lunes, 31 de julio de 2023

CUANDO VISITE A UN SACERDOTE, RECUERDE...

Que un cura no está casado, ni tendrá familia propia. Sin esposa, sin hijos. Su familia son sus feligreses. Es un padre espiritual en la fe de la comunidad a la que sirve. Su futuro está en celebrar la Eucaristía en la misa todos los días, escuchar confesiones, ungir a los enfermos, servir a los que acuden a él en busca de ayuda. Un sacerdote puede servir en una parroquia solo por un mínimo de cinco a siete años. Después de eso, puede ser transferido a otra parroquia o asignado a un papel diferente en la Iglesia. Se apoya en su equipo de voluntarios, personal y fieles laicos. No esperes que él esté allí todo el tiempo para ti.

Cuando das dinero a la Iglesia, te sorprenderá saber que el dinero no es para él porque ningún sacerdote gana un salario fijo. Reciben un estipendio para cubrir sus gastos básicos de alimentación, vestimenta y viaje. Ahorran cada centavo para irse de vacaciones y gran parte del dinero es obsequiado por amigos, parientes y simpatizantes, ya que no reciben licencia pagada como el resto de los que trabajamos.

Si bien trabajamos por una cantidad fija de horas con dos días libres a la semana, se espera que los sacerdotes estén disponibles las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Así que no te enfades si no te responde cuando lo necesitas. Ellos también son humanos con la misma fragilidad que nosotros.

Si escucha a alguien hablando mal de un sacerdote en particular, corrija a esa persona y no participe en chismes sin conocer los hechos. Recuerda que están solos y en ocasiones necesitarán compañía. Preste atención a sus necesidades emocionales, físicas y mentales. Acompáñalos si es necesario u ofréceles una mano amiga o incluso un aventón. No es fácil salir solo a las 2 o 3 de la mañana especialmente en barrios peligrosos para aconsejar o incluso ungir a alguien en su lecho de muerte. Si alguien acude a ellos a esa hora en busca de ayuda, tienen que levantarse de su sueño profundo y aún se espera que celebren Misa por la mañana. ¿Quién está ahí para ellos cuando están enfermos o tienen emergencias en medio de la noche? Sin embargo, están obligados a cumplir con sus deberes porque, si no ellos, ¿quién?

Recuerde sus cumpleaños, aniversarios de ordenación y eventos importantes en sus vidas. Celebra con ellos, llora con ellos. Ofrezca un hombro en el que apoyarse. Si se caen, no juzgues ni critiques. Levántalos y ayúdalos en su viaje en la vida. No se ofenda si no están a la altura de sus expectativas. Ningún sacerdote es perfecto.

Cuidad, pues, de vuestros sacerdotes, acordaos de los que os bautizaron, confirmaron, casaron y ungieron. Los que ofrecen misas por tus intenciones y oran por ti. Que Dios bendiga a nuestros sacerdotes en el nombre de Jesús, nuestro eterno Sumo Sacerdote.

Señor, te pido que detrás de cada sacerdocio santo, haya siempre un santo sacerdote.

¿TIENES UN AMIGO ATEO?

3 PILARES SOBRE LOS QUE SE DEBE FORJAR UNA AMISTAD ENTRE UN CATÓLICO Y UN ATEO

Por: Alessandra Cava de Andrea. | Fuente: catholic-link

Conozco a mi mejor amiga desde que cursábamos el primer grado en el colegio. Desde siempre hemos tenido maneras muy diferentes de ver la realidad. Ella está a favor del aborto y piensa que la castidad es una idea medieval. Yo creo que la vida humana debe respetarse desde la concepción y procuro, si la gracia de Dios me sostiene, por supuesto, llegar virgen al matrimonio.

Ella recupera su paz interior practicando yoga o meditación budista. Yo la encuentro cuando rezo el rosario o visito el Santísimo. Ella no recuerda cuando fue la última vez que pisó una iglesia y yo, no puedo pasar un domingo sin ir a Misa y comulgar.

LAS DIFERENCIAS TAMBIÉN NOS HAN HECHO INSEPARABLES

A simple vista, parecería que nuestras diferencias son irreconciliables, pero a pesar de todo, después de más de diez años amistad, seguimos siendo inseparables. Cuando estamos juntas, cualquier forma de superficialidad desaparece.

Las conversaciones más profundas, sobre nuestras alegrías, tristezas, miedos y sueños, tienen lugar durante incontables horas en nuestros restaurantes favoritos de la ciudad. Delante de ella, no me da vergüenza mostrarme tal y como soy, con todo lo sensible, dramática, redundante y hasta mal educada que puedo ser algunas veces.

Como diría Antoine de Saint-Exupéry:

Hace un rato, le pregunté por WhatsApp p«Junto a ella no tengo que justificarme ni defenderme, no tengo que demostrar nada (…) más allá de mis torpes palabras, por encima de los juicios que puedan desorientarme, ella ve en mí, simplemente, a una persona».or qué, según ella, nuestra amistad siempre se ha mantenido libre del miedo a ofendernos por el choque de nuestras opiniones y creencias. Sobre todo ahora que ya no somos unas niñas. En una nota de voz, comenzó contándome que acababan de enseñarle sobre el Concilio Vaticano II, en un curso obligatorio de teología en la universidad. A pesar de todos los argumentos que sostiene en su contra, dijo que admiraba que la religión católica fuera la primera en dar un paso hacia la reconciliación con las demás, e incluso, con aquellos que, como ella, no terminan de creer en Dios.

