martes, 30 de junio de 2020

EE.UU: DEJAN MORIR A UN TETRAPLÉJICO CON PROBLEMAS NEUROLÓGICOS CONTRA LA VOLUNTAD DE SU ESPOSA


Enfermó de Covid-19 y le negaron tratamiento y alimentación
Michael Hickson, tetrapléjico de 46 años de edad, dejó de ser alimentado e hidratado y se le denegó el tratamiento tras enfermar de Covid-19 en el Centro Médico de St. David's South de Austin (Texas, EE.UU). Su esposa, Melissa, explica lo sucedido: «Me quedé impotente viendo cómo ejecutaban a mi marido».
 (LSN/InfoCatólica) Michael Hickson quedó tetrapléjico y con afección neurológica debido a las lesiones que sufrió durante una reanimación cardiopulmonar después de sufrir un paro cardíaco repentino mientras llevaba a Melissa al trabajo en mayo de 2017. Melissa y sus cinco hijos permanecieron al lado de Michael durante su recuperación.
El hombre tuvo que ingresar en el hospital hace unas semanas después de contraer COVID-19 y la consiguiente neumonía. Se sospecha que el coronavirus le llegó por una persona que le daba atención en su hogar y que a su ver trabajaba en una residencia de ancianos.
Michael estaba consciente aunque no podía comunicarse verbalmente. Respondió a los chistes, sacudió la cabeza y lanzó un beso a su esposa durante una llamada de FaceTime. Melissa preguntó si podía rezar con su marido y sus hijos, a lo que él asintió con la cabeza.
Sin embargo, la doctora que le atendía le dijo a Melissa que su marido sería internado en un hospicio en contra de su voluntad. En una conversación grabada, la doctora del St. David le dijo a Melissa que su marido no recibiría tratamiento debido a su discapacidad, a pesar de sus deseos:
Doctora del St. David: «Por lo tanto, a partir de ahora, su calidad de vida... no tiene mucha»
Melissa: «¿Qué quiere decir? ¿Qué porque está paralizado con una lesión cerebral no tiene calidad de vida?»
Doctora: «Correcto».
Mientras la esposa de Michael y otro familiar litigaban en el tribunal para decidir quién sería el tutor permanente de Michael, un juez nombró a una organización del área de Austin llamada Family Eldercare como tutor temporal.
Family Eldercare ordenó a la doctora que no tratara a Michael y que lo trasladara a un hospicio. La médico aseguró a la familia que no tenía nada que decir sobre la vida o la muerte de Michael: «en este momento, vamos a hacer lo que creemos que es mejor para él junto con el estado... esta es la decisión tomada entre la comunidad médica y el estado».
Michael se quedó sin comida ni tratamiento durante seis días, a pesar de la voluntad de Melissa de salvar a su marido. Falleció de las enfermedades no tratadas el 11 de junio de 2020.
Melissa ha declarado tras la muerte de su marido:
«Estoy luchando para entender cómo y por qué ha podido suceder esto. Perdí a mi mejor amigo, mi mejor mitad, la otra mitad de mi corazón. Fui despojada de mis derechos como esposa, y me quedé impotente viendo cómo ejecutaban a mi marido. Ahora no tengo marido, soy viuda a los 47 años. Mis hijos se quedaron sin padre para celebrar el Día del Padre. Todo nos fue arrebatado. No tengo otras palabras para expresar lo que siento hoy, excepto herida, enfadada y frustrada».

LA GUILLOTINA DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA. 500 CADÁVERES ENCONTRADOS EN PARÍS


Sobre la “madre de todas las revoluciones” (la Revolución Francesa) hemos hablado ya varias veces en este sitio. Pero parece que nunca es suficiente. Las divisas de “libertad, igualdad, fraternidad… o muerte", son estúpidamente enseñadas como mágicas palabras de este mundo tiránico de pensamiento único.
Pero cada tanto a alguno se le escapa la liebre y las verdades van surgiendo. Como ahora, que dos siglos después, los diarios comienzan a dar noticia de ese romántico, silencioso y económico instrumento inventado por José Ignacio Guillotin, como señala hoy, entre otros el diario ABC al decir que, tras varios años de investigaciones, se han descubierto, ocultos en la Capilla Expiatoria de París, los huesos de más de 500 franceses guillotinados en la antigua Plaza de la Revolución, la actual Plaza de la Concordia.
¡Toda una revelación! Claro, al menos para el vulgo que se ha “tragado” lo de la “democrática” y “popular” revolución de los franceses. Tan democrática y popular que según sus estadísticas dejó el siguiente saldo de guillotinados: 31 % eran obreros o artesanos; el 28% campesinos; el 20% mercaderes o comerciantes; el 9% nobles y el 7% eclesiásticos…
La silenciosa máquina se estrenó el 27 de abril de 1792. El 16 de agosto se la colocó en la Plaza del Carrousel, frente a las Tullerías auque, más adelante, en la época de Robespierre, se la trasladase frente a la antigua Bastilla, en la plaza de San Antonio. Las crónicas narran que, el hedor de la sangre coagulada era tan insoportable que apenas si uno podía pasar a varios metros de la plaza contaminada y llena de moscas.
Hoy, al menos para el gran público, estas cosas comienzan a hacerse conocidas. Porque es así nomás: si uno no piensa, puede perder la virilidad; pero si piensa, puede perder la cabeza…
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE 

