domingo, 29 de julio de 2012

HISTORIAS SOBRE MARÍA # XXVII




Viviendo este joven Santo Stanislao de Koska enteramente dedicado al amor de María, sucedió que el día primero de agosto oyó un sermón del Padre Pedro Canisio, en el que, predicando a los novicios de la Compañía, enfervorizando les dio un consejo de vivir cada día como si fuera el ultimo de su vida, después del cual debiésemos presentarnos al tribunal de Dios.

Concluido el Sermón, dijo Stanislao a los compañeros que aquel consejo había sido especialmente para él una voz divina, pues debía de morir en aquel mismo mes. Dijo esto, o porque Dios expresamente se lo reveló, o a lo menos porque de ello le dio un interior conocimiento, según se deduce por lo que sucedió después.

Pasados cuatro días, yendo el santo joven con el Padre Manuel Sà a Santa María la Mayor, y entrando con él en conversación sobre la próxima fiesta de la Asunción, dijo:

-Padre mío, yo creo que aquel día se vio en el cielo la gloria de la Madre de Dios coronada por la Reina del Cielo, y colocada tan cerca del Señor sobre todos los Coros de los Ángeles. Y si es verdad, como yo lo creo, que cada año se renueva la fiesta en el cielo, espero que asistiré a la primera.

Luego, habiéndole tocado por suerte a Stanislao para protector del mes, según la costumbre de su religión, el glorioso mártir San Lorenzo, se dice que él escribió una carta a su madre María, en la cual le rogaba que le alcance la gracia de que pudiera hallarse en el Cielo para ver aquella fiesta suya.

En el día de San Lorenzo comulgó y suplicó después al Santo que presentase aquella carta a la divina Madre, interponiendo con ella su intercesión para que María Santísima accediese a sus deseos. Y aquí que al anochecer de aquel mismo día le vino la calentura, y aunque muy ligera, con todo, desde entonces tuvo por cierta la gracia que había pedido de su cercana muerte.

En efecto, al acostarse dijo transportado de júbilo y sonriéndose:

-Ya no volveré a levantarme de este lecho. Y añadió al Padre Claudio Aquaviva: Padre mío, creo que San Lorenzo me ha alcanzado ya de María la gracia de hallarme en el cielo para la fiesta de la Asunción. Pero nadie hizo caso de tales palabras.

Llegada la festividad, el mal continuaba presentándose leve, más el Santo dijo a un hermano que a la noche siguiente moriría. Y este le respondió:

-¡Oh, hermano!, mayor milagro seria el morir de un mal tan leve que el curar de él.

Mas he aquí que después de mediodía cayó en un abatimiento mortal, un sudor frio bañaba su cuerpo, y perdió del todo sus fuerzas.

Acudió el Superior, al cual le suplicó Stalisnao que le mandara poner sobre tierra desnuda para morir como penitente, lo cual se le concedió para complacerle, y fue colocado en tierra sobre un colchoncito. Luego se confesó, recibió el viatico (comunión), no sin lágrimas de cuantos allí asistían, porque al entrar en su celda el Santísimo Sacramento una celestial alegría, y en su rostro, vieron brillar en sus ojos una celestial alegría, y su rostro, inflamado de santo amor, que parecía un serafín (ángel)

Recibió también la Extremaunción, y entretanto no hacía más que levantar los ojos al cielo, o besar y estrechar amorosamente al pecho una imagen de María.

Le preguntó un Padre:

-¿De qué te sirve este Rosario en las manos si no puedes rezarlo?

-Me sirve – respondió entristecido – para consolarme, porque es cosa de mi Madre.

-¿Pues cuanto más – replico el Padre – te consolaras viéndola y besándola dentro de poco la mano en el cielo?

Entonces el Santo, con el rostro inflamado, levantó las manos, expresando así el deseo de hallarse luego en su presencia.

En aquel momento se le apareció su amada Madre, como el mismo lo declaró a los presentes, y poco después al amanecer, el día 15 de agosto, expiró con un semblante de bienaventurado, con los ojos fijos en el cielo, sin hacer movimiento alguno, de manera que acercándole a los presentes, y poco a los hijos fijos en el cielo, sin hacer movimiento a alguno, de manera que acercándole después la imagen de la Santísima Virgen, y observando que no hacia ningún acto de amor hacia Ella, se dieron cuenta que había pasado ya el cielo a besar los pies de su amada Reina.

San Alfonso María de Ligorio – Doctor de la Iglesia

DAR Y DARSE




"Después de esto, Jesús se fue a la otra orilla del lago de Galilea (también llamado de Tiberíades). Mucha gente le seguía porque habían visto las señales milagrosas que hacía sanando a los enfermos. Jesús subió a un monte y se sentó con sus discípulos. Ya estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar la vista y ver la mucha gente que le seguía, Jesús dijo a Felipe:

– ¿Dónde vamos a comprar comida para toda esta gente?

Pero lo dijo por ver qué contestaría Felipe, porque Jesús mismo sabía bien lo que había de hacer. Felipe le respondió:

– Ni siquiera doscientos denarios de pan bastarían para que cada uno recibiese un poco.

Entonces otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:

– Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos peces, pero ¿qué es esto para tanta gente?

Jesús respondió:

– Haced que todos se sienten.

Había mucha hierba en aquel lugar, y se sentaron. Eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó en sus manos los panes, y después de dar gracias a Dios los repartió entre los que estaban sentados. Hizo lo mismo con los peces, dándoles todo lo que querían. Cuando estuvieron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos:

– Recoged los trozos sobrantes, para que no se desperdicie nada.

Ellos los recogieron, y llenaron doce canastas con los trozos que habían sobrado de los cinco panes de cebada. La gente, al ver esta señal milagrosa hecha por Jesús, decía:

– Verdaderamente este es el profeta que había de venir al mundo.

Pero como Jesús se dio cuenta de que querían llevárselo a la fuerza para hacerle rey, se retiró otra vez a lo alto del monte, para estar solo."

Hace dos domingos Jesús se preocupaba para que sus discípulos descansasen tras su correría apostólica. El domingo pasado se le removían las entrañas al ver a la gente desorientada como ovejas sin pastor. Hoy se preocupa para darles de comer.

Esta multiplicación del evangelio de San Juan empieza con un niño que da todo lo que tiene. De sus cinco panes y sus dos peces comerá la multitud.

Esta es una imagen preciosa de la Eucaristía. Darlo todo, darnos a nosotros mismos. Compartir. En la Última Cena Jesús tomará el pan, lo partirá y lo repartirá diciendo que hagamos los mismo. Que este será el memorial, su Cuerpo y su Sangre. Justo antes de su muerte en cruz. La Eucaristía no es el rito. El rito lo hemos de celebrar, pero no tiene sentido si no nos lleva a hacer lo mismo que Él hizo, que es compartir y darse totalmente a los demás. Dar su vida por todos. La Eucaristía es la inocencia de ese niño que da cinco panes y dos peces para que coman una multitud. La Eucaristía es ese milagro de la fraternidad, de la solidaridad, de la unión entre todos. La Eucaristía es ver a Jesús, no sólo en el pan y el vino, sino en todos los hombres. La Eucaristía reside en lo más sencillo. Los panes, ni siquiera eran de trigo, eran de cebada. Nosotros tampoco somos perfectos, pero si nos entregamos, si compartimos lo poco que tenemos, realizaremos el milagro del Amor. Porque la Eucaristía también es Comunión. No sólo es un acto personal de Unión con Dios. Es un acto de Unión con todos los hombres.

Y como Jesús, luego, desapareciendo a la soledad; no sea que el orgullo nos haga creer que somos super-héroes, que alguien nos debe algo.

Dar y darse. Luego retirarse a la soledad, es decir, pasar desapercibidos, contentos porque estamos unidos a Jesús y a los hombres; porque lo sabemos ver presente en todos los hombres...Porque Él está en nuestro corazón..

CUATRO CLAVES PARA UNA VIDA DE MILAGROS




Dios puede hacer mucho con lo poco. Solo basta que depositemos nuestra confianza en Él y tengamos la certidumbre de que es Aquél que todo lo puede.

