sábado, 31 de diciembre de 2022

PLENITUD…

Llegué a la edad madura.

Mi pasión aún no se extingue.

Ahora soy más tierna.

Sólo deseo caricias que vengan a curar las heridas que por muchos años he cargado.

Ya no creo en quimeras, ni en promesas de amor eterno.

Anhelo mirar la luna, con un amor bonito tomados de la mano para nunca jamás soltarnos.

LA SAGRADA FAMILIA TAMBIÉN FUE ALGUNA VEZ UNA FAMILIA DE INMIGRANTES Y REFUGIADOS

Mons. Chaput hizo un vínculo entre la huida a Egipto de la Sagrada Familia y la historia de muchos inmigrantes.

Por: Mons. Charles Chaput, Arzobispo de Denver | Fuente: aciprensa.com

Los fieles católicos “debemos recordar que la Sagrada Familia también fue alguna vez una familia de inmigrantes y refugiados”, afirmó Mons. Charles Chaput, por lo tanto, “debemos tratar a los indocumentados con la misma  misericordia y justicia que esperamos para nosotros”.

En un comunicado, Mons. Chaput hizo un vínculo entre la huida a Egipto de la Sagrada Familia y las historias de muchos inmigrantes en la actualidad.

“María, – nuestra Madre; la Madre de la Iglesia – tuvo una comprensión íntima del sufrimiento, la huida, la falta de un hogar y la incertidumbre”, reflexionó el Prelado en el texto divulgado con ocasión de la Fiesta de la Virgen de Guadalupe el pasado 12 de diciembre. Asimismo, agregó que los títulos honoríficos de la Virgen son “plenamente merecidos” pero “a veces pueden oscurecer la realidad humana de la vida de María”.

Ella fue, expresó el Arzobispo, “una joven muchacha proveniente de las rocosas colinas de Galilea, embarazada, con una historia aparentemente inverosímil antes de su matrimonio con José, fue quien dio a luz a un hijo en el frío de un establo lejos del hogar y luego, perseguidos por Herodes, se vio obligada a huir hacia Egipto”.

“En Guadalupe, María no se apareció al rico o al poderoso, o incluso al obispo local, sino al pobre campesino Juan Diego”, continuó el Arzobispo. “Su ternura hacia los pobres es algo que tenemos que recordar (…), porque nuestra fe cristiana es más que un conjunto de ideas o palabras bonitas. Supone ser vivida. Supone transformar nuestro pensamiento y nuestras acciones”.

Si bien reconoce que el gobierno actual de Estados Unidos, “ha tomado acciones que un gran número de católicos consideran peligrosas”, Mons. Chaput defendió la decisión del presidente Barack Obama de aplazar la deportación para muchos inmigrantes indocumentados y sus familias, señalando que era la decisión “correcta”.

El 20 de noviembre, Obama presentó una orden ejecutiva que aplaza la deportación de ciertos padres inmigrantes indocumentados por un máximo de tres años y les permite trabajar de forma legal.

Cerca de cuatro millones de personas cumplen los requerimientos para no ser deportados: Cinco años de residencia en Estados Unidos, tener hijos que sean ciudadanos estadounidenses o residentes legales, aprobar una revisión de antecedentes penales y aceptar pagar impuestos.

La orden también extendió algunos beneficios de residencia temporal a más hijos de inmigrantes indocumentados. El Presidente dijo que aumentaría los recursos para la seguridad fronteriza y deportaría a los inmigrantes indocumentados que habían cruzado recientemente la frontera.

La orden “impide la desintegración de las familias con un estatus migratorio mixto”, dijo el Arzobispo de Filadelfia. “También protege a los que fueron traídos a Estados Unidos cuando eran niños y han crecido conociendo nada más que la vida estadounidense, ignorando todo sobre la tierra natal de sus padres”.

Mons. Chaput recordó que durante más de diez años, los obispos de Estados Unidos han abogado por una reforma “justa y razonable” sobre las políticas de inmigración. Agregó que los dos partidos políticos principales del país tienen “una generosa porción de la culpa” por el fracaso de garantizar una política de inmigración justa”.

“Independiente del tiempo y los motivos de la acción ejecutiva vigente, aplazar las deportaciones sirve para la supervivencia y la dignidad humana de las familias involucradas. Y puede, finalmente, obligar a la Casa Blanca y al Congreso a cooperar fructíferamente”, aseguró.

UNA FORMA REALMENTE CATÓLICA DE DESPEDIR EL AÑO

Una respuesta llena de fe a las supersticiones y ritos con las muchos inician el año.

Fuente: tengoseddeti.org

Una de las cosas más divertidas de la despedida del año viejo –o el recibimiento del nuevo, depende de cómo se mire– es ver la cantidad de rituales que hace la gente. Que si andar con una maleta… o darse un baño de rosas… o vestirse de tal o cual color… o comer 12 uvas… o poner una moneda dentro de tu calzado… todo esto para “despojarse” de la mala suerte y “atraer” la “energía” positiva. ¡Hay que ver las cosas que cree la gente…!!!