HOY SE CELEBRA A LOS SANTOS PROTOMÁRTIRES DE ROMA, VÍCTIMAS DE LA MENTIRA DE NERÓN


“A estos hombres (Pedro y Pablo), maestros de una vida santa, vino a agregarse una gran multitud de elegidos que, habiendo sufrido muchos suplicios y tormentos también por emulación, se han convertido para nosotros en un magnífico ejemplo”, señalaba en una carta a los Corintios el Papa San Clemente I.
Con el anuncio de la Buena Nueva de los Apóstoles, el número de fieles fue cada vez más en aumento. Sin embargo, el Senado romano rechazó esta nueva religión que era contraria a las tradiciones de Roma y la declaró ilícita hacia el año 35 d.C.
Más adelante, Nerón para librarse de la acusación de haber incendiado Roma, culpó a los cristianos, acusándolos de ser una religión maléfica que practicaba el canibalismo, al no entender el sentido de la Eucaristía, y difamándolos como incestuosos, por la costumbre que tenían de llamarse hermanos y darse el beso de la paz.
Fue así que se desencadenó una serie de persecuciones en la que miles de cristianos dieron su vida por proclamar y creer en el verdadero amor de Dios que Jesucristo enseñó.
El martirologio jeronimiano es el primero en conmemorar el martirio de más de 900 personas en tiempos de Nerón con fecha 29 de junio, el mismo día de San Pedro y San Pablo.
Mientras que se le atribuye a San Pío V la primera mención en el Martirologio Romano de estos protomártires con fecha 24 de junio. En la actualidad, la Iglesia los conmemora cada 30 de junio.
Redacción ACI Prensa

¿QUÉ SIGNIFICA SER MUJER? ESCRITORA LO DESCUBRIÓ EN ESTA CARTA DE SAN JUAN PABLO II


Por: Emily Stimpson Chapman
Ayer se cumplieron 25 años de la "Carta para las mujeres", escrita por San Juan Pablo II y en la que reflexiona sobre la verdadera feminidad y el importante rol de la mujer en la sociedad y la Iglesia.
En una columna en National Catholic Register, la escritora católica Emily Stimpson Chapman afirmó que la reflexión del santo polaco la ayudó a encontrar “qué significa ser mujer” y el “genio femenino”, mientras atravesaba muchas inseguridades sobre su propio físico y personalidad.
Stimpson señaló que San Juan Pablo II como Papa y filósofo tiene un enfoque singular en el que “afirma la dignidad dada por Dios a cada persona” y reconoce que detrás de cada conflicto hay una falla en reconocer la dignidad humana y un deseo de destruirla.
Por ejemplo, la escritora indicó que gracias a la defensa gentil pero concreta de San Juan Pablo II en una conferencia de las Naciones Unidas sobre el control de la población en 1994, se logró frustrar los esfuerzos de las feministas de definir el aborto como un derecho humano universal.
“Sin embargo, un año después, se programó otra conferencia de la ONU, esta vez sobre mujeres, en Beijing. Los mismos defensores de los derechos al aborto estarían allí, impulsando la misma agenda”, añadió.
Stimpson resaltó que es entonces que el Santo Padre decidió tomar la ofensiva al declarar 1995 como “el año de la mujer” y comenzar a “hablar y escribir constantemente sobre las luchas que enfrentan las mujeres” y su dignidad.
La autora señaló que el escrito más importante fue “Carta a las mujeres”, que fue publicada el 29 de junio de 1995, donde el santo “presentaba una comprensión diferente de la mujer y el feminismo que la dada por el mundo”.
Stimpson indicó que San Juan Pablo II quería “hablar directamente con cada mujer, para reflexionar con ella sobre los problemas y las perspectivas de lo que significa ser mujer en nuestro tiempo”.
El Papa indicó que hombre y mujer fueron creados a imagen de Dios, “diferentes pero iguales”, siendo complementarios entre sí, y lamentó el “fracaso del mundo (y, a veces, el de la Iglesia) en reconocer la dignidad de las mujeres”, y la persistencia de reducir la visión de la mujer a su cuerpo.
“Esto ha impedido que las mujeres sean realmente ellas mismas y ha resultado en el empobrecimiento espiritual de la humanidad”, resaltó el Santo Padre en su carta.
LA BÚSQUEDA DE LA IDENTIDAD FEMENINA
En 1995, mientras era estudiante de segundo año de la universidad, Stimpson se preguntó por primera vez qué significaba ser mujer y qué diferencia había con el hombre, fuera de la anatomía.
“Toda mi vida, lo único que me dijeron fue que hombres y mujeres eran iguales y que podía hacer cualquier cosa que un hombre pudiera hacer”, señaló. “Sin embargo, a los 19 años, no estaba tan segura”, agregó.
Stimpson señaló que, al analizar en su entorno a las mujeres en su universidad, en las revistas y en la televisión, la respuesta que consiguió es que la “feminidad, parecía decir la cultura, estaba ligada a la deseabilidad sexual”.
En cambio, en la Iglesia protestante donde asistía, encontró que “las mujeres debían ser calladas, mansas y suaves”.
“Llegué a la conclusión de que no era una mujer buena para los estándares de nadie: Iglesia o cultura”, señaló. “En cada parámetro de feminidad, parecía que me quedaba corta. Excepto por una”, añadió.
Stimpson indicó que, al buscar ser delgada empezó a pasar por una etapa inicial de trastornos alimenticios, y decidió engañar a las personas fingiendo ser tranquila y gentil al ocultar su inteligencia y sus propias opiniones “detrás de un marco delicado y frágil”.
“Pasé los siguientes cinco años tratando de adaptarme, de la única manera que sabía, a lo que pensaba que significaba ser mujer”, resaltó.
Stimpson regresó en diciembre de 2000 a la Iglesia Católica, donde encontró su respuesta en la carta de San Juan Pablo II.
“Cuando leí esas palabras, cinco años después de su publicación, encontré la paz y el comienzo de la curación. Yo era más que un número en una escala”, resaltó. “Tampoco era menos femenina por mi inteligencia, opiniones o fuerza”, agregó.
La autora resaltó que en las palabras de San Juan Pablo II encontró que sus dones eran “regalos de Dios, destinados a servir a otros: mi familia, sí, pero también a la Iglesia y el mundo”.
Gracias a la “Carta a las mujeres”, Stimpson entendió que, en Cristo, “cada mujer tiene un lugar, independientemente de si es casada o soltera, fértil o infértil, una mujer que trabaja en el hogar o una mujer que trabaja en el mundo”.
El Santo Padre indicó que una mujer está llamada a ser madre, “a veces en cuerpo, siempre en alma”, dijo la autora.
En esa función de madres, las mujeres son llamadas a ver en cada persona la imagen de Dios, buscando alimentar, alentar, sanar, afirmar, enseñar, acoger y prestar atención a cada persona que el Señor les envía.
“También es desafiar a las personas, ayudándolas a convertirse en lo que Dios quiere que sean, pero haciéndolo gentilmente, controlando nuestra fuerza, nunca rompiendo la caña magullada”, agregó.
“Debemos hacerlo todo con la vista puesta en el Cielo, confiando en la gracia de Dios para trabajar con todos nuestros propios esfuerzos, a fin de guiar a las personas a la vida eterna”, resaltó.
Stimpson señaló que las mujeres son personas que aman a los demás para la santidad, “priorizan a la persona sobre todos los demás bienes y ven la grandeza de cada alma individual”.
“Ese es nuestro ‘genio femenino’. Esa es la visión de la mujer que Juan Pablo II le dio al mundo hace 25 años. Y es una visión que muchos aún necesitan aprender”, agregó.
Traducido y adaptado por Harumi Suzuki. Publicado originalmente en NCR.
Redacción ACI Prensa/NCR