Quedar sin empleo en una época en la que Colombia atravesaba por la más profunda recesión económica de su historia, le pareció algo muy grave, pero más grave aún el que de una paso a dos y luego a tres cuotas atrasadas en el pago de su apartamento.

Al principio se convenció de que podría resolver el problema, y Juan José se ocupó de cubrir las necesidades de alimentación para su esposa y dos hijos.

Los días del calendario fueron creciendo hasta la tarde de miércoles, cuando todavía se encontraba buscando en la sección de clasificados de ofertas de trabajo en un diario local, cuando tocaron a la puerta y el rostro del cartero evidenció lo que deseó nunca llegara: un anuncio de cobro jurídico.

Años atrás había prestado un dinero, inicialmente a interés. Aquél a quien se lo facilitó con la promesa de regresarlo seis meses después, jamás cumplió ni con el pago de los intereses ni con la devolución del dinero. Y se cansó de pelearse con él. No tenía mayores garantías de que recibiría el pago.

Por eso, cuando recibió información sobre el proceso que iniciarían en su contra, le pasó por la mente la idea de renovar el cobro. "No tiene sentido, me llenaré de nuevas preocupaciones que no tienen sentido", razonó y desistió de la idea.

Lo que sí hizo fue volver la mirada al Señor Jesucristo en procura de ayuda. Nunca antes como en ese momento, había clamado con tanta fe. Dos días antes de que se venciera el plazo de cancelar la totalidad del dinero, sonó el teléfono. La persona que le debía dinero estaba al otro lado de la línea:--Lamento haberme demorado tanto en llamarle—dijo--, pero recién ahora tengo el dinero. Deseo saber en qué momento puedo acercarme a su apartamento para cancelarle hasta el último peso...—

Juan José agradeció a Dios su infinita misericordia. Aquél era el dinero, en la cuantía exacta, para hacer un primer pago del pacto de refinanciación de la deuda que le proponían en la carta del abogado.

El mismo Señor Jesús de ayer...

Cuando vamos a las Escrituras leemos que "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos"(Hebreos 13:8). Por esa razón estamos convencidos de que la época de los milagros no ha terminado; por el contrario, sigue vigente.

Si nos asiste este convencimiento, es apenas natural tener la certeza de que el amado Dios responderá a nuestro clamor en procura de la provisión divina. En particular hay un pasaje que leemos en el evangelio de Mateo, en el capítulo 15 desde el versículo 32 al 39, que nos arroja importantes enseñanzas para ponerlas en práctica en nuestra cotidianidad. A partir del texto aprendemos los siguientes principios:

1. El Señor Jesús se preocupa por las necesidades de Su pueblo:

Es interesante notar que después de largas jornadas escuchando las enseñanzas del Maestro, Él estaba preocupado por el bienestar de la multitud de seguidores. "Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: --Siento compasión de esta gente porque ya llevan tres días conmigo y no tienen nada que comer. No quiero despedirlos sin comer, no sea que se desmayen por el camino. "(Mateo 15:32. Nueva Versión Internacional).

¿Puede apreciar el profundo contenido de estas palabras? Son las mismas que saldrían de labios de un Padre amoroso preocupado por sus hijos. El cuidad de los más mínimos detalles. Conoce la situación difícil que enfrentamos y desea intervenir. Sin embargo es necesario que clamemos a Él en procura de ayuda.

2. El problema: la razón humana sólo mira las limitaciones:

Cuando a todo lo que ocurre alrededor, y en particular en cuanto a los problemas, le aplicamos la lógica humana, nos asaltará el desánimo y la palabra "Imposible" es probable que aflore una y otra vez a nuestros labios. Esa circunstancia se produjo entre los discípulos del Señor Jesús cuando oyeron que la misión inmediata era la alimentación de decenas de personas.

"Los discípulos objetaron: --¿Dónde podríamos conseguir en este lugar despoblado suficiente pan para dar de comer a toda esta multitud?"(Mateo 15:33. NVI).

Dios puede hacer mucho con lo poco. Solo basta que depositemos nuestra confianza en Él y tengamos la certidumbre de que es Aquél que todo lo puede.

Comprendo que puede estar experimentando una situación compleja, pero también me asiste el convencimiento de que no constituye nada imposible para nuestro amado Señor.

3. Sólo basta confiar, Dios obrará milagros:

Aunque en criterio de cualquier ser humano unos pocos panes y peces no servían en absoluto para satisfacer el hambre de decenas de hombres, mujeres y niños, cuando sometemos al Señor esa situación que nos inquieta, todo cambia.

"--¿Cuántos panes tienen? --les preguntó Jesús. --Siete, y unos pocos pescaditos. Luego mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomando los siete panes y los pescados, dio gracias, los partió y se los fue dando a los discípulos. Éstos, a su vez, los distribuyeron a la gente."(Mateo 15:34-36. NVI).

¿Considera usted que con hechos portentosos como el descrito por el evangelista, hay algo imposible para Dios? En absoluto. Por esa razón aquello que está requiriendo, se cumplirá si va al Señor en oración. No cese de clamar.

4. Si esperamos en Dios, Él responde:

Todo cuanto necesita nuestro amado Padre es que le permitamos tomar control de los problemas y necesidades que enfrentamos. Cuando lo hacemos, dejando de lado toda sombra de duda o de autosuficiencia, Él responde. Así quedó testimoniando con el mover maravilloso que produjo Jesucristo en aquella multitud.

"Todos comieron hasta quedar satisfechos. Después los discípulos recogieron siete cestas llenas de pedazos que sobraron. Los que comieron eran cuatro mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños."(Mato 15:37-39).

¿Usted piensa seguir experimentando la misma crisis que hasta ahora?¿Por qué no decide someter esa situación en manos del Señor? Hoy es el día para hacerlo. Ore, confíe y espere en Dios. ¡La respuesta vendrá! Y reciba a Jesús como su Salvador.

Por Fernando A. Jiménez

CUANDO SOMOS UN MILAGRO




Conducía de vuelta a casa alrededor de las cinco, tras de una reunión, atascado en el tráfico del Bulevar Colorado, cuando el auto comenzó a fallar y se apagó a duras penas pude empujarlo, maldiciendo, a una estación de gasolina, contento solamente de no estar obstruyendo el tráfico y que tendría un lugar más tranquilo para esperar la grúa. Ni siquiera se podía enderezar. Antes de que pudiera hacer la llamada, vi a una mujer saliendo de la tienda de conveniencia que pareció resbalarse sobre el hielo y cayó sobre un dispensador de combustible, por lo que me levanté y fui a ver cómo estaba.

Cuando llegué donde estaba, parecía más bien que había sido más sobrecogida por el llanto que por la caída; era una joven mujer que se veía bastante desaliñada con ojeras alrededor de sus ojos. Dejó caer algo cuando la ayudaba a levantarse y lo recogí para dárselo. Era una moneda de cinco centavos.

En ese momento, todo quedó claro para mí: la mujer llorando, la antiquísima camioneta repleta de cosas con tres muchachos en la parte de atrás (uno en un asiento del auto), y el dispensador de combustible leyendo $4.95. Le pregunté si todo estaba bien y si necesitaba ayuda, a lo que ella seguía diciendo: “No quiero que mis hijos me vean llorando”, así que nos paramos al lado opuesto del dispensador a su auto. Ella dijo que conducía hacia California y que las cosas estaban muy duras para ella en ese momento. Así que le pregunté: “¿Y está orando?” Eso la hizo alejarse de mí un poco, pero le aseguré que no era un loco y le dije: “Él la oyó y me envió”.

Saqué mi tarjeta de crédito y la pasé por el lector de tarjetas para que pudiese llenar el tanque de su auto, y mientras cargaba el combustible, me dirigí al McDonald’s de al lado y compré dos grandes bolsas de comida, algunos certificados de regalo por más, y una gran taza de café.

Ella le dio la comida a los muchachos en el auto, quienes le cayeron como lobos, y nos quedamos parados junto al dispensador comiendo papitas fritas y conversando un poco.