Lamento darte la noticia, pero esto no funciona… y, encima de eso, en lugar de comenzar el año “despojado”, lo que haces es añadirle a tu alma el pecado de poner tu confianza en supersticiones en lugar de ponerla en Dios.

Lo sé, el año que termina ha estado duro. Mucha gente perdió sus trabajos y la economía anda por el piso. La violencia y la criminalidad nos arropan. Los gobiernos, en lugar de aliviar la crisis, parecen agravarla. Y la actitud general de la mayoría va desde la desesperanza hasta la desesperación. Ante tal panorama, no en balde se busca algo de qué aferrarse.

Por eso quiero darte la receta del mejor ritual para despedir este año que termina y comenzar el nuevo:

·         Comienza por ir a visitar al Señor… Muchas Iglesias tienen hoy una Hora Santa para dar gracias por el año que pasó. También puedes ir a visitarlo al Sagrario, Él siempre está allí esperándonos. Si puedes asistir a Misa y recibirlo en la Eucaristía, ¡mejor!


·         Un examen de conciencia exhaustivo te vendría bien. Si puedes completarlo con una buena Confesión, ¡perfecto! Así comienzas el próximo año en gracia y con el alma limpiecita. (Recuerda que si estás en pecado, la Confesión debe venir primero que la Comunión.)


·         Ten fe… y junto con la fe vienen la confianza, la esperanza y la caridad. Cree en Dios y, sobre todo, créele a Dios. Las Escrituras están llenas de Palabras maravillosas que van dirigidas a ti. ¡Créelas! Dios te ama, te conoce desde el vientre de tu madre, te tiene tatuado en la palma de su mano, no cae uno de tus cabellos sin que Él lo permita… abandónate en Él y proponte hacer su Voluntad. Te prometo que todo marchará sobre ruedas si lo haces.


·         Abraza a tu esposa/o, a tus hijos, a tus padres, a tus amigos… abrázales y diles que los amas. Que tus palabras broten del fondo de tu corazón, que sean tan sólidas que casi puedan cogerse con la mano. Y no olvides sonreír. La alegría es contagiosa y si tú estás alegre, las personas a tu alrededor también lo estarán.


·         Hazte el propósito de ser mejor en el próximo año… pero, al contrario de la sociedad que nos rodea, este próximo año no será mejor si progresamos económicamente, sino si hemos crecido en el amor a Dios… si hemos sido mejores esposos, mejores padres, mejores hijos, mejores amigos: en fin, será un año bueno si al final podemos decir que somos mejores seres humanos.

¡Muchas felicidades… y que Dios te bendiga!

ADIÓS A LA NOCHE VIEJA

¿Qué me traerá el año que comienza? ¡Lo que Tú quieras, Señor!

Por: Catholic.net | Fuente: Catholic.net

BALANCE DE FIN DE AÑO
En fin de año se reúnen las familias cristianas, para despedir juntos el año que termina y recibir el que empieza.
Es una oportunidad para hacer un balance de nuestra vida y reflexionar en lo que hemos hecho y lo que dejamos de hacer.

Debemos ir a la Iglesia a dar gracias a Dios por el año que termina y pedir ayuda para el año que comienza.

En familia, se puede platicar acerca de cómo ha sido el año para cada uno y los propósitos que se tienen para el próximo.

ALGUNAS PAUTAS PARA REFLEXIONAR:
 

·         -¿Qué cosas buenas he hecho este año para mí?

·         -¿Qué obras buenas he hecho por los demás?

·         -¿Con qué no cumplí de la mejor manera?

·         -¿En qué puedo mejorar mi vida?

·         -¿Cuánto aumentó mi amor a Dios y a la Iglesia?

·         -¿Cómo he cumplido con mi vocación (como hijo de familia, como padre de familia, como esposo, como cristiano?

·         -¿Qué propósitos tengo para el siguiente año?

·          

·         SUGERENCIAS PARA DESPEDIR LA NOCHE VIEJA:

·          

Cada miembro de la familia escribe en un papel la actitud que va a tratar de mejorar el próximo año, después queman todos los papeles juntos, en una fogata.
También, pueden decir en voz alta a lo que se comprometen, como miembro de la Iglesia, para hacer que Cristo esté cada día más presente en la comunidad.

Para leer en familia

A) AL DESPEDIR EL AÑO VIEJO.

