viernes, 6 de julio de 2018

EL MENSAJE OCULTO DEL APOCALIPSIS REVELADO POR JESÚS A UNA VIDENTE


El Libro del Apocalipsis de la Biblia siempre ha despertado avidez. Porque hay un entendido que hay en él claves ocultas sobre el futuro. Y realmente las hay. Y la mística Adrienne Von Speyr recibió la sorprendente interpretación de la apertura de cada Sello por el mismo Jesucristo.

Adrienne Von Speyr es poco notoria hoy, pues ha quedado eclipsada por la gigantesca figura del teólogo Hans Urs Von Balthasar.
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Pero fue a este insigne jesuita a quien Adrienne le dictó las revelaciones que Jesús le iba haciendo.
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Y que presumiblemente Von Balthasar le dio buen uso posterior en su magistral obra teológica.

EL CONTENIDO DEL LIBRO DEL APOCALIPSIS
El libro de Apocalipsis describe siete sellos que serán abiertos antes del regreso de Jesucristo a la tierra.
Pero, ¿qué representan estos sellos? Esa a ha sido toda una discusión. ¿Y qué señales de futuro nos da a nosotros los habitantes del siglo XXI? Ese es el gran enigma. Al desatar los siete sellos se revelan los sucesos que anteceden a la Segunda Venida de Cristo o sea los siete sellos son las siete señales del tiempo del fin. En la simbología profética los 7 sellos representan las últimas señales que anteceden la Señal de la Segunda Venida de Cristo. Y al abrir todos los sellos se liberará el decreto de Dios para que comience el reino de Cristo de mil años, tras lo cual se erradicará el mal del universo visible e invisible. Cada sello significa entonces un suceso o una señal de la inminente venida de Jesucristo a tomar el reino de Dios y redimir a sus santos. Estos 7 sellos desatados o señales de advenimiento están simbólicamente descritos en el Apocalipsis. De modo que el asunto de la apertura de los sellos ha estado rodeado siempre de misterio. En el capítulo quinto del libro del Apocalipsis, o de la Revelación como se le suele también llamar, un Ángel proclama: “¿Quién es digno de abrir el libro y soltar sus sellos?”. Pero nadie ha sido encontrado digno, excepto el León de la tribu de Judá, el retoño de David, el Cordero Inmolado. Está claro que los sellos tienen que abrirse y que quien los abre es Nuestro Señor Jesucristo. Es así que el mismo Señor Jesús dictó, a la mística suiza Adrianne Von Speyr, un extenso tomo casi tan voluminoso como la misma Biblia, que ha sido publicado con el título “El Apocalipsis”, libro que ha pasado por la revisión del reconocido teólogo Hans Urs Von Balthasar. En “El Apocalipsis” de Adrienne Von Speyr, Nuestro Señor explica el texto del vidente de Patmos, versículo por versículo. El mismo Jesucristo le dice a Adriana Von Spyer:
“Los sellos se asemejan a las parábolas, su apertura a su explicación.”
Podemos pensar entonces, que si el mismo Jesús, explica los sellos a Adriana Von Spyer, lo que está haciendo al explicarlos, es abriendo esos sellos.
La apertura de los sellos del Apocalipsis nos está indicando que ha llegado el momento, en que los hombres deben volver sus ojos al texto del último libro de las Sagradas Escrituras, en que se revela el fin. La colombiana Pilar Zarama nos hace un análisis exclusivo de su significado.