Me dio su nombre y compartió que vivía en Kansas City. Su novio la había abandonado hacía dos meses y no había podido arreglárselas sola. Sabía que no tendría dinero para pagar la renta el 1 de enero por lo que, finalmente, había llamado a sus padres, con quienes no se había comunicado en cinco años. Ellos vivían en California y le dijeron que podía mudarse con ellos y comenzar de nuevo allá. Así que empacó todo lo que poseía en el auto. Le dijo a los muchachos que se iban a California para Navidad, pero no que se mudaban para allá.

Le di mis guantes, un breve abrazo y dije una rápida oración a su favor por seguridad en el viaje. Al dirigirme a mi auto, ella dijo: “Así que, es Ud. un ángel o algo parecido?” Eso, definitivamente, me hizo llorar. Le dije: “Querida, para esta época, los ángeles están muy ocupados, así que a veces, Dios utiliza a gente normal”.

Fue tan increíble ser parte del milagro de alguien. Y, por supuesto, como pueden imaginarlo, cuando me subí a mi auto, encendió de una vez y me llevó a casa sin problema alguno.

Lo meteré al taller mañana para revisarlo, pero sospecho que el mecánico no hallará problema alguno con él. Algunas veces los ángeles vuelan tan cerca de uno que podemos escuchar el batir de sus alas…

Escrito por un interno de medicina de Denver Metropolitana

Enviado por Tony Irigoyen

Nunca dejes de creer en Dios y en los milagros que él hace. Sobre todo no menosprecies la oportunidad de ver cuando Dios te convierte en un milagro para otros. Hoy podría ser uno de esos días.

Dios hizo señales y milagros grandes y terribles en Egipto, sobre Faraón y sobre toda su casa, delante de nuestros ojos. Deuteronomio 6:22

De las grandes pruebas que vieron tus ojos, y de las señales y milagros, y de la mano poderosa y el brazo extendido con que el Señor tu Dios te sacó; así hará el Señor tu Dios con todos los pueblos de cuya presencia tú temieres. Deuteronomio 7:19

Prefiero recordar las hazañas del Señor, traer a la memoria sus milagros de antaño. Salmo 77

VOLVIÓ A LICUARSE, UN AÑO MÁS, LA SANGRE DE SAN PANTALEÓN... ALGO QUE SUCEDE DESDE EL SIGLO XVII




En el monasterio de la Encarnación (Madrid)

Decenas de fieles se han acercado desde este jueves a la iglesia del Real Monasterio de la Encarnación para comprobar como la sangre de san Pantaleón, salificada durante todo el año, empieza a licuarse, tal y como ocurre cada año.

La sangre del relicario de san Pantaleón permanece solidificada durante todo el año y en el día de su fiesta aparece licuada. Esto ha ocurrido todos los años desde que la reliquia está en el monasterio, desde comienzos del siglo XVII.

"Cuando está solidificada tiene un color parduzco y más opaco y cuando está licuada tiene un color más rojizo. Si se inclina la ampolla toda la masa permanece compacta y no se mueve. En licuación, si se inclina la ampolla el líquido se va acomodando al recipiente que la contiene", afirma Joaquín Martín, el capellán mayor de la iglesia del Real Monasterio.

No ha habido ningún año en que haya dejado de acontecer este fenómeno. En la víspera de la fiesta, día 26, cuando se expone a la veneración en la iglesia del monasterio ya aparece en estado líquido y así permanece durante todo el día 27, ´´dies natalis´´, el día del verdadero "nacimiento" o del martirio del santo. "A partir del día 28 comienza lentamente a solidificarse, aunque algún año ha permanecido en estado líquido durante más tiempo", afirma Martín.

Es un hecho insólito que se produce sin intervención física o química alguna. La ampolla ha permanecido herméticamente cerrada desde que llegó al monasterio, procedente de la catedral del Ravello. "Ha sido examinada por médicos y especialistas hematólogos que afirman que el contenido de la ampolla parece y se comporta como la sangre humana", añade el capellán.

Los fieles viven este encuentro con emoción, como Cristina y Nélida, que han venido desde Argentina a ver las reliquias del santo. "Nos enteramos de casualidad, ya que somos de Argentina y una cosa es verlo retrasmitido y otra muy diferente verlo personalmente. Es una emoción muy grande", añadían.

Desde este jueves, en el Monasterio de la Encarnación se puede admirar la ampolla con la sangre del santo y, además, cada media hora, se dará a besar a los fieles la reliquia de uno de sus huesos, que se guarda también en el relicario del monasterio.

Valores Religiosos

UN HISTORIADOR JUDÍO DICE QUE «LA AYUDA CATÓLICA FUE CRUCIAL PARA SALVAR A MILES DE JUDÍOS»




Iglesia católica y Holocausto.

Un prestigioso historiador judío, Martín Gilbert, sostiene que la Iglesia lideró una "obra santa" durante la Segunda Guerra Mundial.

Profesor de Historia del Holocausto en Londres, biógrafo de Winston Churchill y autor de más de setenta libros, Sir Martin Gilbert es considerado uno de los máximos expertos en la Segunda Guerra Mundial. Gilbert, de origen judío, ha dedicado gran parte de su vida a desclasificar documentos y verificar testimonios sobre la historia judía y asegura que la Iglesia católica ayudó activamente a salvar a miles de judíos.

UNA DECISIÓN CORRECTA

"Como historiador judío, durante mucho tiempo he sentido la necesidad de dar a conocer plenamente el hecho de la ayuda cristiana a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial y la historia de los hombres que estuvieron implicados en el salvamento", sostiene. El historiador asegura que el papel del Vaticano, a través de sus representantes, fue crucial: "Al principio estaban preocupados sobre todo por el destino de los judíos que se habían convertido al cristianismo, pero que los alemanes seguían tratando como judíos y deportándolos. Cuando el delito fue evidente, el Vaticano no solo expresó su preocupación por la masacre sino que alentó a los representantes pontificios en toda Europa para que hicieran todo lo posible en favor de los perseguidos", defiende, mientras sale al paso de la campaña de acusaciones contra el Papa Pacelli: "Pío XII pensó -a mi parecer, correctamente- que su intervención directa habría tenido consecuencias desastrosas en las formas de represalia e intensificación de la persecución. Excomulgar a Hitler no habría no habría logrado más que acrecentar la persecución contra los católicos en su esfera de dominio", asegura.

UNA FAMILIA HEROICA

Los sacerdotes y obispos católicos trabajaron para salvar a los judíos en cada país en el que estaban amenazados, incluidos Francia, Italia o Polonia, el único país en el que estaba vigente la pena de muerte para quien ayudara a los judíos». Y recuerda el caso de la familia Ulma, en proceso de beatificación: "Jozef Ulma, junto a su mujer Wiktoria, embarazada, y sus seis hijos, fueron masacrados en 1944 por los alemanes en Markowa por haber escondido en su casa a ocho judíos". La salvación de muchos de ellos fue posible, en gran parte, gracias a las heroicas individualidades como la de los Ulma. "En Hungría, el nuncio pontificio Angelo Rotta lideró un esfuerzo diplomático que salvó a más de cien mil judíos. En Francia, la Iglesia católica fue muy activa a la hora de salvar a decenas de miles y en Italia, iglesias y monasterios fueron los primeros a la hora de salvar vidas. Cuando las SS llegaron a Roma, la Santa Sede tomó bajo su protección a centenares de miles de judíos y los acogió en el Vaticano, a la vez que alentaba a todas las instituciones católicas de Roma a protegerlos. Gracias a estas iniciativas, menos de un cuarto de todos los judíos romanos fueron presos o deportados. La Iglesia católica estuvo en el centro de esta gran operación de salvamento. Lo definiría como una obra santa. La última vez que estuve en Roma pensaba que ya va siendo hora de poner placas explicativas sobre los edificios donde tantos judíos se ocultaron y pudieron salvarse..."

Mar Velasco/ ReL

TRES HERMANOS SACERDOTES EN UNA MISMA FAMILIA: «ANDA, PERO SI SOIS NORMALES», LES DICEN




El caso de los Strand

Tienen 31, 29 y 26 años y descubrieron su vocación al finalizar el instituto. Sus planes iban por otro camino, desde el marketing a la neurocirugía.

