duda del máximo interés científico, y contribuirán a seguir expandiendo el saber humano hasta límites insospechados de los que el ser humano hará bien en sentirse orgulloso. Pero por lejos que llegue su conocimiento, y por mucho que se aproxime al principio de los tiempos, siempre habrá de reconocer que existe un momento anterior en el que lo sucedido permanece incognoscible. Y antes de éste otro y otro y otro...

El conocimiento es fútil. En realidad, no es otra cosa que un círculo, y la ignorancia no otra cosa que la circunferencia perimetral que le corresponde al mismo. Y de la misma manera que cuanto más extenso es el círculo más larga es su circunferencia, cuanto más extenso es el conocimiento más larga contemplamos también nuestra ignorancia. Cada respuesta que demos a una pregunta está fatalmente llamada a suscitar dos preguntas nuevas. Está en la naturaleza de las cosas. Salga como salga el experimento, no está de más que no lo olvidemos.
Luis Antequera

DESEOS DE BUSCAR A DIOS EN EL DESIERTO


La soledad es un algo esencial para la intimidad del amor.

Podíamos empezar aquí asegurando que en la vida mundana, todo amor entre hombre y mujer requiere soledad, la soledad aumenta la confianza y el amor entre los seres y también entre estos y Dios, por ello nada tiene de extraño que haya personas que deseen buscar a Dios en la soledad y el silencio del desierto o el yermo. Escribía un alma enamorada de Dios: Mi alma te busca y te ansía desesperadamente Señor, y pienso que ningún sitio mejor para poseerte aquí abajo, que en la soledad del desierto.

El tema de la soledad o aislamiento, del cual ya hemos hablado en otras ocasiones, es ambivalente, ya que mientras en el orden material, existe el deseo de no estar solo de no estar aislado de sentirse amparado por la compañía de otra persona o personas, tal como antes ya hemos visto, en el orden espiritual se da lo que podríamos llamar el deseo de desierto. Se trata de aquellas personas que inflamadas en el amor a Dios, embelesadas en este amor, solo desean estar con Él en exclusividad. Es el caso de los antiguos Padres del desierto, y de todos aquellos que tienen el privilegio de sentir la llamada a una vocación eremítica, o de los que buscan ingresar, en una cartuja, en un yermo camaldulense o en un desierto carmelitano.

Santa Teresa de Jesús alude a este tema en su obra, Moradas o castillo interior, escribiendo: Da Dios a estas almas, un deseo tan grandísimo de no descontentarle en cosa ninguna, por poquito que sea, ni hacer una imperfección, que por sólo esto aunque no fuese por más, querría huir de las gentes, y ha gran envidia a los que viven y han vivido en los desiertos. Evidentemente esto es así, esta clase de almas tan tremendamente enamoradas del Señor, tienen envidia de los que viven en el desierto. Escribe Vittorio Messori: Un símbolo es la iglesia, la catedral, el lugar del encuentro comunitario, el momento de estar junto con todos los vivos y con todos los muertos. El otro símbolo es el yermo, es la celda, la estancia desnuda y silenciosa, momento de la soledad, de la reflexión. La plaza y el desierto he aquí los dos polos de la tensión cristiana.

El deseo de buscar a Dios en el desierto en la soledad, tiene varios fundamentos: el primero es el hecho incontestable de que a Dios se le encuentra más pronto y mejor, en la soledad y en el silencio. A Dios hay que escucharle en el ruido del silencio, es difícil escucharle en el ruido del mundo. Sin embargo hay quienes consideran que no es imprescindible el aislamiento físico, Así, Henry Nouwen escribe: La soledad que realmente importa es la soledad del corazón. Es una cualidad interior o una actitud que no depende de ningún tipo de aislamiento físico. En ocasiones este aislamiento es necesario para desarrollar esta soledad del corazón, pero puede ser triste y hasta peligroso el considerar como algo esencial a la vida espiritual lo que puede ser un accidente personal o un privilegio de monjes o eremitas. Considero necesario aclarar a esta opinión de Nouwen, de que el llamémoslo don eremítico tiene un carácter accidental. Esta carácter accidental solo se puede decir que lo tienen, aquellas personas que carecen del don eremítico ya que este es un regalo que Dios otorga solo a los que por su amor, son capaces de renunciar con un carácter total y absoluto, a todo lo de este mundo les ofrece y aceptar la dureza de una vida, de la que solo se tiene ligeras nociones de ella, los que temporalmente han querido saber lo que esto era. Porque una cosa es ser eremítico una temporada y otra distinta es quemar las naves y ser eremítico hasta que Dios le llame a uno.

En cuanto al silencio, para mejor comprender la importancia de este, conviene recordar un dicho que dice, que: cuando oramos le hablamos a Dios y cuando leemos es Dios quien nos habla. Pues bien, no cabe duda de que para leer sosegadamente necesitamos del silencio, nuestra mente debe de estar atenta a lo que nos dice el libro y no se puede concentrar uno en lo que nos dice el libro si al mismo tiempo queremos escuchar la radio y aún peor; ver la TV. En el desierto material podemos encontrar, las condiciones ideales para contactar con Dios. Pero además de lo ya expuesto, tenemos otro fundamento que es el que dio origen a los primeros movimientos eremíticos. Thomas Merton escribe: En aquellos días los hombres habían llegado al profundo convencimiento del carácter estrictamente individual de la salvación. La sociedad era contemplada por ellos como un naufragio, y cada individuo tenía que nadar para salvar su vida”. El eremita tenía que ser entonces y ahora también, un hombre maduro en la fe, humilde y distante de sí mismo en un grado realmente terrible.

La vida solitaria supone una purificación áspera y dura del corazón… La vida del ermitaño es una vida de pobreza material y física sin apoyo visible. La vocación a una soledad total, es una vocación al sufrimiento, a la oscuridad y al anonadamiento. Sin embargo cuando uno tiene esta vocación, la prefiere a cualquier paraíso terrenal. Lo terrible de la vida solitaria, es la cercanía con que acosa a nuestra alma la voluntad de Dios. Es mucho más fácil y más seguro, el que nos llegue la voluntad de Dios, filtrada suavemente a través de la sociedad, de las leyes de los hombres y de las órdenes de otros, que no en una relación directa sin filtro alguno que se nos interponga entre nosotros y el Señor.

El ermitaño vive como un profeta a quien nadie escucha como una voz que grita en el desierto, como un signo de contradicción. El mundo no lo quiere, porque él no tiene nada que pertenezca al mundo, y él no entiende al mundo. El mundo por eso tampoco lo entiende a él. Pero esta es su misión, ser rechazado por el mundo, que a la vez rechaza la temible soledad de Dios mismo. El ermitaño, está ahí, para ponernos en guardia contra nuestra natural obsesión, por lo que se ve, por lo social, y lo común de la vida cristiana que a veces tiende a ser desordenadamente activa, y termina por meterse más de la cuenta en la vida de la sociedad secular no cristiana. El cristiano ordinario reiteradamente olvida que está en el mundo, pero no es del mundo. Más, en el caso de que llegue a olvidarlo o, lo que es peor en el caso de que nunca se llegue a dar cuenta de ellos, ha de haber hombres que renuncien completamente al mundo. Hombres que ni estén en el mundo ni sean del mundo.