¿TE CUESTA CONFIAR? ESTAS LETANÍAS TE AYUDARÁN A ABANDONARTE SIN MIEDO EN LOS BRAZOS DE DIOS


Hoy el tema de la confianza creo que ocupa una góndola entera entre los escaparates de libros de autoayuda. Sin embargo, ¿soy solo yo, o cada vez nos cuesta más confiar no solo en nosotros mismos sino en los demás? 
Pensándolo bien, no creo que sea solo mi imaginación, por algo existe tanta bibliografía al respecto: todos queremos confiar, pero nos cuesta, y queremos aprender cómo.
Por eso te comparto algunos puntos importantes sobre la confianza acompañados de letanías que puedes meditar a medida que avances en la lectura. ¡Espero que te sirvan!
CÓMO CONFIAR EN EL OTRO
Creo que lo que nos impide hacerlo es el miedo a que el otro no sea digno de esta confianza. Temor a exponernos a quien no sabrá actuar correctamente conforme a lo que le confiamos y por el miedo a la misma vulnerabilidad que esto implica. 
Respecto a lo primero, es cierto: no podemos estar abriendo nuestro mundo interior a cualquiera que pasa. Pero, al mismo tiempo, creo que podemos buscar a quienes sí, no solo para ayudarnos, sino para consolarnos, acompañarnos etc.
Es así como es bueno que hables con tu director espiritual de tus luchas, para que te indique cómo vencerlas. Que confíes a tu pareja tus deseos y planes de vida, para ver si se alinean con los suyos y construir un futuro juntos. Que acudas al amigo que sabes que puede levantarte el ánimo cuando algo te pesa. 
Y en cuanto a lo segundo, pienso que es necesario aprender a ser vulnerables. Para no tener miedo al otro, para vivir mejor la fraternidad. Después de todo, al final de nuestras vidas, «seremos juzgados en el amor», como dijo san Juan de la Cruz.
¿Y qué amor es el que se guarda para uno mismo, por miedo a que otro pueda romperlo? Como dije, a nosotros nos preguntarán cuánto amamos. Al otro le preguntarán qué hizo con el amor que recibió.
CÓMO CONFIAR EN UNO MISMO (Y EN LA PROPIA DEBILIDAD)
Creo que con frecuencia cometemos el error de pensar que la confianza en uno mismo es sinónimo de la tranquilidad que nos da contar con una o muchas aptitudes, fuerzas, virtudes, etc. Esto nos puede confundir, llegando a pensar que cuanto «más tenemos» o «más hacemos», «más somos».
Y si por un determinado motivo no podemos seguir teniendo ni haciendo, «no somos». Por motivos similares, si palpamos nuestras incapacidades, nuestras faltas, nuestras debilidades, nos desanimamos y desconfiamos de lo que somos o podemos llegar a ser.
Pero —gracias a Dios— la confianza y la autoestima del cristiano no se fundamenta en cuánto pueda hacer ni en que lo pueda hacer por sí mismo, solo o mejor. En cambio, se fundamenta en la confianza en Dios. Porque al confiar en Él, nos abandonamos en sus brazos con la certeza de que todo estará bien.
«Todo lo puedo en Cristo», afirma san Pablo, y con los salmos podemos repetir: «Tú eres Señor, mi fortaleza». San Josemaría Escrivá animaba a sus hijos espirituales a fomentar el «endiosamiento bueno», que no es soberbia, sino humildad, porque es conocer la verdad sobre uno mismo.
Aún con miserias, está la absoluta seguridad de que Dios actúa a pesar de estas —o precisamente con estas—, por lo que podemos tener la certeza de que nada saldrá mal. O incluso lo que nos parezca que no salió como nos hubiese gustado, salió «al modo de Dios», en los términos que Él consideró óptimos. 
CONFIAR EN DIOS
La confianza que tenemos depositada en Dios tiene que nacer, alimentarse y crecer al considerar nuestra filiación divina. Siendo hijos —¡verdaderos hijos!— de quien todo lo ha creado, deberíamos conservar la serenidad en todo momento. 
En las Sagradas Escrituras encontramos palabras tan lindas como reales, que nos pueden facilitar acudir al Señor, con alguna jaculatoria, cuando nuestra fe y nuestra paz tambalean.
«El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?», «Sé la roca de mi refugio, Señor, un baluarte donde se me salve». «Los cabellos de vuestra cabeza están contados», «Os aseguro que estaré siempre con vosotros, hasta el fin del mundo», «Tened confianza, soy Yo». ¡Hay tantos versículos que nos pueden devolver la esperanza!
Estos son algunos versos y algunas palabras que Dios nos dejó, para que nos quede claro que si Él está de nuestra parte (y lo está), nada hay que temer. Y que todo esto Él lo hace gratuitamente: no tenemos que ganarnos su atención o su cariño, ¡así que no lo mires con recelo, cuando te dice que de verdad le importas!
CONFIAR EN LOS TIEMPOS DE DIOS
Esta convicción de que Dios lo hace todo bien también tiene que llevarnos a confiar en sus tiempos, en depositar nuestros días en sus manos. Tener seguridad en su plan, aun cuando este desajuste nuestros proyectos, en darle sin miedo a que luego nos pida más (o todo). En entregar sin asustarse al pensar que, dando, uno se quedará sin nada.
Esto lo sabemos, sí, pero a veces conviene recordarlo. Y al hacer memoria, también entender que confiar es compatible con dar un salto de fe en el misterio, en aquella zona nebulosa donde no podemos ver el sentido de lo que pasa o lo que hacemos.
Confiar también, aquí, en que incluso un sinsentido humano puede poseer un alcance y un valor divinos. Así que confía en Dios, confía en sus promesas, en su poder y en que nunca te abandona.
 Escrito por María Belén Andrada