«Tú eres de ese tipo de creyentes, —dijo ella para mi gran sorpresa—. No me excluyes por pensar distinto. Para ti, que sea diferente, no significa que sea mala. Me encanta conversar contigo porque nos nutrimos mutuamente de distintos puntos de vista. Creo que no llegamos a ofendernos porque, más allá de la religión, compartimos los mismos principios y valores o, como se dice en ética, el mismo código de conducta.

Al final, somos almas buenas que quieren lograr lo mejor para la humanidad. Y no sé, para mí siempre va a ser más lo que nos une. Siempre vas a estar cerca de mi corazón… porque sí. Te quiero. Eres mi amiga y te acepto como eres». Sin darme cuenta, cuando terminé de escucharla, estaba derramando unas cuantas lágrimas.

LA AMISTAD NO DEBE TENER CONDICIONES

Cuántas veces, los que creemos en Dios, nos cohibimos de ser transparentes con lo que pensamos ante nuestros amigos ateos, agnósticos o anti Iglesia, por miedo a ofenderlosAcabamos en pleitos terribles con ellos, porque no quieren aceptar las enseñanzas y verdades de fe. A veces, olvidamos que la amistad debe ser auténtica y libre de condiciones, no un contrato social con cláusulas por cumplir, sobre qué se debe hacer o decirPor otro lado, como diría Juan Pablo II, «… la Iglesia no está llamada a imponerles la fe a los que no creen, sino a proponérsela desde el amor y la caridad».

Tal como lo hizo Jesús. Creo que, si queremos vivir nuestras creencias sin miedo ante aquellos amigos que no las comparten, hay tres aspectos que no podemos olvidar.

 1. LA HUMILDAD

Las personas no creen en Dios por incontables motivos, pero creo que el más significativo en nuestros tiempos, es el que menciona un apartado de la constitución pastoral Gaudium et Spes, justamente del Concilio Vaticano II: «…en esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión».

Basta con ver las noticias en Estados Unidos, Europa o América Latina. Las denuncias contra sacerdotes, por perpetrar abusos físicos, psicológicos y sexuales contra niños y adultos inocentes, son incontables. Reconocidos políticos, que asistieron a procesiones o marchas y se dejaron fotografiar con niños pobres u obispos, mostrándose como fervorosos creyentes, hoy enfrentan juicios serios, porque usaron el poder para satisfacer sus ambiciones y llenarse los bolsillos de dinero, de la mano con la corrupción.

También, estamos los creyentes que, siendo desconocidos para la opinión pública, terminamos causando el mismo escándalo. Sobre todo cuando nos golpeamos el pecho cada domingo en misa, jactándonos de que Dios existe y es amor, mientras en lo cotidiano de cada día, miramos por debajo del hombro a los marginados o a quienes no nos agradan por ser diferentes.

Por supuesto que hay honrosas excepciones de creyentes ejemplares.  Pero necesitamos ser humildes para aceptar que nuestros amigos y todos aquellos que no creen en Dios, han encontrado en nuestros pecados e incoherencias, razones de peso para alejarse de Él o no tener la intención de conocerlo.

2. EL RESPETO

Los padres conciliares nos enseñan que nuestros amigos o cualquier persona que no crea en Dios, merece nuestro respeto siempre. El hecho de no ser creyentes o no aceptar las verdades de fe, no disminuye su dignidad como personas, porque es el mismo Dios quien la sostiene y la vuelve invaluable. En la Gaudium et Spes, también aseguran que cuanto más humana y caritativa sea nuestra comprensión íntima de su manera de sentir, mayor será la facilidad para establecer con ellos el diálogo.

Esto no significa volvernos indiferentes a la verdad para complacer a quienes no la aceptan o no la conocen, sino anunciarla de forma más saludable, para que no la sigan menospreciando. Además, hace poco, en una carta sobre la esperanza, el Papa Francisco dejó muy claro que tener siempre el valor de la verdad, no nos hace superiores a nadie:

«Aunque fueras el último en creer en la verdad, — nos exhortó el Sumo Pontífice —, no te apartes de la compañía de los hombres. Respetar implica también no juzgar ni condenar al otroEs entender que cada persona tiene una historia personal (muchas veces dolorosa) que los llevó a expulsar a Dios de sus pensamientos y acciones. Estar en desacuerdo con ellos no nos da ningún derecho a rechazarlos, porque a los ojos del Padre, tanto creyentes como no creyentes, somos infinitamente valiosos, aun cuando nos alejamos de Él».

3. EL AMOR

Nuestros verdaderos amigos —sean ateos, agnósticos o anti Iglesia—, sabrán aceptar una parte tan importante de nuestra vida como es la fe. No porque estén de acuerdo con ella, sino porque nos aman, tal y como somos.