No obstante, se equivoca aquellos, que se hayan hecho o tengan la idea de hacerse ermitaños, pensando que solo podrían llegar a ser santos huyendo de los otros seres humanos. Una vida de soledad deliberada solo se justifica, si el eremita está convencido de que su aislamiento le servirá para amar no solo a Dios, sino también a los demás. Si alguien se retira al desierto solamente para alejarse de aquellos que no le gustan, no encontrará paz ni soledad; tan solo se aislará con una muchedumbre de demonios. Siempre ha habido y habrá ermitaños que viven en medio de los hombres sin saber porqué. Están condenados a su aislamiento, bien por su temperamento, bien por las circunstancias, y llegan a acostumbrarse a él. No es a estos a los que me refiero sino aquellos que, habiendo llevado una vida ordenada y activa en el mundo, abandonan su vida y se van al desierto.

En relación a la vida contemplativa, es verdad que una llamada a mayor soledad, no es directamente, sinónimo de vocación contemplativa, pero sin embargo, sí que acentúa la dimensión contemplativa de la vida. Como sabemos la contemplación y el llevar vida contemplativa, es un especial don que Dios otorga no a toda alma enamorado de Él, que lo anhela.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan del Carmelo

¿POR QUÉ "ADORAR" LA CRUZ?


Reflexiones para profundizar nuestros gestos religiosos.

Un amigo me hizo las siguientes preguntas: Dado que la adoración es un acto específico que la creatura dirige sólo a la divinidad, ¿porqué entre los ritos del Viernes Santo está el de la adoración de la Cruz? ¿No se configura como un acto de idolatría? Entonces, ¿porqué usar esta terminología, que aparece como blasfema, contra el clarísimo primer mandamiento de la Biblia? ¿Porqué usar esta terminología que podría desviar a aquella parte del pueblo de Dios que no tiene instrumentos culturales suficientes para comprender que no se trata, en definitiva, de un culto dirigido a un objeto de madera? ¿Cómo nació este uso en la Iglesia Católica? ¿A qué época se remonta? Cada vez que participo en la celebración del Viernes Santo siempre afloran de nuevo estas preguntas. Mentalmente las resuelvo siempre diciéndome que se trata de un acto de veneración. Para responder estos interrogantes he escrito este pequeño artículo.

1. ¿Qué entendemos por adoración”?
Quiero, ante todo, aclarar la terminología. La palabra adoración es genérica. Deriva del latín ad-orare, cuyo primer sentido es elevar una súplica. Después significa tener veneración por alguien, y de aquí, adorar. Ahora bien, como sucede con toda cosa genérica, requiere la especificación. Cuando la veneración se dirige a Aquel que tiene la excelencia absoluta, es decir, a Dios esta adoración se llama adoración de latría.

Por otro lado, Dios comunica su excelencia a algunas creaturas, aunque no según igualdad con Él, sino según cierta participación. Por eso veneramos a Dios con una veneración particular que llamamos latría, y a ciertas excelentes creaturas con otra veneración que llamamos dulía. Pero es necesario estar muy atentos, porque el honor y la reverencia son debidos solamente a la creatura racional. Por lo tanto, la dulía corresponde solamente a la creatura racional.

En consecuencia, en sentido estricto, tenemos una adoración de latría que es sólo para Dios y una adoración de dulía, para las creaturas. Vemos entonces que el sentido vulgar de la palabra adoración (que coincide con el último sentido de la palabra latina) se identifica con aquello que hemos llamado, con Santo Tomás de Aquino, adoración de latría.

2. ¿Debemos adorar la cruz de Jesús con adoración de latría?
Santo Tomás se hace esta misma pregunta. Nos referimos a la misma cruz de Jesús, aquella en la cual fue clavado. Esta es la respuesta: la adoración de latría solamente debe ser dirigida a Dios. La dulía (proviene de la palabra griega doûlos que significa siervo) debe ser dirigida solamente a las creaturas racionales. Pero a las creaturas materiales (insensibles”, dice Santo Tomás) podemos presentarle honor y obsequio en razón de la naturaleza racional. Esto podemos hacerlo de dos modos: el primer modo es en cuanto la creatura insensible representa a la naturaleza racional; el segundo es en cuanto la creatura insensible está unida a la naturaleza racional.

De ambos modos debe ser venerada por nosotros la cruz de Jesús - dice Santo Tomás. Del primer modo, en cuanto representa para nosotros la figura de Cristo extendido sobre la cruz. Del segundo modo, a causa del contacto que tuvo la cruz con los miembros de Cristo y porque fue bañada con su sangre. Por lo tanto - continúa diciendo Santo Tomás - de ambos modos la cruz es adorada con la misma adoración que recibe Cristo, es decir, adoración de latría.

Debemos estar atentos a aquello que dice Santo Tomás. No damos a la cruz (objeto de madera) el culto de latría en cuanto objeto de madera sino en cuanto representa a Cristo y en cuanto estuvo en contacto con su cuerpo y con su sangre, es decir, en razón de Cristo. Esto quiere decir que la adoración de latría va dirigida a Cristo y no a un pedazo de madera. Dice el P. Fuentes respecto a esto: Evidentemente el concepto clave es aquí la distinción, dentro de la adoración de latría (...), entre latría absoluta y latría relativa: latría absoluta es la que se da a una cosa en sí misma (por ejemplo, a Dios, a Jesucristo, etc.); latría relativa es la que se da a una cosa no por sí misma sino en orden a lo que es representado por ella (las imágenes). Por tanto, si bien la cruz no es adorada con culto de latría absoluta, sí lo es con el de latría relativa.

Ahora bien, ¿qué sucede con las cruces que nosotros tenemos ahora? Estas cruces son imitaciones de la "vera cruz" de Jesús, cruces hechas de piedra, de madera o metal. La respuesta a esta pregunta pienso que aclarará un poco más nuestro tema.

3. ¿Debemos adorar las imágenes de Cristo con adoración de latría?
Partimos del punto que estas cruces de las cuales hablamos no son otra cosa que imágenes de Jesús, es decir, tratan de representar pictóricamente al Dios encarnado, al Verbo hecho hombre. Exponemos la doctrina de Santo Tomás respecto a la actitud que nosotros debemos tener hacia las imágenes pictóricas de Cristo.

Podemos considerar las imágenes en general en dos sentidos. Primero, en cuanto es una cierta cosa, hecha con un material determinado. Segundo, en cuanto es imagen de una realidad, la cual se configura como ejemplar o modelo de dicha imagen. En el primer sentido, esto es, en cuanto es una cosa cualquiera, a las imágenes de Cristo (y también a las cruces hechas actualmente; por ejemplo, de madera esculpida o pintada), no se les debe dar ninguna reverencia, porque solamente debemos dar reverencia a la creatura racional. Por lo tanto, a las imágenes de Cristo (y también a las de los santos), tomadas en este primer sentido, no debe brindárseles ni adoración de latría, ni dulía, ni siquiera veneración.

En el segundo sentido la cosa es diferente. Porque cuando yo me dirijo a una imagen en cuanto representa otra realidad y me la recuerda, no me estoy dirigiendo a la imagen misma sino a la realidad que representa. Es en este sentido que nosotros presentamos honor y obsequio a las imágenes de Cristo (y a las cruces). Por eso, en este sentido, damos a las imágenes de Cristo la misma reverencia y veneración que damos a la persona de Cristo. Y dado que a Cristo lo adoramos con adoración de latría, en consecuencia a su imagen debemos adorarla también con adoración de latría. Para ser más exactos digamos que también a las imágenes de Cristo las adoramos con latría relativa. Esto lo dice San Juan Damasceno bellamente: Imaginis honor ad prototypum pervenit, esto es, el honor dado a una imagen se dirige y llega hasta el prototipo.