LA COMUNIÓN EN TIEMPOS DE PANDEMIA. ¿Y DESPUÉS?


Me parece innecesario, y peligroso mirando al futuro, que se decrete a causa de la pandemia que se ha de comulgar en la mano -y, por consiguiente, de pie- ¿A quién se desea conformar con una medida semejante?
El Estado argentino, ejerciendo su genética inclinación al autoritarismo, se atribuye el deber y la facultad de cuidarnos a todos del contagio de la nueva plaga. Ha determinado, entonces, que el culto de Dios y la recepción de los sacramentos no son «actividades esenciales». Permite alguna apertura de los templos, según su apreciación de la situación sanitaria, pero con prohibición de las celebraciones litúrgicas.
Lo peor es que se haya aceptado mansamente esta pretensión totalitaria. Es verdad que, gracias a Dios, algunos sacerdotes hacen uso del sentido común y de la libertad cristiana, con beneplácito de los fieles que se acercan. Los políticos han fingido ignorar el formidable «banderazo» protagonizado por multitudes en todo el país que el 20 de Junio, «Día de la Bandera», enarbolaron la enseña patria y proclamaron su hartazgo con la cuarentena que ya es «noventena», y continuará vete a saber hasta cuándo. Nuestro Himno Nacional canta «Libertad, libertad, libertad», pero los derechos y garantías que asegura nuestra Constitución tienen dudosa vigencia en lo que fue la República Argentina, y ahora se llama «Argentina Presidencia». Nos gobiernan los DNU, «decretos de necesidad y urgencia» del Poder Ejecutivo.
En ese contexto, algunos pastores de la Iglesia han determinado que se debe recibir la Sagrada Comunión en la mano; esto donde los fieles soliciten el sacramento, y los sacerdotes estén dispuestos a cumplir con su elemental obligación pastoral. La cautela parecería razonable, aunque se ha difundido también otra opinión, según la cual habría tanto o más riesgo de contagio comulgando en la mano que en la boca. Por algo se invita hasta el cansancio a lavarnos las manos frecuentemente. Se me ocurre que, en realidad, quizá podría hacerse lo uno o lo otro con igual cuidado y sin peligro. No tengo competencia para dilucidar este asunto, y además mi intención en esta nota se dirige al después, y a recordar cuál es la disciplina vigente en la Iglesia, y el consiguiente derecho de los católicos. Vayamos al grano.
Según la disciplina eclesial se puede recibir la comunión de pie o de rodillas, en la mano o en la boca. Sin embargo, no se puede negar una tendencia, impuesta de hecho, a comulgar de pie. Lo correcto sería disponer un reclinatorio, de manera que quienes desearan conservar la forma tradicional de arrodillarse pudieran hacerlo, dirigiéndose hacia ese lugar en una fila propia. Muchos sacerdotes -lo he comprobado- se resisten a ofrecer esta solución; de ese modo se obliga prácticamente a comulgar de pie, y esta postura entonces se generaliza como si fuera la costumbre debida, la única que corresponde. No tengo nada esencialmente decisivo contra ella, pero sí me parece necesario advertir que quienes la practican no deberían omitir un gesto de reverencia o adoración. San Agustín enseñaba que «no se puede comer este Pan sin antes adorarlo»; sería simplemente la exteriorización, en el orden litúrgico de los signos, de la fe en la presencia sustancial del Señor bajo las especies eucarísticas.
La comunión en la mano, independientemente de la antigüedad del gesto, es una forma que se ha adoptado y difundido en las últimas décadas, después de siglos de vigencia de la praxis oficial en el rito latino, que era comulgar en la boca. Recuerdo haber oído hace tiempo un argumento ridículo en favor de la nueva postura: son los bebés quienes reciben el alimento en la boca; los adultos los tomamos con las manos. Pero se podría emplear otra comparación como contraargumento: tomar con la mano, tener en la mano, indica la posesión de quien se hace dueño de algo, y no podemos decir que es esa la relación de un católico con el Cuerpo del Señor, que se recibe como un don inmerecido. En mi opinión, habría que tener en cuenta otras cautelas.
Muchas veces me ha ocurrido, distribuyendo la comunión en una catedral colmada, tener que detener a alguien que se llevaba la hostia consagrada. No debo pensar mal, pero siempre puede haber algún «colado», que no sabe de qué se trata; y no se ha de excluir que haya quien la busca para fines «non sanctos». Es preciso, entonces, que el comulgante la consuma ante el ministro. Asimismo, corresponde advertir que es necesario observar si no queda en la mano una pequeña partícula; no sería una miguita de pan cualquiera; el Cuerpo del Señor está presente tanto en la hostia consagrada entera como en cada uno de sus fragmentos. Tengo la impresión de que se ha impuesto un cierto descuido, y una cierta precipitación en el acceso a la comunión eucarística. Habría que recordar la primera condición que se nos inculcaba de niños: «estar en gracia de Dios». Las otras condiciones eran el ayuno, actualmente ya no desde la medianoche anterior sino de una hora -pero que no habría que descuidar, como respeto elemental- y, como se decía: «saber lo que se va a recibir, y acercarse a comulgar con devoción». Esta última condición se refiere a la fe y a la conciencia de lo que se está haciendo; toda la vida del cristiano se expresa en ese gesto de la comunión. Las observaciones precedentes van dirigidas a que los fieles puedan obtener el máximo fruto espiritual de la comunión eucarística.