Cuando Luke empezó el instituto, sus planes eran licenciarse en marketing, entrar en el mundo de los negocios, hacer mucho dinero, casarse y tener hijos. Su hermano Vincent quería conseguir lo mismo, pero con su trabajo de neurólogo. Y el pequeño de los Strand, Jake, no llegó a definir un futuro profesional concreto antes de enrolarse en el servicio de Dios como sus mayores.

Porque hoy Luke y Jake son ya sacerdotes, y Vincent, tras once años cursando los selectivos estudios que hacen los jesuitas, se ordenará en breve en el seno de la Compañía de Jesús.

NI ANIMAR NI DESANIMAR

¿Y a qué se debe esta abundancia de sacerdotes en la familia? Según el reportaje de Carrie Antflinger para Associated Press, los Strand son una familia católica de Dousman (Wisconsin, Estados Unidos), pero nada hacía pensar que tres de los hijos (hay una cuarta hermana) acabarían ensotanados.

"Iban a misa los domingos, bendecían la mesa antes de comer... pero no eran unos excéntricos", subraya su padre, cuya tía es religiosa clarisa en Kokomo (Indiana). Jerry recuerda, eso sí, que la abuela de los tres sacerdotes soñaba con ver a alguno de ellos entregado a Dios. Sus nietos se lo tomaban a broma.

"Fue una sorpresa verlos venir uno tras otro a contárnoslo", dice Bernardette, la madre del trío. Ella y su marido ni les animaron ni les desanimaron en su decisión, aunque fue dura, porque para el jesuita Vincent, por ejemplo, ha significado estar varios años en Europa, formándose en Austria y Alemania.

TRES CAMINOS SIMILARES, PERO INDEPENDIENTES

Los tres sintieron la vocación al finalizar el bachillerato, y los tres meditaron su resolución durante años.

A Luke le tocó la llamada cuando estudiaba en la Universidad de Wisconsin-Oshkosh, donde encontró un grupo de jóvenes "comprometidos con la fe". Poco después, vivía con un sacerdote en un albergue para sin techo, "sirviendo radicalmente a los pobres y pidiendo ser admitido en el seminario". "Me recuerdo a mí mismo pensando alguna vez: ¿cómo he llegado hasta aquí? ¿De qué va esto? Iba de servir en la Iglesia", cuenta Luke, ahora director de vocaciones de la archidiócesis de Milwakee.

En cuanto a Vincent, estudiaba Medicina en la Universidad Marquette, un centro académico jesuita, cuando empezó a madurar su respuesta a Dios. Las enseñanzas de un profesor le hicieron ver que "Dios era real en una forma de la que nunca antes me había dado cuenta", y pensó en consagrarse a Dios a través de la vida intelectual. Consideró hacerlo en el matrimonio, pero no quiso términos medios, sino "vaciarse completamente" de sí mismo... y rompió con su novia para seguir la llamada. El celibato no era un obstáculo, todo lo contrario: "El celibato y el voto de celibato es una de las cosas que realmente amo de esta vida y una de las más liberadoras", explica.

Por último está Jake, el benjamín, el que más tardó en decidirse porque la idea del sacerdocio le asustaba. Quería servir a Dios, pero mediante fórmulas compatibles con formar una familia. Al final, decidió entregarse por completo: "No influyó que Luke y Vince asumieran ese deber, porque no se trataba de un deber, sino de un regalo". Pronto completará su licenciatura en Teología en Roma.

"¡ANDA, PERO SI SOIS NORMALES!"

Cuando hablan del sacerdocio, saben bien qué ideas equivocadas se tienen al respecto: "Muchos creen que se trata de un puñados de ancianos enfadados que no disfrutan de la vida. ¡Por Dios, que miren la realidad de la vida sacerdotal! Los sacerdotes aman lo que hacen. Son alegres. Son felices. Son libres. ¿No es eso lo que todo el mundo quiere ser?".

Luke tuvo la dicha de casar el año pasado a su hermana Theresa, que presume de que siempre velaron por ella y no les ve como bichos raros: "Sueltan más tacos que yo", bromea. Pero muchos siguen considerando que el caso de los Strand es una anomalía. "Algunos, cuando nos conocen, dicen sorprenderse de que somos normales", cuenta Bernadette, la madre del clan: "Es ridículo, ¡claro que somos normales y claro que los chicos crecieron normalmente!".

Eso sí, los tres hermanos consideran un misterio la razón por la que han sido escogidos para su misión sacerdotal: "¿Por qué es tan importante? Porque nos damos cuenta de que hay algo más allá de nosotros mismos".

C.L. / ReL

¿CUÁLES SON LAS 40 MEJORES PELÍCULAS CATÓLICAS DE LA HISTORIA? LA PASIÓN DE CRISTO, LA MÁS VOTADA




Una encuesta del National Catholic Register.

Más de 1.000 personas votaron sobre las películas que mejor reflejaran el espíritu y la vida de la religión católica.

En 2004, la revista National Catholic Register and Faith & Family realizó una votación en su página web para elegir las 100 películas que mejor reflejaran “el espíritu y la vida” de la religión Católica. Se trataba de seleccionar películas que aportaran soluciones desde una perspectiva católica, con con referencias claras y específicas al Catolicismo, y no meras alusiones temáticas.

En la votación participaron más de mil personas, que indicaron sus preferencias y su orden de prelación. Los resultados fueron publicados entonces, y vueltos a reproducir en diversas ocasiones. En la propia página se indica claramente que no todas las películas son para toda la familia. Las señaladas con asterisco tienen contenidos no del todo apropiados para niños y adolescentes.

La elección de los votantes prima, lógicamente, los gustos del público americano. Aún así, y a pesar de que yo hubiera elegido otra ordenación y –quizás– otras películas, ofrezco el listado pensando en que puede ser útil para una programación personal o para una selección de filmes para cine-fórum.

Como los títulos originales difieren con frecuencia de sus traducciones al español, reproduzco a continuación el listado de las 40 primeras películas con el título con el que fueron estrenadas en España.

1. La pasión de Cristo (2004)*

2. Sonrisas y lágrimas (1965)

3. Un hombre para la eternidad (1966)

4. La canción de Bernadette (1943)

5. Qué bello es vivir (1946)

6. Los diez mandamientos (1956)

7. Escarlata y Negro (1983)

8. Jesús de Nazaret (1977)

9. La lista de Schindler (1993) *

10. Las campanas de Santa María (1945)

11. Thérèse: La vida de Santa Teresa de Lisieux (2004)

12. Braveheart (1995) *

13. El mensaje de Fátima (1952)

14. La Misión (1986)

15. Los lirios del valle (1963)

16. Marcelino pan y vino (1955)

17. Los miserables (1998) *

18. Un hombre tranquilo (1952)

19. Ben Hur (1959)

20. Rudy, reto a la gloria (1993) *

21. La túnica sagrada (1953)

22. Hechizo del corazón (2000) *

23. Cuando éramos soldados (2002) *

24. Becket (1964) *

25. Siguiendo mi camino (1944)

26. Romero

27. Sister Act (1992)

28. Papa Juan Pablo II (1984)

29. Jonah: a Veggie Tales Movie (2002)

30. Las sandalias del pescador (1986)

31. Retorno a Brideshead (1981)*

32. Las llaves del reino (1944)

33. La ley del silencio (1954)

34. Yo confieso (1953)

35. Forja de hombres (1938)

36. Molokai: la historia del padre Damien (1999)*

37. Quo Vadis (1951)

38. Ángeles rebeldes (1966)

39. El festín de Babbette (1987)

40. El novato (2002)*

Alfonso Méndiz/Jesucristo en el cine

DOMINGO, DÍA DEL SEÑOR Y DÍA DE LA FAMILIA




Es un día especial, es nuestro día... No podemos hacer del domingo un día perdido.

Parece mentira, pero a pesar de tanto "tiempo libre" no tenemos casi tiempo para nada. Aumentan las necesidades, los planes, los compromisos, y cuando queremos tener un rato para el descanso en familia, resulta que no nos queda tiempo...