Resumiendo: adoramos las imágenes de Cristo y las cruces en cuanto son símbolos de una realidad ulterior y divina. Por eso dice el Libro Ceremonial de los Obispos: Entre las imágenes sagradas, la figura de la cruz preciosa y vivificante ocupa el primer lugar, porque es el símbolo de todo el misterio pascual. Ninguna imagen más estimada ni más antigua para el pueblo cristiano. Por la Santa Cruz se representa la pasión de Cristo y su triunfo sobre la muerte, y al mismo tiempo anuncia la segunda y gloriosa venida, según la enseñanza de los Santos Padres(n. 1011).

4. Respuesta puntual a las preguntas.
Podemos ahora responder puntualmente a las preguntas puestas al principio de este pequeño artículo.
1) Dado que la adoración es un acto específico que la creatura dirige sólo a la divinidad, ¿porqué entre los ritos del Viernes Santo está el de la adoración de la Cruz? Porque la Iglesia quiere que, a través de la cruz, que representa a Cristo y estuvo en contacto con Él, adoremos al que es hombre y Dios. Ella es el símbolo por antonomasia de la pasión de Jesucristo y representa al mismo Jesucristo en el acto de su inmolación. Por eso debe ser adorada con una acto de adoración de latría relativa en cuanto imagen de Cristo y por razón del contacto que con Él tuvo.
2) “¿No se configura como un acto de idolatría?” No, porque el culto de latría no va dirigido al pedazo de madera sino a Cristo.
3) Entonces, ¿porqué usar esta terminología, que aparece como blasfema, contra el clarísimo primer mandamiento de la Biblia?” Esta terminología, teológicamente hablando, es correctísima. Se puede decir con toda propiedad adoración de la cruz porque se puede dar culto de latría relativa a un objeto insensible en razón de Cristo, que es Dios.

Respecto al problema bíblico es verdad que el primer mandamiento dice: No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto(Éx.20,4-5). Pero en realidad ese precepto no prohíbe hacer alguna escultura o imagen, sino que prohíbe hacerlas para ser adoradas. Por eso se agrega inmediatamente: 'No te postrarás ante ellas ni les darás culto' (Éx.20,5). Y dado que el movimiento de adoración que se dirige a la imagen es el mismo que va dirigido y termina en la cosa, al prohibir la adoración de las imágenes lo que se prohíbe es la adoración de la cosa, semejanza de la cual es la imagen. Por lo tanto debe entenderse que ese precepto prohíbe la fabricación y la adoración de las imágenes que los gentiles hacían para adorar a sus dioses, es decir, a los demonios. Por eso, en el mismo paso de la Escritura, antes se dice: 'No habrá para ti otros dioses delante de mi' (Éx.20,3). Esto que acabamos de decir queda confirmado por el mismo Yahvé cuando manda a Moisés hacer la escultura de dos ángeles para que adornen el arca de la Alianza: 'Harás dos querubines de oro macizo; los pondrás en los dos extremos del propiciatorio' (Éx.25,18). Si la prohibición fuese de hacer imágenes en absoluto, el primero en quebrantar dicha prohibición hubiese sido el mismo Dios. El mismo Dios, según vemos en este texto, manda hacer dos esculturas para ser veneradas.

Además hay que tener en cuenta que en el Antiguo Testamento esta prohibición de hacer y adorar imágenes adquiría un sentido especial porque el verdadero Dios se había revelado como un ser espiritual e incorpóreo y, por lo tanto, no era posible hacer alguna imagen corporal que expresara adecuadamente a ese Dios incorpóreo. Pero dado que en el Nuevo Testamento Dios se hizo hombre, puede ser adorado en su imagen corporal. Por lo tanto, vemos que ni en el acto de adoración de la cruz ni en la terminología usada para expresarlo hay algo que se oponga a la revelación del Antiguo o del Nuevo Testamento. Al contrario, el Nuevo Testamento, al revelarnos la encarnación de Dios, nos autoriza a adorarlo en su imagen corporal.
4) “¿Porqué usar esta terminología que podría desviar a aquella parte del pueblo de Dios que no tiene instrumentos culturales suficientes para comprender que no se trata, en definitiva, de un culto dirigido a un objeto de madera?” El problema no es la terminología que, como dijimos, es correcta. Tanto la terminología como el tema en sí mismo podría explicarse de tal manera que todos lo entiendan, aún aquellos que tienen menos instrumentos culturales”. Hay muchos misterios en nuestra religión que no son fáciles de entender en el primer intento. Necesitan una explicación llena de ciencia y caridad, es decir, con la capacidad de adaptarse a las condiciones del oyente. Esa es la tarea de los pastores. Precisamente, uno de los problemas más graves de nuestro tiempo, como ya lo hacía notar el Papa Pablo VI, es el dramático alejamiento y posterior ruptura entre Evangelio y cultura. Por eso hace falta afrontar una evangelización profunda, que llegue hasta los fundamentos culturales de las distintas sociedades.
5) “¿Cómo nació este uso en la Iglesia Católica? ¿A qué época se remonta?” Pienso, junto con Santo Tomás, que este uso nació de los mismos apóstoles. Lo que Santo Tomás dice respecto a las imágenes de Cristo se puede aplicar, y con mayor razón, a la cruz misma de Cristo. Dice este santo: Los Apóstoles, por el familiar instinto del Espíritu Santo, transmitieron ciertas cosas a las iglesias para que sean conservadas que no dejaron en sus escritos, sino que las han entregado a la sucesión de los fieles para que sean ordenadas como precepto de la Iglesia. Por eso dice San Pablo: 'Manteneos firmes y conservad las tradiciones en las cuales fuisteis instruidos, sea por medio de nuestra viva voz (es decir, oralmente), sea por medio de nuestra carta (es decir, transmitido por escrito)' (2Tes.2,15). Y entre estas tradiciones recibidas oralmente está la de la adoración de la imagen de Cristo. De hecho se dice que San Lucas evangelista (que fue compañero de los apóstoles) pintó una imagen de Cristo, que se encuentra en Roma.

Sin duda que ya las primeras comunidades cristianas adoraban la cruz, como es testigo aquel antiquísimo cántico que se dirige a la cruz como si fuese una persona y le atribuye poder para dar la salvación: O Crux, ave, spes unica. Hoc passionis tempore, auge piis iustitiam, reisque dona veniam. “Ave, oh Cruz, esperanza única. En este tiempo de pasión aumenta la justicia de los santos y a los culpables dales el perdón. Los Santos Padres de los primeros siglos, como San Agustín y San Juan Damasceno, hablan del rito de la adoración de la cruz como algo ya consolidado en la Iglesia.

En el siglo IV Santa Elena, la madre del emperador Constantino, impulsada por esta devoción a la cruz de Cristo, se empeña en buscarla y la encuentra. Sin duda que este hallazgo de la "vera cruz" habrá estimulado muchísimo la devoción a ella.
Autor: P. Lic. José Antonio Marcone, V.E

¡CUÁNTO DOLOR DE CRISTO AL VERSE ABANDONADO!


Miércoles Santo. ¿Cuál es mi fuerza interior ante las incomprensiones que Dios permite en mi vida?

Acompañar a Cristo en su pasión tiene que ser para nosotros un enraizarnos profunda y convencidamente en los aspectos más importantes de nuestra vida. El seguimiento de Cristo es para todos nosotros un atrevernos a clavar la cruz en nuestra existencia, conscientes de que no hay redención sin sacrificio, no hay redención si no hay ofrecimiento.

Quisiera proponerles estar con Cristo en el Pretorio antes de salir a ser crucificado, como nos narra San Juan: Entonces Pilatos se lo entregó para que fuera crucificado. Cristo, maniatado, coronado de espinas, flagelado, sentado en un calabozo esperando como tantos otros presos, como tantos miles de prisioneros a lo largo del mundo, el momento en el cual se abra la puerta del calabozo para ir hacia el patíbulo, para ir hacia el cadalso.