Comentando el Evangelio de San Juan, Santo Tomás de Aquino escribió que «este sacramento no es otra cosa que la aplicación a nosotros de la pasión del Señor, y por tanto todo lo que es efecto de la pasión del Señor es efecto de este sacramento». También advertía contra la posibilidad de una cierta ficción o simulación en el corazón de quien se acerca a comulgar, «cuando no responde el interior a lo que se expresa en el signo exterior... el que no tiene en el corazón el deseo de la unión con Cristo, y no procura remover todo impedimento, cae en la ficción. Entonces Cristo no está en él, ni él en Cristo». Estas palabras severas ilustran la necesidad de una recta preparación para excluir toda ligereza y asegurar la continuidad y armonía entre la fe y el amor interiores y los gestos exteriores de quien recibe el Cuerpo del Señor.
En el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1328-1332) se enumeran y explican los nombres con que se designa el sacramento: Eucaristía, Banquete del Señor, Fracción del pan, Asamblea eucarística, Memorial (de la pasión y resurrección de Cristo), Santo Sacrificio, Santa y divina liturgia, Comunión, Santa Misa. La dimensión sacrificial de la Eucaristía es inculcada repetidamente en el Catecismo: «es un sacrificio porque representa (= hace presente) el sacrificio de la cruz, porque es su memorial y aplica su fruto» (1366). La comunión nos une en banquete fraterno porque es la participación común del sacrificio de nuestra redención; así se constituye la unidad católica de la Iglesia, y los comulgantes, al recibir el agápē de Dios nos hacemos hermanos en Cristo.
El descuido que he señalado se verifica en el contexto de las numerosas arbitrariedades registradas en las últimas décadas, y de los errores teológicos -verdaderas herejías- que dieron lugar a las intervenciones magisteriales de Pablo VI y Juan Pablo II. Apunto asimismo ciertas resistencias a remarcar la autenticidad del sacramento del sacrificio del Señor. Por ejemplo: a que en la mesa del altar haya un crucifijo, como lo ha indicado Benedicto XVI, o a que la parte sacrificial del rito pueda celebrarse «ad orientem». Este punto es incomprendido, y por eso criticado con ignorancia y prejuicio. No se trata de «dar la espalda a los fieles», o de celebrar «de espaldas», sino de expresar auténtica y correctamente el sentido de la celebración. Después de haber compartido en la primera parte la Palabra de Dios, el celebrante se pone al frente de los fieles para dirigirse con ellos hacia el Señor, el Oriente, el Sol naciente -Anatolḗ ex hýpsous, Lc 1, 78- . El gesto de «volverse hacia el Señor» es el que corresponde a la ofrenda del santo sacrificio. Joseph Ratzinger lo explica cumplidamente: «En la Liturgia de la Palabra se trata, efectivamente, de un dirigir la palabra y de un responder a ella, y por tanto es sensato que el que anuncia y los que escuchan estén el uno frente a los otros, los cuales en el salmo meditan lo que han escuchado, lo acogen en sí mismos y lo transforman en oración, haciendo de ello una respuesta. En cambio, es esencial la común orientación 'hacia el este' durante la plegaria eucarística... No es importante mirar al sacerdote, sino mirar juntos al Señor. En este caso no se trata de un diálogo, sino de una adoración común, de ponerse interiormente en camino hacia Aquel que viene». Me he permitido esta digresión porque el progresismo, en su afán de cambiarlo todo, arruina los criterios y sentimientos de los fieles imponiendo una cultura antilitúrgica. En intervenciones anteriores me he referido, con pena, a disparates protagonizados por sacerdotes y por algunos obispos.
El asunto de la comunión y de las actitudes interiores y exteriores que corresponden, no puede separarse de la cuestión más amplia de la adoración de la presencia sustancial del Señor. Al respecto, Juan Pablo II escribió: «Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración». A causa de una equívoca visión del diálogo con el mundo, la Iglesia se ha mundanizado, y copia el antropocentrismo de la cultura secular. La primacía de Dios y la valoración de lo que se refiere a Él quedan desplazadas, para daño del mundo y de la misma Iglesia.
He procurado resumir en estas líneas lo que considero importante destacar en la circunstancia singular que estamos viviendo, sobre todo con vistas al «después». Habría que preguntarse si las verdades señaladas brillan con claridad en la inteligencia y el corazón de los católicos. La predicación ordinaria debería abordarlas, y tendrían que ocupar un lugar destacado en la catequesis de niños y adolescentes.
Volviendo al comienzo, y con el máximo respeto por la opinión contraria, me parece innecesario, y peligroso mirando al futuro, que se decrete a causa de la pandemia que se ha de comulgar en la mano -y, por consiguiente, de pie- ¿A quién se desea conformar con una medida semejante? ¿A la autoridad sanitaria, cuyos criterios se asumen? ¿No se corre el riesgo de que los fieles perciban ese mandato como una imposición excesiva? À quoi bon?, dice el francés.
+ Mons. Héctor Aguer, Arzobispo emérito de La Plata