Debemos sentarnos, de vez en cuando, para reflexionar sobre lo que sea realmente importante en nuestras vidas. Entonces descubriremos, entre otras cosas, que resulta urgente rescatar el sentido del domingo, de un día dedicado a los demás, a nosotros mismos, a Dios.

Pensemos en lo que es ahora el domingo para muchos. Después de seis días de trabajo, con el agotamiento del tráfico, de las prisas, de los roces con los compañeros y compañeras de la oficina o de la fábrica, el domingo querríamos estar todo el tiempo entre las sábanas, o tumbados en el sofá, o pasear tranquilos por la calle. Pero ni siquiera podemos hacer esto. Unos tienen que hacer deporte, casi obsesionados por la "condición física". Otros salen de la ciudad, y a veces pasan varias horas en la carretera, aprisionados entre millares de coches que avanzan a paso de tortuga. Otros se quedan en casa, y descubren que tienen que arreglar mil pequeños asuntos que terminan por dejarles más cansados y más tensos. Otros, y es una enfermedad que está creciendo poco a poco, se dedican a juegos electrónicos que absorben toda la atención y que no dejan espacio para pensar en cosas mucho más importantes. Otros, en fin, hacen el domingo el trabajo que no pudieron hacer durante la semana: no saben lo que es tomarse un poco de tiempo para descansar...

Sin embargo, casi todos hemos deseado llegar al domingo. Casi todos... porque siempre hay quien es más feliz en el trabajo que en el hogar, pero si esto ocurre es porque algo no funciona del todo bien en la vida familiar... ¿Por qué nos alegra pensar en el domingo? Porque lo vemos como nuestro día "libre", el día en el que nos gustaría hacer eso que más llevamos en el corazón, eso que nos descansa, que nos llena. El domingo, en cierto sentido, revela aspectos muy profundos de nuestra personalidad, cosas buenas y cosas malas, amores y tensiones, gozos y penas profundas. Es un día especial, es nuestro día... No podemos venderlo a las prisas, a la propaganda, al consumismo. No podemos hacer del domingo un día perdido.

Hemos de encontrar tiempo para que el domingo sea, realmente, un día de plenitud, de amor, de familia, de solidaridad. Para lograr que sea así, no estaría mal quitar todo aquello que hemos escogido para ese día y que sólo nos ha dejado más vacíos y más angustiados. Es mejor un domingo con tiempo para la reflexión y para el descanso que un domingo lleno con cientos de compromisos que nos absorben completamente y nos apartan de lo importante...

El domingo debe ser, de modo especial, un momento para la familia. Conocemos o hemos tenido la suerte de vivir en familias que pasan casi todo el domingo unidos y en paz, con un proyecto común. Juntos se va a misa, se prepara la comida, se juega un rato o se va de paseo. Juntos se ve la televisión o se hacen los deberes para la escuela. Juntos se distribuyen las tareas (siempre hay mil cosas que arreglar) y la limpieza de la ropa, de la cocina, de las esquinas llenas de polvo o de arañas... Juntos se va al club, o al cine. Son familias que pueden hacerlo todo juntos porque, de verdad, se quieren a fondo, y saben unos ceder un poco para la felicidad de otros. Y eso es muy fácil si el amor es lo más importante de la casa.

Por último, o mejor, en primer lugar, el domingo es el día del Señor. Una verdad profunda acompaña la vida de todo creyente: venimos de Dios, vamos a Dios. El domingo agradece el don de la existencia, el amor de un Dios que nos creó y que nos permite disfrutar del sol, de la luna, del viento, de las enchiladas y de la sonrisa de los niños. El domingo nos hace pensar en el "mañana" que brillará después de nuestra muerte, y nos recuerda que mediante una cruz el cielo está abierto. El domingo nos susurra, sin gritos, pero con constancia, que Dios nos ama, que somos sus hijos, que es un Padre que nos espera con cariño.

Todo esto se vive de modo especial en la Misa. Pero no sólo en ella. El clima familiar del domingo debería suscitar en todos como una nostalgia de Dios, desde que nos vamos levantando (sin las prisas de siempre pero con gusto y con entusiasmo por el día libre) hasta que llegamos a la noche y miramos el futuro que nos espera. Un futuro que puede ser gris o de colores, pero en el que siempre podremos descubrir una mano providente que nos guía hacia la Patria del cielo.

El domingo es un día muy especial. Nos lo recordó el Papa Juan Pablo II en su carta sobre el "Día del Señor", escrita el año 1998. Nos decía en esa carta: Por medio del descanso dominical, las preocupaciones y las tareas diarias pueden encontrar su justa dimensión: las cosas materiales por las cuales nos inquietamos dejan paso a los valores del espíritu; las personas con las que convivimos recuperan, en el encuentro y en el diálogo más sereno, su verdadero rostro.

Nos urge, por lo tanto, revivir a fondo el domingo, hacer de cada domingo, de verdad, el día del Señor y nuestro día favorito. El día más deseado, el día vivido con más alegría, el día que nos prepara para un cielo que será, nos lo enseña la Iglesia, un domingo eterno y feliz.

Autor: P. Fernando Pascual

sábado, 28 de julio de 2012

HISTORIAS SOBRE MARÍA # XXVI




Esto no está escrito en libro alguno, pero me lo refirió un sacerdote amigo mío, a quien le sucedió.

Estando este sacerdote confesando en la Iglesia de un País, que callamos cual sea dignos respetos, aunque el penitente le dio licencia para publicar el hecho, se le puso a los pies un joven que parecía estar incierto si se confesaba o no.

Estando observando el Padre, le preguntó al fin si quería confesarse… respondió que sí, más conjeturando que la confesión iba a ser muy larga, el confesor lo condujo a un lugar retirado.

Allí empezó a decir el penitente que él era forastero y noble, y que no sabía cómo Dios le pudiese perdonar, habiendo él llevado una vida tan depravada. Sin contar los innumerables pecados de deshonestidad, homicidios y otros que había cometido, dijo que, desesperado ya de su salvación, había continuado en su mala vida, no tanto para satisfacer sus pasiones, sino para agraviar a Dios y por el odio que le tenía.

Y entre otras cosa añadió que un Crucifijo que llevaba encima lo había arrojado por desprecio, que poco antes, aquella misma mañana, había ido a comulgar sacrílegamente, con el objeto de pisar la Hostia consagrada. En efecto, habiendo recibido la Hostia, quería poner en ejecución el horrible plan, pero que no lo había ejecutado por habérselo impedido la gente que le miraba… y entregó al sacerdote la Hostia, envuelta en una carta.

Contó después que al pasar delante de aquella Iglesia se había sentido profundamente impulsado para entrar en ella, y que no pudiendo resistirlo había entrado. Que después le había asaltado un gran remordimiento de conciencia, con cierta voluntad, aunque confusa y resuelta, de confesarse, que por eso se había colocado delante del confesionario, pero era tanta su confusión y desconfianza, que se hubiera ido de no haberse sentido como detenido por la fuerza, hasta que añadió:

-Tu Padre me has llamado. Ahora me veo aquí, voy a confesarme… mas no sé cómo.

Le preguntó entonces el Padre si durante el tiempo de su vida desordenada había practicado alguna devoción, principalmente hacia María Santísima, pues tales conversiones no pueden proceder sino de las manos de la Virgen.

-Ninguna, Padre - contestó el joven: ¿Qué devoción había yo de practicar, si ya me creía condenado?

-Recuérdalo mejor – replicó el Padre.

-Ninguna, Padre – respondió el penitente.

Más al ponerse la mano al pecho para descubrirse, recordó que allí tenía el Escapulario de la Virgen de los Dolores.

-Ah, hijo mío – exclamó entonces el confesor - ¿no ves que esta gracia te viene de María? Has de saber – añadió – que esta Iglesia está consagrada a la Virgen Santísima.

Al oír esto, el joven se enterneció, empezó a compungirse y a llorar, y continuando luego la confesión de todos sus pecados, creció tanto su compunción y su amargo llanto, que cayó desmayado, al parecer de dolor, a los pies del Padre, quien, haciéndole volver en sí con aguas espirituosas, pudo oír completamente la confesión, le absolvió con mucho consuelo y le envió a su Patria muy contrito y resuelto a cambiar de vida, después de haber obtenido de él amplia licencia para manifestar y publicar por todas partes la gran Misericordia que María con él había usado.