Lo que más me conmueve en una amistad, es ser testigo de cómo el amor nunca se detiene, a pesar de los obstáculos que se puedan presentar. Para mí, es un reflejo vivo de cómo Dios nos ama y, por consiguiente, de cómo estamos llamados a amar, sobre todo a quienes no lo conocen.

Hacer apostolado no solo significa lograr que nuestros amigos que no creen en Dios, se conviertan. Es también —y por sobre todas las cosas— amarlos incondicionalmente y hasta el extremo, incluso si eligen rechazar la fe. Jesús nos dio el ejemplo al entregar su vida en la cruz también por ellos, aunque no creyeran en Él ni aceptaran sus enseñanzas.

Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos (Jn 15,13) y amarlos como Él lo hizo, es la prueba viviente que les daremos sobre la existencia de un Dios que los ama a ellos también.

UN ROSARIO ENCONTRADO EN EL BOSQUE

 ALGO BRILLABA EN UN ARBUSTO, ERA UN ROSARIO DE MADERA, DESGASTADO POR EL USO, CUYA CRUZ DE METAL RELUCÍA A LA LUZ DEL SOL

Por: Redacción | Fuente: salvadmereina.co.cr

Aquel bosque había sido siempre muy atrayente. Sus árboles centenarios, cuyas hojas filtraban los rayos del sol, y su ambiente de misterio creaban el escenario perfecto para las diversiones de los niños de la aldea, amantes de la aventura. Era habitual, sobre todo en vacaciones o los fines de semana, verlos correr por todas partes y perderse entre las sombras de la vegetación, mientras de lejos se escuchaba resonar su alegre griterío.

Allí se habían refugiado, durante la guerra, los soldados de la retaguardia. Por eso, no era raro encontrar casquillos de bala, restos de pólvora o plomo y otros pertrechos, lo que para los niños hacía de ese lugar un sitio aún más fascinante.

Un día, un par de amigos Mario y Alejandrose encontraban paseando entre los árboles en busca de algo nuevo. Habían sido compañeros en la escuela y siempre pasaban juntos las vacaciones. El primero todavía vivía en la aldea, pero el otro se había mudado con su familia a la capital. Andaban conversando animadamente sobre cuál sería el futuro de cada uno. Después de todo, ya estaban terminando los estudios secundarios y quizá no volverían a encontrarse.

— Yo voy a ser médico, dijo Alejandro. Me estoy aplicando para entrar en la Universidad. Quiero ayudar a la gente. Me conmovió ver cómo sufrían los soldados durante la guerra por no tener a un doctor que les auxiliara.

Y tú, ¿ya te has decidido?

— Todavía no…, le respondió Mario.

— ¡Pero bueno! Si ya estás terminando el instituto. Tendrás que tomar una determinación.

— A mí también me gustaría elegir una profesión que ayudara a las personas, pero la Medicina no me atrae.

Andaban despacio y la conversación iba alcanzado un clima de reflexión.

De pronto, se fijaron que algo brillaba en un arbusto e instintivamente ambos aceleraron el paso. Era un rosario de madera, desgastado por el uso, cuya cruz de metal relucía a la luz del sol.

— ¡Mira, es un rosario!, exclamó Mario, mientras lo cogía y besaba su crucifijo.

— ¡Va, si es un rosario ordinario!, le retrucó Alejandro.

Un rosario, por muy simple que sea, nunca es ordinario, le reprendió su amigo. Debemos buscar a su dueño, porque tiene que estar muy triste por haberlo perdido.

Alejandro intentaba disuadirlo, pues la aldea no era tan pequeña… y además que podría pertenecer a uno de los miles de soldados que por allí habían pasado durante la guerra. Mario decidió entonces llevarlo a la ermita que estaba en el centro del bosque y depositarlo a los pies de una imagen de la Virgen. Quién sabe si el que lo había extraviado no iría a buscarlo ahí.

Cuando llegaron a la ermita, Mario le pidió a su amigo que entrara con él para que juntos rezaran a María Santísima, como siempre lo habían hecho, pero Alejandro no quiso acompañarle. Prefirió esperarle afuera, contemplando… las maravillas de la naturaleza.

Habían pasado cinco minutos desde que Mario había entrado.

Quince minutos. ¡Media hora! ¡Y no daba la impresión de que fuera a salir…!

Alejandro estaba impaciente y se preguntaba qué estaría haciendo tanto tiempo dentro de la ermita.

Finalmente, apareció. Y venía sonriendo, como iluminado.

— ¿Pero qué te ha pasado? ¿Por qué has tardado tanto?

— Ya he decidido lo que voy a ser: sacerdote.

— ¿Cómo? ¿Qué ideas son esas?

— Sí, tú serás médico de cuerpos y yo médico de almas. Hoy he visto claramente, delante de Nuestra Señora, cuál sería mi vocación y le he pedido que me ayude a entrar enseguida en el seminario y me transforme en un sacerdote santo.

Alejandro no se atrevió a decir nada más. Regresaron a casa de Mario y cuando se acabaron las vacaciones cada cual siguió su camino: aquel entró en la Facultad de Medicina y éste ingresó en el Seminario Diocesano. Ambos perdieron la pista uno del otro.