Hoy terminas de escribir un capítulo más de la historia de tu vida.
Cuando naciste, este libro era todo tuyo. Te lo puso Dios en tus manos. Podías escribir en él lo que quisieras: un poema, una pesadilla, una aventura, una blasfemia, o una oración. Podías… ahora ya no puedes, ya no es tuyo, ya lo has escrito, ahora es de Dios.
Te lo va a leer Dios, en el día mismo en que te mueras, con todos sus detalles. Ya no puedes corregirlo, ha pasado al dominio de la eternidad.
Piensa unos momentos en esta Noche Vieja. Toma tu libro y hojéalo despacio. Deja pasar sus páginas entre tus manos y entre tu conciencia. ¡Ten el gusto de leerlo a ti mismo!
Lee todo. Repite aquellas páginas de tu vida en las que pusiste tu mejor estilo, no te olvides de que uno de tus mejores maestros, si tienes la conciencia bien formada, eres tú mismo.
Lee también aquellas páginas que nunca quisieras haberlas escrito. ¡No!... ¡no intentes arrancarlas!, es inútil. Ten valor para leerlas. Son Tuyas.
No puedes arrancarlas… pero puedes anularlas cuando escribas las páginas siguientes. Si lo haces así, seguramente Dios las pasará de corrido cuando lea tu libro en tu último día.
Lee tu libro esta Noche Vieja. Hay en él trozos enteros de ti mismo.
Es un drama apasionante en el cual, el primer personaje eres tú: Tú en escena con Dios, con los hombres, con la vida. Tú lo has escrito con el instrumento asombroso de tu libertad sobre la superficie inmensa y movediza del mundo.
Es un libro misterioso que en su mayor parte, la más interesante, no puede leerlo nadie más que tú y Dios.
Esta noche, cuando hayas terminado de leerlo… si te dan ganas de besarlo, bésalo. Si te dan ganas de llorar, llora fuerte sobre tu libro viejo, pero sobre todo… reza sobre tu libro viejo. Tómalo entre tus manos, levántalo hacia el cielo y dile a Dios sólo dos palabras: “gracias” y “perdón”.
Después, dáselo a Cristo, no importa… así como esté, aunque tenga páginas negras… nunca olvides que Cristo sabe perdonar.
Esta noche, Dios te entregará un libro nuevo. Es todo tuyo. Puedes escribir en él lo que quieras. Escribe el nombre de Jesús en la primera página. Después pídele que no te deje escribir a ti solo. Pídele que te lleve siempre de la mano y del corazón.

B) ORACIÓN DE AGRADECIMIENTO

¡Gracias, Señor, por todo lo que en este año me diste!
¡Gracias por los días de sol y los nublados tristes!
¡Gracias por las noches tranquilas y por las inquietas horas obscuras!
¡Gracias por la salud y la enfermedad, por las penas y las alegrías!
¡Gracias por todo lo que me prestaste y después me pediste!
¡Gracias por la sonrisa amable y la mano amiga, por el amor y todo lo hermoso y dulce!
¡Por las flores y las estrellas y la existencia de los niños y de las almas buenas!
¡Gracias por la soledad, por el trabajo, por las dificultades y las lágrimas,
por todo lo que me acercó a Ti más íntimamente!
¡Gracias por tu presencia en el Sagrario y la gracia de tus Sacramentos!
¡Por haberme dejado vivir, gracias Señor
!

¿QUÉ ME TRAERÁ EL AÑO QUE COMIENZA?

¡Lo que Tú quieras, Señor!
Te pido fe para mirarte en todo; esperanza para no desfallecer;
caridad perfecta en todo lo que haga, piense y quiera.
Dame paciencia y humildad.
Dame desprendimiento y un olvido total de mí mismo.
Dame, Señor, lo que Tú sabes me conviene y yo no sé pedir: suficientes pruebas que me mantengan fuerte, suficientes tristezas que me mantengan humano, suficientes fracasos que me mantengan humilde, suficiente determinación para hacer cada día mucho mejor que ayer.
¡Que pueda yo amarte cada vez más y hacerte amar por los que me rodean!
¡Derrama, Señor, tus gracias sobre mí y todos los que quiero, para que en este año que empieza, tengamos siempre el corazón alerta, el oído atento, las manos y la mente activas y el pie dispuesto para extender tu Reino!

SANTIAGO MARTÍN ANALIZA LA INMENSA FIGURA DE BENEDICTO XVI: «LUZ QUE BRILLA EN LAS TINIEBLAS»

 "POR MUCHO QUE QUIERAN ECHAR BARRO SOBRE SU PERSONA O IGNORAR SUS ENSEÑANZAS, SU SANTIDAD ES EVIDENTE Y SU MENSAJE NO SERÁ OLVIDADO, AL MENOS MIENTRAS EXISTA UN RESTO QUE SIGA SIENDO FIEL A LA VERDADERA IGLESIA CATÓLICA".

Cuando escribo estas líneas, el Papa emérito Benedicto XVI está agonizando. Nadie sabe cuándo entregará su alma al Dios que tanto ha amado. Su corazón, a pesar de tantos golpes recibidos, aún sigue latiendo. Contra todo pronóstico, está vivo todavía. Es, como dijo hace unos meses su secretario, monseñor Gänswein, una vela que se va apagando lentamente, sin hacer ruido, con la delicadeza, cortesía y humildad que caracterizó su vida. Esa humildad que, sin él mismo saberlo, atraía a todos los que se le acercaban y que hace que hasta sus más groseros y despiadados enemigos tengan que reconocer que es un santo, aunque luego tengan que añadir algo para manchar su nombre.