San Alfonso María de Ligorio – Doctor de la Iglesia

¿QUIERES CAMBIAR DE VIDA?



Nunca es tarde para cambiar. No lo dejes para mañana, ya que podría ser demasiado tarde. Aprovecha el ahora, pues el futuro no existe. Vive el presente en plenitud y vive para la eternidad. ¿Qué pasaría, si Dios te llamara en este momento a su presencia y te hiciera la revisión de vida? ¿Estás preparado? Veamos algunos casos en los que no estaban preparados, pero que su experiencia del más allá cambió su vida.

El sacerdote norteamericano Steven Sheier se dedica a hablar por todas partes de su experiencia del más allá. Se la contó personalmente al periodista francés Pierre Jovanovic. El 18 de octubre de 1985, a las cuatro de la tarde, Steven Sheier estaba al volante de su coche por una carretera del Estado de Kansas (USA). Al querer pasar a otro coche, chocó con otro que venía de frente. Los del otro coche no sufrieron graves consecuencias, pero él quedó sin sentido. No se acuerda de nada más. Lo llevaron al hospital y después en helicóptero al hospital de Westley, Wichita, porque su estado era muy grave. Milagrosamente fue sanado. Él cree que fue debido a tantas oraciones de sus feligreses y de otras personas; pero también por intercesión de la Virgen María. Los médicos le dijeron que, si sobrevivía, quedaría sin poder hablar y con un respirador artificial permanente. Él dice:

Permanecí en el hospital desde el 18 de octubre de 1985 hasta el 3 de diciembre. No recuerdo mucho de mi estancia en el hospital y mucho menos del accidente. Pero me he restablecido en tiempo record sin ninguna intervención quirúrgica... En el momento del accidente, fui llevado delante del trono de Cristo. Él me juzgaba, sobre todo, como sacerdote. Me di cuenta de encontrarme delante de Él y que no había ninguna cosa que discutir. Cristo decía: “Este hombre, desde hace 12 años, ha sido sacerdote para sí mismo, no para mí. Irá a donde se merece”.

Entonces, he sentido la voz de su Madre:

- Hijo mío, perdónalo.

- Madre, desde hace doce años ha sido sacerdote de Steven Sheier y no mío. Deja que ejercite mi justicia divina.

- Hijo mío, démosle una oportunidad y veremos si vuelve a Ti. Si no, que se haga tu voluntad.

- Madre, te lo confío, es tuyo.

María me ha salvado de aquello que me esperaba. Los médicos me han dicho que soy un milagro viviente, porque una parte del hemisferio derecho del cerebro estaba dañada y no había ninguna posibilidad de sanarla. Sin embargo, después del accidente no he tenido ninguna recaída ni dolor de cabeza ni dolor de columna, a pesar de tener dos fracturas en el cuello de una vértebra cervical. Ya han pasado siete años del accidente y estoy en perfecta salud. Soy una prueba viviente de que el infierno existe. Ahora mi misión es contar a todos mi historia para convencerlos de que existe otra vida después de la muerte y que el más allá depende de lo que estamos haciendo en esta vida. La gente no cree en el infierno ni en el diablo... Yo soy la prueba viviente del poder de intercesión de María, porque me he dado cuenta de que Él no le podía decir no... Antes de mi accidente, mi ministerio era simplemente profesional, sin ningún fervor, sin demasiada oración, sin un verdadero amor. Era de Steven Sheier, pero ahora he entendido que debo amar y servir a Jesús .

- Dennis era alcohólico, se enfermó gravemente y lo llevaron al hospital. Dice: Yo estaba en la cama y, de pronto, me vi fuera de mi cuerpo en el techo, mirando hacia abajo a mi débil cuerpo. Entonces, la habitación quedó a oscuras. Era la ausencia de luz. El vacío. Pero antes de sentirme en total oscuridad, tuve la revisión de mi vida. Me di cuenta de que había sombras de gente y pude oír cadenas arrastrando, oí murmullos y me sentí aterrorizado. Pensé que eran mis ancestros, que venían por mí y yo no quería ir. En medio de todo esto, vino una pequeña luz y yo murmuré: Dios mío, estoy listo para irme, si tú quieres, pero yo he tenido una vida tan inútil que yo desearía otra oportunidad para cambiar. En ese momento, toda la habitación se iluminó y regresé a mi cuerpo y pude oír a los doctores que decían: “Está vivo”. Yo me había alejado de la Iglesia desde los doce o trece años. Ahora asisto a alcohólicos anónimos, he vuelto a la Iglesia católica y pertenezco a grupos carismáticos. Me siento como un cristiano que ha encontrado su casa en la Iglesia católica .

- Un joven intentó suicidarse. No se había portado bien en toda su vida y la verdad es que no le importaba demasiado. Se tomó una sobredosis de alguna droga y tuvo dos diferentes niveles de experiencia. El primer nivel, consistió simplemente en un dolor físico, una sensación de molestia y de horror conforme se iba acercando al umbral de la muerte. Tuvo un paro cardíaco en presencia de sus amigos y se volvió de color azul.

Ellos consiguieron traer a la mayor brevedad médicos que lo reanimaron. Después de entrar en la fase crítica de la muerte, me describió la experiencia más terrorífica que jamás haya oído. Describió imágenes de seres horribles, que le agarraban y le apretaban. Fue como bajar al infierno de Dante. Tuvo una experiencia claustrofóbica, hostil, terrorífica, sin la más leve experiencia positiva. Ningún episodio fuera del cuerpo, ningún ser de luz, ninguna cosa bonita y agradable. Sin embargo, esta experiencia lo transformó por completo. Él había visto claro sobre sí mismo. Ahora era un hombre sano y decidido y tenía un sentido tan firme de por dónde debía ir en la vida que resultaba admirable .

- Anita tenía 29 años y se decía atea, cuando intentó suicidarse, tomando una caja de píldoras. De su experiencia, dice: Vi a mi abuelo, que había muerto un año antes. Él me dijo:

¿Qué piensas del infierno? Regresa.

Yo estaba en una habitación fría y oscura. Junto a mi abuelo estaba un hombre, que parecía Jesucristo, con pelo largo y bigote. Vestía un simple vestido y no tenía sandalias en los pies. Él tenía la misma mirada de desaprobación que mi abuelo. Entonces, fue cuando vi todo lo malo de mi vida. Vi cosas que habían sucedido años antes y no podía recordar conscientemente. Estaba siendo juzgada. Todo lo que hice a alguien, aunque no hubiera querido hacerle mal; todo lo malo, lo vi claramente. Me sentí juzgada por cada pequeña cosa que había hecho. Después, mi abuelo me dijo que debía regresar y lo hice, hallándome en mi propio cuerpo. Ahora sé que mi vida tiene un propósito y he comprendido que mentir o hacer daño a otros es malo .

- David Lorimer, en su libro Whole in One narra lo sucedido a un delincuente prisionero, que le dijo: Sólo vi las escenas en las que había hecho daño a otros. Parecía que no terminaban nunca. Era un gran número de personas conocidas o desconocidas a quienes había hecho daño. Eran cientos, a quienes nunca había visto, pero que habían sido dañados indirectamente por mí. La pequeña historia de mi larga carrera criminal fue revivida por mí, incluidas las palabras y pensamientos. También las omisiones, aun las realizadas inconscientemente. Nada fue omitido en esta pesadilla de injurias que yo había causado a los otros. Pero lo más terrible era que cada sufrimiento que les había causado, lo sentía dentro de mí .

- Una religiosa me escribió el año 1991 una carta sobre su experiencia, cuando era una jovencita alocada. Me decía: Hace más de treinta años era yo muy joven y estuve muy grave al operarme de apendicitis a las tres de la mañana. El médico me dijo que moriría esa misma noche. Yo me vi salir de mí misma y me presenté ante la presencia de Dios, que me dijo:

- ¿Qué has hecho de tu vida? ¿Qué me traes?

Yo me quedé confusa y contesté:

- Mis manos están vacías.