Atrevámonos a contemplar a Cristo y veamos cómo, sobre su cuerpo, se ha ido escribiendo como una historia trágica todos los recorridos de su pasión. En su cuerpo están escritos, a través de las huellas, a través de las heridas, a través de los escupitajos, a través de los golpes, a través de la sangre, todos los momentos que le han acontecido. Por nuestra mente pueden pasar como un relámpago las situaciones por las que Él ha querido atravesar. Hagamos nuestra la imagen del Señor listo para ir al Calvario. ¡Cuántos dolores pasó desde el momento de su prendimiento a través de los tribunales y a través de las burlas!

Si nos atenemos simplemente a lo que nos narran los evangelios acerca de los golpes, la flagelación, la corona de espinas, y junto con eso todos los golpes físicos, humillantes y dolorosos, sabremos por qué los evangelistas resumen en una frase el tremendo suplicio de la flagelación..., ¡no hacía falta describir más!: Pilatos tomó entonces a Jesús y lo mandó azotar. En el contexto en el que son escritos los evangelios, todos conocían perfectamente lo que significaba la flagelación. Y todo los dolores morales, las humillaciones, las vejaciones, Cristo lo tiene escrito en su cuerpo, lo tiene grabado en su carne, por mí.

A veces los dolores morales son mucho más intensos, mucho más agudos que los dolores físicos. A veces podríamos haber perdido el sentido de lo que es la carencia de todo respeto, la carencia de todo límite, de toda decencia.

¡Cuántas obscenidades, cuántas groserías, cuántas vejaciones habrá escuchado Jesús! Él, de cuya boca jamás salió palabra hiriente, tiene que escuchar toda una serie de insultos y vejaciones sobre Él, sobre su Padre, sobre su familia... ¡Y todo, por mí!

¡Cuántos dolores - en lo espiritual - al verse abandonado por los suyos! ¿Dónde está Pedro?, ¿Dónde está Juan? “Prudentemente lo seguían”. ¿Dónde está Tomás, Andrés, Nathanael y Santiago? ¿Dónde están los que querían hacer llover fuego sobre la ciudad de Samaria por el simple hecho de que no recibían al Maestro?, ¿Dónde están, ahora que el Maestro no sólo no es recibido, sino que es condenado a muerte, abandonado, traicionado?

Traicionado por los suyos, mal interpretado, injuriado, calumniado. ¡Qué doloroso es ver que lo abandonan sus amigos, que es objeto de burlas soeces, que sufre golpes, malos tratos, despojos! ¡Qué heridas le causan en el alma la tristeza, el tedio, el miedo y las vejaciones!

Contemplemos la corona de espinas en la cabeza, la cara abofeteada y escupida y el cuerpo lleno de heridas. ¡Y todo, por mí! Vayamos sobre nosotros mismos y preguntémonos: ¿qué voy a hacer yo? Éste es el cuerpo de Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, ante el cual toda la Iglesia se arrodilla, y ante el cual todos los hombres han pasado por encima del respeto humano y le han ofrecido sus vidas.

Y ¿qué hay en el alma de Cristo? Antes de salir a la cruz, nos podría asustar ver su cuerpo. ¿Qué sentimiento podría surgir en nosotros al ver su alma? ¿Me atrevo a bajar ahí para ver qué hay en ella? Quizá nos podría asustar el ver la soledad y el desamparo en que se debate su alma. En el alma de Cristo está profundamente arraigada la soledad y el abandono.

Apliquemos esto a nuestra vida. Cristo acaba de sufrir todos los suplicios. Cristo está sufriendo el suplicio interior de la soledad y la incomprensión. ¿Qué capacidad tengo yo de acompañar a Cristo en su soledad y en su abandono? ¿Hasta qué punto he comprendido yo a Cristo en su misión? Me podré espantar quizá de que Pedro, Juan, Andrés, Santiago, no hayan comprendido a Cristo. ¿Y yo? Si Cristo estuviese en el calabozo y viese mi alma ¿se sentiría acompañado, se sentiría comprendido?

De cara a mi alma, ¿cuál es mi fuerza interior ante las incomprensiones que Dios permite en mi vida, por parte, incluso, de los más cercanos?

Debemos ser para los demás testigos de que la soledad del alma es redentora, de que la soledad del alma tiene una capacidad de fecundidad que, quizá muchas veces, nosotros no somos capaces de valorar porque no la hacemos tesoro junto a Cristo. Contemplemos a este Señor nuestro que tanto ha sufrido por nosotros, para aprender también que nosotros podemos sufrir por Él.
Autor: P. Cipriano Sánchez LC

martes, 30 de marzo de 2010

DONDE BUSCAR AL QUE VIVE


La fe en Jesús, resucitado por el Padre, no brotó de manera natural y espontánea en el corazón de los discípulos. Antes de encontrarse con él, lleno de vida, los evangelistas hablan de su desorientación, su búsqueda en torno al sepulcro, sus interrogantes e incertidumbres.

María de Magdala es el mejor prototipo de lo que acontece probablemente en todos. Según el relato de Juan, busca al crucificado en medio de tinieblas, «cuando aún estaba oscuro». Como es natural, lo busca «en el sepulcro». Todavía no sabe que la muerte ha sido vencida. Por eso, el vacío del sepulcro la deja desconcertada. Sin Jesús, se siente perdida.

Los otros evangelistas recogen otra tradición que describe la búsqueda de todo el grupo de mujeres. No pueden olvidar al Maestro que las ha acogido como discípulas: su amor las lleva hasta el sepulcro. No encuentran allí a Jesús, pero escuchan el mensaje que les indica hacia dónde han de orientar su búsqueda: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado».

La fe en Cristo resucitado no nace tampoco hoy en nosotros de forma espontánea, sólo porque lo hemos escuchado desde niños a catequistas y predicadores. Para abrirnos a la fe en la resurrección de Jesús, hemos de hacer nuestro propio recorrido. Es decisivo no olvidar a Jesús, amarlo con pasión y buscarlo con todas nuestras fuerzas, pero no en el mundo de los muertos. Al que vive hay que buscarlo donde hay vida.

Si queremos encontrarnos con Cristo resucitado, lleno de vida y de fuerza creadora, lo hemos de buscar, no en una religión muerta, reducida al cumplimiento y la observancia externa de leyes y normas, sino allí donde se vive según el Espíritu de Jesús, acogido con fe, con amor y con responsabilidad por sus seguidores.

Lo hemos de buscar, no entre cristianos divididos y enfrentados en luchas estériles, vacías de amor a Jesús y de pasión por el Evangelio, sino allí donde vamos construyendo comunidades que ponen a Cristo en su centro porque, saben que «donde están reunidos dos o tres en su nombre, allí está él».

Al que vive no lo encontraremos en una fe estancada y rutinaria, gastada por toda clase de tópicos y fórmulas vacías de experiencia, sino buscando una calidad nueva en nuestra relación con Él y en nuestra identificación con su proyecto. Un Jesús apagado e inerte, que no enamora ni seduce, que no toca los corazones ni contagia su libertad, es un "Jesús muerto". No es el Cristo vivo, resucitado por el Padre. No es el que vive y hace vivir.
José Antonio Pagola

RECORDAR ES VIVIR


"Nunca dejes de recordar que sólo el hecho de existir es divertido” Anónimo.