Su agonía tiene lugar en plenas fiestas navideñas, cuando el solsticio de invierno ya ha pasado y la luz comienza, tímidamente, a derrotar las tinieblas. Como si fuera una profecía, su final es un motivo de esperanza. Lo peor, aunque no lo parezca, puede ser que ya haya pasado. En este gélido invierno que padece la Iglesia, en esta noche oscura, él ha sido la luz que brilla en las tinieblas. Y lo ha sido porque se ha empeñado con todas sus fuerzas en servir al que es la verdadera luz, Cristo, único redentor y salvador del mundo. Mientras las tinieblas crecían, mientras muchos se empeñaban en manipular, diluir o simplemente destruir el mensaje cristiano, él trabajaba incansablemente en hacer lo contrario. Su obra ha sido titánica. Repasando lo que ha hecho este "humilde trabajador de la casa del Señor" -como él mismo se definió-, no se puede evitar ni el asombro ni el agradecimiento.

Durante su época como prefecto de Doctrina de la Fe, fueron publicados los dos documentos sobre la Teología de la Liberación, que hirieron de muerte el intento del comunismo soviético de hacerse con el control político de Latinoamérica. El marxismo y el cristianismo son incompatibles y eso lo dijo cinco años antes de que cayera el muro de Berlín y quedaran expuestas ante el mundo las vergüenzas de un régimen inhumano.

A él se debe también, en última instancia, el Catecismo de la Iglesia Católica, obra magna que se alza como un dique contra el relativismo que se empeña en desvirtuar el dogma, la moral y la liturgia católica. Durante su tiempo como prefecto se publicó la decisiva declaración "Dominus Iesus", que pone luz en las tinieblas promovidas por aquellos que presentan a Jesús como uno más en la lista de hombres ilustres de la historia; Jesús, hombre verdadero, no es un igual, o ni siquiera alguien mejor que otros; Jesús es Dios verdadero y sólo Él es el salvador de la Humanidad; como consecuencia, sólo en la Iglesia que Él fundó, la católica, se conserva la plenitud de su mensaje y la plenitud de los instrumentos que Él dejó para ayudarnos a recorrer el camino de la salvación.

Tras ser elegido Papa, publicó tres grandes encíclicas, alertando del peligro de convertir a la Iglesia en una ONG que se ha olvidado de hablar del cielo y de salvar a las almas, para preocuparse sólo de cuidar de los cuerpos. Para el Papa Benedicto, la caridad sin anuncio de Cristo no es auténtica caridad. Hay que tener con el hombre la caridad de anunciarle la verdad y esa verdad es Jesucristo. Él fue el que intentó conseguir la paz litúrgica, facilitando la celebración de la misa tradicional. También fue el que renovó la condena a la masonería. Y, por supuesto, el escritor brillante de libros como "Informe sobre la fe" -junto a Vittorio Messori- o los tres tomos sobre la vida de Cristo.

Por todo eso, porque era la luz que brillaba en las tinieblas, los enemigos de la luz fueron a por él desde el primer momento. El "vatileaks" -la difusión de documentos confidenciales que ponían de manifiesto las luchas internas en el Vaticano y la corrupción que existía-, le golpearon donde más daño podían hacerle: en su honestidad. "Has fracasado en la lucha contra la corrupción -le dijo un importante cardenal pocos meses de su dimisión- debes irte y dejar paso a otro que lo haga mejor". Y dimitió. Lo hizo reconociendo que ya no tenía las fuerzas suficientes para seguir llevando el timón de la nave de la Iglesia. La historia dirá si fue prematura esa dimisión o si fue abocado a ella, aunque fuera libremente asumida. Él decidió hacerse a un lado y dedicar lo que le quedaba de vida a seguir trabajando por la Iglesia, pero desde el silencio de una clausura, aunque ésta estuviera en el corazón mismo de la Iglesia.

Ahora está acabando su carrera y, como dijo San Pablo de sí mismo, ha mantenido la fe y ha luchado para que la luz de Cristo no sucumbiera ante el relativismo feroz que, como una tormenta poderosa, está llenando de agua y haciendo naufragar la barca de la Iglesia. Cuando Dios quiera, morirá, pero su legado, su obra, quedará para siempre. Por mucho que quieran echar barro sobre su persona o ignorar sus enseñanzas, su santidad es evidente y su mensaje no será olvidado, al menos mientras exista un resto que siga siendo fiel a la verdadera Iglesia católica.

Por: Palabras para vivir

BENEDICTO XVI, UN «AUTÉNTICO» FRACASADO

 LA GLORIA PARA ESTE SABIO NO ESTABA EN LA CORONA DE LAUREL SINO EN LA DE ESPINAS: SU VERDADERO TRIUNFO FUE SEGUIR FIELMENTE LOS PLANES QUE DIOS TENÍA RESERVADOS PARA ÉL.

Dice Sábato en el genial libro Diálogos: Borges-Sabato que "sería mucho mejor publicar un periódico cada año o cada siglo o cuando sucediera algo verdaderamente importante: 'El señor Cristóbal Colón acaba de descubrir América'. Título a ocho columnas". Hoy, sin duda, creo que es uno de esos días… en los que una noticia tan trascendente, esta vez, en el sentido más metafísico de la palabra, justifica a otras cientos de ellas bastante irrelevantes. "Acaba de morir Tomás de Aquino o Agustín de Hipona"… se le podría comparar.