Entonces, sentí el disgusto de Dios. Esto fue horroroso. Y, después de tantos años, lo siento como una vivencia y me horroriza pensar que otra vez me encuentre con las manos vacías. Por esto, mi única ilusión es sufrir y poder ofrecer con amor todo lo que hago por la salvación de las almas. Quisiera dar a todos y llenar así mis pobres manos. Ya tengo una mano totalmente paralizada y me sube por el brazo, que lo tengo insensible; no lo siento y tomo morfina para el dolor, porque el médico me lo ordena. Sin embargo, soy tan feliz... ¡Qué bueno es Dios y cuánto nos ama!

En su caso, el cambio fue tan profundo que, de ser una jovencita vacía y preocupada solamente por las fiestas y las diversiones, se hizo religiosa para servir enteramente a Dios y a los demás.

- Olga Bejarano tuvo en 1987 un paro cardíaco por asfixia y se le paralizó la glotis. Estuvo en coma profundo y clínicamente muerta. Entonces, tenía 23 años. Actualmente, no ve, no habla y no se mueve ni puede comer, pero se siente feliz. Vive gracias a un respirador artificial, pero siente, piensa y tiene una afabilidad extraordinaria. Ella cuenta el cambio extraordinario de vida después de sentir la presencia amorosa de la luz en su experiencia de NDE. Dice:

Esta experiencia transformó mi vida, dándole un giro de 180 grados. Le daba gracias a Dios por lo que me había sucedido y por darme una segunda oportunidad de ser mejor... Si hubiese muerto y no hubiese regresado, no tendría nada de qué sentirme orgullosa. Mi vida hasta entonces, había estado centrada fundamentalmente en vivir para tener y no para ser. Desde que nacemos, nos educan para ir al colegio y estudiar mucho con el fin de obtener un buen trabajo y mucho dinero para hacer muchas cosas. Pero ante la muerte, lo material de nada sirve. Sólo éstas son las preguntas importantes: ¿Qué he hecho yo en la vida por los demás? ¿Qué dejo de positivo en la vida? En este mundo todos tenemos una misión y yo todavía no la había cumplido. Afortunadamente estaba con los ojos abiertos a un nuevo modo de vida en el que cambié el tener por el ser .

- Carolina era una mujer alta y atractiva de cuarenta y tantos años. Tenía la sonrisa más espontánea que yo he conocido. Estar a su lado era una experiencia extraordinaria. Ella era cordial y entrañable con todo el mundo: con el recepcionista, el camarero... Una noche, durante una cena con ella, me relató su historia.

Seis años antes se había descubierto un bulto en el pecho. Cuando se lo extirparon, el médico le dijo que tenía un aspecto extraño, pero que hasta tres días después no le podría decir si era canceroso y se había extendido. Ella me dijo: “Creí que era el fin para mí. Toda mi infelicidad salió a flote. Aquellos tres días fueron los más largos de mi vida. Sentí como una auténtica bendición, cuando me comunicaron que no era cáncer. Pero decidí no echar por la borda lo que aquellos tres días habían significado para mí: No seguiría viviendo como lo había hecho hasta entonces” .

Ella, como tantos otros, no había estado preparada para enfrentar la muerte. ¿Estás tú preparado para morir? ¿Necesitas cambiar tu modo de vivir y de pensar? Todavía estás a tiempo. Mientras hay vida hay esperanza. No dejes para mañana lo que debes hacer hoy. ¡Vive para la eternidad!

PADRE ANGEL PEÑA

DEL NOMBRE QUE RECIBÍAN LOS CRISTIANOS ANTES DE SER CONOCIDOS COMO "CRISTIANOS"




En un interesante artículo publicado en este mismo medio hace ya algunas semanas, referido a su vez al publicado por Carlo Carletti en L´Osservatore Romano, se hablaba del nombre de “hermanos” que se dan los cristianos a sí mismos antes de ser universalmente conocidos como cristianos. Y lo cierto es que más allá de que efectivamente, los cristianos se trataran desde muy antiguo entre sí con tan maravillosa apelación, el proceso por el que los cristianos con conocidos y denominados por los demás hasta ser conocidos finalmente como “cristianos” es un proceso que podemos rastrear perfectamente gracias al libro de los Hechos de los Apóstoles, obra que, como se sabe, debemos a la pluma del evangelista Lucas y que representa la gran fuente sobre la primera comunidad cristiana, desde que Jesús se eleva a los cielos hasta que Pablo llega a Roma, en el año 60 circa.

El proceso en cuestión dura unos quince años y comienza enseguida desde que tiene lugar la desaparición del fundador de la comunidad, Jesús de Nazaret.

Lucas, el más historiador de los cuatro evangelistas según se reconoce - en mi humilde opinión Juan no le anda a la zaga - va denominando a la comunidad de distintas maneras a lo largo de su obra, y ninguno de los nombres que le va dando en cada momento es casual, sino que se corresponde perfectamente con el que sus miembros van recibiendo en cada momento.

La primera denominación que le otorga es la de “los creyentes”.

“Todos los creyentes estaban de acuerdo y tenían todo en común” (Hch. 2, 44).

“La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma” (Hch. 4, 32).

“Los creyentes cada vez en mayor número se adherían al Señor” (Hch. 5, 14).

En un segundo momento, con la comunidad ya más crecida y con muchos de sus miembros allende los muros de Jerusalén, ora porque se trate de judíos en la diáspora, ora porque se trate de los primeros gentiles convertidos, Lucas empieza a llamarlos de otra manera:

“Por aquellos días, al multiplicarse los discípulos […]” (Hch. 6, 1)

“Los Doce convocaron la asamblea de los discípulos” (Hch. 6, 2).

“El número de los discípulos se multiplicaba” (Hch. 6, 7).

“Entretanto Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote” (Hch. 9, 1).

“Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco” (Hch. 9, 20)

En un determinado momento, plena y conscientemente coincidente con la irrupción en el libro de la figura preclara de Pablo de Tarso, la expresión “discípulos” se ve paulatinamente sustituida por una nueva de lo más original:

“Entretanto Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que, si encontraba algunos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar presos a Jerusalén” (Hch. 9, 1-2)

Se trata efectivamente de la expresión “el Camino” para referirse a la doctrina, y de la expresión “lo seguidores del Camino” para los que la siguen. La expresión se repite desde ese momento en varias ocasiones:

“Un judío, llamado Apolo, originario de Alejandría, hombre elocuente, que dominaba las Escrituras, llegó a Éfeso. Éste había sido instruido en el Camino del Señor y con fervor de espíritu hablaba y enseñaba con todo esmero lo referente a Jesús, aunque solamente conocía el bautismo de Juan. Éste, pues, comenzó a hablar con valentía en la sinagoga. Al oírle Áquila y Priscila, le tomaron consigo y le explicaron con más exactitud el Camino” (Hch. 18, 24-26)

“Entró [Pablo] en la sinagoga [de Efeso] y durante tres meses hablaba con valentía, discutiendo acerca del Reino de Dios e intentando convencerles. Pero como algunos se obstinaban, no se dejaban persuadir y hablaban mal del Camino ante la gente, rompió con ellos y formó grupo aparte con los discípulos, discutiendo diariamente en la escuela de Tirano”. (Hch. 19, 8-9).

En Efeso se produce la llamada Revuelta de los orfebres de la que nos dice Lucas:

“Por entonces se produjo un tumulto no pequeño con motivo del Camino” (Hch. 19, 23)

Dice Pablo hablando de sí mismo:

“Yo perseguí a muerte a este Camino, encadenando y arrojando a la cárcel a hombres y mujeres” (Hch. 22, 4)

En su defensa en Jerusalén ante el tribuno romano Félix éstas son las palabras del apóstol de los gentiles, unas palabras en las que, por cierto, nos dan la clave de otra de las denominaciones que recibe por entonces la comunidad que sigue a Jesús:

«En cambio te confieso que según el Camino, que ellos [los judíos] llaman secta, doy culto al Dios de mis padres” (Hch. 24, 14)

Del tribuno Félix nos dice Lucas:

“Félix, que estaba bien informado en lo referente al Camino” (Hch. 24, 22)

Pablo, que parece ser el autor de la denominación, -al fin y al cabo Lucas es su discípulo por antonomasia-, no la usa, sin embargo, en sus cartas más que en estas tres alusiones, mucho menos explícitas que las que Lucas pone en su boca:

“¡Aspirad a los carismas superiores! Y aun os voy a mostrar un camino más excelente” (1Co. 12, 31).