EN TIEMPO DE TEMPESTAD, SILENCIO Y PACIENCIA


El matrimonio ha dejado de ser una realidad gozosa y gratificante.

Por: Ignacio Larrañaga |
Para muchas parejas, el matrimonio ha dejado de ser una realidad gozosa y gratificante.

Por otra parte la cultura postmoderna está demoliendo los valores conyugales promoviendo uniones espontáneas y transitorias sin compromiso alguno. No cabe duda de que la institución matrimonial está atravesando una profunda crisis.

TODA CONVIVENCIA ESTÁ SUJETA AL DESGASTE.
La separación de un matrimonio presupone el fracaso matrimonial, la pareja ha fracasado porque dejaron morir el amor. En el fondo de todo fracaso matrimonial hay un problema de perdón. Al no saber perdonar, la acumulación del rencor lo llevó a una situación insostenible. No debemos olvidar que el amor es un sentimiento humano y como tal, no deja de tener su carácter de fugacidad, y el carácter de solidez y estabilidad lo tiene que agregar el matrimonio.

Unos de los principales problemas que se presentan en un matrimonio son:

ADAPTACIÓN

No se trata precisamente de tolerar o comprender a su pareja. Se trata de un proceso complejo de adaptación. Todos los esposos tienen rasgos negativos de personalidad. Para adaptarse, necesitan sacrificarse o morir a aquellos rasgos que hieren o incomodan al otro cónyuge en la convivencia diaria para evitar roces, choques. Adaptarse es amar y amar es adaptarse, para adaptarse los esposos tienen que sacrificar ciertos rasgos negativos. Amar es morir un poco. Se adaptan porque se aman.

No se anula la propia personalidad sino que la enriquece.

FALTA DE TIEMPO
Estamos acostumbrados a correr en la vida, nos falta tiempo para todo.
Los mejores momentos de la historia de los matrimonios son aquellos en los que los esposos estuvieron mutuamente presentes.

Efectivamente la vertiginosa vida actual hace que los esposos estén distantes físicamente y la distancia corporal se traduce en distancia mental, de ahí sobreviene el divorcio de los corazones, y muere el amor.

PROBLEMAS SEXUALES
Estos problemas se derivan normalmente de una convivencia conflictiva. Allá donde se da el rencor, el enojo, la ira. Para solucionar los problemas sexuales, a nivel conyugal, no hay otro camino sino el avanzar hacia una vida conyugal plena de armonía.

¿Qué hacer entonces para que el amor amanezca todas las mañanas con cara nueva?
¿Cómo evitar ser devorados por el desencanto? ¿Cómo dejar fuera de combate al enemigo fundamental del amor que es el egoísmo?
¿Qué hacer para mantener alta y viva la llama del amor en las largas noches de invierno?
¿Cómo evitar que los cónyuges vivan juntos, pero distantes?

Primero: cultivar el amor como se cultiva una tierna planta.

Segundo: en tiempo de tempestad, silencio y paciencia.

Tercero: diariamente abastecer de aceite la lámpara del amor a base de pequeños detalles.

Y lo más importante
Dios.

Jesús debe estar vivo y vibrante en el corazón de los esposos. Sólo Jesús es capaz de organizar una revolución en las viejas leyes del corazón, poniendo perdón donde el corazón reclama venganza, suavidad donde el corazón exigía violencia, dulzura donde había amargura, amor donde había odio; en suma, poniendo amor donde había egoísmo.

