miércoles, 31 de octubre de 2012

JESUS ES LUZ, AMOR Y PAZ

NO AL ABORTO

LA VERDAD TE HARA LIBRE

LA VOLUNTAD GOBIERNA EL APETITO SENSUAL.


La voluntad domina sobre la memoria, sobre el entendimiento y sobre la fantasía, no mediante la fuerza, sino por la autoridad, de manera que no siempre es infaliblemente obedecida.

El apetito sensual es en verdad un súbdito rebelde, sedicioso e inquieto; es menester reconocer que no es posible destruirlo de manera que no se levante, acometa y asalte la razón; pero tiene la voluntad tanto poder sobre él, que, si quiere, puede abatirle, desbaratar sus planes y rechazarle, pues hará to lo rechaza el que no consiente en sus sugestiones. No podemos impedir que la concupiscencia conciba, pero sí que de a luz el pecado.

Esta concupiscencia o apetito sensual tiene doce movimientos, por los cuales, como por otros tantos capitanes amotinados, promueve la sedición en el hombre; y, como quiera que, por lo regular, turban el alma y agitan el cuerpo, en cuanto turban el alma, se llaman perturbaciones, y, en cuanto inquietan el cuerpo, se llaman pasiones, según explica San Agustín. Todos miran el bien o el mal; aquél para obtenerlo, éste para evitarlo.

Si el bien es considerado en sí mismo, según su bondad natural, excita el amor, la primera y la principal de las pasiones; si es considerado como ausente, provoca el deseo; si, una vez deseado, parece que es posible obtenerlo, nace la esperanza; si parece imposible, surge la desesperación; pero, cuando es poseído como presente, produce el gozo.

Al contrario, en cuanto conocemos el mal, lo aborrecemos; si se trata de un mal ausente, huimos de él; si nos parece inevitable, lo tememos; si creemos que lo podemos evitar, nos animamos y cobramos aliento; si lo sentimos como presente, nos entristecemos; y entonces la cólera y el furor acuden enseguida para rechazar y alejar el mal, o, a lo menos, para vengarlo; mas, si esto no es posible, queda, entonces, la tristeza; si se logra rechazarlo o vengarlo, se siente una satisfacción y como una hartura, que no es más que el placer del triunfo, porque así como la posesión del bien alegra el corazón, la victoria sobre el mal satisface el ánimo.

Y, sobre toda esta turba de pasiones sensuales, ejerce la voluntad su imperio, rechazando sus sugestiones, resistiendo sus ataques, estorbando sus efectos, o, a lo menos, negándoles su consentimiento, sin el cual no pueden causarle daño; al contrario, merced a esta negativa, quedan vencidas, y, a la larga, postradas, disminuidas, enflaquecidas y, si no del todo muertas, a lo menos amortiguadas o mortificadas.

Y, precisamente para ejercitar nuestras voluntades en la virtud y en la valentía espiritual, quedó en nuestras almas esta multitud de pasiones; de manera que los estoicos, que negaron la existencia de las mismas en el hombre sabio, se equivocaron en gran manera, tanto más cuanto que lo que negaban de palabra lo practicaban de obra.

Gran locura es pretender ser sabio con una sabiduría imposible. La Iglesia ha condenado el desvarío de esta sabiduría, que algunos anacoretas presuntuosos quisieron introducir.

Contra ellos, toda la Escritura, pero de un modo particular el gran Apóstol, nos dice que tenemos en nuestro cuerpo una ley que repugna a la ley de nuestro espíritu.

Los cristianos, «los ciudadanos de la sagrada ciudad de Dios, que viven según Dios, peregrinando por este mundo, temen, desean, se duelen y se regocijan».

El mismo rey y soberano de esta ciudad, temió, deseó, se dolió y se alegró, hasta llorar, palidecer, temblar y sudar sangre, aunque en Él estos movimientos no fueron pasiones iguales a las nuestras, por cuanto no sentía ni padecía de parte de las mismas sino lo que quería y le parecía bien, y las gobernaba y manejaba a su arbitrio; cosa que no podemos hacer nosotros, los pecadores, que sentimos y padecemos estos movimientos de una manera desordenada, contra nuestra voluntad, con gran perjuicio del bienestar y gobierno de nuestras almas.

Siendo el amor el primer movimiento de complacencia en el bien, como pronto diremos, pre-cede ciertamente al deseo, pues, de hecho ¿qué deseamos, sino lo que amamos? Precede también a la delectación, porque ¿cómo es posible gozar de una cosa si no se la ama? Precede a la esperanza, pues nadie espera sino el bien que ama, y precede al odio, porque no odiamos el mal sino por el amor que tenemos al bien; así, el mal no es mal, sino en cuanto se opone al bien, y lo mismo se diga, Teótimo, de todas las demás pasiones y afectos, porque todos nacen del amor como de su fuente y raíz.

Por esta causa, las demás pasiones y afectos son buenos o malos, viciosos o virtuosos, según que sea bueno o malo el amor del cual proceden, pues de tal manera derrama sus cualidades sobre todas ellas, que no parecen ser otra cosa sino el mismo amor. San Agustín, reduciendo todas las pasiones y todos los afectos a cuatro, dice: «El amor, por su tendencia a poseer lo que ama, se llama concupiscencia o deseo; una vez lo tiene y lo posee, se llama gozo; cuando huye de lo que le es contrario, se llama temor; si esto le acontece y lo siente, se llama tristeza; por consiguiente estas pasiones son malas, si el amor es malo, y son buenas, si el amor es bueno»

Los ciudadanos de la ciudad de Dios, temen, desean, se duelen, se regocijan, y, porque su amor es recto, lo son también todos sus afectos. La doctrina cristiana sujeta el espíritu a Dios, para que lo guíe y asista; y sujeta al espíritu todas las pasiones, para que las refrene y modere, de suerte que queden todas ellas reducidas al servicio de la justicia y de la virtud. «La voluntad recta es el amor bueno; la voluntad mala es el amor malo», es decir, para expresarlo en pocas palabras, el amor de tal manera domina la voluntad que la vuelve según es él. La voluntad no se mueve sino por sus afectos, entre los cuales, el amor, como el primer móvil y el primer sentimiento, pone en marcha todos los demás y produce todos los restantes movimientos del alma.

Mas, a pesar de todo, no sigue de lo dicho que la voluntad no continúe siendo la reguladora de su amor, pues la voluntad no ama sino lo que quiere amar, y, entre muchos amores que se le ofrecen, puede elegir el que le parece bien; de lo contrario, no podría haber, en manera alguna amores mandados ni amores prohibidos.

La voluntad, que puede elegir el amor a su arbitrio, en cuanto se ha abrazado con uno, queda subordinada a él; mientras un amor viva en la voluntad, reina en ella, y ella queda sometida a los movimientos de aquél; mas, si este amor muere, podrá la voluntad tomar enseguida otro amor.

Hay, empero, en la voluntad, la libertad de poder desechar su amor cuando quiera, aplicando el entendimiento a los motivos que pueden causarle enfado y tomando la resolución de cambiar de objeto. De esta manera, para que viva y reine en nosotros el amor de Dios, podemos amortiguar el amor propio; si no podemos aniquilarlo del todo, a lo menos lograremos debilitarlo, de suerte que, aunque viva en nosotros, no llegue a reinar.

LOS AFECTOS DE LA VOLUNTAD

No hay menos movimientos en el apetito intelectual o racional, llamado voluntad, que en el apetito sensual o sensitivo; pero a aquéllos se les llama, ordinariamente, afectos, y a éstos se les llama pasiones.

¡Cuántas veces sentimos pasiones en el apetito sensual o en la concupiscencia, contrarios a los afectos que, al mismo tiempo, sentimos en el apetito racional o en la voluntad! ¡Cuántas veces temblamos de miedo entre los peligros a los cuales nuestra voluntad nos conduce y en los que nos obliga a permanecer!

¡Cuántas veces aborrecemos los gustos en los cuales nuestro apetito sensual se complace, y amamos los bienes espirituales, que tanto le desagradan! En esto consiste precisamente la guerra que sentimos todos los días entre el espíritu y la carne, entre nuestro hombre exterior, que depende de los sentidos, y el hombre interior que depende de la razón.

Estos afectos son más o menos nobles y espirituales, según que sean más o menos elevados sus objetos, y según que se hallen en un plano más o menos encumbrado de nuestro espíritu; porque hay afectos que proceden del razonamiento fundado en los datos que nos procura la experiencia de los sentidos; los hay que se originan del estudio de las ciencias humanas; otros estriban en motivos de Fe; otros, finalmente, nacen del simple sentimiento y conformidad del alma con la verdad y la voluntad divina.

Los primeros se llaman afectos naturales, porque, ¿quién hay que no desee naturalmente la salud, lo necesario para comer y vestir, las dulces y agradables conversaciones?

Los segundos se llaman afectos racionales, porque se apoyan en el conocimiento espiritual de la razón, por la cual nuestra voluntad es movida a buscar la tranquilidad del corazón, las virtudes morales, el verdadero honor, la contemplación filosófica de las verdades eternas.

Los afectos pertenecientes a la tercera categoría se llaman cristianos, porque nacen de la meditación de la doctrina de Nuestro Señor, que nos hace amar la pobreza voluntaria, la castidad perfecta, la gloria del paraíso.

Pero los afectos del supremo grado se llaman divinos y sobrenaturales, porque es el mismo Dios quien los infunde en nuestras almas, y se refieren y tienden a Dios sin la intervención de discurso alguno ni de luz alguna natural, como se puede fácilmente concebir por lo que pronto diremos acerca de los afectos que se sienten en el santuario del alma.

Estos afectos sobrenaturales se reducen principalmente a tres: el amor del espíritu a las bellezas de los misterios de la fe; el amor a la utilidad de los bienes, que se nos han prometido en la otra vida, y el amor a la soberana bondad de la santísima y eterna Divinidad.

¿CÓMO EL AMOR DE DIOS DOMINA SOBRE LOS DEMÁS AMORES?

La voluntad gobierna todas las demás facultades del espíritu humano; pero ella es gobernada por su amor, que la hace tal cual es. Ahora bien, entre todos los amores, el de Dios es el que tiene el cetro, y de tal manera la autoridad y el mando están inseparablemente unidos a su naturaleza, que, si no es el dueño, deja al instante de ser, y perece.

Y, aunque hay otros afectos sobrenaturales en el alma, como el temor, la piedad, la fuerza, la esperanza, sin embargo el amor divino es el dueño, el heredero y el superior, ya que en su favor ha sido el cielo prometido al hombre. La salvación se muestra a la fe, es preparada por la esperanza, pero sólo se da a la caridad.

La Fe muestra el camino hacia la tierra prometida, como una columna formada de fuego y nubes, es decir, clara y obscura; La esperanza nos alimenta con la suavidad del maná; pero la caridad nos introduce en ella, como arca de la alianza, que nos abre el paso del Jordán, es decir, del juicio, y que permanecerá en medio del pueblo, en la tierra celestial prometida a los verdaderos israelitas, donde la columna de la fe ya no sirve de guía, ni de alimento al maná de la esperanza.

El santo amor establece su morada en la más alta y encumbrada región del espíritu, donde hace sus sacrificios y sus holocaustos a la divinidad, tal como Abraham hizo el suyo, y de la misma manera que Nuestro Señor se inmoló sobre el Calvario, para que, desde un lugar tan elevado sea visto y oído por su pueblo, es decir, por todas las facultades y afectos del alma, que él gobierna con una dulzura sin igual; porque el amor no tiene forzados ni esclavos, sino que reduce todas las cosas a su obediencia con una fuerza tan deliciosa que, así como nada es tan fuerte como el amor, nada es tan amable como su fuerza.

Las virtudes están en el alma para moderar sus movimientos, y la caridad, como la primera entre todas las virtudes, las rige y las templa todas, no sólo porque el primer ser, en cada una de las especies, es la regla y la medida de todos los demás, sino también porque, habiendo Dios creado el hombre a su imagen y semejanza, quiere que, como en él, todo esté ordenado por el amor y para el amor.

La voluntad, al darse cuenta del bien y al sentirlo, por medio del entendimiento, que se lo presenta, experimenta en seguida una complacencia y un deleite en este hallazgo, que la mueve y la inclina, suave, pero fuertemente, hacia este objeto amable, para unirse con él; y, para llegar a esta unión, la impele a buscar todos los medios que son más a propósito.

Luego la voluntad tiene una conveniencia estrechísima con el bien; esta conveniencia produce la complacencia, que la voluntad siente cuando advierte la presencia del bien; esta complacencia mueve e impele a la voluntad al bien; este movimiento tiende a la unión, y, finalmente, la voluntad movida e inclinada a la unión, busca todos los medios que se requieren para llegar a ella.

Es cierto que, hablando en general, el amor abarca, a la vez, todo lo que acabamos de decir, como un frondoso árbol, que tiene por raíz la conveniencia de la voluntad con respeto al bien; por pie la complacencia; por tallo el movimiento; por ramas las indagaciones, las pesquisas, pero cuyo fruto es el gozo y la unión.

El amor, pues, parece que está compuesto de estas cinco partes principales, bajo las cuales se contienen otras muchas más pequeñas, según iremos viendo en el de curso de este tratado.

La complacencia y el movimiento o vuelo de la voluntad hacia la cosa amable, es, propiamente hablando, el amor; de suerte, que la complacencia no es más que el comienzo del amor, y el movimiento o vuelo del corazón, que de ella se sigue, es el verdadero amor esencial.

Pueden ambos recibir de verdad el nombre de amor, pero de una manera diversa; porque, así como el alba del día puede llamarse día, también esta primera complacencia del corazón, en la cosa amada, puede llamarse amor; porque es el primer amago del amor. Mas así como el verdadero día se pone el sol, de la misma manera, la verdadera esencia del amor consiste en el movimiento y el vuelo del corazón, que sigue inmediatamente a la complacencia y termina en la unión.

La complacencia es la primera sacudida o la primera emoción que el bien produce en la voluntad, y esta emoción anda seguida del movimiento, por el cual la voluntad camina y se acerca al objeto amado, en lo cual consiste propiamente el verdadero amor. En otras palabras, la complacencia es el despertar del corazón; el amor es la acción.

Por esta causa, este movimiento nacido de la complacencia subsiste hasta llegar a la unión y al gozo. Por lo que, cuando mira al bien presente, no hace más que impeler el corazón, apremiarle, unirlo y aplicarlo a la cosa amada, de la cual llega a gozar por este medio; y entonces se llama amor de complacencia, porque, luego que ha nacido de la primera complacencia, se termina en la segunda, que siente cuando se une con el objeto presente.

Mas, cuando el bien hacia el cual el corazón se inclina es un bien ausente o futuro, o cuando la unión no puede realizarse con la perfección deseada, entonces el movimiento del amor, por el cual el corazón tiende, se dirige y aspira a este objeto ausente, se llama propiamente deseo; porque el deseo no es más que el apetito, la codicia, la avidez de las cosas que no tenemos y que, a pesar de todo, de-seamos tener.

Existen, además de éstos, otros movimientos amorosos, por los cuales deseamos cosas que no esperamos ni pretendemos, los cuales, según me parece, pueden propiamente llamarse aspiraciones; y, de hecho, tales afectos no se expresan como los verdaderos deseos, porque, cuando manifestamos nuestros deseos, decimos: quiero; más cuando manifestamos nuestros deseos imperfectos, decimos: desearía o quisiera.

Estos anhelos o veleidades no son sino como una miniatura del amor, que puede llamarse amor de aprobación, porque, sin ninguna pretensión, el alma se complace en el bien que conoce, y, no pudiéndolo desear de hecho, protesta que de buen grado lo desearía, y reconoce que es verdaderamente apetecible.

Hay deseos y aspiraciones que todavía son más imperfectos que los que acabamos de mencionar, porque su movimiento no se detiene entre la imposibilidad o extrema dificultad de conseguir el objeto, sino ante la sola incompatibilidad del deseo con otros deseos o quereres más poderosos.

Y estas aspiraciones que son contenidas no por la imposibilidad, sino por su incompatibilidad con otros más poderosos deseos, son quereres y deseos, pero vanos, ahogados e inútiles. Cuando apetecemos cosas imposibles, decimos: quiero, pero no puedo; cuando apetecemos cosas posibles, decimos: apetezco, pero no quiero.

Al copiar este articulo favor conservar o Citar este link. Fuente:EL CAMINO HACIA DIOS - www.iterindeo.blogspot.com

Publicado por Wilson f.

CONFUSIÓN ENTRE PRUEBA Y TENTACIÓN



Una prueba de fe, edifica carácter e integridad. Cuando Satanás tiene éxito en una tentación, el fruto es culpabilidad.

A veces existe confusión en el Cuerpo de Cristo entre el significado y el propósito de la prueba y la tentación.

Una prueba puede ser un juicio de su fe que Dios permite para sacarle como oro que ha sido purificado en fuego (1 Pedro 1:7). La tentación puede convertirse en un fuego ardiente, pero el propósito y los resultados finales de los dos son diferentes.

Dios permite la prueba de su fe, pero Satanás es el tentador que inicia la tentación (Mateo 4:3). Santiago 1:13 nos recuerda que Dios no puede ser tentado por el mal y que Él no tienta a los hombres.

Cuando los israelitas estaban viajando en el desierto, Dios les puso a prueba para revelarles lo que había realmente en el interior de sus almas (Deuteronomio 8:2). Ellos estaban fuera de Egipto, pero los pensamientos de Egipto permanecían en ellos, evidenciados cuando adoraron al becerro de oro (Éxodo 32), que recordaba al dios ídolo Apis, una deidad con forma de toro adorada entre los egipcios. Nadie sabe qué debilidades permanecían ocultas en lo profundo de sus espíritus hasta que la presión las hizo salir y lo que estaba oculto salió a la superficie. Lo mismo es cierto para nosotros. Puede que sea mal genio, depresión o palabras negativas lo que sale. Ya que "de la abundancia del corazón habla la boca" (Mateo 12:34), la presión sobre el hombre interior del corazón forzará a que salgan palabras por la boca que a veces las personas lamentan haber dicho. La prueba de Dios es para probarle, pero la tentación de Satanás tiene la intención de destruirle (Juan 10:10).

Cuando un creyente soporta una prueba de fe, edifica carácter e integridad. Cuando Satanás tiene éxito en una tentación, el fruto es culpabilidad, condenación y vergüenza. Yo me he encontrado con numerosas pruebas y tribulaciones durante mis muchos años de caminar con Dios. En retrospectiva, cada vez que vencí y avancé, eso solamente añadió al fundamento de mi fe, ya que edificó más confianza en que Dios podía estar conmigo en todo (Filipenses 4:13). Las tentaciones de Satanás están pensadas para tener el resultado opuesto. Cuando Satanás se asignó a sí mismo ir tras Pedro, el plan era sacudirle como a trigo para hacer que su fe fallase. Cristo intercedió por Pedro antes de ese ataque y oró para que su fe no fallase (Lucas 22:32). Después de muchos años de ministerio y más de setenta mil horas de estudio en la Palabra, he aprendido que todas nuestras tentaciones están pensadas para hacer naufragar nuestra fe y causar que fallemos a Dios. La siguiente fue la advertencia de Pablo cuando escribió en 1 Tesalonicenses 3:5: "Por lo cual también yo, no pudiendo soportar más, envié para informarme de vuestra fe, no sea que os hubiese tentado el tentador, y que nuestro trabajo resultase en vano".

Como creyentes es importante que nunca juzguemos a otros basándonos en las tentaciones y presiones que afrontan. Cuando juzgamos a otros, entonces nosotros estamos sujetos a experimentar las mismas dificultades que ellos encuentran. "Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado" (Gálatas 6:1).

Entre las diferencias entre una prueba y una tentación, la diferencia es que la prueba que Dios envía a nuestro camino finalmente tendrá una conclusión, pero las tentaciones de Satanás nunca terminarán mientras vivamos en un cuerpo de carne. Cuando Cristo fue tentado durante su ayuno de cuarenta días, Satanás se alejó de él, pero solamente "por un tiempo" (Lucas 4:13).

Ya que vivimos en un cuerpo terrenal en un planeta de carne y sangre, y el adversario tiene acceso a nuestra información, incluyendo fortalezas y debilidades, de vez en cuando experimentaremos tentación. Sin embargo, ser tentado no es pecado, porque Cristo mismo fue tentado y sin embargo nunca se sometió a la voz del enemigo. Se han dado numerosas provisiones en la Palabra para ayudarle a evitar caer en una trampa, para ayudarle a escapar cuando haya entrado en una trampa, o para sacarle del lazo del enemigo cuando esté usted en la trampa. El mejor método de batalla es adelantarse a la guerra, y eso se hace cuando evitamos caer en la tentación.

No se meta usted mismo en una trampa al tener camaradería con los viejos compañeros con los que consumía drogas y que siguen vendiéndola o al comer en restaurantes con los viejos amigos con los que salía a beber y que siguen tomando alcohol y donde mujeres con muy poca ropa andan alrededor como si estuvieran en una exhibición compitiendo.

Es mucho más sencillo prevenir una tentación al controlar que las circunstancias se produzcan de lo que es luchar contra una tentación con las circunstancias que usted mismo ha permitido. Satanás es el tentador, y se nos puede dar una vía de escape, si estamos dispuestos a tomarla.

Es mejor adelantarse a la guerra que participar en ella.

Por Perry Stone

LA FE NACE EN LA IGLESIA, CONDUCE A ELLA Y VIVE EN ELLA



CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 31 octubre 2012 (ZENIT.org).- Esta mañana, en la acostumbrada Audiencia General, el santo padre Benedicto XVI se encontró con los fieles y peregrinos venidos de diversas partes del mundo para escuchar sus enseñanzas por el Año de la Fe

En esta oportunidad, el papa abordó el tema siempre actual de “La fe de la Iglesia”, asegurando a los fieles que el lugar privilegiado --sustentado por la Biblia y la Tradición--, para desarrollar y madurar en la creencia de Jesucristo muerto y resucitado por la salvación del mundo, es la Iglesia.

A continuación, ofrecemos a nuestros lectores el texto íntegro del santo padre.

Queridos hermanos y hermanas:

Continuamos en nuestro camino de meditación sobre la fe católica. La semana pasada he mostrado cómo la fe es un don, porque es Dios quien toma la iniciativa y viene a nuestro encuentro; y así la fe es una respuesta con la que lo recibimos, como un fundamento estable de nuestra vida. Es un don que transforma nuestras vidas, porque nos hace entrar en la misma visión de Jesús, quien obra en nosotros y nos abre al amor hacia Dios y hacia los demás.

Hoy me gustaría dar un paso más en nuestra reflexión, partiendo de nuevo de algunas preguntas: ¿la fe tiene solo un carácter personal, individual? ¿Solo me interesa a mi como persona? ¿Vivo mi fe yo solo? Por supuesto, el acto de fe es un acto eminentemente personal, que tiene lugar en lo más profundo y que marca un cambio de dirección, una conversión personal: es mi vida que da un giro, una nueva orientación. En la liturgia del Bautismo, en el momento de las promesas, el celebrante pide manifiestar la fe católica y formula tres preguntas: ¿Crees en Dios Padre Todopoderoso? ¿Crees en Jesucristo su único Hijo? ¿Crees en el Espíritu Santo? En la antigüedad, estas preguntas eran dirigidas personalmente al que iba a ser bautizado, antes que se sumergiese tres veces en el agua. Y aún hoy, la respuesta es en singular: “Yo creo”.

Pero este creer no es el resultado de mi reflexión solitaria, no es el producto de mi pensamiento, sino que es el resultado de una relación, de un diálogo en el que hay un escuchar, un recibir, y un responder; es el comunicarse con Jesús, el que me hace salir de mi "yo", encerrado en mí mismo, para abrirme al amor de Dios Padre. Es como un renacimiento en el que me descubro unido no solo a Jesús, sino también a todos aquellos que han caminado y caminan por el mismo camino; y este nuevo nacimiento, que comienza con el Bautismo, continúa a lo largo del curso de la vida. No puedo construir mi fe personal en un diálogo privado con Jesús, porque la fe me ha sido dada por Dios a través de una comunidad de creyentes que es la Iglesia, y por lo tanto me inserta en la multitud de creyentes, en una comunidad que no solo es sociológica, sino que está enraizada en el amor eterno de Dios, que en Sí mismo es comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que es Amor trinitario. Nuestra fe es verdaderamente personal, solo si es a la vez comunitaria: puede ser “mi fe”, solo si vive y se mueve en el “nosotros” de la Iglesia, solo si es nuestra fe, nuestra fe común en la única Iglesia.

El domingo en la misa, rezando el “Credo”, nos expresamos en primera persona, pero confesamos comunitariamente la única fe de la Iglesia. Ese “creo” pronunciado individualmente, se une al de un inmenso coro en el tiempo y en el espacio, en el que todos contribuyen, por así decirlo, a una polifonía armoniosa de la fe. El Catecismo de la Iglesia Católica lo resume de forma clara:“"Creer" es un acto eclesial. La fe de la Iglesia precede, engendra, conduce y alimenta nuestra fe. La Iglesia es la Madre de todos los creyentes. "Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre"[San Cipriano]” (n. 181). Por lo tanto, la fe nace en la Iglesia, conduce a ella y vive en ella. Esto es importante para recordarlo.

A principios de la aventura cristiana, cuando el Espíritu Santo desciende con poder sobre los discípulos, en el día de Pentecostés --como se relata en los Hechos de los Apóstoles (cf. 2,1-13)--, la Iglesia primitiva recibe la fuerza para llevar a cabo la misión que le ha confiado el Señor Resucitado: difundir por todos los rincones de la tierra el Evangelio, la buena noticia del Reino de Dios, y guiar así a cada hombre al encuentro con Él, a la fe que salva. Los Apóstoles superan todos los miedos en la proclamación de lo que habían oído, visto, experimentado en persona con Jesús. Por el poder del Espíritu Santo, comienzan a hablar en nuevas lenguas, anunciando abiertamente el misterio del que fueron testigos. En los Hechos de los Apóstoles, se nos relata el gran discurso que Pedro pronuncia en el día de Pentecostés. Comienza él con un pasaje del profeta Joel (3,1-5), refiriéndose a Jesús, y proclamando el núcleo central de la fe cristiana: Aquel que había sido acreditado ante ustedes por Dios con milagros y grandes señales, fue clavado y muerto en la cruz, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, constituyéndolo Señor y Cristo.

Con él entramos en la salvación final anunciada por los profetas, y quien invoque su nombre será salvo (cf. Hch. 2,17-24). Al oír estas palabras de Pedro, muchos se sienten desafiados personalmente, interpelados, se arrepienten de sus pecados y se hacen bautizar recibiendo el don del Espíritu Santo (cf. Hch. 2, 37-41). Así comienza el camino de la Iglesia, comunidad que lleva este anuncio en el tiempo y en el espacio, comunidad que es el Pueblo de Dios basado sobre la nueva alianza gracias a la sangre de Cristo, y cuyos miembros no pertenecen a un determinado grupo social o étnico, sino que son hombres y mujeres provenientes de cada nación y cultura. Es un pueblo “católico”, que habla lenguas nuevas, universalmente abierto a acoger a todos, más allá de toda frontera, haciendo caer todas las barreras. Dice san Pablo: "Donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos" (Col. 3,11).

La Iglesia, por tanto, desde el principio, es el lugar de la fe, el lugar de transmisión de la fe, el lugar en el que, mediante el Bautismo, estamos inmersos en el Misterio Pascual de la Muerte y Resurrección de Cristo, que nos libera de la esclavitud del pecado, nos da la libertad de hijos y nos introduce a la comunión con el Dios Trino. Al mismo tiempo, estamos inmersos en comunión con los demás hermanos y hermanas en la fe, con todo el Cuerpo de Cristo, sacándonos fuera de nuestro aislamiento. El Concilio Vaticano II nos lo recuerda: “Fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente” (Const. Dogm. Lumen Gentium, 9).

Al recordar la liturgia del bautismo, nos damos cuenta de que, al concluir las promesas en las que expresamos la renuncia al mal y repetimos “creo” a las verdades de la fe, el celebrante dice: “Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús Nuestro Señor”. La fe es una virtud teologal, dada por Dios, pero transmitida por la Iglesia a lo largo de la historia. El mismo san Pablo, escribiendo a los Corintios, afirma haberles comunicado el Evangelio que a su vez él había recibido (cf. 1 Cor. 15,3).

Hay una cadena ininterrumpida de la vida de la Iglesia, de la proclamación de la Palabra de Dios, de la celebración de los sacramentos, que llega hasta nosotros y que llamamos Tradición. Esta nos da la seguridad de que lo que creemos es el mensaje original de Cristo, predicado por los Apóstoles. El núcleo del anuncio primordial es el acontecimiento de la Muerte y Resurrección del Señor, de donde brota toda la herencia de la fe. El Concilio dice: “La predicación apostólica, que está expuesta de un modo especial en los libros inspirados, debía conservarse hasta el fin de los tiempos por una sucesión continua” (Const. Dogm. Dei Verbum, 8).

Por lo tanto, si la Biblia contiene la Palabra de Dios, la Tradición de la Iglesia la conserva y la transmite fielmente, para que las personas de todos los tiempos puedan acceder a sus inmensos recursos y enriquecerse con sus tesoros de gracia. Por eso la Iglesia, “en su doctrina, en su vida y en su culto transmite a todas las generaciones todo lo que ella es, todo lo que ella cree” (ibid.).

Por último, quiero destacar que es en la comunidad eclesial donde la fe personal crece y madura. Es interesante notar cómo en el Nuevo Testamento, la palabra “santos” se refiere a los cristianos como un todo, y por cierto no todos tenían las cualidades para ser declarados santos por la Iglesia. ¿Qué se quería indicar, pues, con este término? El hecho es que los que tenían y habían vivido la fe en Cristo resucitado, fueron llamados a convertirse en un punto de referencia para todos los demás, poniéndolos así en contacto con la Persona y con el Mensaje de Jesús, que revela el rostro del Dios vivo.

Y esto también vale para nosotros: un cristiano que se deja guiar y formar poco a poco por la fe de la Iglesia, a pesar de sus debilidades, sus limitaciones y sus dificultades, se vuelve como una ventana abierta a la luz del Dios vivo, que recibe esta luz y la transmite al mundo. El beato Juan Pablo II en la encíclica Redemptoris Missio afirmó que “la misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola!” (n. 2).

La tendencia, hoy generalizada, a relegar la fe al ámbito privado, contradice por tanto su propia naturaleza. Tenemos necesidad de la Iglesia para confirmar nuestra fe y para experimentar los dones de Dios: su Palabra, los sacramentos, el sostenimiento de la gracia y el testimonio del amor. Así, nuestro “yo” en el “nosotros” de la Iglesia, podrá percibirse, al mismo tiempo, como destinatario y protagonista de un acontecimiento que lo sobrepasa: la experiencia de la comunión con Dios, que establece la comunión entre las personas. En un mundo donde el individualismo parece regular las relaciones entre las personas, haciéndolas más frágiles, la fe nos llama a ser Pueblo de Dios, a ser Iglesia, portadores del amor y de la comunión de Dios para toda la humanidad (Cf. Const. Dogm. Gaudium et Spes, 1). Gracias por su atención.

Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.

UN MUNDO AMADO POR DIOS



Comentario del padre Federico Lombardi, en la clausura del Sínodo de la Nueva Evangelización.

“Vencer el miedo con la fe y mirar al mundo con sereno valor, porque – si bien está lleno de contradicciones y desafíos - permanece siempre el mundo que Dios ama”.

La reflexión de la Iglesia sobre la necesidad de una nueva evangelización nace ciertamente de un alejamiento de la fe y de las dificultades del anuncio en varias partes del mundo de hoy, pero el Mensaje con el que la Asamblea sinodal, antes de separarse, se dirige a la Iglesia no es una palabra desalentada; sino una palabra de compromiso y de esperanza fundada en la fe en Dios, en la presencia de Cristo resucitado y en la potencia de su Espíritu.

No hay pesimismo: globalización, secularización y nuevos escenarios de la sociedad; migraciones, deben ser oportunidades para la evangelización.

La amplia multiplicidad de los argumentos abordados por los miembros del Sínodo aparece reportada en una unidad interior coherente, que delinea a una Iglesia renovada, en todas las regiones del mundo, en todas sus partes y componentes – familias, parroquias, clero y laicado -, en la conciencia de su misión.

Una Iglesia siempre en diálogo con el mundo y sus problemas, en la cultura, ciencia, educación, arte; en la caridad activa; pero también en los campos de la economía, del trabajo y de la política para el servicio del bien común. En particular, una Iglesia en diálogo constructivo con los creyentes de las demás religiones, y una Iglesia que no sería ella misma si no supiera reconocer este rostro en los pobres que están siempre con nosotros.

Los Obispos y los demás miembros del Sínodo vuelven ahora a los lugares habituales de su servicio. Dejan al Papa – que fielmente los ha acompañado en todos sus trabajos - una rica contribución para profundizar. Pero la dejan también a toda la Iglesia, que en este Año de la Fe, ahora se siente más animada para encontrar los caminos, los lugares, los modos de compartir con todos el don de la fe: el más bello y el más precioso que existe.

Autor: P. Federico Lombardi

martes, 30 de octubre de 2012

¿QUÉ TANTO SABES TU, DE LA VASECTOMÍA?



1.- La vasectomía hace lucir más grandes tus testículos, ¿cierto o falso?

R.- Falso, sólo crees que tienes unos huevotes porque te atreviste, pero es cierto también que al día siguiente sientes que te llegan a las rodillas.

2.- Una vez terminada la operación, sales caminando, ¿cierto o falso?

R.- Cierto, sales caminando, pero llegas a casa gateando cuando pasa la anestesia, porque te duele hasta el culo.

3.- La vasectomía es una operación sin dolor, ¿cierto o falso?

R.- Cierto, la operación no duele, pero la anestesia que te inyectan directo en los huevos es una mentada de madre.

4.- La vasectomía te hace ver más joven, ¿cierto o falso?

R.- Cierto, después de que te rasuraron bien las bolas, te verás como lucias en primero de secundaria.

5.- La vasectomía se realiza con una pequeña incisión en los testículos, ¿Cierto o falso?

R.- Falso, se hace en un punto que los estudiosos conocen como "nies", porque nies un huevo, nies el otro, nies la pistola, nies nada.

6.- Después de la vasectomía, el miembro podría decirse que adquiere básicamente un aspecto similar a Barney, ¿cierto o falso?

R.- Cierto, la cabecita se queda morada.

7.- El costo de la cirugía es muy bajo, ¿cierto o falso?

R.- Falso, a pesar de que es una cirugía gratuita, en realidad te cuesta un huevo.

8.- Después de la cirugía te dicen "Sacarina", ¿cierto o falso?

R.- Cierto, porque endulzas pero no engordas

9.- Después de la vasectomía, el hombre es más propenso a los infartos, ¿Cierto o falso?

R.- Cierto, imagínate que tu esposa sale embarazada. Cojudazo.

SER MUJER ES UN DON...

TE EXTRAÑO...

SER O NO SER...

¿QUIEN ES PETER SINGER?



Puede perfectamente ser considerado como uno de los padres de la eutanasia, del aborto y del derecho de matar, que actualmente están tanto en boga.

Les ofrecemos solo algunas de sus afirmaciones para que descubran que tras la defensa de los animales encontramos a la misma bestia, al homicida desde el principio de los tiempos que ahora se regocija por nuestra falta de respuesta a esta su amenaza.

*Le corresponde a cada quien decidir si vivir o morir… Solo la propia persona puede decidir seguir viviendo teniendo proyectos a futuro*. Esto quiere decir que cada quien tiene el derecho de suicidarse y prosigue diciendo: una cosa es quitarle la vida a una persona en contra de su voluntad y otra completamente diferente es quitarle la vida a alguien que no sea persona, en cuanto a que el sujeto no posee voluntad alguna. Esto es claramente tener derecho al homicidio, la licencia de matar a quien según nuestro juicio carece de voluntad propia.

*No tengan discriminación contra nada basándose solamente en su especie, hemos creado una moral inadecuada…. Algunos animales no humanos que carecen de alguna de sus facultades en nuestra propia especie*. Como consecuencia, declara sin reservas en su obra maestra, ETICA PRACTICA: *debido a que la persona es un ser con un poco de conocimiento y de deseos… las razones válidas para matar a personas adultas no vale para los recién nacidos porque su vida tiene menor valor de aquella de un cerdo, de un perro o de un chimpancé*.

Este hombre de cincuenta años, un filósofo (¿¡) australiano con cátedras universitarias de la Universidad de Colorado hasta la de California, exaltado al unísono p que dice la prensa italiana en su última edición de RIPENSARE LA VITA con 240 páginas y un subtítulo que dice: La vieja moral ya no sirve. Después de haber aniquilado en dos conceptos cualquier *filosofía sistemática* llega hasta la *proyección del nuevo hombre* definiéndolo desde su capacidad de ser feliz sobre la tierra y sus relaciones con sus congéneres. Sobre todo con los perros y los chimpancés… y nosotros nos blo creemos y lo bebemos gota a gota.

EN CHINA SE INCLUYEN BEBES ABORTADOS EN LA DIETA



Del *AVVENIRE* periódico de Roma.

EXTREMO ORIENTE: Un diario de Hong Kong revela que algunos doctores de la cercana ciudad de Shenzen: Venden fetos o se nutren con ellos para garantizarse un cuerpo más vigoroso. Solo un grupo de médicos católicos condenaron esta práctica escalofriante como un acto de canibalismo.

*Fetos abortados son usados como reconstituyentes alimenticios: para garantizar una piel más suave y un cuerpo más fuerte. Pequeños cadáveres son utilizados en la cocina para preparar *saludables sopas*. Parece ser esta la última novedad en boga en China. Al menos se refirió a esto, otro diario de Hong Kong hace días: El Hong Kong Express Extra quien ha infiltrado a su7sbreporteros en los hospitales de Shenzhen, ciudad cercana de Hong Kong, meta de centenares de mujeres en busca de un aborto fácil, los reporteros han constatado lo que hasta entonces era un rumor, médicos y enfermeros hacen realmente comercio de fetos abortados que son utilizados por los compradores para mejorar el estado general del organismo.

ORA, ORA...

TÚ ME PROVEES...

YO SOY...

EL ANACORETA Y LA SANTIDAD





El joven seguidor dejó un libro en la estantería y exclamó:

- ¡Cada vez que leo la vida de un santo, veo más difícil la santidad!

Rió con ganas el Anacoreta y dijo:

- Hemos hecho de la santidad algo tan extraordinario, que ya no la deseamos por inalcanzable. ¿Por qué nos presentan esos santos que ya de pequeños eran perfectos?

Miró sonriendo a su seguidor y prosiguió:

- Jesús declara santos, bienaventurados, a los pobres, a los que lloran, a los perseguidos...Santo es el débil, el sencillo. Aquél que transparenta la presencia de Dios. La santidad se encuentra en la vida cotidiana. Santo es aquél que se reconoce pecador e intenta vivir en la Presencia de Dios a lo largo de su vida. Santo es el que intenta amar a todos, porque reconoce a Dios en todos... Santo es el que sabe levantarse cada vez que cae. La santidad es anónima y no alardea. Tenemos santos junto a nosotros, pero no sabemos verlos...

Joan Josep Tamburini

JESÚS HABLA



USTEDES NUNCA DEBEN RECHAZAR LAS REVELACIONES PRIVADAS SIN LAS CALIFICACIONES O LA HUMILDAD NECESARIAS

Miércoles, 24 de octubre del 2012, a las 21:11 hrs.

Mi muy querida y amada hija, es importante que no escuches a aquellos que atacan Mi Santa Palabra.

Bloquea tus oídos a los intentos que ahora serán hechos, especialmente aquellos por los que reclaman ser Teólogos Católicos, para rechazar Mis Santísimos mensajes.

Como te he dicho, el mayor ataque será de aquellos en la Iglesia Católica, que reclaman conocerme, pero que no entienden el Libro del Apocalipsis, ni los secretos contenidos en el mismo.

Ellos no pueden conocer esto porque Yo, el Cordero de Dios, no lo he revelado a todos ellos todavía.

¡Cómo Me frustran ellos a Mí! ¡Cómo Me hieren! Por cada rechazo cruel que infligen sobre Mis mensajes, hunden otro clavo dentro de Mi Cuerpo.

Por cada instrucción que Yo doy, por el bien de las almas, las que ellos rechazan vehementemente, Me crucifican otra vez.

Sin embargo no importa cómo ellos Me hieran, porque Yo moriría mil muertes si tan solo fuera para salvar una otra alma.

Ellos pueden desechar Mis mensajes, ridiculizarte a ti, hija Mía y rechazarme a Mí, pero no podrán impedir que la Voluntad de Mi Padre sea finalmente llevada a término.

Estas pobres almas creen, a veces, que se están comportando responsablemente, diciéndole a la gente que no acepten Mis mensajes.

Lo que están haciendo es impidiendo que la Palabra de Dios sea presentada a los hijos de Dios. Si ellos continúan haciendo esto, serán silenciados por la Mano de Mi Padre.

Ningún hombre Me detendrá en Mi búsqueda de salvar almas.

Aquellos siervos sagrados, que persisten en bloquear Mi Palabra, para que no sea escuchada, sepan esto: ¡Sus palabras constantes y sus acusaciones blasfemas, los despojarán de las gracias concedidas a ustedes en su vocación! A menos que Me llamen, a través de la oración, por la respuesta que necesiten, Yo no puedo ayudarlos.

¡Ustedes nunca deben rechazar las revelaciones privadas, sin la calificación o la humildad necesaria! ¡Incluso entonces, nunca pueden juzgar tales afirmaciones! ¡Guarden silencio!

Recen por el don del discernimiento en todo momento. De otra manera serán hallados culpables del peor crimen ante los Ojos de Mi Padre: el crimen de impedirle a El salvar almas, a través de la Santa Palabra de Su Hijo.

Su Jesús

VIRGEN MARÍA: EL AUMENTO DE LA IGLESIA REMANENTE DE MI HIJO CONTINUARÁ

Jueves, 25 de octubre del 2012 a la 7:30 hrs.

Mi niña, más y más personas están siendo llevadas a estos Santos Mensajes por el mundo entero, como nunca antes.

Muchos no entienden el verdadero propósito de estos mensajes. Lo que ellos deben saber es que son un Don para la Humanidad, con el fin de llevar a cabo la conversión.

Están siendo dados al mundo para llevar las almas al hábito de la oración y que participe en los Santos Sacramentos.

Sobre todo, estos mensajes proveen una forma de calma y paz del alma, para que más de los hijos de Dios sean hechos dignos de entrar al Nuevo Paraíso.

Por los frutos de estos mensajes, la fe de los hijos de Dios será presenciada.

El aumento de la Iglesia remanente de Mi Hijo continuará por éstos y otros Santos Mensajes, dados a visionarios genuinos por todo el mundo.

Dios ama a sus hijos tantísimo, que todo será hecho para asegurar que la salvación de todas las almas sea alcanzada.

Mi Hijo ha preparado bien todos Sus planes, para que sean alcanzados a través de estos mensajes, y sean cumplidos.

Este es el por qué ustedes nunca deben sentirse desesperados.

La esperanza es todo lo que es importante.

Confíen en Mi Hijo, cuando se rindan completamente delante de El, significará que puede finalizar Sus planes para salvar cada pecador, a través de su compromiso con El.

Ustedes deben comprometerse con su promesa, hijos, de aceptar Sus instrucciones y Su Amor los envolverá para hacerlos fuertes.

Su Madre, La Madre de la Salvación

DESEO QUE MI EJÉRCITO RECE ESTA CRUZADA DE ORACIÓN POR LA VICTORIA DE LA IGLESIA REMANENTE

Jueves, 25 de octubre del 2012, a las 21:50 hrs.

Mi muy querida y amada hija, debes alentar a todos Mis seguidores a continuar estableciendo Grupos de Oración por todas partes.

El momento ha llegado para que Yo haga un llamado y los reúna a todos ustedes, para formar Mi ejército, para que la marcha a la victoria eterna pueda comenzar este mismo día.

El 9 de noviembre del 2012, el segundo aniversario de Mi primer llamado a ti, hija Mía, deseo que Mi ejército rece esta Cruzada de Oración, por la Victoria de la Iglesia Remanente.

Cruzada de Oración (82): Por la Victoria de la Iglesia Remanente

Jesús, Rey y Salvador del mundo, a Ti comprometemos nuestro honor, nuestra lealtad y obras,

para proclamar Tu Gloria a todos.

Ayúdanos a obtener la fortaleza y la confianza, para levantarnos y declarar la Verdad en todo momento.

Nunca nos permitas vacilar o retrasarnos en nuestra marcha hacia la victoria y en nuestro plan de salvar almas.

Comprometemos nuestra entrega, nuestro corazón y todo lo que poseemos, para que seamos libres de obstáculos, mientras continuamos el espinoso camino hacia las puertas del Nuevo Paraíso.

Te amamos, muy querido Jesús, nuestro amado Salvador y Redentor.

Nos unimos en cuerpo, mente y espíritu dentro de Tu Sagrado Corazón.

Derrama sobre nosotros Tu gracia de Protección.

Cúbrenos con Tu Preciosa Sangre, para que seamos llenados con coraje y amor para levantarnos y declarar la Verdad de Tu Nuevo Reino. Amén.

Les pido, queridos seguidores Míos, reunir, desarrollar y difundir Mi Santa Palabra a cada nación. Les pido que se enfoquen en Mí siempre y que trabajen Conmigo hacia la victoria de salvación final.

Su Jesús

Al copiar los mensajes, por favor, informar a la fuente: www.jesushabla.com

EL ARZOBISPADO DE VARSOVIA ADVIERTE DE QUE HALLOWEEN CULTIVA EL OCULTISMO EN LOS NIÑOS



Lo admitió el satanista Anton Lavey.

«El ocultismo está en contradicción con las enseñanzas de la Iglesia y la vocación del cristiano», recuerda el mensaje.

La Iglesia católica de Polonia ha criticado duramente las prácticas "satanistas" propias de la fiesta de Halloween en un mensaje publicado en la página web de la archidiócesis de Varsovia.

La tradición de Halloween "es el resultado de la propagación del ocultismo y la magia", afirma, y "tiene sus raíces en el culto pagano a los espíritus y a un dios celta de la muerte".

Anton Lavey, el fundador del satanismo moderno, manifestó que la noche del 31 octubre a 1 noviembre se da la gran fiesta luciferina en la que se celebran violentos actos ocultistas, "y la Iglesia condena abiertamente tales prácticas", reza el mensaje.

"Con el pretexto de diversión, nos invitan a niños, jóvenes y adultos a practicar el ocultismo, que está en contradicción con las enseñanzas de la Iglesia y la vocación del cristiano", concluye.

Agencias

OBAMA COPIA A PUTIN PARA RECLAMAR EL VOTO JOVEN Y LO COMPARA CON LA PÉRDIDA DE LA VIRGINIDAD



Campaña electoral.

El partido demócrata lanza un nuevo anuncio en las redes sociales que es además copia de uno similar del presidente Ruso.

Tu primera vez no debería ser con cualquiera. Te gustaría hacerlo con un gran tipo». Así comienza el nuevo anuncio que el equipo de comunicación del partido demócrata difundió la pasada semana en las redes sociales para captar el voto joven y que se puede ver aquí.

A partir de este momento, se va haciendo poco a poco obvio que está hablando de la primera vez que una joven participa en las elecciones, aunque los constantes dobles sentidos y los juegos ambiguos de palabras facilitan la confusión: «Debería ser con alguien que tenga unas bonitas... [señalando sus sus manos]. Alguien que se preocupe y entienda a las mujeres».

Al final el anuncio termina clarificando la metáfora: «La primera vez que voté fue increíble. Hay una línea en la arena. Antes de eso era una niña, ahora soy una mujer. Fui al colegio electoral, cerré la cortina tras de mí. Voté a Barack Obama».

Pocas horas después de ser propagado por las redes sociales, las reacciones no se han hecho esperar. Muchos conservadores han expresado ya su rechazo considerando que el anuncio es «repugnante» y «asombrosamente carente de gusto».

Monica Crowley, escritora y analista de la cadena Fox News, ha calificado el anuncio a través de su cuenta de twitter como «enfermo y degrandante»

¿UTILIZANDO CONCEPTOS RUSOS?

Además de la polémica surgida por el anuncio y por usar un símil posiblemente muy poco apropiado, a esto se ha añadido ahora el descubrimiento: ni siquiera el anuncio que compara las elecciones con el sexo es una idea original (al menos no del todo) del equipo de comunicación de Barack Obama.

A principios de este año, Vladimir Putin reclamó también el voto joven femenino con este anuncio:

En el que el concepto de fondo es ciertamente el mismo: una bella joven acude a una echadora de cartas para conocer su futuro. La adivina le promete que encontrará al hombre de sus sueños, el destinado para ella, y descubre una carta con la figura de Vladimir Putin. «Serás feliz con él», le promete.

UNA ACTRIZ YA CONOCIDA

Pero, ¿quién es la actriz que protagoniza el anuncio pro Obama? Se llama Lena Dunham y a nadie en Estados Unidos ha sorprendido que pidiera el voto para el presidente demócrata con un monólogo feminista lleno de referencias sexuales.

Dunham es creadora y protagonista de la serie Girls, estrenada este mismo año por la cadena HBO, centrada en la vida de cuatro jóvenes veinteañeras tratando de forjarse un futuro profesional y sentimental después de mudarse a Nueva York.

La serie ha sido calificada como «la hermana pequeña de Sexo en Nueva York» por sus parecidos más que razonables (cuatro protagonistas con una vida sexual cuestionable).

Dunham era ya conocida antes por sus posición pro-aborto y liberal en materia sexual y por muchos comentarios obscenos en su cuenta de Twitter @lenadunham

Sara Martín / ReL

DE CONFESAR A UN MENDIGO A LA BROMA A UN OBISPO... ALGUNAS ANÉCDOTAS DEL BEATO JUAN PABLO II



La cara desconocida del Papa.

Juan Pablo II era un hombre sencillo y así lo demostraba. Sus más allegados cuentan algunas anécdotas que reflejan cómo era el Papa en su día a día.

La vida de Juan Pablo II sigue fascinando a propios y a extraños, a creyentes y no creyentes. A nadie dejó indiferente el beato, el Papa de los jóvenes. Durante sus 27 años de Pontificado se produjeron miles de anécdotas y hechos que han puesto en evidencia la profunda y extraordinaria personalidad de aquel joven cardenal polaco que se sentó en la Cátedra de San Pedro.

Uno de los que mejor conoce esta multitud de detalles es Slawomir Oder, postulador de la causa de beatificación y canonización de Juan Pablo II. Tras años de trabajo descubrió el amor y el sentido del humor del Papa ahora beato hacia su grey.

CONFESADO POR UN MENDIGO

El sacramento de la reconciliación era primordial para él y todos los Viernes Santo acudía a la Basílica de San Pedro a confesar. Sin embargo, hay una anécdota que muestra muy a las claras cómo era: el Papa fue confesado por un mendigo.

Oder afirma que un monseñor de Estados Unidos que se encontraba por Roma se disponía a rezar en una parroquia de la capital italiana cuando al entrar en ella se encontró con un mendigo. Pasó de largo pero le iba dando vueltas a la cara de esa persona hasta que se dio cuenta de que le conocía, que hace años habían sido compañeros en el seminario y que se ordenaron el mismo día. Volvió hacía él, le saludó y le preguntó qué le había ocurrido. Éste le dijo que había perdido su vocación y la fe.

Al día siguiente este sacerdote estadounidense participaba en un encuentro privado con Juan Pablo II y cuando le tocó el turno para saludarle no pudo dejar de contarle lo que le había ocurrido en la víspera. El Papa se preocupó por la situación e invitó a este cura y al mendigo a cenar con él.

“UNA VEZ SACERDOTE, SACERDOTE SIEMPRE”

Tras proporcionarle ropa limpia y aseo ambos acudieron al encuentro con el Santo Padre hasta que en un momento tras la cena, el ahora beato pidió al sacerdote que les dejara solos. Entonces pidió al mendigo que escuchara su confesión. Éste se quedó estupefacto y le dijo que ya no era sacerdote. “Una vez sacerdote, sacerdote siempre”, le contestó el Papa. Sin embargo, éste insistió y le dijo que “estoy privado de mi derecho a ser sacerdote” pero igualmente Juan Pablo II le contestó que era “el Obispo de Roma y me puedo encargar de eso”.

Finalmente, el mendigo confesó al Papa y viceversa. El sacerdote sin fe lloró amargamente y el beato le dijo: “¿ves la grandeza del sacerdocio? No la desfigures”. Al salir de ese encuentro con su vocación sacerdotal renovada, el Santo Padre le envió a la parroquia en la que pedía limosna y le nombró asistente y encargado de la atención de los mendigos.

LA BODA DEL CERRAJERO Y LA MECANÓGRAFA

Como ésta, existen multitud de anécdotas de Juan Pablo II que apenas son conocidas. Lo que sí acreditan los más cercanos a él es que era una persona detallista y cercana, que bautizaba a los hijos de sus amigos o de sus más modestos colaboradores. Llegó a casar a una mecanógrafa con un cerrajero e incluso tras las cenas siempre se pasaba por la cocina para agradecer el trabajo de los cocineros.

¿LOS DEFECTOS DEL PAPA?

Por ello, muchos se han preguntado si tenía defectos. En una entrevista monseñor Oder comentaba lo siguiente: “Imagino que sí, como todos. Algunos dicen que era demasiado transparente. Recuerdo el problema que se creó cuando una periodista logró fotografiarlo mientras se lanzaba a la piscina de Castel Gandolfo. Cuando le informaron dijo: ¿de verdad? ¿y dónde lo podré ver publicado? Y es que le daba igual. Otros sostienen que podía parecer que daba signos de inquietarse, pero era evidente que tenía gran dominio de sí”.

A raíz de esto cuenta otra historia de cuando era cardenal de Cracovia. Le informaron de que un sacerdote de la Diócesis acumulaba numerosas multas por su conducción. “Le llamó, le regañó amablemente y le pidió que dejase allí su carnet de conducir. Pero en cuanto aquel pobre sacerdote abandonó arrepentido el despacho, Wojtyla reflexionó: ‘¿y cómo llegará este hombre a todas las parroquias que tiene que atender?’. Así que enseguida le llamaron y le entregó de nuevo su carnet”.

LA HUMILDAD DEL BEATO

Otra persona que también puede contar algunas de estas anécdotas es Joaquín Navarro Valls, portavoz de la Santa Sede durante el Pontificado de Juan Pablo II. El español relata en una entrevista que “en cierta ocasión, le sugerí que no leyese un artículo bastante agrio en el que se le denigraba. Para mi sorpresa, me dijo que el periodista que lo había escrito estaba pasando por una muy difícil situación familiar y que, por lo tanto, requería nuestra especial comprensión”.

Navarro Valls cuenta también los esfuerzos del Papa para no caer en la autocomplacencia. “Entré en sus aposentos enarbolando un ejemplar de la revista Time, que le consagraba como ‘hombre del año’. Mientras conversábamos noté que daba la vuelta a la revista sin dejar de hablar. Yo, muy delicadamente, volví a mostrársela, y él, una vez más, la apartó de sí. ¿Qué ocurre Santidad, es que no le agrada?, le pregunté”. Él respondió esbozando una sonrisa: “Tal vez me agrade demasiado”.

Tras muchos años sirviendo al Papa confiesa que “su capacidad para sobreponerse, no ya sólo al dolor físico, sino a las preocupaciones de cada día, manteniendo el sentido del humor, implica un olvido voluntario, deliberado, de uno mismo”.

LA BROMA AL OBISPO

Sobre humor se puede escribir mucho del nuevo beato de la Iglesia. Este es sólo un pequeño detalle. Lo cuenta también Navarro Valls: “un día, recién llegado del hospital Gemelli, donde había sido intervenido a causa de una rotura de fémur, recibió a un obispo. Este se entretuvo en elogiar el buen aspecto que tenía: ¿sabe que le digo? El hospital le ha sentado muy bien. Está incluso mejor que antes de ingresar en el Gemelli. Él miró fijamente con pillería al contestarle: “entonces, ¿por qué no ingresa usted también allí?”. La cara del obispo ante esta respuesta tuvo que ser todo un poema.

Javier Lozano / ReL

MIGRACIONES: PEREGRINACIÓN DE FE Y ESPERANZA



CIUDAD DEL VATICANO, lunes 29 octubre 2012 (ZENIT.org).- Con motivo de la 99 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebrará el próximo 13 de enero de 2013, Benedicto XVI ha hecho público anticipadamente su mensaje para aquella Jornada. Ofrecemos el texto íntegro publicado por la Sala de Prensa vaticana.

Queridos hermanos:

El Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et Spes, ha recordado que «la Iglesia avanza juntamente con toda la humanidad» (n. 40), por lo cual «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón» (ibíd,1). Se hicieron eco de esta declaración el Siervo de Dios Pablo VI, que llamó a la Iglesia «experta en humanidad» (Enc. Populorum Progressio, 13), y el Beato Juan Pablo II, quien afirmó que la persona humana es «el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión..., camino trazado por Cristo mismo» (Enc. Centesimus Annus, 53). En mi Encíclica Caritas in Veritate he querido precisar, siguiendo a mis predecesores, que «toda la Iglesia, en todo su ser y obrar, cuando anuncia, celebra y actúa en la caridad, tiende a promover el desarrollo integral del hombre» (n. 11), refiriéndome también a los millones de hombres y mujeres que, por motivos diversos, viven la experiencia de la migración. En efecto, los flujos migratorios son «un fenómeno que impresiona por sus grandes dimensiones, por los problemas sociales, económicos, políticos, culturales y religiosos que suscita, y por los dramáticos desafíos que plantea a las comunidades nacionales y a la comunidad internacional» (ibíd., 62), ya que «todo emigrante es una persona humana que, en cuanto tal, posee derechos fundamentales inalienables que han de ser respetados por todos y en cualquier situación» (ibíd.).

En este contexto, he querido dedicar la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2013 al tema «Migraciones: peregrinación de fe y esperanza», en concomitancia con las celebraciones del 50 aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II y de los 60 años de la promulgación de la Constitución apostólica Exsul Familia, al mismo tiempo que toda la Iglesia está comprometida en vivir el Año de la Fe, acogiendo con entusiasmo el desafío de la nueva evangelización.

En efecto, fe y esperanza forman un binomio inseparable en el corazón de muchísimos emigrantes, puesto que en ellos anida el anhelo de una vida mejor, a lo que se une en muchas ocasiones el deseo de querer dejar atrás la «desesperación» de un futuro imposible de construir. Al mismo tiempo, el viaje de muchos está animado por la profunda confianza de que Dios no abandona a sus criaturas y este consuelo hace que sean más soportables las heridas del desarraigo y la separación, tal vez con la oculta esperanza de un futuro regreso a la tierra de origen. Fe y esperanza, por lo tanto, conforman a menudo el equipaje de aquellos que emigran, conscientes de que con ellas «podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino» (Enc. Spe Salvi, 1).

En el vasto campo de las migraciones, la solicitud maternal de la Iglesia se realiza en diversas directrices. Por una parte, la que contempla las migraciones bajo el perfil dominante de la pobreza y de los sufrimientos, que con frecuencia produce dramas y tragedias. Aquí se concretan las operaciones de auxilio para resolver las numerosas emergencias, con generosa dedicación de grupos e individuos, asociaciones de voluntariado y movimientos, organizaciones parroquiales y diocesanas, en colaboración con todas las personas de buena voluntad. Pero, por otra parte, la Iglesia no deja de poner de manifiesto los aspectos positivos, las buenas posibilidades y los recursos que comportan las migraciones. Es aquí donde se incluyen las acciones de acogida que favorecen y acompañan una inserción integral de los emigrantes, solicitantes de asilo y refugiados en el nuevo contexto socio-cultural, sin olvidar la dimensión religiosa, esencial para la vida de cada persona. La Iglesia, por su misión confiada por el mismo Cristo, está llamada a prestar especial atención y cuidado a esta dimensión precisamente: ésta es su tarea más importante y específica. Por lo que concierne a los fieles cristianos provenientes de diversas zonas del mundo, el cuidado de la dimensión religiosa incluye también el diálogo ecuménico y la atención de las nuevas comunidades, mientras que por lo que se refiere a los fieles católicos se expresa, entre otras cosas, mediante la creación de nuevas estructuras pastorales y la valorización de los diversos ritos, hasta la plena participación en la vida de la comunidad eclesial local. La promoción humana está unida a la comunión espiritual, que abre el camino «a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo» (Carta ap. Porta Fidei, 6). La Iglesia ofrece siempre un don precioso cuando lleva al encuentro con Cristo que abre a una esperanza estable y fiable.

Con respecto a los emigrantes y refugiados, la Iglesia y las diversas realidades que en ella se inspiran están llamadas a evitar el riesgo del mero asistencialismo, para favorecer la auténtica integración, en una sociedad donde todos y cada uno sean miembros activos y responsables del bienestar del otro, asegurando con generosidad aportaciones originales, con pleno derecho de ciudadanía y de participación en los mismos derechos y deberes. Aquellos que emigran llevan consigo sentimientos de confianza y de esperanza que animan y confortan en la búsqueda de mejores oportunidades de vida. Sin embargo, no buscan solamente una mejora de su condición económica, social o política. Es cierto que el viaje migratorio a menudo tiene su origen en el miedo, especialmente cuando las persecuciones y la violencia obligan a huir, con el trauma del abandono de los familiares y de los bienes que, en cierta medida, aseguraban la supervivencia. Sin embargo, el sufrimiento, la enorme pérdida y, a veces, una sensación de alienación frente a un futuro incierto no destruyen el sueño de reconstruir, con esperanza y valentía, la vida en un país extranjero. En verdad, los que emigran alimentan la esperanza de encontrar acogida, de obtener ayuda solidaria y de estar en contacto con personas que, comprendiendo las fatigas y la tragedia de su prójimo, y también reconociendo los valores y los recursos que aportan, estén dispuestos a compartir humanidad y recursos materiales con quien está necesitado y desfavorecido. Debemos reiterar, en efecto, que «la solidaridad universal, que es un hecho y un beneficio para todos, es también un deber» (Enc. Caritas in Veritate, 43). Emigrantes y refugiados, junto a las dificultades, pueden experimentar también relaciones nuevas y acogedoras, que les alienten a contribuir al bienestar de los países de acogida con sus habilidades profesionales, su patrimonio sociocultural y también, a menudo, con su testimonio de fe, que estimula a las comunidades de antigua tradición cristiana, anima a encontrar a Cristo e invita a conocer la Iglesia.

Es cierto que cada Estado tiene el derecho de regular los flujos migratorios y adoptar medidas políticas dictadas por las exigencias generales del bien común, pero siempre garantizando el respeto de la dignidad de toda persona humana. El derecho de la persona a emigrar --como recuerda la Constitución conciliar Gaudium et Spes en el nº 65- es uno de los derechos humanos fundamentales, facultando a cada uno a establecerse donde considere más oportuno para una mejor realización de sus capacidades y aspiraciones y de sus proyectos. Sin embargo, en el actual contexto socio-político, antes incluso que el derecho a emigrar, hay que reafirmar el derecho a no emigrar, es decir, a tener las condiciones para permanecer en la propia tierra, repitiendo con el Beato Juan Pablo II que «es un derecho primario del hombre vivir en su propia patria. Sin embargo, este derecho es efectivo sólo si se tienen constantemente bajo control los factores que impulsan a la emigración» (Discurso al IV Congreso mundial de las Migraciones, 1998). En efecto, actualmente vemos que muchas migraciones son el resultado de la precariedad económica, de la falta de bienes básicos, de desastres naturales, de guerras y de desórdenes sociales. En lugar de una peregrinación animada por la confianza, la fe y la esperanza, emigrar se convierte entonces en un «calvario» para la supervivencia, donde hombres y mujeres aparecen más como víctimas que como protagonistas y responsables de su migración. Así, mientras que hay emigrantes que alcanzan una buena posición y viven con dignidad, con una adecuada integración en el ámbito de acogida, son muchos los que viven en condiciones de marginalidad y, a veces, de explotación y privación de los derechos humanos fundamentales, o que adoptan conductas perjudiciales para la sociedad en la que viven. El camino de la integración incluye derechos y deberes, atención y cuidado a los emigrantes para que tengan una vida digna, pero también atención por parte de los emigrantes hacia los valores que ofrece la sociedad en la que se insertan.

En este sentido, no podemos olvidar la cuestión de la inmigración irregular, un asunto más acuciante en los casos en que se configura como tráfico y explotación de personas, con mayor riesgo para mujeres y niños. Estos crímenes han de ser decididamente condenados y castigados, mientras que una gestión regulada de los flujos migratorios, que no se reduzca al cierre hermético de las fronteras, al endurecimiento de las sanciones contra los irregulares y a la adopción de medidas que desalienten nuevos ingresos, podría al menos limitar para muchos emigrantes los peligros de caer víctimas del mencionado tráfico. En efecto, son muy necesarias intervenciones orgánicas y multilaterales en favor del desarrollo de los países de origen, medidas eficaces para erradicar la trata de personas, programas orgánicos de flujos de entrada legal, mayor disposición a considerar los casos individuales que requieran protección humanitaria además de asilo político. A las normativas adecuadas se debe asociar un paciente y constante trabajo de formación de la mentalidad y de las conciencias. En todo esto, es importante fortalecer y desarrollar las relaciones de entendimiento y de cooperación entre las realidades eclesiales e institucionales que están al servicio del desarrollo integral de la persona humana. Desde la óptica cristiana, el compromiso social y humanitario halla su fuerza en la fidelidad al Evangelio, siendo conscientes de que «el que sigue a Cristo, Hombre perfecto, se perfecciona cada vez más en su propia dignidad de hombre» (Gaudium et Spes, 41).

Queridos hermanos emigrantes, que esta Jornada Mundial os ayude a renovar la confianza y la esperanza en el Señor que está siempre junto a nosotros. No perdáis la oportunidad de encontrarlo y reconocer su rostro en los gestos de bondad que recibís en vuestra peregrinación migratoria. Alegraos porque el Señor está cerca de vosotros y, con Él, podréis superar obstáculos y dificultades, aprovechando los testimonios de apertura y acogida que muchos os ofrecen. De hecho, «la vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía» (Enc. Spe Salvi, 49).

Encomiendo a cada uno de vosotros a la Bienaventurada Virgen María, signo de segura esperanza y de consolación, «estrella del camino», que con su maternal presencia está cerca de nosotros cada momento de la vida, y a todos imparto con afecto la Bendición Apostólica.

Ciudad del Vaticano, 12 de octubre de 2012

BENEDICTUS PP. XVI