Veinte años habían pasado cuando el padre Mario fue designado capellán del Hospital Modelo de la capital.

Allí se encontró con su antiguo amigo, ahora un renombrado médico y cirujano. Había progresado mucho profesionalmente, pero infelizmente se preocupaba tan sólo con asuntos prácticos, sin darle importancia a la vida espiritual.

Un día, el sacerdote y el doctor se encontraron en la habitación de un pobre enfermo que no paraba de quejarse. Tras examinarle, el médico le dijo que no entendía el motivo de aquellos lamentos. La enfermedad estaba remitiendo y no existía una causa orgánica para los dolores que parecía le atormentaban.

— ¡Ay, ay! ¡Ay, doctor! Me voy a morir… y no tendré salvación, repetía el enfermo, angustiado.

El sacerdote se acercó para intentar animarle, exhortándole a que tuviera confianza en la Madre de Dios. Y le invitó a que rezaran juntos el Rosario.

— ¡No me hable de rosarios!

— Pero, ¿por qué? No hay una criatura más dulce y bondadosa que María…

El pobre hombre le contó su historia. Unos veinte años atrás había sido soldado en la guerra. Antes de salir de casa, su madre le había dado un rosario y le hizo que le prometiera que lo llevaría siempre encima y lo rezaría diariamente. El militar atendió aquel pedido durante un tiempo, pero no pudo resistir las burlas de sus compañeros y al pasar por un bosque cercano a una aldea tiró el rosario entre los arbustos.

Desde entonces la conciencia le pesaba enormemente y no se sentía digno de rezar a la Virgen, ni de mirar siquiera a una imagen suya.

El sacerdote y el médico se miraron estupefactos. El lugar del que hablaba era la aldea de su infancia y el rosario ¡el que se habían encontrado!

El padre Mario sacó un rosario de madera de su bolsillo y se lo entregó al enfermo, diciéndole:

— Pues mire, ¡aquí está su rosario!

Si María ha querido que le fuera devuelto, es porque quería manifestarle su perdón.

La fisonomía del enfermo se iluminó. Entonces el sacerdote le contó la escena que ocurrió hacía veinte años atrás y cómo su vocación se la debía a aquel rosario que guardaba de recuerdo por la gracia recibida, y con el que rezaba todos los días.

El doctor oía al padre Mario, bañado en lágrimas. Dándose cuenta de lo mucho que se había alejado de Dios, se preguntaba: “¿De qué sirve ser un gran profesional a costa de dejar abandonada su propia alma?”.

Médico y paciente quisieron confesarse y recuperar la paz. El viejo soldado en poco tiempo recibió el alta y salió del hospital. Y el Dr. Alejandro y el P. Mario aún trabajaron juntos durante muchos años, en plena armonía: uno curaba el cuerpo y el otro llevaba la salud al alma.

SAN IGNACIO DE LOYOLA, UN LOCO DE AMOR POR JESUCRISTO

 Un infatigable peregrino; un buscador incansable de la voluntad de Dios.

Fuente: Vatican News

Es verdad, se ha escrito mucho sobre la vida y obra de San Ignacio de Loyola, más nunca suficientemente. Cada uno de nosotros los jesuitas podríamos, con todo derecho, decir quién es Ignacio para cada uno. También todas las personas, hombres y mujeres, que hoy se nutren de la espiritualidad ignaciana podrían compartir quién es Ignacio y qué ha significado en su vida.

Podríamos empezar por identificarlo como aquel caballero y gentilhombre, el cortesano, el aguerrido, el herido de Pamplona, el buscador, el místico, el contemplativo, el enamorado, el compañero, el maestro de la sospecha y del discernimiento, el hombre de los Ejercicios Espirituales… hasta el fundador y Padre de la Compañía de Jesús. Y es que la biografía de San Ignacio de Loyola es tan amplia y diversa que podemos encontrar en él a un santo bien humano en cuya vida cualquiera de nosotros puede verse reflejado y sentirse identificado. Por ejemplo, personalmente, recuerdo que antes de entrar a la Compañía a mí me conmovió mucho la elocuente honestidad con la que define gran parte de su vida en su Autobiografía “Hasta los veintiséis años fue un hombre dado a las vanidades del mundo”. Esa sola frase me hizo sentirme atraído por su historia y su persona hasta llevarme a tocar las puertas de la Orden.

No obstante, en la medida en que le he conocido más profundamente, me ha seducido mucho más su faceta de peregrino, tal y como él se define a sí mismo en sus escritos espirituales. Un infatigable peregrino; un buscador incansable de la voluntad de Dios que, seducido completamente por su “Criador y Señor”, era muy sensible a los movimientos del buen Espíritu en su interior. Así nos lo cuenta Jerónimo Nadal, uno de los primeros jesuitas:

El maestro Ignacio encaminó su corazón hacia donde lo conducía el Espíritu y la vocación divina; con singular humildad seguía al Espíritu, no se le adelantaba; y así era conducido con suavidad a donde no sabía. Aquel peregrino era un loco de amor por Jesucristo. Desde que Dios entró en su corazón comenzó a recorrer los caminos de Europa buscando el mejor modo de amar y servir. La pasión de su vida fue buscar y encontrar a Dios en todas las cosas.

Ese cojo peregrino de Loyola que, gracias a su dolorosa herida sufrida en Pamplona, pudo hacer un alto en su vida para encontrarse cara a cara consigo mismo y preguntarse con toda franqueza qué es lo que realmente quería para su vida y abrirse así a la gracia del Señor. Ese peregrino nos enseña que el seguimiento del Señor Jesús es un camino de suavidad que implica un hondo conocimiento de uno mismo y conocer internamente el corazón de Cristo para dejarse conducir “sabiamente ignorante” hacia los horizontes más insospechados de nuestros propios deseos y anhelos. San Ignacio no es un místico que vaya por el camino de las nadas; al contrario, Ignacio es un místico del todo. No le tiene miedo a la fuerza de su imaginación para recrear las escenas del Evangelio en sus propias contemplaciones. La espiritualidad que nos ha heredado es una espiritualidad sensual que, por medio de la aplicación de los sentidos, nos enseña que podemos rastrear la presencia de Dios en todas las cosas creadas sobre la faz de la tierra porque no hay ninguna división entre lo sacro y lo profano, todo y todos somos motivo de encuentro con Dios, por eso nos invita constantemente a: “encontrar a Dios en todas las cosas y a todas las cosas en Él”. Sin división y sin confusión.

Un peregrino metido hasta las entrañas en los “negocios” prácticos de este mundo, pero con un corazón grande y una amplia mirada para contemplar con asombro la belleza cautivadora de la creación, al punto de amar apasionadamente a este mundo y a esta vida nuestra. Así nos lo cuenta Diego Laínez, otro de los primeros jesuitas:

Ignacio se subía a la azotea por la noche, de donde se descubría el cielo libremente; allí se ponía en pie, y sin moverse estaba un rato con los ojos fijos en el cielo; luego, hincado de rodillas, hacía una adoración a Dios; después se sentaba en un banquillo, y allí se estaba con la cabeza descubierta, derramando lágrimas hilo a hilo, con tanta suavidad y silencio, que no se le sentía ni sollozo, ni gemido, ni ruido, ni movimiento alguno del cuerpo.

Un peregrino que nos enseña que para ser contemplativos no hay que fugarnos del mundo, sino habitar en él, porque es posible ser verdaderamente contemplativos en la acción. Asimismo, nos comparte que, aunque la soledad y el silencio son indispensables para el encuentro con Dios, también en la comunidad, especialmente en las necesidades de nuestros hermanos y hermanas, podemos contemplar una presencia claramente divina. En medio del ruido y del caos de las ciudades podemos escuchar la voz silenciosa del Señor que nos invita constantemente a “en todo amar y servir”, no como una frase piadosa o un atractivo eslogan de un gran colegio o universidad jesuita, sino como un horizonte real de posibilidades abiertas y concreciones de realización infinitas.

Debo aceptar que, como buen jesuita, cuando hablo de San Ignacio me suelo desbordar porque es nuestro padre y maestro. Sin embargo, quisiera cerrar este texto diciendo que lo que más me cautiva de Ignacio es que es un peregrino delicadamente sensible y con los pies bien puestos sobre esta bendita tierra nuestra. Cuando contemplo sus alpargatas con las que caminó y recorrió tantos y tantos caminos, no puedo más que inclinarme reverente; y con mi corazón conmovido, parece que escucho su tierna voz recordándome al oído aquello de que “el amor ha de ponerse más en las obras que en las palabras” [EE,230]. Por eso, termino este escrito utilizando sus propias palabras, esas que solemos repetir constantemente a modo de oración preparatoria cada vez que hacemos Ejercicios Espirituales: Concédenos Señor “que todas nuestras intenciones, acciones y operaciones estén puramente ordenadas al servicio y alabanza de vuestra divina voluntad”.

JULIA DIFUNDE LOS MÉTODOS NATURALES, ¡PERO TIENE SIETE HIJOS! ¿CÓMO SE EXPLICA ESTA HISTORIA?

 HA CREADO UN PORTAL, MAGENTA, QUE HACE ACCESIBLE LA INFORMACIÓN QUE ELLA NO TUVO

Julia Ibarra ha creado Magenta, un portal que proporciona información útil sobre métodos naturales de planificación familiar.

Decir que es madre de siete hijos no parece la mejor carta de presentación, pero sería un juicio precipitado sin conocer su historia, que ha contado ella misma en una entrevista de Monica Seeley en The Catholic World Report.

Julia no era católica y tenía 25 años cuando se comprometió con Jaime, quien sí lo era. Julia no tenía nada en contra de los anticonceptivos y pensaba usarlos, pero eso era un problema para Jaime, coherente con su fe.

Además de las razones morales, ambos tenían argumentos médicos. Ella llevaba tomando desde los 15 años una medicación contra la narcolepsia y temía las consecuencias para su día a día de tener que abandonar el tratamiento si se quedaba embarazada. Por su parte, él le mostró los estudios que documentan el negativo efecto del uso habitual de la píldora sobre la salud de la mujer.

Pero Jaime es militar e iba a ser desplegado poco después de la boda, así que decidieron buscar información sobre los métodos naturales. Durante el cursillo prematrimonial todo lo que habían recibido era una hoja suelta con cuatro ideas básicas y ninguna referencia a la que acudir.

Finalmente encontraron unas clases, pero Jaime no podía ir y el monitor lo consideraba imprescindible. Así que decidieron formarse en casa por su cuenta.

"SE RIÓ DE MÍ"

“Pronto tuvimos nuestro primer hijo”, cuenta Julia: “Yo lo quería y me encantaba tenerlo. Durante una visita post-parto, el médico me preguntó qué método de control de la natalidad. Cuando le dije que usaba métodos naturales, se rió de mí”.

Así siguieron las cosas, y en pocos años tenían cuatro hijos, y aunque a Julia le gustaba tenerlos, sus embarazos eran difíciles, así que decidieron volver a intentar los métodos naturales para espaciarlos. Encontraron uno y parece que funcionaba, pero en una ocasión se equivocó con su periodo infértil… y llegó el quinto.

Para entonces ella se había convertido al catolicismo, pero, sintiéndose un poco abrumada por la situación, decidió empezar a usar la píldora, aunque “sabía que estaba contra las enseñanzas de la Iglesia”. Consultó a un sacerdote… y -lo que sorprenderá a muy pocos- ése la ratificó en su decisión: “Así convencida, le dije a mi marido que tenía que empezar con la píldora. Gracias a Dios, dijo que no”.

LA FAMILIA NUMEROSA ES UN REGALO

Algo desconcertada, acudió a una amiga, que le habló de la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II y de la encíclica Humanae Vitae de Pablo VI, y le dio el libro de Kimberly Hahn (esposa de Scott HahnEl amor que da vida. El maravilloso plan de Dios para el matrimonio: “Todo ello me acabó reafirmando en no necesitaba anticonceptivos para nada”.

En la pequeña ciudad donde vivían entonces no había ningún monitor de métodos naturales, pero sí encontraron una doctora en San Diego a cuyo equipo podía consultar por videoconferencia. La monitora que la atendió resultó ser una madre de ocho hijos que los veía como una bendición y la animó explicándole que el trajín que suponen va haciéndose más llevadero cuando los mayores crecen: “Sorprendentemente, fue la primera persona en toda mi vida que me habló de tener una familia numerosa como un regalo”.

Y le facilitó el teléfono de una especialista que, según reconoce Julia, le cambió la vida: “Empecé a comprender mi fertilidad y a tener una nueva perspectiva sobre mi fertilidad y mis hijos. Si volvía a quedarme embarazada, sería un regalo de Dios más que un fracaso de los métodos naturales. Mi marido y yo tuvimos dos hijos más y Le doy las gracias todos los días por ellos”. Reconoce que los ‘fallos’ se debieron en ocasiones a errores o inconstancias de ellos en la determinación de los periodos fértiles, más que al método mismo.

BUENA INFLUENCIA SOBRE LA RELACIÓN CONYUGAL

Asimismo, los métodos naturales influyeron positivamente sobre su matrimonio: “Aumentaron nuestra complicidad y crearon un vínculo muy fuerte entre mi marido y yo. Utilizando los métodos naturales, nos entregábamos uno al otro completa y generosamente”. De hecho, la tasa de divorcio entre parejas que los utilizan es del 5%, frente al 50% del promedio general. Evidentemente, es solo un factor, pero ella lo considera relevante, pues los métodos naturales te hacen comprender el papel del sacrificio en el amor, que es generosidad en todos los ámbitos: cuando llegan los malos momentos, estar fundamentados en la fe, la confianza y el amor te da fortaleza para perseverar”.

A Julia, descartar los anticonceptivos le hizo tener “una mirada más positiva sobre la vida”, y fue un factor importante en su conversión al catolicismo: “Cambió mi idea sobre mi cuerpo y mi fertilidad y me enseñó a confiar más, a darme cuenta de que mi vida es el resultado de la rendición de mi voluntad a la voluntad de Dios”.

CADA HIJO ES UNA BENDICIÓN DE DIOS..

Lo cual, en el caso de los Ibarra, dio lugar (“no sería honesta si lo ocultara”) a momentos de tensión, porque las misiones en las que era desplegado su marido fueron en ocasiones muy inoportunas respecto a embarazos, partos o lactancias.

“Sin embargo”, añade enseguida, “me doy cuenta de hasta qué punto he sido bendecida con la familia que tengo… ¿Por qué he tenido tantos hijos? Porque es lo que Dios quiso para mí”.

INFORMACIÓN FIABLE Y ACCESIBLE

Pero, entonces, ¿para qué creó Magenta, que también incluye enlaces para informar sobre la naprotecnología como ayuda a los matrimonios infértiles?

La razón fundamental es que a nadie le pase lo que a ella, esa desesperante e infructuosa búsqueda de información. El portal habla de los métodos naturales de forma atractiva, comprensible y, sobre todo, práctica y con enlace a directorios y recursos de ayuda. Se llama Magenta en homenaje al pueblo natal de Santa Gianna Beretta Molla (1922-1962), la pediatra que murió tras renunciar a un tratamiento de cáncer por no perjudicar a la hija que esperaba.

“Magenta quiere que todas las mujeres entiendan su fertilidad de una forma más saludable, natural y feliz”, responde Julia, remitiendo a todas las app, dispositivos y métodos del mercado. Y respondiendo de forma clara a las grandes preguntas que plantean los métodos naturales a quienes no saben nada de ellos.

Además, si, usándolos, una mujer queda embarazada inesperadamente, es menos probable que considere el aborto, porque ya ha asumido responsablemente el embarazo como algo natural, mientras que las mujeres que usan anticonceptivos suelen ver el aborto como una corrección del fallo del método artificial”.

EL SILENCIO DE LAS PARROQUIAS

Y luego hay otro problema que Magenta busca combatir: el desconocimiento. Hay que “cambiar el ambiente tóxico que la anticoncepción ha creado en la fe, la salud y la fertilidad de las mujeres”. Muchas de ellas se dan cuenta, pero no conocen la alternativa de los métodos naturales.

Ibarra es realista y sabe que la mayor parte de sus destinatarios reales son católicos. Sin embargo, “en las parroquias católicas, aunque son provida de palabra, no suelen mencionar que nuestra fe está contra la anticoncepción. En muchas de ellas, mencionar los métodos naturales “es tabú”, con la excusa de “no inmiscuirnos en las decisiones de los demás sobre su vida”.

Pero lo que Julia propone es otra cosa: “Intentamos ayudar a las mujeres a tomar mejores decisiones sobre su fertilidad y su salud”, concluye: “Creo que la curiosidad que pueda suscitar Magenta podrá florecer en algo que cambie tu vida y te ayude a caminar más cerca de Dios”.

C.L.

ASÍ SON LOS PEREGRINOS A LA JMJ DE LISBOA 2023: PRACTICANTES SINCEROS, DE 30 AÑOS, BUSCAN A CRISTO

 

UN ESTUDIO DE GAD3 CONSTATA SU FE: DOS TERCIOS REZAN CADA DÍA

Alegres peregrinos hispanoamericanos llegan a Lisboa... hay más treintañeros que adolescentes

Tanto dentro de la Iglesia como fuera de ella, hay personas interesadas en mostrar  los jóvenes peregrinos a la JMJ como juerguistas más o menos hipócritas, casi sin fe, que solo quieren divertirse, mezclados con adolescentes dóciles y manejables.

Pero los datos de un estudio que ahora difunde la casa de sondeos GAD3 a partir de 12.500 peregrinos muestran un perfil muy distinto: tienen más edad de lo que muchos piensan (una media de 30 años), son católicos sinceros y practicantes, están implicados en movimientos, asociaciones y parroquias y tienen una clara motivación espiritual.

O dicho de otra forma: quien quiere ir de festival veraniego, se apunta a un festival veraniego, no a la JMJ. A la JMJ van católicos jóvenes adultos con motivaciones religiosas.

DATOS INTERNACIONALES RECOGIDOS EN VÍSPERAS DEL EVENTO

Los datos de este sondeo se han recogido con cuestionarios online en los 5 idiomas oficiales del encuentro (portugués, español, francés, italiano e inglés) y han respondido 12.500 personas de casi 100 países. Cabe sospechar que los peregrinos de menor edad (de 16 a 18 años) hayan respondido menos que los de más edad, y que los que acuden como voluntarios (un 27% de los que han respondido) están sobrerrepresentados (lo que sube la media de edad). Rellenar el cuestionario costaba unos 8 minutos, y el sondeo se realizó del 12 al 20 de julio.

LOS REPETIDORES DEFIENDEN EL VALOR ESPIRITUAL DE LA JMJ

Para un 66% de los encuestados, es su primera JMJ, pero un tercio de los asistentes encuestados son repetidores, y no sólo son veteranos sino entusiastas.

Prácticamente todos los repetidores (99%) dicen que su experiencia en otras ediciones fue positiva y el 92% dice que tuvo "bastante" o "mucha" influencia en su vida. El 96% de los veteranos cree que las JMJ refuerzan el compromiso de los jóvenes con la Iglesia, y un 95% consideran que las JMJ son un altavoz del mensaje de la Iglesia en todo el mundo.

Casi la mitad de los veteranos estuvo en Cracovia en 2016Más de un tercio de los veteranos (37%) estuvo en Madrid en 2011.

Casi todos los encuestados (92%), sean novatos o veteranos, están convencidos de que las JMJ refuerzan el compromiso de los jóvenes con la sociedad.

LA MOTIVACIÓN: CONOCERSE A TRAVÉS DE CRISTO

Es conocida la escena de la JMJ del año 2000, en la explanada enorme de Tor Vergata. San Juan Pablo II, ante un millón y medio de jóvenes, les preguntó:

- ¿Qué habéis venido a buscar?
- A Juan Pablo II -respondieron ellos.
- No, no le buscáis a él. ¡Es a Cristo a quien buscáis!- respondió el Papa.