¿CUÁL ES EL ENORME PODER QUE ENCIERRA EL ROSARIO?


¡Cuántas personas han logrado verse libres de pecados y de malas costumbres el dedicarse a rezar con devoción el santo Rosario!

Por: P. Marcelo Rivas Sánchez | Fuente: DiosBendice.org
Cuentan los antiguos que cuando Santo Domingo de Guzmán empezaba a desanimarse al ver que en los sitios donde predicaba la gente no se convertía y la herejía no se alejaba, le pidió a Nuestra Señora le iluminara algún remedio para conseguir la salvación de aquellas personas y que Ella le dijo en una visión: "Estos terrenos no producirán frutos de conversión sino reciben abundante lluvia de oración".

Desde entonces el santo se dedicó a hacer rezar a las gentes el Padre Nuestro y el Ave María y a recomendarles que pensaran en los misterios de la Vida, Pasión y Muerte de Jesús.

Muy pronto las conversiones fueron muy numerosas y las gentes de aquellas regiones volvieron a la verdadera religión.

Hoy por hoy, después de la Santa Misa, el Rosario es quizás la devoción más practicada por los fieles.

Los adversarios de la religión católica (protestantes, etc.) han dicho y siguen diciendo horrores contra el Santo Rosario pero los católicos han experimentado y siguen experimentando día por día los extraordinarios favores divinos que consiguen con esta santa devoción.

¡Cuántas personas han logrado verse libres de pecados y de malas costumbres el dedicarse a rezar con devoción el santo Rosario!

¡Cuántos hay que desde que están rezando el Rosario a la Virgen María han notado como su vida ha mejorado notoriamente en virtudes y en buenas obras!

Son muchísimos los que por haber rezado con toda fe su Rosario lograron obtener una buena y santa muerte y ahora gozan para siempre en el cielo.

EL SANTO ROSARIO Y LAS INDULGENCIAS
Ojalá leyéramos algún libro que hable de las maravillas que se consiguen con el rezo del Santo Rosario.

Basta saber que el Rosario ha sido recomendado por muchos Sumos Pontífices y aprobado por la Iglesia Católica en todo el mundo, y que a los que lo rezan se les conceden numerosas indulgencias.

Se llama indulgencia a la rebaja de castigos que tendríamos que sufrir en la otra vida por nuestros pecados.

La Iglesia Católica con el poder que Jesús le dio cuando dijo: "Todo lo que desates en la tierra queda desatado en el cielo", puede conceder a los fieles que por ciertas devociones se les rebaje parte de los castigos que tendrían que sufrir en el purgatorio.

"Se confiere una indulgencia plenaria si el rosario se reza en una iglesia o un oratorio público o en familia, en una comunidad religiosa o asociación pía; se otorga una indulgencia parcial en otras circunstancias"

CONDICIONES PARA LA INDULGENCIA PLENARIA DEL SANTO ROSARIO:
  1. Que se recen las cinco decenas del Rosario sin interrupción
  2. Las oraciones sean recitadas y los misterios meditados
  3. Si el Rosario es público, los Misterios deben ser anunciados
Además debe cumplirse: Confesión Sacramental, Comunión Eucarística y Oraciones por las intenciones del Papa

Si no se cumplen las condiciones para la indulgencia plenaria, puede aún ganarse indulgencia parcial.

La indulgencia puede ser aplicada a los difuntos. La indulgencia plenaria solo puede ganarse una vez al día (excepto en peligro de muerte).

Lo maravilloso del Santo Rosario no es la repetición de las avemarías o de la mesa bien dispuesta que sostiene la imagen de la Virgen, sino la experiencia de la unidad que se conforma en todo el mundo entero para alabar y bendecir a Dios por los motivos inmensos de su amor para con la humanidad.

Rezar el Rosario es una rica costumbre de la piedad popular donde la Santísima Virgen se hace universal y de mucha importancia para los creyentes.

Rezar el Santo Rosario es la magnífica oportunidad que tenemos todos de experimentar en la fe ese amor a Dios en María Santísima, a la cual le había confiado esa misión salvífica.

Es el santo rosario el lugar para reconocer a María Virgen como la Madre del Señor Jesús y en el plano de la gracia, Madre de todos nosotros. Es a la vez el reconocimiento de que Dios a través de Ella interviene a favor nuestro.

El Rosario es una oración connatural a la gente sencilla que reconoce la elegancia de Dios para hacer nacer a Jesús, el Salvador del vientre inmaculado de la Virgen María.

Por eso en cada decena de las avemarías se medita el sufrimiento, la lucha y el triunfo en ese caminar de Jesús por el camino de la vida, donde la Virgen estuvo presente y actuante para ayudarle a cumplir su misión salvadora.

Mi madre solía decir, que el rosario era tan sagrado porque en el estaba todo Jesús y toda María. Por eso, hoy en día, se hace necesario, que el santo rosario ocupe ese espacio tan vivo en los hogares.

Artículo publicado originalmente en: Diosbendice.org

¿CÓMO REZAR BIEN EL ROSARIO?
No te apene ni te inquiete cosa alguna, ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?
Por: P. Evaristo Sada, L.C. | Fuente: https://la-oracion.com/
Tres angustias radicales del ser humano son: perder el sustento, el miedo a la muerte y no encontrar el descanso eterno.

La Virgen María conoce bien a sus hijos, sabe que estas preguntas nos escuecen por dentro y que se nos presentan con mayor o menor fuerza según las circunstancias, los tiempos, la personalidad y la conciencia de cada uno. Por ello hacemos bien en pedirle: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.”