“Tenemos, pues, hermanos, plena confianza para entrar en el santuario en virtud de la sangre de Jesús, por este camino nuevo y vivo” (Hb. 10, 19-20).

“Mejor es fortalecer el corazón con la gracia que con alimentos que nada aprovecharon a los que siguieron ese camino” (Hb. 13, 9).

No es la última expresión a la que se refiere Lucas. La expresión “cristianos” es muy antigua en la vida del cristianismo. Lucas nos dice cuando y donde se empezó a utilizar:

“En Antioquía fue donde, por primera vez, los discípulos recibieron el nombre de ‘cristianos’” (Hch. 11, 26).

Cosa que sitúa durante la célebre Controversia de Antioquía entre Pedro y Pablo a la que ya hemos tenido ocasión de referirnos, lo que situaría el hecho en torno al año 47 d. C.. Y tan extendida es para entonces la denominación, que Lucas no se siente obligado a dar mayor explicación: “recibieron el nombre de ‘cristianos’”.

Obsérvese que Lucas dice que es a “los discípulos”, nombre que recibirían hasta ese momento a quienes empezó a llamarse los cristianos

Mucho se ha discutido si el término podría haber nacido como término peyorativo asumido luego con toda normalidad por los propios cristianos. Una cosa parece poco discutible a la vista del modo en el que Lucas lo relata: el nombre no se lo dan los propios cristianos, sino que lo reciben desde el exterior (“recibieron el nombre de cristianos”)

Como quiera que sea, aportada por Lucas esta información, la palabra cristiano no vuelve a utilizarse en todos los libros canónicos más que tres veces. Una más en el propio Libro de los Hechos:

“Agripa contestó a Pablo: ‘Por poco me convences para hacer de mí un cristiano’” (Hch. 26, 28).

Pedro la utiliza también una vez en su primera carta escrita hacia el año 61, en la utilización más cargada de sentido que se hace en todos los textos canónicos:

“Dichosos vosotros, si sois injuriados por el nombre de Cristo, pues el Espíritu de gloria, que es el Espíritu de Dios, reposa sobre vosotros. Que ninguno de vosotros tenga que sufrir ni por criminal ni por ladrón ni por malhechor ni por entrometido: pero si es por cristiano, que no se avergüence, que glorifique a Dios por llevar este nombre” (1Pe. 4, 14-16)

Y Pablo también la usa, pero una única vez y en una alusión muy extraña que por cierto refiere a una mujer:

“¿No tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer cristiana?” (1 Co. 9, 5)

Luis Antequera

AMAR A QUIEN NO SE VE




Y así es: se nos dice que si queremos tener vida después de la muerte…, hemos de amar a quien no vemos. Esto es duro, muy duro si solo nos circunscribimos al plano puramente humano y material, así resulta imposible aceptar lo que se nos propone. Pero es el caso que los seres humanos somos además de materia, espíritu y este espíritu es nuestra alma y no nuestro cuerpo la que se relaciona con el Señor, porque la relación con el Señor que es espíritu puro, nunca es nunca una relación material, no es nuestro cuerpo el que busca al Señor, ni es nuestro cuerpo el que puede ver al Señor, porque materialmente con los ojos de la cara nadie ha visto al Señor ni lo verá jamás. El problema para aquellos que no creen en Dios, es que quieren el imposible de verlo con los ojos de su cara.

Es nuestra alma y solo ella, la que tiene la posibilidad de relacionarse con Dios, porque Él cuando crea un alma y la insufla en la materialidad de un cuerpo, engendrado por sus padres, deja en esa alma una serie de improntas, que la persona llevará siempre impresas en su ser. Se trata de varias clases de instintos como puede ser, el de supervivencia, o el de convivencia en sociedad, pues el hombre es siempre sociable y su instinto le lleva a vivir en sociedad, o bien el instinto de buscar a su Creador, que todo hombre lleva dentro de si. Este último instinto, es el que aquí no interesa.

El hombre puede tener la suerte de haber nacido, abrigado por unos padres que le señalan el camino para encontrar a su Creador, o desgraciadamente de unos padres que no solo no le ayuden sino que le nieguen la existencia de ese Creador. En el primer caso, puede ser que los padres le muestren el camino correcto para llegar a Dios, pero también hay padres que, la mayoría de las veces por seguir la tradición de la familia y pertenecer a una sociedad apartada de la Verdad, se le enseñe la búsqueda del Creador por un camino errado. En todo caso la fuerza de la impronta que Dios pone en las almas les lleva a muchos a buscar el camino de la Verdad, aun habiendo sido educado en otro camino. Y también se da el caso de que habiendo sido educado en el camino de la Verdad, menosprecia este, para abrazar un desenfrenado hedonismo.

Aunque hayamos tenido la suerte de haber sido educados en el camino de la Verdad y lo hayamos aceptado sin buscar atajos u otros caminos equivocados, la idea o noción que vamos teniendo de Dios se va modificando con el tiempo. Por supuesto Dios es inmutable, somos nosotros los que variamos. Inicialmente se tiene una idea muy difusa de quien es Dios, pero si la persona de que se trate, se preocupa un poco de ir desarrollando su vida espiritual, llegará un momento en que no solo sabrá quien es Dios, sino que lo habrá captado perfectamente con los sentidos de su alma, entre ellos los ojos del alma y puede ser que haya entrado a vivir en el fuego de amor del Señor.

Para comprender, porqué la idea o el concepto que tengamos de Dios, así como la intensidad de nuestra relación con Él, variará con el transcurso del tiempo, a pesar de que Dios es inmutable y siempre es el mismo, esto tiene su fundamento en la dicotomía cuerpo alma que tenemos. La vida del hombre es una eterna lucha entre las apetencias del cuerpo o de la carne y los deseos del alma. San Pablo escribía a los romanos diciéndoles: “En efecto, los que viven según la carne desean lo que es carnal; en cambio, los que viven según el espíritu, desean lo que es espiritual. Ahora bien, los deseos de la carne conducen a la muerte, pero los deseos del espíritu conducen a la vida y a la paz, porque los deseos de la carne se oponen a Dios, ya que no se someten a su Ley, ni pueden hacerlo. Por eso, los que viven de acuerdo con la carne no pueden agradar a Dios”. (Rm 8,5-8).

Por otro lado nuestra alma es inmortal, y nuestro cuerpo es mortal. Nosotros tenemos la posibilidad de fortalecer y engrandecer nuestra alma, mediante el desarrollo de nuestra vida espiritual, pero nuestro cuerpo, por mucha gimnasia y deporte que se haya hecho, con el transcurso del tiempo, el cuerpo se va debilitando y derrumbándose. Pero al contrario la vida espiritual del alma se va incrementando, con el paso del tiempo el dominio del alma sobre el cuerpo va siendo cada vez mayor. Esto es lo que ocurre en un orden lógico de personas. Aunque hay personas que con ochenta años aún no son conscientes del derrumbamiento de sul cuerpo. Ellos siguen creyéndose que están en plena adolescencia y tomando pastillas relacionadas con su ya extinta vida sexual, y ellas gastando el dinero en potingues y cirugías estéticas. Pero si se trata de personas normales y con una vida interior más o menos desarrollada, saben si viven en paz y gracia de Dios, que el Señor inhabita n su alma y ellos o ellas son templos vivos del Espíritu Santo.

Los años finales de la vida, para personas normales en su vida interior, suelen ser siempre los más felices, así lo manifiestan muchas personas, que nunca pensaron en profundidad sobre sus últimos años. Lo que ocurre en la generalidad de los casos, es que el alma ve más cerca la realización de sus deseos más íntimos y ve como ha logrado más o menos dominar al cuerpo y sobre todo a las apetencias de este que han sido durante muchos años una valla que le impedía acercarse al Señor.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo