viernes, 30 de marzo de 2018

ESTO ES TODO LO QUE DEBE SABER SOBRE EL SERMÓN DE LAS 7 PALABRAS


El Sermón de las 7 palabras es una reflexión sobre las últimas palabras que Jesucristo pronunció en la Cruz.
Esta práctica se inició con el sacerdote jesuita peruano Francisco del Castillo, que en 1660, realizó una prédica de tres horas durante el Viernes Santo en la que comparó el sufrimiento de Cristo con los padecimientos de los esclavos e indígenas.
Desde entonces, el "Sermón de las 7 palabras" se realiza cada Viernes Santo en el Perú. Luego, esta práctica se extendió al resto de América y a Europa.
Esta tradición es importante porque cada palabra tiene un significado y un sentido. Por ejemplo, la frase “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” destaca la actitud piadosa de Jesús, quien ora por sus verdugos.
Otras palabras que se consideran como una promesa son las que Cristo dirigió al buen ladrón: “Tú estarás conmigo en el paraíso”. También las frases dichas a Juan representan la entrega de su madre a la humanidad.
En entrevista concedida a ACI Prensa, el P. Donato Jiménez explicó que las palabras de Cristo representan la culminación de toda su obra redentora: Cristo se entrega al Padre sabiendo que su misión ha concluido y con la plena confianza de que resucitará al tercer día.
Redacción ACI Prensa

¿QUÉ ES LA ANAMNESIS?



En sentido estricto, se llama anamnesis a la parte de la plegaria eucarística que sigue inmediatamente a la consagración.

Por: Agustín Fabra | Fuente: Religión en Libertad
INTRODUCCION
El término 'anamnesis’ proviene del griego y significa 'recuerdo', 'reminiscencia' y 'rememoración’. En general 'anamnesis’ quiere decir 'traer al presente los recuerdos del pasado’.

En teología la palabra 'anamnesis’ significa la acción memorial o de recordación que tiene lugar en la Eucaristía durante la Santa Misa en recuerdo de las palabras de Jesús en la Ultima Cena: 'Haced esto en memoria mía’ (Lucas 22:19).

LA ANAMNESIS Y LA SANTA MISA

En sentido estricto, se llama anamnesis a la parte de la plegaria eucarística que sigue inmediatamente a la consagración. La Iglesia cumple fielmente el mandato del Señor al repetir las palabras y los gestos de la institución y, además, la anamnesis expresa el sentido profundo y la actitud espiritual: 'Por eso, Señor, nosotros tus siervos y todo tu pueblo santo, al celebrar este memorial de la pasión gloriosa de Jesucristo…’ (Canon Romano).

En la parte de la Misa en que se hace anamnesis la Iglesia proclama su recuerdo en la fe, del misterio salvador de Cristo. Ya en la plegaria eucarística de la Tradición Apostólica, la anáfora, se le une la mención de la Resurrección como expresión de la fe de la Iglesia en el misterio que se celebra: la repetición de la Santa Cena y el memorial del misterio salvador de la Cruz, de lo cual brota la anamnesis envuelta en la acción de gracias.

ANAMNESIS Y MEMORIAL

Es necesario tener en cuenta que el término 'recordar’ no debe entenderse como un proceso por el cual evocamos un acontecimiento o una persona del pasado. La anamnesis hace que el pasado sea traído hasta el presente. No se trata de trasladarnos al pasado, sino trasladar el pasado al presente.

De hecho, cuando Cristo celebró la Santa Cena con sus discípulos estaba realizando un memorial, y quiso que ellos repitieran aquello como memorial suyo. De ahí que la palabra 'anamnesis’ se traduzca más correctamente por 'memorial’ que por 'recuerdo’, ya que así se evocan más correctamente las particularidades del término, tanto en el sentido bíblico como en el litúrgico.

ANAMNESIS Y OFRENDA

La anamnesis contiene, junto con la proclamación del memorial, la actualización de la ofrenda, ya que así la Iglesia expresa con ello el sentido sacrificial más propio de la Cena del Señor,
Cristo, en efecto, ha dejado a la Iglesia un sacrificio visible, tal como lo requiere la naturaleza humana. Pero este sacrificio es el memorial del sacrificio definitivo al Padre en la Cruz, que se hace presente aquí y ahora de forma incruenta, aplicándose sus frutos. El propio Señor realizó por vez primera este memorial en la Santa Cena, anticipando de esta forma el sacrificio incruento en la Cruz.

El Canon Romano es uno de los que mejor expresan el carácter sacrificial de la celebración eucarística, subrayando la relación con la anamnesis: '… te ofrecemos, de los mismos bienes que nos has concedido, el sacrificio puro, inmaculado y santo, pan de vida eterna y cáliz de salvación’.

ANAMNESIS EN SENTIDO ESCATOLOGICO

Puesto que se recuerda el misterio de la salvación 'hasta que el Señor vuelva’, la anamnesis encierra una referencia al retorno del Señor en la gloria. De hacho, el memorial litúrgico es, de por sí, un alimento para la esperanza del pueblo; el recuerdo de las maravillas de Dios actualizadas en el hoy por la celebración de la Santa Misa, lo cual asegura la total fidelidad de Dios a su promesa.

Recordarle algo a Dios es tanto como asegurar su intervención. De ahí que el sentido original de 1ª. Corintios 11:26, donde dice: 'Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor hasta que venga’, incluye un elemento de finalidad. La traducción más exacta sería: 'hasta que se realice su venida’, lo cual tendría un sentido más profético.

Al celebrar la Santa Cena en la Misa, anunciamos la muerte del Señor. Esta proclamación se realiza por el mismo hecho de celebrar la Eucaristía, pues cuando la comunidad se reúne en asamblea para celebrar el memorial, constituye un signo o señal para toda la humanidad. En la anamnesis se expresa la conciencia que tiene la Iglesia de constituir el signo del misterio pascual de una manera que compromete a toda la humanidad, pues toda ella está abocada, como destino final, a encontrarse con Cristo en su retorno.

LA ANAMNESIS EN LAS PLEGARIAS EUCARISTICAS

Las tres Plegarias Eucarísticas aprobadas por la Sagrada Congregación de Ritos, en el decreto de 23 de mayo de 1968, presentan muestras variadas de anamnesis.

En la Plegaria Eucarística II se conservan prácticamente los textos de la anáfora de la Tradición Apostólica con ligeras adaptaciones, aunque la fórmula anamnética es la misma. Únicamente se la ha añadido en la palabra 'pan’ la determinación 'de vida’, y la palabra 'cáliz’ se ha precisado con los términos 'de salvación’.

En la anamnesis de las plegarias eucarísticas III y IV encontramos estas características”
a.- Se ha expresado de modo explícito la espera en la última venida del Señor.
b.- Se ha hecho explícito el carácter sacrificial de la Eucaristía, indicando que Cristo es el objetivo directo y primordial de la ofrenda.
c.- Se ha añadido el elemento de acción de gracias para completar el de memoria.

Como característica común de esas Plegarias Eucarísticas tenemos la intervención del pueblo, en forma de aclamación, después de la narración: 'Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!’. Esta aclamación es propiamente una anamnesis con la cual el pueblo hace, como lo hará después el celebrante, su memoria y acto de fe en el ministerio que celebra.

La Plegaria Eucarística I es del rico y tradicional Canon Romano, la cual es la que debería usarse regularmente, y que es superior a las otras.

BIBLIOGRAFIA
.- Anamnesis – F. Cabrol
.- Problemas de la anamnesis – B. Botte
.- Haced esto en memoria mía – O. Casel

EL PRELUDIO DE LA PASIÓN QUE YA SE VIVE Y QUE LLEGARA EN SU PLENITUD A LA SANTA IGLESIA DE CRISTO





LA RESURRECCIÓN



La acción de José de Arimatea y Nicodemo fue rápida y eficaz. Antes de que los judíos puedan darse cuenta de la muerte, ya está enterrado Jesús en un lugar que responde a la piedad de los suyos. Pero los judíos temen a Jesús y se acuerdan de la profecía de la resurrección al tercer día. Ellos habían destruido el templo del cuerpo de Jesús, y ahora recuerdan el verdadero sentido de la profecía. Por ello acuden a Pilato reclamando una guardia que resultó providencial, muy a pesar suyo.

"Al día siguiente de la Parasceve se reunieron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos ante Pilato y le dijeron: Señor nos hemos acordado de que ese impostor dijo en vida: Al tercer día resucitaré. Manda, pues, custodiar el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, lo roben y digan al pueblo: Ha resucitado de entre los muertos; y sea la última impostura peor que la primera. Pilato les respondió: Ahí tenéis la guardia; id y custodiad como sabéis. Ellos marcharon y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia" (Mt).

La muerte era un sello en la boca de Jesús. Los sellos intentan ser una garantía: seguridad, guardan el cadáver en su silencio. Y, en efecto, esos sellos serán garantía de la muerte verdadera de Jesús que yace en la losa del sepulcro con el corazón abierto, separada el alma del cuerpo. Y los guardias se convertirán en testigos privilegiados del gran día del domingo, del primer día de la semana cristiana. Por ellos conocemos lo que sucedió al inicio del día primero, al nacer el alba: "Y he aquí que se produjo un gran terremoto, pues un ángel del Señor descendió del Cielo y, acercándose, removió la piedra y se sentó sobre ella. Su aspecto era como de relámpago, y su vestidura blanca como la nieve. Llenos de miedo, los guardias se aterrorizaron y se quedaron como muertos (Mt).

Habían pasado cuarenta horas desde el momento de la muerte: desde las tres del viernes hasta las siete del domingo. Un día completo, nueve horas del viernes y siete del domingo. Tres días. En ese tiempo el alma de Jesús desciende a los infiernos, como reza el credo cristiano. Pero el cuerpo estaba allí, en reposo total, sin conocer la corrupción, con la rigidez de la postura del crucificado, con sus llagas abiertas, cubierto por la sábana y rodeando el rostro con el pañolón del sudario. Un gran terremoto conmovió a los soldados, que se estremecen, cuando, de repente, ven al ángel de vestiduras blancas lleno de fuerza y poder, que desplaza la gran piedra con facilidad y se sienta en ella. Los soldados caen al suelo, se desploman sin sentido. El temor no nubla sus mentes, pues se dan cuenta de lo sucedido, pero aquello supera grandemente sus experiencias. Estaba sucediendo el hecho central de la salvación. En el sepulcro, aquel cadáver estaba volviendo a la vida.

Algunos de los soldados huyen de espanto, otros quedan removidos por lo sucedido, otros acuden a los sanedritas con la noticia. "Algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los príncipes de los sacerdotes todo lo sucedido. Reunidos con los ancianos, después de haberlo acordado, dieron una buena suma de dinero a los soldados con el encargo de decir: Sus discípulos vinieron de noche y lo robaron mientras nosotros dormíamos. Si esto llegara a oídos del procurador, nosotros le calmaremos y cuidaremos de vuestra seguridad. Ellos tomaron el dinero y actuaron según las instrucciones recibidas. Así se divulgó este rumor entre los judíos hasta el día de hoy"(Mt).

Los sanedritas tenían ya el gran signo de Jonás. Tres días en el seno de la tierra, y volver a la vida. Todos los otros milagros palidecen con la grandeza de lo sucedido. Este milagro, realizado por su propio poder, manifestaba a Jesús como vencedor de la muerte y del pecado. Una nueva era acababa de comenzar. Pero, de nuevo, no creyeron. Y elaboraron una mentira rápida y burda: unos testigos dormidos testifican de lo que ha sucedido. Mientras dormían acudieron unos hombres y se llevaron el cuerpo. Era burda la mentira, pero el dinero acalla las conciencias. Los soldados, testigos involuntarios de los hechos, garantizan de una manera involuntaria la verdad de la resurrección de Jesús.

La resurrección es la gran victoria. Jesús ha descendido todos los escalones de la humillación, uno a uno, como saboreando el abajamiento. Y, cuando ha llegado a lo más hondo, toma al hombre caído y lo eleva a niveles insospechados. La nueva vida es mucho más que lo que se puede alcanzar por una ética correcta; es un don de Dios que introduce a los hombres en la vida divina si se unen a Cristo resucitado y vencedor.

Reproducido con permiso del Autor,
Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias
pedidos a eunsa@cin.es

MARÍA AL PIE DE LA CRUZ



En medio de la tiniebla hay un consuelo. Al pie de la cruz está su Madre, alentando y consolando al Hijo como sólo ella puede hacerlo. Es una luz en aquel momento terrible. No sabemos cómo consigue que le dejen acercarse a su Hijo; posiblemente sea a causa de la compasión del centurión. Al principio, llueven también sobre ella los insultos dirigidos a su Hijo; pero no retrocede. La acompaña Juan, el primer discípulo, el apóstol amado, el más fiel, el que más ha sabido rezar y comprender al Maestro.
Tener a Juan es un consuelo para María. Juntos han seguido a la triste comitiva por el camino del Gólgota. Juan guía a María, aunque es él quien se apoya en la firmísima decisión de ella para apoyar en lo que esté en su mano a Jesús en su Sacrificio. En la oscura soledad de la Pasión, María ofrece a su Hijo un bálsamo de ternura, de comprensión, de afecto y de fe.

María agradece a Juan su presencia en aquellos momentos y permanecen unidos en ese trance de dolor y de oración. La conversión de uno de los ladrones es un destello de consuelo, y también para María y Juan.

Entonces el Señor dirige su tercera palabra a estos testigos silenciosos, María y Juan, que le observan con dolorosa atención. Jesús mira a la Madre, y dice entrecortadamente: "Mujer, he aquí a tu hijo" (Jn). No la llama Madre, como si fuese el grito de dolor de un hijo, sino que la llama: "Mujer". Jesús piensa en la primera mujer a través de la cual entró el pecado y la muerte en el mundo. María será la mujer nueva portadora de la promesa divina de la victoria en la lucha terrible contra el mal. Jesús le encomienda la nueva misión de extender su maternidad a todos los hombres representados por Juan.

En el momento oportuno, cuando Jesús llega a su máxima entrega, María está a la altura del Amor de su Hijo y se entrega plenamente a la bondadosa voluntad de Dios sobre los hombres, y por eso se le encarga la maternidad de todos los hombres: Esta nueva maternidad de María, engendrada por la fe, es fruto del nuevo amor que maduró en ella definitivamente al pie de la cruz, por medio de su participación en el amor redentor de su Hijo.

Este es el gran legado que Cristo concede desde la Cruz a la humanidad. Es como una segunda Anunciación para María. Hace treinta y tres años un ángel la invitó a entrar en los planes salvadores de Dios. Ahora, no ya un ángel, sino su propio Hijo, le anuncia una tarea nueva: recibir como hijos de su alma a los causantes del asesinato de su primogénito.

Y Ella aceptó, desde el principio, todo lo que Dios quisiese; su entrega era total desde el comienzo. La primera mujer fue infiel a Dios, porque prefirió su juicio a la sabiduría de Dios. Ahora se le va a pedir a María que venza una prueba enorme: se le pide que no se rebele contra el Padre por llamar a la muerte y al sacrificio al Hijo, que también es Hijo suyo. Se le pide que vaya más allá del amor natural y sobrenatural del Hijo para querer como el Padre y el Hijo están queriendo en aquellos momentos. Y, para eso, hace falta mucha fe en Dios y un amor que esté purificado plenamente. María vuelve a estar a la altura del momento.

Entonces se escuchó la palabra dirigida por Jesús a Juan: "He aquí a tu madre" (Jn). Jesús mira al único que ha sabido ser fiel. Es un hijo y se lo entrega a su Madre. Bien sabe el Señor los cuidados que necesita un recién nacido para madurar, y Juan era un primer fruto de la Cruz redentora.

Juan la tomó como suya (Jn), la acogió como madre, se dejó cuidar como hijo. La pena que Juan sentía se alivió algo sabiendo que podía cumplir un deseo del Maestro.

Juan fue elegido porque estaba allí. Jesús no podía ni llamar a nadie, ni señalar a nadie: sólo mirar a quién tenía delante y, mirando, vio al que siempre estaba donde debía; le pidió un favor, algo que tiene mucha más fuerza que un mandato cuando hay amor por medio. Juan acepta el deseo que es un mandato.

María es la Mujer por excelencia, ya que -en ella- la naturaleza humana no ha sido deformada por el pecado. Pero también es la Madre por excelencia.

María Madre de Dios, "Madre de Cristo, Madre de los hombres. Sólo Jesús sabe lo que hay en el corazón de su madre, por eso la llama mujer, no María o mamá. Jesús sabe que comienza una nueva época para la humanidad, pero sabe que el pecado entró por una mujer en el mundo, la madre de los vivientes. Ahora María será la nueva Mujer, la nueva Eva que traerá desde su maternidad la nueva vida al mundo. Su nueva maternidad le agranda el corazón hasta límites insospechados. Jesús entrega a su Madre como Madre de todos los vivientes, especialmente de los que serán hijos de Dios por la gracia.

Reproducido con permiso del Autor,
Enrique Cases, Tres años con Jesús, Ediciones internacionales universitarias
pedidos a eunsa@cin.es

POR QUÉ SUFRE JESÚS EL JUEVES SANTO



 “Jesús se dirige suplicante al Padre como si fuera el criminal y no la víctima. Su agonía toma forma de culpa y de compunción. Está haciendo penitencia. Parece llevar a cabo una confesión. Ejercita la contrición con un realismo y una virtud infinitamente mayores que los de todos los santos y penitentes juntos, porque es la única víctima por todos, la única satisfacción, el verdadero penitente: es todo menos el auténtico y real pecador“.
Beato John Henry NewmanDiscourses to mixed congregations.
…………………………
De pequeño, me sorprendía un poco la escena de Jesús en el Huerto de los Olivos. Entendía que Jesús era consciente de la muerte terrible que le esperaba y que por eso sufría y se angustiaba, pero había algo que no me cuadraba del todo. Ha habido en la historia muchos mártires cristianos e incluso personajes paganos o de otras religiones que sabían que iban a morir, algunos de muerte horrible, pero fueron capaces de afrontar esa muerte con tranquilidad. En ese sentido, que Jesús dijera que estaba triste hasta la muerte e incluso sudara sangre ante la perspectiva de la crucifixión me parecía, de algún modo, menos admirable, exagerado o por lo menos impropio del hombre perfecto y modelo de toda virtud.
Como es lógico, el defecto estaba en mí, que no me enteraba de nada, y no en Cristo. Me había tragado una interpretación secularizada de la Pasión que era y es frecuente en muchos libros y predicaciones y que reduce el sufrimiento de Jesús a algo puramente natural y ante todo físico. Cuando falta la fe y se entiende la pasión de forma meramente humana, como una historia de injusticia y opresión, inevitablemente deja de tener sentido.
En realidad, como señala Newman, el sufrimiento de Cristo es ante todo sobrenatural. Él tomó sobre sus hombros todos los pecados del mundo, todas las ofensas a Dios y todas sus consecuencias de muerte, oscuridad, tristeza y sufrimiento. Eso es lo que hizo que el alma de Cristo estuviera “triste hasta la muerte". Las culpas de la humanidad entera cayeron sobre él, aplastando su naturaleza humana y sobrepasando sus fuerzas. De forma incomprensible para nosotros, tomó sobre sí la gran masa purulenta y cenagosa de oscuridad, odio, envidia, malicia, rencor, ofensas, desesperanza y aflicción, causada por el alejamiento de Dios de todos los hombres, hasta que sus sentidos y potencias quedaron completamente extenuados.
Ese fue el cáliz amargo que su mismo ser rechazaba con todas sus fuerzas (¿cómo no iba a rechazar las consecuencias del pecado, radicalmente contrario a la naturaleza humana?), pero que aceptó beber para cumplir la Voluntad de su Padre. Así, su obediencia sanó la desobediencia primordial de Adán y las incontables desobediencias de todos sus hijos.
El sufrimiento físico, causado por la ejecución más cruel e infamante que existía, fue sin duda terrible, horroroso, inhumano y abrumador. Aun así, ese dolor físico fue la parte más pequeña de los sufrimientos de Cristo, el signo material y visible de un sufrimiento sobrenatural incomparablemente mayor. La traición de su amigo Judas, el abandono de sus discípulos y las traiciones y pecados de cada uno de los hombres que han existido y existirán hasta el fin de los tiempos fueron la causa profunda de su dolor. Cargado con nuestros pecados, subió al leñoEl que no tenía pecado, cargó con los pecados de muchos; la víctima inocente fue castigada en lugar de los criminales, el que no tenía culpa alguna, asumió todas las culpas. Nuestros pecados lo destruyeron y, a cambio, sus heridas nos han sanado.
Cuando contemples a Cristo en su Pasión, en el Huerto de los Olivos, en el pretorio o en la Cruz, recuerda que está cargando con tus pecados concretos, los tuyos, los de cada uno de los días de tu vida, y que esa carga es más pesada que el madero mismo que tuvo que llevar sobre sus hombros. Recuérdalo y llora.
Bruno

VIERNES SANTO: EL VALOR DE LA SANGRE DE CRISTO



Cristo y su Iglesia

Del costado de Cristo salió sangre y agua, símbolos del bautismo y de la eucaristía. Pues bien, con estos dos sacramentos se edifica la Iglesia.
(Oficio de lecturas del Viernes Santo) De las Catequesis de san Juan Crisóstomo, obispo (Catequesis 3, 13-19: SC 50, 174-177). El valor de la Sangre de Cristo
¿Deseas conocer el valor de la sangre de Cristo? Remontémonos a las figuras que la profetizaron y recordemos los antiguos relatos de Egipto.
Inmolad -dice Moisés- un cordero de un año; tomad su sangre y rociad las dos jambas y el dintel de la casa. «¿Qué dices, Moisés? La sangre de un cordero irracional ¿puede salvar a los hombres dotados de razón?» «Sin duda -responde Moisés-: no porque se trate de sangre, sino porque en esta sangre se contiene una profecía de la sangre del Señor.»
Si hoy, pues, el enemigo, en lugar de ver las puertas rociadas con sangre simbólica, ve brillar en los labios de los fieles, puertas de los templos de Cristo, la sangre del verdadero Cordero, huirá todavía más lejos.
¿Deseas descubrir aún por otro medio el valor de esta sangre? Mira de dónde brotó y cuál sea su fuente. Empezó a brotar de la misma cruz y su fuente fue el costado del Señor. Pues muerto ya el Señor, dice el Evangelio, uno de los soldados se acercó con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió agua y sangre: agua, como símbolo del bautismo; sangre, como figura de la eucaristía. El soldado le traspasó el costado, abrió una brecha en el muro del templo santo, y yo encuentro el tesoro escondido y me alegro con la riqueza hallada. Esto fue lo que ocurrió con el cordero: los judíos sacrificaron el cordero, y yo recibo el fruto del sacrificio.
Del costado salió sangre y agua. No quiero, amado oyente, que pases con indiferencia ante tan gran misterio, pues me falta explicarte aún otra interpretación mística. He dicho que esta agua y esta sangre eran símbolos del bautismo y de la eucaristía. Pues bien, con estos dos sacramentos se edifica la Iglesia: con el agua de la regeneración y con la renovación del Espíritu Santo, es decir, con el bautismo y la eucaristía, que han brotado, ambos, del costado. Del costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia, como del costado de Adán fue formada Eva.
Por esta misma razón, afirma san Pablo: Somos miembros de su cuerpo, formados de sus huesos, aludiendo con ello al costado de Cristo. Pues del mismo modo que Dios formó a la mujer del costado de Adán, de igual manera Jesucristo nos dio el agua y la sangre salidas de su costado, para edificar la Iglesia. Y de la misma manera que entonces Dios tomó la costilla de Adán, mientras éste dormía, así también nos dio el agua y la sangre después que Cristo hubo muerto.
Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa, considerad con qué alimento la nutre. Con un mismo alimento hemos nacido y nos alimentamos. De la misma manera que la mujer se siente impulsada por su misma naturaleza a alimentar con su propia sangre y con su leche a aquel a quien ha dado a luz, así también Cristo alimenta siempre con su sangre a aquellos a quienes él mismo ha hecho renacer.

SANACIÓN – LIMA-PERÚ – 30 MARZO 2018



REUNIÓN DE SANACIÓN DE TODOS LOS VIERNES A LAS 8 PM (SOLO LOS VIERNES)

HOY RECORDAMOS SEMANA SANTA

DIRECCIÓN:
NUESTRAS REUNIONES DE SANACIÓN DE LOS VIERNES A LAS 8 PM, SE LLEVAN A CABO EN JR. CHINCHAYSUYO NRO. 219 – SAN MIGUEL – A UNA CDRA. DE LA IGLESIA SAN MIGUEL ARCANGEL EN AV. PRECURSORES.
Si tienes alguna duda sobre cómo llegar: Llama a los siguientes teléfonos antes de la 8 p.m.

Claro: 9-9718-6681 – Claro 9-4114-8188  - Fijo 310-6460
Si deseas que te visite en tu casa, usa los mismos teléfonos. Puedes llamar también a la sub-coordinadora del grupo, Srta. Ana Ticona al celular 9-9704-4417 por detalles. Gracias por tu comprensión. Las visitas serán los días domingos.
Nota: No recibo mensajes de texto a mis celulares. Colaboración si te es posible: S/ 5.00 (Niños no colaboran)
Nota: En nuestra reunión de los viernes puedes adquirir:
-Libros sobre Exorcismo a 50 soles cada uno.
-La Cruz-medalla de San Benito Abad (en metal, con oración de liberación en latín y castellano) y el Escapulario de La Virgen del Carmen bendecidos a 50 soles – (dos en uno), de madera con metal 85 soles.
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¡Qué Dios y su Santísima Madre los bendigan!
Grupo Católico de Oración por los Enfermos “Sí Señor”
José Miguel Pajares Clausen