Al rezar el Rosario desde nuestra realidad de hijos, pecadores y en camino, le presentamos esta súplica 50 veces seguidas.

Pensé que el tema podría venir a cuento ahora que estamos en el mes de Mayo, mes de la Madre.

¿CÓMO REZAR EL SANTO ROSARIO?

No basta aprender una oración, hay que aprender a orar.

Cuando se habla del Rosario, muchas veces la atención se centra en la mecánica del rezo del Rosario. Es fácil encontrar buenas explicaciones de cómo se reza el Rosario (por ejemplo en este devocionario y en la página de la Virgen Peregrina de la Familia). Por ello, como he dicho en otro momento, en este blog quisiera fijarme más en la pedagogía de la oración cristiana que en los rezos, y más en las actitudes que en los contenidos.

“La oración es una actitud interior, antes que una serie de prácticas y fórmulas, un modo de estar frente a Dios, antes que de realizar actos de culto o pronunciar palabras.” (Benedicto XVI, 11 de mayo de 2011)
 
1.- Un buen orante, al rezar el Rosario, no repite Avemarías como un loro                              
2.- Un buen orante, al rezar el Rosario, contempla a Cristo con la mirada de María.
3.- El Rosario es una oración mariana centrada en Cristo                                                            
4.- EN EL ROSARIO, MIENTRAS SE HONRA A LA VIRGEN MARÍA CON EL PASO DE LAS AVEMARÍAS, SE CONTEMPLAN EN LA MENTE Y EN EL CORAZÓN LOS GRANDES MOMENTOS Y MISTERIOS DE LA VIDA DE JESÚS.

La pregunta principal es: ¿cómo se contemplan? Y la respuesta debe ser: como María. Se trata de aprender de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo.

Nos ayuda La Pietà de Miguel Angel: es toda una lección de oración. Allí queda plasmado cómo la Virgen María meditaba la Palabra en su corazón. En su mirada y en toda su postura interior y exterior se ve cómo toma conciencia y cómo profundiza las palabras, los hechos y los misterios de la vida de Su Hijo Jesucristo.

Al iniciar el Rosario debemos detenernos un momento y pensar en lo que vamos a hacer. Debemos actuarnos y en vez de “poner el disco” para que comience su monótono repetir de Avemarías, hemos de suplicar a Dios que nos conceda la gracia de asimilar el modo de ver y de ser de la Virgen María y tratar de apropiar sus actitudes evangélicas en su relación con Cristo.  “Así la Madre del Señor ejerce una influencia especial en el modo de orar de los fieles.” (Juan Pablo II, 3  de enero de 1996)

Es necesario hacerlo cada vez que se reza el Rosario. De lo contrario es fácil que no resulte bien y venga el desaliento.
 
PLEGARIA MARAVILLOSA

Si nos metemos en el corazón de la Virgen María y el Espíritu Santo nos concede la gracia de sentir como Ella, conocer como Ella, amar a Cristo como Ella, el Rosario se puede convertir, también para nosotros, en una plegaria maravillosa.

Juan Pablo II, pocos días después de su elección al pontificado, dijo que el Rosario era su oración preferida y nos explicó cómo había que rezarlo: “El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad. En esta plegaria repetimos muchas veces las palabras que la Virgen María oyó del Arcángel y de su prima Isabel. Palabras a las que se asocia la Iglesia entera. (…) Con el trasfondo de las Avemarías pasan ante los ojos del alma los episodios principales de la vida de Jesucristo. El Rosario en su conjunto consta de misterios gozosos, dolorosos y gloriosos y nos ponen en comunión vital con Jesucristo a través ¿se puede decir? del Corazón de su Madre. Al mismo tiempo nuestro corazón puede incluir en estas decenas del Rosario todos los hechos que entraman la vida del individuo, la familia, la nación, la Iglesia y la humanidad. Experiencias personales o del prójimo, sobre todo de las personas más cercanas o que llevan más en el corazón. De este modo la sencilla plegaria del Rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana”. (Angelus, Juan Pablo II, 29 de octubre de 1978)  

Las palabras clave aquí son: comunión vital con Jesucristo a través del Corazón de su Madre.

EL ROSARIO: UNA ORACIÓN MARCADAMENTE CONTEMPLATIVA

María es para nosotros un modelo de oración contemplativa (puedes releer: Un ejercicio de contemplación: la oración de María de la A a la Z). Ella guardaba y meditaba en su corazón todo lo que vivía junto a Jesús. (cf. Lc 2, 19 y 51 b).

«Sin contemplación, el Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: “Cuando oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en virtud de su locuacidad” (Mt6, 7). Por su naturaleza el rezo del Rosario exige un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable riqueza» (Rosarium Virginis Mariae, 12)
 
ENTONCES ¿CÓMO SÉ SI REZO BIEN EL ROSARIO?

Lo rezas bien si en el trasfondo de las cincuenta Avemarías contemplas a Cristo con la mirada de María, Madre de Dios y Madre nuestra.

María, por su parte, te estará viendo a ti y su mirada te llenará de una profunda confianza.

Cuando veo la imagen de la Virgen de Guadalupe siento que María me mira, me toma en sus brazos y me repite como a Juan Diego: “No te apene ni te inquiete cosa alguna, ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿No estás por ventura en mi regazo? Nada has de temer.” (Nican Mopohua)

Artículo publicado originalmente en: ¿Cómo rezar bien el Rosario?

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