La semana pasada les compartía acerca de olvidar el pasado, y comenzar a diseñar el futuro que Dios tiene para nosotros y hoy quiero compartirles acerca de las cosas que si debemos recordar. Hay cosas que no debemos olvidar, es cierto que del pasado y de la historia podemos aprender, lo que no debemos es quedarnos atrapados en el pasado. De hecho hoy es un nuevo día y Sus misericordias son nuevas cada mañana.

Vivimos en un mundo donde hoy en día se rinde culto a la velocidad, hablamos de comidas rápidas, autos rápidos, prestamos rápidos, entre otros rápidos, queremos soluciones rápidas a nuestros problemas, los matrimonios se vuelven tan rápidos que duran tan poco. En fin podemos decir que nuestro mundo está lleno de estrés y ansiedad lo que hace que no disfrutemos la vida, las relaciones y el trabajo. Nos ocupamos en nosotros mismos y luego nos preguntamos: ¿Por qué mi vida es estresante? ¿Por qué me angustio? ¿Por qué la vida para mi es difícil y para otros no?

Quiero compartir algunas ideas que te ayudaran a vivir, la clave la encuentras en este verso: “Pero ten cuidado de no olvidar al Señor tu Dios. No dejes de cumplir sus mandamientos, normas y preceptos que yo te mando hoy". Deuteronomio 8:11 (NVI)

Si sigues leyendo este pasaje de Deuteronomio te vas a dar cuenta que Dios insiste en que no debemos olvidar si queremos disfrutar de las bendiciones. Las bendiciones de Dios están condicionadas por la obediencia a sus mandamientos. Cuando nos olvidamos de sus mandamientos nuestra vida se vuelve limitada y triste, aunque seamos hijos de Dios.

Te invito en esta semana a no olvidarte de Dios, a vivir una vida extraordinaria, a recordar y no olvidarte.
1. Recuerda que eres hechura de Dios, creado para grandes obras. No hay otro como tu en la tierra. Tú eres único, especial y todo un triunfador o una triunfadora.
2. Recuerda que tú eres un hijo o una hija de Dios. Si recibiste a Jesús en tu corazón perteneces a Dios. Si no lo has hecho, hoy es tu día.
3. Recuerda que tú eres una bendición, donde quieras que tú vayas eres luz.
4. Recuerda que te sacó del pantano y puso en tu boca un cántico nuevo.
5. Recuerda que El te sacó de la esclavitud, te dio libertad y vida nueva.
6. Recuerda contar tus bendiciones. ¿Cuántas bendiciones tienes? Probablemente cuentas más los problemas, hay que cambiar eso.
7. Recuerda que dentro de ti hay un David listo para derribar a Goliat.
8. Recuerda meditar día y noche en la Palabra de Dios para que prosperes.
9. Recuerda todos sus beneficios.
10. Recuerda que los planes de Dios para ti son de bienestar.
11. Recuerda perdonar para ser libre.
12. Recuerda amar para ser recordado.
13. Recuerda que la vida es una, no te la tomes tan en serio. Disfrútala y celébrala.
14. Recuerda que nunca es demasiado tarde para comenzar de nuevo.

La lista podría continuar y puedes hacer tu propia lista. Sin embargo, cuídate de no olvidarte en esta semana de Jesucristo. El mundo occidental recuerda y celebra la muerte y resurrección de Aquel que vive por siempre. El es la razón por la cual vivimos.

Recuerda que Dios es fiel y no se olvida de su pacto con nosotros. (Dt.4:31). Hoy es un buen día para agradecerle no solamente con nuestras palabras, sino también con nuestros hechos.

Cuando mires hacia atrás, recuerda que hoy estás vivo y la manera en que tú vivas la vida será la manera en que serás recordado. ¿Cómo quieres ser recordado?

En amor y liderazgo,
Pedro Sifontes

DESCONSTRUYENDO EL CRISTIANISMO QUE NOS HEMOS MONTADO


Ahora que la Cuaresma entra en su recta final para adentrarnos en Semana Santa y el Triduo Pascual me asalta el pensamiento, más bien certeza, de saber que en este tiempo de gracia en el que la Iglesia pide la reforma de los corazones y las personas, me queda todo por reformar de mi mismo, cosa que sólo el milagro de la Resurrección puede hacer en mi, pues no soy más que puro impedimento.

Gracias a Dios la Cuaresma no se trata de pulir defectos, de una ascética de la virtud por la virtud, sino más bien de aquello de misericordia quiero y no sacrificios.

Aún así si algo nos enseña este tiempo es a quitarnos de encima los pesos muertos y las cadenas que nos retrasan en el camino. Una vez me explicaron que en cierta medida somos como un buque al que a fuerza de navegar por el mar, se le pegan más y más cosas en el cascote, que van poco a poco retardando su marcha. Cuaresma sería librarnos de aquello que se ha pegado al cascote, pero que no es parte del barco, y ahí entran defectos, apegos, miserias y pecados varios.

Pero se puede ir más allá, y no sólo eliminar lo que se ha pegado, sino intentar ir a la raíz de las cosas, y para eso usaríamos el símil del mantenimiento que se hace a los grandes aviones comerciales, los cuales cada cierto tiempo, son desmontados y revisados pieza por pieza, para luego ser reensamblados y volver a volar.

De la misma manera, sería de lo más saludable poder desconstruir el edificio del cristianismo que nos hemos montado, para poder volver a montarlo otra vez, más limpio, engrasado y revisado de lo que estaba antes. Porque lo que está claro es que las instituciones, igual que las máquinas, igual que las personas, se anquilosan por el uso, toman inercias y querencias, tendiendo además a acumular cosas de más, de las que se pegan al cascote.

Viéndome a mí mismo, a veces no puedo evitar hacer el paralelismo y mirar a la Iglesia y pensar cuantas cosas le pueden sobrar para ser más genuina. A mí me pasa, a mis hermanos les pasa, si a todos nos pasa, no es de extrañar que a la Iglesia le pase y esto no riñe con saberla tesorera del depositum fidei.

Hay momentos en que uno de repente ve su comunidad con ojos de afuera, con un poco de perspectiva, y en un cierto sentido se le caen los palos del sombrajo al darse cuenta que muchas prácticas que le parecen lo más normal del mundo y hasta indispensables, no son más que maneras de hacer las cosas.

Un siempre polémico ejemplo es el caso de la Eucaristía y las prácticas litúrgicas mediante las que la celebramos. En estos días recordamos la Última Cena y el sacrificio de la Cruz, y ambos son rememorados eficazmente en todas y cada una de las Eucaristías que se celebran. Si repasáramos todas las eucaristías celebradas en la tierra, desde la época de los hechos de los apóstoles en las que se mezclaban con el ágape fraterno, hasta nuestros días con el novus ordo y el vetus ordo, veríamos que la Eucaristía ha sido y será la misma, una sola, como uno solo y de una vez por todas es el sacrificio de la Cruz.

A veces tengo la sensación de que en nuestras tradiciones y prácticas adolecemos un poco del síndrome de Diógenes, como aquellas pobres ancianas que de vez en cuando encuentran en sus casas con toneladas de basura y cosas que han ido acumulando obsesiva durante los años, hasta el punto que les de no dejarles apenas espacio habitable en su vivienda.

Qué contraste con ese Cristo desnudo y despojado de todo que vamos a celebrar en estos días, que no tenía más que una túnica y unas sandalias y que murió en la pobreza, dureza y austeridad del altar del monte Gólgota.

Dios, al morir en Cristo, de alguna manera se desconstruyó. Tuvo la valentía y la audacia de hacerse niño, y someterse a las leyes del crecimiento, a la tutela de San José, a la maternidad de María, a ser carne humana. Teniéndolo todo, volvió al principio, para hacerlo todo nuevo.