Hoy nos ha dejado Benedicto XVI y son muchos los recuerdos que me invaden en este día tan especial. Desde la emoción que sentía mi padre mientras veíamos juntos despegar el helicóptero que le trasladaba del Vaticano a Castel Gandolfo, aquel marzo de 2013; hasta la vez que pude verlo de cerca en el Monasterio de El Escorial, durante la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid. Pero, también estuvo Colonia, Valencia, la beatificación en Roma de su amigo Juan Pablo II… y algunas otras más. 

Pero, si algo tengo que decir, es, como tituló un diario español en su día, que Benedicto XVI fue el Papa de mi generación. Mis amigos y yo crecimos con él. Y aquel "hemos vivido una aventura juntos" en el vendaval de Cuatro Vientos siempre nos pareció el reconocimiento tácito de que el erudito alemán era, en realidad, un colega más, porque "ya no os llamaré siervos, sino amigos", dice el Señor. El Papa que se marcha ha sido para muchos de nosotros un faro de sabiduría. Una mente brillante que conocía como pocos, es verdad, la idea de Dios, pero que, mucho más importante que todo esose había encontrado de frente con una persona llamada Jesús.

Porque, si algo convierte esta noticia mundial en algo realmente trascendental es el valioso legado que nos deja Benedicto XVI a todos los demás. Hoy se cierra una vida que empieza a estar plenamente en función de cada uno de nosotros. Para nuestro propio beneficio. ¡Muchas gracias, Benedicto! ¿Y cuál es ese ejemplo tan importante? Algunos podrían decir que su sabiduría, su claridad, su entrega a la Iglesia, su humildad, sus libros valiosísimos… Yo, en cambio, me quedo con uno menos llamativo: que fue un "auténtico" fracasado. Es decir, un verdadero cristiano.

Conocidas fueron las cartas de renuncia cuando era Prefecto de la Doctrina de la Fe. Y él eligió Su voluntad. Conocidas eran las aspiraciones vitales a dedicarse al estudio y a tocar el piano cuando le llamó el papado. Y prefirió Su voluntad. Conocida fue la humillación que sufrió, del robo de correspondencia por su propio secretario personal. Conocida, por supuesto, fue su renuncia a la cátedra de Pedro, ¡la primera en 600 años!, con los consiguientes titulares de: "El Papa que se bajó de la cruz". Y él, eligió Su voluntad. Conocido era, también, que Benedicto XVI fue etiquetado con el condescendiente: "Un Papa de transición". Sabido era, además, que le precedió el Papa más grande del siglo XX. Y, conocido ha sido el intento de convertirlo en líder de una Iglesia partidista… pero él siguió siempre a su sucesor.

Hoy podemos decir que Benedicto XVI fracasó como hombre en casi todos sus proyectos personales. Nada en esta vida, a pesar de su inmensa valía humana, llegó a salirle exactamente como tenía pensado. Al final siempre ocurría algo que cambiaba todos sus planes. Pero, como buen cristiano, la gloria para este sabio no estaba en la corona de laurel sino en la de espinas: su verdadero triunfo fue seguir fielmente los planes que Dios tenía reservados para él. No olvidemos que tuvo que marcharse de este mundo en el silencio, la oración y la contemplación de un frío monasterio vaticano.

Mientras escribo estas líneas miro el crucifijo de mi habitación y solo me sale decir: ¡Qué cerca de Dios estuvo Benedicto XVI! Porque ¿no seguimos acaso a un "fracasado" que siendo Dios prefirió morir en la cruz por amor a todos nosotros? ¿No es precisamente en la cruz, en "el leño verde", donde estamos llamados a ser luz? Al Papa que se nos ha ido nunca se le podrá acusar de esconder sus talentos, de irresponsable, de poco ambicioso o de indolente… simplemente, buscando cumplir con su deber, antepuso siempre la voluntad de Dios. ¿No es acaso un modelo para todos nosotros? Desde luego que sí. 

Hoy, aquel que se presentaba como un "humilde trabajador de la viña del Señor" ha ascendido en el escalafón. Ahora, a nosotros, solo nos queda vivir algún día… ¡otra aventura juntos allá arriba!

Por: Juan Cadarso

AQUELLA INOLVIDABLE PRIMAVERA DE 2005

 LA HOMILÍA DEL CARDENAL JOSEPH RATZINGER ANTES DEL CÓNCLAVE QUE LE ELIGIÓ RESUMIÓ LAS LÍNEAS DE SU PENSAMIENTO SOBRE LA IGLESIA Y SOBRE LA DICTADURA DEL RELATIVISMO A LA QUE VEÍA ABOCADO EL MUNDO.

TODAS LAS PRIMAVERAS SON ESPLENDOROSAS Y DIFERENTES, PERO LA DE 2005 FUE, ADEMÁS, INOLVIDABLE; ESPECIALMENTE EN ROMA Y EN LA IGLESIA CATÓLICA.

Sólo quienes tienen la obligación profesional, o la sana costumbre, de estar muy atentos a lo que sucede cayeron en la cuenta de dos signos profundamente elocuentes y que, sin embargo, curiosa y sorprendentemente, pasaron casi inadvertidos para la mayoría: los textos del Vía Crucis de aquel Viernes Santo, en el Coliseo romano, que fueron escritos por Joseph Ratzinger, y la visita que Su Eminencia el cardenal prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe hizo al impresionante monasterio de Subiaco, a sesenta kilómetros al este de Roma, para hablar sobre Europa en la crisis de las culturas, junto a la tumba y el recuerdo imborrable de San Benito, Patrono de Europa…

Sólo unos cuantos días más tarde, concluía un cónclave con la pregunta ritual al recién elegido sucesor de Juan Pablo II: “¿Con qué nombre quieres ser llamado?”; y respondía, obviamente en latín, Benedictus”. En febrero de 2005, desde su libro Presente y futuro de Europa. Sus fundamentos hoy y mañana, había resumido lapidariamente: Un mundo sin Dios no tiene futuro”.

En la tercera estación de aquel Vía Crucis en el Coliseo, que Juan Pablo II ya no podía presidir como hizo los 28 años anteriores, Ratzinger denunciaba: “Se ha convertido al hombre en una especie de mercancía de comprar y vender, mancillando cada vez más la dignidad humana”; en la séptima, veía la Cristiandad como “cansada de tener fe”, y en la novena, interpelaba: “¿No debemos preguntarnos por lo que hoy sufre Cristo en su propia Iglesia?”; y concluía rezando: “Ayúdanos a renunciar a nuestra soberbia destructiva”. Como decía Robert Spaemann: “La esperanza no está en coma”. En Subiaco, había sacudido de su letargo a la amodorrada Europa acusándola, sin medias tintas, de una suicida apostasía de sí misma, de sus propias raíces cristianas. ¿Recuerdan?: Sin Cristo, Europa corre el riesgo evidente de desaparecer de la Historia”.

El 13 de febrero de aquel año fallecía la vidente de Fátima sor Lucia de Santos, a los 97 años de edad. Ratzinger había publicado un comentario teológico a la tercera parte del secreto de Fátima. Sólo el que no quiera verlos puede dejar de ver, en estos signos, la misteriosa mano de los designios de Dios.

Y el sábado 2 de abril, a las 21.37 horas, el alma prodigiosa de Karol Wojtyla vuelve a las manos misericordiosas de su Creador y pasa a la vida eterna en la Casa del Padre… En la Misa de exequias celebrada en la Plaza de San Pedro, mientras Joseph Ratzinger, decano del Colegio Cardenalicio, inciensa los restos mortales de Juan Pablo II, un viento impetuoso, como aquel de Pentecostés que llenó toda la casa, hace pasar las hojas del Evangeliario de tapas rojas sobre el ataúd del Papa difunto. Una sacudida interior conmovedora y misteriosa recorre la espina dorsal de la Iglesia y del mundo.

La homilía de Ratzinger, valiente, comprometida, sincera y testimonial, “durísima” decían los vaticanistas, fue, desde luego, todo menos una homilía electoral. Resumía su pensamiento eclesial, magisterial: Continuidad, no ruptura, dictadura del relativismo y, por tanto, de la arbitrariedad, irrenunciabilidad de la verdad -“la más alta forma de caridad es decir la verdad”- y gratitud al querido Papa santo (“Podemos estar seguros de que nuestro amado Papa nos bendice desde la ventana de la Casa del Padre”).

Homilía del cardenal Ratzinger en la misa Pro Eligendo Pontifice del 18 de abril de 2005.

El lunes 18 de abril comienza el cónclave y, ya al día siguiente, 19 de abril, martes, en el cuarto escrutinio -el cardenal Wojtyla fue elegido en el octavo escrutinio-, el cardenal Raztzinger, claro, naturalmente, es elegido nuevo Papa por mucho más de los dos tercios requeridos; por abrumadora mayoría. La más famosa chimenea del mundo de la era electrónica lo anuncia, con “fumata” blanca, “urbi et orbi”.

Mi personal experiencia de una década de corresponsal en Roma y de tres cónclaves me hizo refractario a las inútiles quinielas cardenalicias; tenía fuentes muy de fiar, y, además, mis amigos Messori y Joaquín NavarroValentina y SviderSeewald y Weigel (aún no había escrito El próximo Papa, que debería ser lectura obligada en los Cónclaves) estaban seguros, como yo, de que no podía ser otro que Ratzinger, dijeran lo que dijeran Zizola y Politi sobre el cardenal Martini y sobre “el Gran Inquisidor, quemado como papable”, y, además, alemán como Lutero, según los “enterados” que, como mucho, veían en él a un Popemaker”. Algún día se acabará sabiendo lo que se dijeron, puertas adentro de aquel Cónclave, los cardenales Ratzinger y Bergoglio, que sería su sucesor y el primer jesuita y americano Papa en la historia de la Iglesia, pero por curiosidad que no quede, desde luego. Yo, con ella me quedé y con ella sigo, aunque no me parece tan misterioso adivinarlo.