Muerto Juan Pablo II, algunos temían que los jóvenes dejaran de acudir a las JMJ. No fue así. Las multitudes de jóvenes se reunieron con el Papa Benedicto en Sídney, en Colonia, en Madrid, y con Francisco en Rio, Cracovia y Panamá. La motivación no es tal o cual Papa, aunque sí puede serlo "encontrarse con el Papa" (el que sea).

Pero cuando el sondeo de GAD3 da a elegir varias opciones, los encuestados señalan sobre todo estas motivaciones:

- "Descubrirse a sí mismos a través de Jesucristo" (94%);
- "vivir nuevas experiencias" (92%);
- "ayudar a difundir el mensaje de Jesucristo" (89%).

Los voluntarios de la JMJ son de todas las edades, aunque la mayoría son jóvenes adultos.

CASI TODOS SON CATÓLICOS: DOS TERCIOS REZAN CADA DÍA

Aunque las JMJ siempre están abiertas a jóvenes de todas las religiones, o de ninguna, en porcentaje son pocos los asistentes que no son católicos, aunque puede depender del país de acogida. En Lisboa, el acto al que acudirán más no-católicos será el encuentro de oración The Change, de estilo carismático y con oración de alabanza, organizado conjuntamente por evangélicos de la Asociación Rodrigues Pereiro y CHARIS, el servicio internacional que coordina a la Renovación Carismática Católica. Pero es cierto que cualquier joven -judío, ateo, musulmán- puede acudir a la inmensa mayoría de actos, misas y oraciones.

Con todo, según este sondeo de GAD3, el 98% de los peregrinos encuestados son católicos. Más aún, son católicos devotos:

- el 83% dice que va a misa cada domingo;
- el 65% dice que reza cada día;
- el 62% está integrado en algún grupo parroquial;
- el 97% dice que su relación con Cristo les ayuda a madurar y ser mejor persona; otros tantos añaden que así "construyen un mundo mejor".

SEIS DE CADA 10 TRABAJAN

Aunque muchos pensarían que la mayoría de los peregrinos serían estudiantes, la realidad según este sondeo es que 6 de cada 10 dicen trabajar, y 8 de cada 10 ha cursado (y terminado) estudios superiores.

La edad media de los peregrinos es de 31 años (lo que hace pensar que los voluntarios, de más edad y acompañantes, están algo sobrerrepresentados en la encuesta online). También es cierto que la JMJ cuesta un cierto esfuerzo económico, por lo que los de más edad (y más medios económicos) pueden estar más representados.

En relación con el uso que hacen de las redes sociales, las plataformas que más utilizan sonInstagram (71%), Youtube (51%) y Facebook (43%). Y a la hora de comunicarse y enviar mensajes emplean: whatsapp (96%), Instagram (58%) y Messenger (36%).

Casi 8 de cada 10 van en grupos organizados: un 29% con la parroquia, un 36% con movimientos, congregaciones o asociaciones; un 13%, con un grupo de amigos. La media de días que tienen previsto quedarse en Lisboa es de cinco días y medio. Cuatro de cada 10 llegan directamente a Lisboa en avión, pero un 35% van en autobús, desde distintos países de Europa.

Casi 4 de cada 10 peregrinos (coincide casi con los que van en autobús) aseguran que además de Lisboa visitarán otros puntos: Fátima, Lourdes en Francia y distintas ciudades de España, Francia o Italia.

Por ejemplo, por Barcelona han pasado 14.000 peregrinos de muchos países, que se han alojado en casas o en instalaciones parroquiales y eclesiales.

Por Asturias pasan 4.000 peregrinos del Camino Neocatecumenal de muchos países (India, Hispanoamérica, EEUU, Polonia) para rezar ante el Santo Sudario de la Catedral de Oviedo o las reliquias del niño mártir san Pelayo, en el Monasterio de San Pelayo, en el casco antiguo de la capital asturiana.

En Madrid, se calcula que más de 3.600 jóvenes de Austria, Italia, Francia, Argentina, Líbano o Estados Unidos han pernoctado estos días en colegios católicos y otras instalaciones, camino de Lisboa.

También muchos pasan por Ávila. "Visitar estos días La Encarnación es lo más parecido a entrar en la ONU que puede que en mucho tiempo tengamos en Ávila", se lee en El Diario de Ávila.

Peregrinos hispanos camino de la JMJ de Lisboa, emocionados en Ávila, tierra de Santa Teresa y San Juan de la Cruz.

Se refiere al famoso convento, Patrimonio de la Humanidad, donde Santa Teresa fue religiosa y priora antes de fundar las carmelitas descalzas. Las carmelitas que viven allí ven a los jóvenes peregrinos visitarlas y rezar con devoción. Unos 400 colombianos, ecuatorianos, franceses y alemanes duermen en el edificio del Seminario. Unos 500 franceses, africanos y valencianos duermen en el Colegio de la Asunción.

Por muchas ciudades de España se multiplican estas escenas. Para los peregrinos de otros continentes, no se trata solo de ir a Lisboa, sino de ir a Europa, y, con ello, a las raíces cristianas del Viejo Continente. Los jóvenes de todo el mundo descubren sus raíces e identidad en otros países, otras épocas, en un linaje que alcanza a los Apóstoles y a Cristo mismo.

Pablo J. Ginés