Qué manera más genial para todo un Dios de reinventarse, de abrazar la pobreza existencial más radical, de humillarse para ser despojado totalmente, por amor de sus hijos.

Por eso en la Semana Santa de pasión de Jesucristo hubo muy poco de ascetismo cuaresmal, y mucho del extremo acto de amor de dar la vida por sus amigos.

Y Dios por medio de la cruz, en Jesucristo, reconcilió al mundo consigo mismo en una fascinante carambola en la que el mal y la muerte se transformaron en victoria en el amor que todo lo vence, y por eso con El diremos aquello de feliz culpa que nos mereció tal redentor en el pregón pascual este sábado, porque donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.

Ese es el milagro de Dios, el milagro de la encarnación, la primavera de la resurrección que nos aguarda, y el misterio insondable de todo un Dios reinventado que asume nuestra humanidad. Ojalá podamos ser desconstruídos en Cristo para luego resucitar con El. Sé que esto duele, y que a nadie le gusta vivir la Cuaresma de su propio pecado y su necesidad de salvación, porque nos gustaría salvarnos a nosotros mismos, mereciendo lo que no se puede merecer, el don de Dios.

Pero El, que conoce todo y asumió plenamente la humanidad, hará de nuevo la carambola, renovando todo una vez más y por siempre.

«El que estaba sentado en el trono dijo: «¡Yo hago nuevas todas las cosas! [...] Ya todo está hecho. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga sed le daré a beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que salga vencedor heredará todo esto, y yo seré su Dios y él será mi hijo». (Apocalipsis 21, 5-8)
José Alberto Barrera

LOS ATAQUES AL PAPA SON SUGERIDOS POR EL DEMONIO, SEGÚN AMORTH


EL REPUTADO EXORCISTA HACE SU DIAGNÓSTICO

El exorcista más experimentado y conocido del mundo, P. Gabriele Amorth, se refirió a la campaña difamatoria contra el Papa Benedicto XVI, especialmente a la del New York Times y señaló que «los ataques al Papa son sugeridos por el demonio».

En declaraciones a News Mediaset de Italia, el exorcista de 85 años expresó que «los ataques de estos días al Papa Benedicto XVI sobre algunos casos de pedofilia son sugeridos por el demonio. Sobre esto no hay duda. Porque siendo un Papa maravilloso, digno sucesor de Juan Pablo II, se ve que el demonio se quiere prenderde él».

El padre Amorth indicó luego que en los casos de abusos sexuales cometidos por algunos miembros del clero, el demonio «usa» a los sacerdotes para culpar a toda la Iglesia: «El demonio la tiene contra la Iglesia, quiere la muerte de la Iglesia porque ella es la madre de los santos. Combate a la Iglesia a través de los hombres de Iglesia, pero con la Iglesia no tiene nada que hacer», informa ACI.

El experimentado exorcista también manifestó que «el demonio tienta a los hombres de Iglesia y entonces no nos debe maravillar si también los sacerdotes, que tienen todos los auxilios divinos, de la oración y los sacramentos, caen en la tentación. También ellos viven en el mundo y pueden caer como hombres del mundo».
R.R./ReL

PERSEGUIDORES, UN ARTÍCULO DE GRAN INTERES


JON JUARISTI

La Iglesia, y en particular el papa Benedicto XVI, está sufriendo un ataque a toda regla, con la excusa de los lamentables casos de pederastia. Es una injusticia, por ser falso, que toda la Iglesia sea así. El Papa está haciendo lo que debe como padre y como responsable de la disciplina eclesiástica. Entre los artículos que se vienen escribiendo en defensa de la Iglesia, quiero destacar el que Jon Juaristi, que no se considera cristiano, publicó este domingo en el diario ABC.

Domingo, 28-03-10
ES innegable que curas y religiosos han cometido delitos de pedofilia y que miembros de la jerarquía eclesial, en determinados países, han encubierto culposamente tales hechos, de modo que algunos han quedado impunes. El asunto es gravísimo, y de consecuencias terribles para las víctimas; y, desde luego, para la propia Iglesia. Por otra parte, los autores de estos crímenes y de su encubrimiento son una minoría dentro del clero católico. El actual pontífice los ha reprobado públicamente y ha pedido perdón en nombre de la Iglesia. Era lo que debía hacer, y no un gesto gratuito, condescendiente y generoso al que Benedicto XVI no estuviera obligado, como bastantes católicos españoles parecen pensar. Y nada indica que el Papa suponga que, obrando así, exima a los culpables de las responsabilidades penales en que hayan incurrido y se les pueda en justicia demandar.

Dicho esto, creo que sería ingenuo pasar por alto otros aspectos de la cuestión, como la extendida tendencia a generalizar las imputaciones de pederastia o de complicidad con la misma a toda la Iglesia. Aquí influyen distintos factores. En primer lugar, la histeria contagiosa que va siempre asociada a este tipo de escándalos y de la que hay precedentes bien conocidos. En las décadas finales del pasado siglo, se desató en Estados Unidos una auténtica fiebre de denuncias por abusos sexuales en las escuelas, y muchos maestros fueron detenidos y procesados. Aunque la mayor parte de ellos fueron absueltos por los tribunales, sus reputaciones quedaron seriamente dañadas y la profesión, en general, se vio puesta bajo sospecha durante varios años, al tiempo que se difundía la superstición de que muchísimos americanos (si no la totalidad de ellos) habían sido violados en su infancia por sus profesores o por sus mismos padres, convirtiéndose en neuróticos crónicos al empeñarse en reprimir y negar la memoria de aquellas supuestas agresiones. Obras como el best-seller de Jeffrey M. Masson - El asalto a la verdad (1984) -, en el que se reprochaba a Freud haber renunciado a la teoría de la seducción infantil por resultarle intolerable la idea de que la mayoría de los adultos varones abusaran habitualmente de sus hijos, proporcionaron combustible a lo que resultó ser, a la postre, una paranoia colectiva inducida por el eclipse de la familia y la consiguiente conciencia de culpabilidad en los millones de divorciados jóvenes que se desentendían, en la práctica, del cuidado de sus proles.En el caso de España, no es aventurado conjeturar que puede influir en las fantasías anticlericales del presente la incidencia de una crisis similar de la institución matrimonial, que ha llegado con algún retraso respecto a Estados Unidos y a la Europa más próspera, y que, dada la peculiar historia de nuestro país, busca su chivo expiatorio en la educación católica. Muchos de los que pasamos por ella - incluso algunos que no nos consideramos siquiera cristianos - guardamos un buen recuerdo de nuestros colegios, pero no se puede ignorar que existe un alto porcentaje de resentidos. Por último, hay que contar con la evidencia de un anticristianismo militante, el nuevo «socialismo de los imbéciles», dispuesto a emular al antisemitismo de antaño.
Los chistes gráficos de cierta prensa a propósito de curas pedófilos parecen calcados de las imágenes antijudías clásicas, con sus caricaturas de rabinos de rasgos repugnantes crucificando o degollando niños cristianos. Y es que a los perseguidores se les ve venir desde lejos, porque recurren siempre a las mismas técnicas estereotipadas para propagar el odio.
Agradecemos a Juaristi la claridad y valentía con la que ha salido al paso de esta maquinación hipócrita para propagar el odio contra la Iglesia. Entonamos con humildad nuestro mea culpa de pecadores, pero damos gracias a Dios por la legión de almas fieles que siguen a Cristo por el camino auténtico.
Juan García Inza

¿POR QUÉ EL PADRE ELIGE ESTE CAMINO?


Martes Santo. Padre, aparta de mí este cáliz; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras Tú.

Getsemaní es el momento de la obscuridad de la voluntad de Dios; momentos en los cuales el mismo Cristo pide que se le aparte el cáliz: “¡Abba, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú.

San Marcos refleja la obscuridad que se presenta dentro del alma de Cristo. Los comentaristas de la Escritura siempre han visto aquí un momento en el cual como que Cristo viene a preguntarse: Todo lo que yo voy a hacer, ¿merecerá la pena?

No hay que olvidar el tremendo realismo que supone para Cristo la encarnación, y Él no ha querido, en cierto sentido, ahorrarse ni siquiera esas obscuridades interiores de saber si verdaderamente merecería la pena todo el esfuerzo que Él iba a hacer.

Pero junto con esta obscuridad, hay también otra obscuridad en el camino de Cristo, en el alma de Cristo: ¿Por qué el Padre elige ese camino? ¿Por qué no eligió otro? La elección del camino por parte del Padre es una elección que entra dentro del misterio eterno. ¿Por qué razón la cruz, por qué tanto sufrimiento, por qué tanto dolor? Y si es tremenda la obscuridad ante el camino particularmente duro que se le muestra a Cristo, creo que hay un aspecto muy preocupante y difícil, que es el hecho de que Dios Padre busca en Él el abandono total sin condiciones.

Cristo se sabe Hijo, se sabe, por lo tanto, amado por el Padre, a pesar del dolor que puede embargar el corazón, a pesar de la sangre que pueda brotar de la herida que le produce la renuncia de sí mismo. Sabe que el Padre le exige un abandono total, sin condiciones.

Si es posible, que pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Cristo es consciente de que su amor por el Padre no puede tener otra opción sino la renuncia de sí mismo. ¿Qué amor sería el que desconfiara de su fuerza sobre el odio, sobre el dolor, sobre la renuncia total? Cristo se sabe amado por toda la eternidad, desde toda la eternidad, pero eso no le ahorra ni un momento de obscuridad.

El relato evangélico es suficientemente claro respecto a esta obscuridad y soledad que nuestro Señor siente ante la voluntad del Padre. Entremos en la obscuridad en el alma de Cristo.

Cristo ha querido tocar todo el dolor humano, y por eso, también Cristo ha querido, como tantas almas humanas, pasar por la obscuridad, de manera que también el alma de Cristo asuma sobre sí la obscuridad y la redima por medio de la oblación libre, del ofrecimiento libre al Padre.

Cristo sabe que el amor no quita del alma la presencia de la soledad purificadora, que reclama un desprendimiento absoluto de todo lo que podría haberle servido de soporte; la soledad del que tiene que lanzarse a la obscuridad, al dolor, a la angustia; la soledad del que sabe que su camino entra al desfiladero de la muerte, del despojo absoluto de toda seguridad humana; la soledad del que siente en su alma el mordisco implacable de la tristeza y de la amargura. Esa soledad que nadie puede evitar al hombre cuando quiere vivir sin pactos fáciles todas las exigencias de su identidad; una profunda soledad interior que reclama una verdadera convicción, para dar hacia adelante el siguiente paso, para darlo con decisión, con energía, porque sabe que su soledad no es excusa para no entregarse al Padre.

Cristo quiere tocar la soledad de todos los hombres, de los hombres que se sienten retados por la obscuridad del alma ante la misión que se les confía. Y el alma de Cristo es consciente de que esa soledad que Él revive por su libre oblación es posible superarla a través de la oración. Y Cristo busca la oración, busca el contacto con el Padre. Cristo busca el encuentro con su Padre para fortalecerse, quizá no para superar la obscuridad. Porque no hay que olvidar que muchas veces la obscuridad no se supera sino que simplemente se soporta. Muchas veces la obscuridad no se puede quitar, no se puede arrancar del alma por mucho que se quiera.

En el alma de Cristo está presente la obscuridad que proviene del dolor interior, que proviene del peso de los pecados ajenos, y Cristo se abraza a este cáliz del Señor. Cristo quiere ser capaz de corresponder a su Padre abrazándose al cáliz que se le ofrece. Cada uno de nosotros debemos preguntarnos también por todas nuestras obscuridades. No es difícil ser fiel cuando todo es claro, cuando todo es amable. La fidelidad es difícil, más difícil todavía, cuando se realiza en la obscuridad, cuando sólo sabes que tienes que ser fiel, cuando sólo te queda la convicción de que tienes que seguir adelante. Y así es la fidelidad de Cristo en Getsemaní. Si es posible que pase, pero no lo que yo quiera sino lo que quieras tú. Como dirá la carta a los Hebreos: Aprendió con gritos y con lágrimas la obediencia, y así se constituyó en causa de salvación para todos los que le obedecen.

¿Qué hago yo con mis noches en la obscuridad cuando no entiendo qué quieren de mí? ¿Qué hago cuando soy tomado por Dios en caminos que yo no habría escogido para mí, cuando la misión es difícil, cuando el reclamo de la misión supone dar más todavía, cuando yo pensaba que ya estaba en el borde y más no se podía dar?

No tenemos que olvidar que la firmeza interior está en el homenaje de la libertad, en la ofrenda de mi libertad que se vuelve a ofrecer a Dios en medio de la obscuridad. Esa es la fidelidad interior, esa es la firmeza de mi alma. Cristo me da el ejemplo, y Cristo es fiel a sí mismo, fiel a su identidad, fiel a su Padre y fiel a mí, aunque lo único que ve es la obscuridad de una muerte ignominiosa. Fiel, aunque sabe que lo único que lo espera es la noche, el tiempo de las tinieblas, la hora en que el poder, la fuerza, es misteriosamente entregada a los enemigos del Dios fiel que nunca abandona a sus hijos. Cristo es fiel para mí, aunque yo no vea nada, aunque no entienda, aunque a mis ojos el panorama sea sólo la obscuridad, porque la fidelidad en la obscuridad es otro nombre del amor.
Autor: P. Cipriano Sánchez LC

lunes, 29 de marzo de 2010

¿TE QUEJAS? SI NO HAS PASADO POR ESTO, TODAVÍA NO PASAS POR NADA


REFLEXIÓN POR SEMANA SANTA

¿Te ha sentenciado, no un tribunal, sino todos? ¿Te han condenado los mismos que antes te habían aclamado?

Cada uno de nosotros tenemos nuestra vocación, hemos venido al mundo para algo concreto, para realizarnos de una manera particular. ¿Cuál es la mía y cómo la llevo a cabo? Pero hay algo, Señor, que es misión mía y de todos: la de ser Cirineo de los demás, la de ayudar a todos.

Nuestra Madre es la mujer valiente, decidida, que se acerca a Ti cuando todos te abandonan. Yo, Señor, te abandono cuando me dejo llevar por el "qué dirán", del respeto humano, cuando no me atrevo a defender al prójimo ausente, cuando no me atrevo a replicar una broma que ridiculiza a los que tratan de acercarse a Ti. Y en tantas otras ocasiones.

Señor, caes delante de todos... ¿Cuándo aprenderé yo a no temer el quedar mal ante los demás, por un error, por una equivocación? ¿Cuándo aprenderé que también eso se puede convertir en ofrenda?

Muchas veces, tendría yo que analizar la causa de mis lágrimas. Al menos, de mis pesares, de mis preocupaciones. Tal vez hay en ellos un fondo de orgullo, de amor propio mal entendido, de egoísmo, de envidia.

Debería llorar por mi falta de correspondencia a tus innumerables beneficios de cada día, que me manifiestan, Señor, cuánto me quieres. Dame profunda gratitud y correspondencia a tu misericordia.

Más cerca de la Cruz. Más agotado, más falto de fuerzas. Caes desfallecido, Señor. ¿Alguna vez me he sentido así?

Yo digo que me pesan los años, que no soy el de antes, que me siento incapaz.

Arrancan tus vestiduras, adheridas a Ti por la sangre de tus heridas. Me pregunto: ¿Alguna vez me pasó eso?

Señor, a infinita distancia de tu dolor, yo he sentido, a veces, cómo algo se arrancaba dolorosamente de mí por la pérdida de mis seres queridos. Que yo sepa ofrecerte el recuerdo de las separaciones que me desgarraron, uniéndome a tu pasión y esforzándome en consolar a los que sufren, huyendo de mi propio egoísmo.

Señor, que yo disminuya mis limitaciones con mi esfuerzo y así pueda ayudar a mis hermanos. Y que cuando mi esfuerzo no consiga disminuirlas, me esfuerce en ofrecértelas también por ellos.

Te adoro, mi Señor, muerto en la Cruz por Salvarme. Te adoro y beso tus llagas, las heridas de los clavos, la lanzada del costado... ¡Gracias, Señor, gracias!

Has muerto por salvarme, por salvarnos. Dame responder a tu amor con amor, cumplir tu Voluntad, trabajar por mi salvación, ayudado de tu gracia. Y dame trabajar con ahínco por la salvación de mis hermanos.

Déjame estar a tu lado, Madre, especialmente en estos momentos de tu dolor incomparable. Déjame estar a tu lado. Más te pido: que hoy y siempre me tengas cerca de Ti y te compadezcas de mí.

Haz Señor, que me encuentre al lado de tu Madre en todos los momentos de mi vida. Con ella, apoyándome en su cariño maternal, tengo la seguridad de llegar a Ti en el último día de mi existencia. ¡Ayúdame Madre!

Tú caes, Señor, para redimirme. Para ayudarme a levantarme en mis caídas diarias, cuando después de haberme propuesto ser fiel, vuelvo a reincidir en mis defectos cotidianos.

Haz que yo comprenda, Señor, el valor de la cruz, de mis pequeñas cruces de cada día, de mis achaques, de mis dolencias, de mi soledad; que comprenda todo lo que sufriste por mí sin quejarte porque nos amas mucho.

Todo ha terminado. Pero no: después de la muerte, la Resurrección. La muerte a mis pecados y mi resurrección en Ti. Enséñame a ver lo transitorio y pasajero, a la luz de lo que perdura. Y que esa luz ilumine todos mis actos. Así sea.

LOS 15 OCULTOS SUFRIMIENTOS Y DOLORES DE JESÚS EN SU PASIÓN

CRISTO DIJO:
-Aquellos pensaron que Yo era el peor de los hombres que vivía en es época en el mundo – por eso:

Primero:
Líder: Amarraron con una cuerda mis pies y me arrastraron escalera abajo hacia un sótano sucio y maloliente.
Todos: Señor, perdóname y perdona a toda la humanidad por lo que a Ti te hicimos.

Segundo:
Líder: Me desvistieron y me hincaron el Cuerpo con púas de hierro.
Todos: Señor, perdóname y perdona a toda la humanidad por lo que a Ti te hicimos.

Tercero:
Líder: Me ataron una soga al Cuerpo y me arrastraron por todo el inmundo piso del sótano.
Todos: Señor, perdóname y perdona a toda la humanidad por lo que a Ti te hicimos.

Cuarto:
Líder: Me abrazaron a un pedazo de madera y me colgaron, hasta que no pude más. Me solté y caí; mi dolor fue tan grande que lloré lágrimas de sangre.
Todos: Señor, perdóname y perdona a toda la humanidad por lo que a Ti te hicimos.

Quinto:
Líder: Me ataron a un poste de madera y traspasaron mi Cuerpo con diferentes armas punzantes: me apedrearon y me quemaron con carbones ardientes y con sus antorchas.
Todos: Señor, perdóname y perdona a toda la humanidad por lo que a Ti te hicimos.

Sexto:
Líder: Me traspasaron con lanzas y púas; me arrancaron piel y carne de mi Cuerpo y Venas.
Todos: Señor, perdóname y perdona a toda la humanidad por lo que a Ti te hicimos.

Séptimo:
Líder: Me ataron a una columna y me quemaron con latas calientes.
Todos: Señor, perdóname y perdona a toda la humanidad por lo que a Ti te hicimos.

Octavo:
Líder: Me pusieron una corona de hierro y me vendaron los ojos con trapos sucios e inmundos.
Todos: Señor, perdóname y perdona a toda la humanidad por lo que a Ti te hicimos.

Noveno:
Líder: Me sentaron sobre filosos clavos, los cuales se me clavaron y me produjeron enormes agujeros en mi Cuerpo.
Todos: Señor, perdóname y perdona a toda la humanidad por lo que a Ti te hicimos.

Décimo:
Líder: Echaron sobre mis heridas plomo líquido y brea derretida; luego me empujaron y caí bruscamente.
Todos: Señor, perdóname y perdona a toda la humanidad por lo que a Ti te hicimos.

Onceavo:
Líder: Me ultrajaron, y de castigo me incrustaron alfileres y clavos en los huecos que quedaron de mi arrancada piel.
Todos: Señor, perdóname y perdona a toda la humanidad por lo que a Ti te hicimos.

Doceavo:
Líder: Me arrojaron sobre una cruz en la cual me ataron tan fuertemente que no podía respirar.
Todos: Señor, perdóname y perdona a toda la humanidad por lo que a Ti te hicimos.

Treceavo:
Líder: Me pisaron mi cabeza; uno de ellos pisó mi pecho y luego sacando una espina de mi corona me la clavó en la lengua.
Todos: Señor, perdóname y perdona a toda la humanidad por lo que a Ti te hicimos.

Catorceavo:
Líder: Me echaron las más asquerosas inmundicias en mi boca.
Todos: Señor, perdóname y perdona a toda la humanidad por lo que a Ti te hicimos.

Quinceavo:
Líder: Me dijeron las más infames palabras y expresiones denigrantes; me ataron las manos atrás de mi espalda, y me sacaron a golpes y empujones de aquella prisión, a la vez que me azotaban repetidas veces.
Todos: Señor, perdóname y perdona a toda la humanidad por lo que a Ti te hicimos.
Líder: Amén.
(Esto fue revelado a una vidente… para orar en grupo o a solas)

INVOCACIONES A DIOS PADRE

Líder: ¡Señor del universo! Te rogamos, que esta humanidad, llevada cada día más al precipicio, se enteren que:

Jesús en su pasión sufrió por todos, ya que cada día hay más soldados clavándolo, y que esos soldados muchas veces, somos nosotros mismos.

§ Que entiendan que a nuestra Santa Madre María le sigue sangrando el corazón, por el dolor de ver nuevamente a su Hijo escarnecido.
§ Que entiendan que cada pecado apaga el fuego del amor ardiente de Sacratísimo Corazón de mi Jesús y del Santísimo Corazón de mi Madre María, y que cada conversión lo vuelve hacer arder.
§ Que entienda la humanidad que los placeres de este mundo son ínfimos comparados con la gloria de ver y gozar de la Gloria de Dios en el cielo, y que, más bien, cada pecado, son lanzas nuevas clavadas en el Corazón de Jesús.

Grupo Católico de Oración por los Enfermos “Sí Señor
José Miguel Pajares Clausen
Abril 2010