Aparte de Martini, saltaron a los medios, aquellos días, los nombres de otros cardenales outsiders”: SodanoTettamanziReRuiniBergoglioArinzéBertoneMaradiagaErdoScolaPoupardOuellet pero estaba Ratzinger. La Constitución Universi Dominici regis, de Juan Pablo II, sobre la sucesión apostólica en la sede de Pedro, concluía con una petición personalísima de su sucesor, fuera el que fuera: Que no renuncie al ministerio al que ha sido llamado, sino que se someta humildemente al designio de la voluntad divina, porque Él le sostendrá”. ¡Cómo estarían las cosas para que su sucesor, pasados unos años, tuviera la suprema humildad de renunciar!

A un Papa santo -"¡santo subito!" gritaba el pueblo cristiano en la plaza mayor de la cristiandad-, le sucede un Papa sabio, teólogo, maestro, que entiende a los hombres y al que se le entiende todo, enemigo de componendas, un Papa amigo del Papa; no quería ser Papa, sino enseñar y escribir, y siendo Papa, derrochó sabiduría y magisterio doctrinal como Pastor supremo y Vicario de Cristo. Muy pocas veces he visto tanta comunión, iba a decir “complicidad”, como cuando se miraban Karol Wotyla y Joseph Ratzinger; si acaso, cuando, vestido de sotana negra y con una boina en la cabeza y su cartera bajo el brazo, se encontraba en el obelisco de la Plaza de san Pedro, de mañanita, con la Madre Teresa de Calcuta

Nadie conocía mejor a Juan Pablo II y a la Iglesia que él. Sorprendí la misma mirada en el aeródromo de Cuatro Vientos, aquella tarde fascinante, de furiosa tormenta, cuando bendecía con el Santísimo a miles y miles de jóvenes enfervorizados de aquella JMJ de Madrid, cuando les decía que la libertad de matar no es libertad y que los derechos humanos no son cosa de los legisladores…

De verdad que fue inolvidable aquella primavera.

Por Miguel Ángel Velasco

RATZINGER, ¿DE PROGRESISTA A CONSERVADOR? ES «UN FALSO MITO», SOSTIENE PABLO BLANCO, SU BIÓGRAFO

 EN SU PENSAMIENTO HUBO SIEMPRE «UN HILO DE ORO» DE COHERENCIA

JOSEPH RATZINGER MANTUVO BUENA RELACIÓN CON TEÓLOGOS COMO KARL RAHNER, AUNQUE NO SIGUIÓ LA DERIVA DE VARIOS DE ELLOS HACIA UNA CLARA HETERODOXIA.

Joseph Ratzinger está considerado uno de los teólogos más relevantes de la segunda mitad del siglo XX, no solo por su producción escrita y su magisterio, sino por el lugar especial que ocupa en los debates teológicos -algunos, auténticas sacudidas- que han recorrido el pensamiento católico en las últimas décadas. Sus años como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y como Papa no hicieron sino ratificar esa excepcionalidad.

Se ha hablado mucho sobre su posición en los debates teológicos de su tiempo, en particular en los años 60 y 70. Un buen conocedor de todo ese periodo es su biógrafo español, el sacerdote Pablo Blanco Sarto, autor de Benedicto XVI. La biografía, una obra monumental por la amplitud de sus fuentes y la perspectiva global sobre el personaje y su lugar intelectual.

-¿CUÁNDO NACIÓ SU INTERÉS POR LA FIGURA DE JOSEPH RATZINGER?

-Empecé a hacer una tesis doctoral sobre su pensamiento en 2001, en concreto, sobre las relaciones entre fe y razón. Un mes después de defender la tesis, fue elegido como sucesor de Pedro. Entonces pasé a estudiar tanto su vida como su teología y, a partir de ese momento, me quedé 'enganchado' a Joseph Ratzinger como teólogo. Después he trabajado otros temas, como teólogos luteranos, pero mi formación inicial se la debo a Ratzinger. A él lo considero mi verdadero maestro en teología.

Pablo Blanco Sarto es sacerdote del Opus Dei, doctor en Filosofía y Teología y profesor de Teología Dogmática en la Universidad de Navarra.

-LA PRIMERA GRAN PRESENCIA PÚBLICA DE RATZINGER FUE EN EL CONCILIO VATICANO II, COMO PERITO DEL CARDENAL JOSEF FRINGS. ¿HAY ALGÚN TEXTO CONCILIAR SOBRE EL QUE ÉL INFLUYESE DE MANERA ESPECIAL?

-Sí, hay dos temas en los que Karl Rahner y Ratzinger colaboraron estrechamente en el Concilio: sobre las relaciones entre Escritura y tradición, y sobre la colegialidad de los obispos. Fueron ideas-clave en el Vaticano II. Pero luego el joven Ratzinger preparaba las intervenciones al cardenal Frings, de Colonia, por lo que se puede decir que siguió todo el Vaticano II con detalle desde un primer momento. Además contribuyó puntualmente en los documentos sobre las religiones y la relación entre Iglesia y mundo. El Vaticano II constituye una experiencia que marcó profundamente al teólogo Ratzinger y, de hecho, el primer discurso como Papa dirigido a la curia en 2005 versó sobre la correcta interpretación del concilio como "reforma en la continuidad del único sujeto Iglesia que Jesús nos dio".

-¿HUBO EN RATZINGER UNA EVOLUCIÓN "DE PROGRESISTA MODERADO" A "CONSERVADOR" (VALGAN LAS ETIQUETAS PARA ENTENDERNOS), MARCADA POR SU ALEJAMIENTO DE LOS TEÓLOGOS DE LA REVISTA CONCILIUM, CON QUIENES TAN BUENA SINTONÍA HABÍA TENIDO?

-Citando a San John Henry Newman, Ratzinger afirma que hay siempre una cierta evolución a lo largo de la vida. Sin embargo, respecto a los teólogos de Concilium, él sostiene que "han cambiado ellos, no yo", pues una de las premisas de la revista era permanecer fieles a la letra y el espíritu del Vaticano II. Esto es algo que se puede constatar viendo cuáles son las afirmaciones de cada teólogo antes y después del Concilio. En el caso de Ratzinger, creo que hay una coherencia, un cierto hilo de oro a lo largo de todo su pensamiento, por lo que el mito del "gran giro" (grosse Wende) pienso que sea sobre todo eso: un falso mito.

-¿FUE LA REVISTA COMMUNIO UNA INICIATIVA REACTIVA FRENTE A CONCILIUM O RESPONDE A UNA INQUIETUD INTELECTUAL QUE SE HUBIESE PLASMADO EN CUALQUIER CASO A TRAVÉS DE UNA PUBLICACIÓN TEOLÓGICA INTELECTUAL?

-Indudablemente Communio es una alternativa a la revista que se había adjudicado la interpretación legítima del Vaticano II más en clave ideológica que teológica. A Ratzinger no le van las etiquetas de conservador o progresista, y por eso a veces no se entiende bien su pensamiento. Rompe los puros moldes políticos o ideológicos. Él es un teólogo y por eso quiso que Communio fuera sobre todo una revista teológica, eclesial, en el sentido más alto y profundo de la expresión.

-¿CÓMO FUE SU PONTIFICADO COMO ARZOBISPO DE MÚNICH, EN UNA ÉPOCA TURBULENTA EN LA IGLESIA?

-Con el pueblo se entendió bien, pues apreciaba su sencillez bávara y sus inspiradas homilías, hasta el punto de que hubo manifestaciones cuando fue llamado a Roma... Con la burocracia de la gran diócesis bávara tuvo más dificultades, pues hasta cierto punto constituyen instituciones autónomas difíciles de gobernar. Además, tan solo estuvo cuatro años, en los que apenas se puede hacer algo de relieve, pero desarrolló una intensa labor pastoral, a pesar de que su inicial vocación era la docencia. Esto fue algo que convenció a la gente.

-¿CUÁNDO Y CÓMO SE CONOCIERON JUAN PABLO II Y ÉL Y CÓMO NACIÓ LA IDEA DE NOMBRARLE PARA DOCTRINA DE LA FE?

-Fue a través del filósofo Josef Pieper, quien le hizo llegar al cardenal Wojtyla el libro de un joven teólogo llamado Ratzinger. Después, tras su nombramiento como arzobispo, se encontraron en el sínodo de los obispos sobre la catequesis en 1978 y sintonizaron inmediatamente. Entonces fue cuando Juan Pablo II lo llamó a trabajar con él en Roma y, tras dos intentos, lo consiguió. Colaboraron estrechamente durante 23 años y se puede decir que trabaron una verdadera amistad, tal como demuestran numerosos episodios.

La biografía de Benedicto XVI obra de Pablo Blanco Sarto es una de las más importantes interpretaciones de conjunto sobre su vida y obra.

-¿QUÉ DOCUMENTOS SALIDOS DE LA CONGREGACIÓN DURANTE EL CASI CUARTO DE SIGLO QUE ESTUVO A SU FRENTE CONSIDERA USTED MÁS IMPORTANTES?

-Han sido tantos... Destacaría los que tienen que ver con la vida y la familia, aunque no fueran inicialmente sus temas más cercanos, pero también los eclesiológicos, los que tienen que ver con la tarea del teólogo y la declaración Dominus Iesus, en la que recordó la divinidad de Jesucristo y que Él es el único Salvador. En este sentido, debería haber encontrado total sintonía con otros cristianos, pero recordar la doctrina sobre la Iglesia y el ecumenismo expuesta por el Vaticano II molestó a los protestantes, sobre todo en su país natal. Además, casi todos los documentos del pontificado de Juan Pablo II pasaban por su mesa y en no pocos de ellos pudo dejar también su huella y su talento teológico.

-¿HUBO SIEMPRE UNA IDENTIDAD DE PUNTOS DE VISTA ENTRE ÉL Y EL PAPA, O TUVIERON PUNTOS DE DESACUERDO?

-Supongo que habría sus diferencias, indudablemente, pero el hecho de que no hayan transcendido me parece significativo. Cuando tuvo lugar la mencionada polémica con la parte eclesiológica de la declaración Dominus Iesusfue el mismo Juan Pablo II quien salió en su defensa. No sé, a pesar de ser muy distintos, como resulta evidente, supieron trabajar estrechamente. Tal vez sea un buen ejemplo para todos nosotros, también en las circunstancias actuales.

Carmelo López-Arias