¿QUIÉN FUE ADRIENNE VON SPEYR?
Adrienne Von Speyr nació en 1902 y murió en 1967. Aunque nació y creció en una familia protestante, se convirtió al catolicismo en 1940 de la mano del teólogo Hans Urs Von Balthasar. Quien sería su padre espiritual hasta el final de su vida. Y a quien dictó personalmente la mayor parte de su obra escrita de más de 60 volúmenes. De manera que “El Apocalipsis” de Adriana Von Speyr debió haberse escrito en algún momento entre los años 1940 y 1953. Durante años Adrienne hizo varios intentos fallidos de contactar con sacerdotes católicos para informarles de su deseo de convertirse.
En el otoño de 1940 fue presentada al P. Hans Urs von Balthasar, un jesuita recientemente nombrado capellán de los estudiantes en Basilea.
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Ella le habló de su deseo de ser católica y fue bautizada el 1 de noviembre de 1940, en la Fiesta de Todos los Santos, cuando tenía 38 años, y pronto fue confirmada.
Ella luego formó Amistad con muchos grandes pensadores católicos: Romano Guardini, Hugo Rahner, Erich Przywara, Henri de Lubac, Reinhold Schneider, Annette Kolb, y Gabriel Marcel. Su práctica de la medicina fue muy exitosa, atendiendo entre sesenta a ochenta pacientes al día. Sus experiencias místicas de renombre fueron creciendo hasta su muerte.
El gran teólogo von Balthasar escribió que poco después de su conversión
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“una verdadera catarata de gracias místicas se vertió sobre Adrienne, en una tormenta aparentemente caótica que la hizo girar en todas direcciones a través de las gracias en la oración” 
Esto incluía “una asociación cada vez más abierta e íntima con María…”
Conduciendo a casa una noche, poco después de su conversión, vio una gran luz en la parte delantera del coche y oyó una voz que le decía:
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“Tu vivras au ciel et sur la terre”
(Vivirás en el cielo y en la tierra).
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Esta fue “la clave de todo lo que iba a seguir” en su vida.
Los años siguientes a 1940 estuvieron llenos de mucho dolor físico, incluyendo un ataque al corazón, diabetes, artritis severa, y, finalmente, ceguera. Experiencias místicas, incluyendo los estigmas. Y una estrecha relación con el Padre von Balthasar, quien se convirtió en su director espiritual, hombre de confianza y con quien co-fundó el instituto secular Johannesgemeinschaft (Comunidad de San Juan). Mientras estaba en un estado de contemplación y oración mística, dictó al Padre von Balthasar más de 60 libros entre 1940 y 1953, incluyendo comentarios sobre la Biblia. El Padre von Balthasar escribió: “Ella rara vez dictaba por más de media hora al día. Durante las vacaciones de vez en cuando dictaba durante dos o tres horas, pero esto era raro.” En 1954 ella estaba tan enferma que tuvo que interrumpir su práctica médica. Desde mediados de los años cincuenta en adelante los médicos se empezaron a preguntar cómo ella permanecía con vida. En 1964 quedó ciega. Sus últimos meses estaban llenos de “continua tortura sin piedad”, dijo el P. von Balthasar. Ella murió en Basilea el 17 de septiembre de 1967, la Fiesta de Santa Hildegarda, que también fue una mística y médica.

CAPÍTULO VI DEL APOCALIPSIS DICTADO POR JESÚS A ADRIENNE VON SPEYR
A continuación, para una mejor comprensión de este artículo, se copiarán los respectivos versículos del Apocalipsis en letra cursiva, mientras las explicaciones resumidas de Nuestro Señor Jesucristo a Adrianne Von Speyr se pondrán en letra corriente. Y finalmente, un breve resumen y comentario, irá en blanco sobre gris. Las explicaciones completas tienen una extensión de más de cuarenta páginas. Nuestro resumen tiene el propósito de facilitar el trabajo al lector.
“Los sellos se asemejan a las parábolas, su apertura a su explicación.”

Primer Sello
“Y cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, miré y oí a uno de los vivientes que decía con voz de trueno: ‘Ven’. Y vi un caballo blanco; el jinete tenía un arco, se le dio una corona y salió como vencedor y para vencer otra vez.” El caballo del primer sello es blanco, del color de la inocencia. Tiene un arco en la mano, señal de que es un combatiente. El cometido está en relación con el color del caballo, él es el puro. Y el encargo del Señor es combatir por Él, le fue dada la corona del vencedor. El caballo que cabalga, encarna su vida instintiva, que está dominada por él, mientras la corona encarna su espíritu cristiano. Él quiere la victoria de la fe cristiana, la victoria del espíritu sobre el cuerpo.
La solución del primer sello es la difusión del mensaje del Señor con las condiciones personales vinculadas al mensaje.

Segundo Sello
“Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo viviente que decía:’ Ven’. Salió otro caballo rojo, y al jinete se le dio poder para quitar la paz de la Tierra y hacer que los hombres se degüellen unos a otros; se le dio también una gran espada.” En el segundo sello, el jinete, el fuego y la espada son una unidad. Él exige que se arda o se sea frío, no tolera la tibieza. El degollarse mutuamente evidencia que han llegado a tomar conciencia de esta separación. Lo repentino de la acción muestra que cuantos se arrasan no tenían ningún amor en el corazón, que se habían extraviado ya antes del mandato del Señor.
La solución del segundo sello es la manifestación de las condiciones necesarias para el apostolado.
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Los hombres deben vivir en la decisión no sólo en su relación con Dios, sino entre sí.
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El bien debe afirmarse en sus recíprocas actuaciones.
Tercer Sello
“Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer viviente que decía: ‘Ven’. Y vi un caballo negro; el jinete tenía en la mano una balanza. Y oí como una voz en medio de los cuatro vivientes que decía: ‘Una medida de trigo, un denario; tres medidas de cebada, un denario; al aceite y al vino, no los dañes’.” En el tercer sello, el jinete debe preocuparse del fruto del trabajo humano, que se valora por la medida que Dios tiene por justa. El caballo tiene el color de las tinieblas. La voz de Dios le indica cómo debe usar la balanza. Algo del fruto del trabajo humano debe quedar libre para dones: aceite y vino. La subdivisión de los bienes según su Justicia, pero también la relación última entre Justicia y Amor. Íntimamente fundidos entre sí, así como los hombres gustan del vino con el pan y cuecen la cebada en el aceite.
La solución del tercer sello manifiesta las condiciones de la vida material de la Iglesia y de cada fiel en particular.

Cuarto Sello
“Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto viviente que decía: ‘Ven’. Y vi un caballo verdoso; el jinete se llamaba Muerte, y el Abismo lo seguía. Se les dio potestad sobre la cuarta parte de la Tierra, para matar con espada, hambre, epidemias y con las fieras salvajes.” En el cuarto sello, el caballo verdoso corresponde al cometido del jinete que es la muerte. A ella se le ha concedido poder sobre la cuarta parte de la Tierra. Las otras tres ya han sido asignadas a los primeros tres jinetes. Se le da el poder de exterminar con la espada, el arma poseída ya por el segundo jinete. Y con el hambre. Y con la peste. Y con la muerte pura y simple. Y con las fieras de la tierra que corresponde a todas las cosas ahí contenidas. La vida era propiedad del primer jinete. Nadie de los que morirá por el poder del cuarto jinete podrá morir sin ver lo que le espera después de la muerte.
La solución del cuarto sello muestra la muerte como paso de la vida caduca a la inmarcesible (que no puede marchitarse).

Quinto Sello
“Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los degollados por causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantenían. Y gritaban con voz potente: ¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin vengar nuestra sangre de los habitantes de la tierra?  A cada uno de ellos se le dio una túnica blanca, y se les dijo que tuvieran paciencia todavía un poco, hasta que se completase el número de sus compañeros y hermanos que iban a ser martirizados igual que ellos.” En el quinto sello, el altar es algo que ya ha sido conquistado por la cristiandad. Es el lugar en el que el Señor crucificado y resucitado implica a los hombres en su sacrificio. Los que han sacrificado su vida terrena y han dado testimonio de Dios están bajo el altar, en la mayor cercanía posible al Señor. La impaciencia de las almas inmoladas depende de su naturaleza humana, no del pecado, porque también el Señor cuando se hizo hombre y se sacrificó en condición humana, ha conocido tal impaciencia. Se les pide que dejen su impaciencia y se les concede un vestido blanco. Estas palabras no son un reproche, sino que tienden a ampliar su capacidad de comprensión.
El Señor muestra al individuo que cuenta con él, que no ha querido completar el número por Sí solo con su Cruz.
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Y que ha reservado un puesto, al interior de la propia acción, también a los compañeros de servicio del Padre.
Sexto Sello
“Vi cuando abrió el sexto sello: se produjo un gran terremoto, el sol se puso negro como un sayal de pelo, la luna entera se tiñó de sangre, y las estrellas del cielo cayeron a la tierra como caen los higos de una higuera cuando la sacude un huracán. Desapareció el cielo como un libro que se enrolla, y montes e islas se desplazaron de su lugar. Los reyes de la tierra, los magnates, los generales, los ricos, los poderosos y todos, los esclavos y libres, se escondieron en las cuevas y entre las rocas. Y decían a los montes y a las rocas: ‘Caed sobre nosotros y ocultadnos de la vista del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero’, porque ha llegado el gran Día de su ira. Y ¿quién podrá mantenerse en pie?” En el sexto sello, la Tierra que debía ser una morada, pierde ésta su función con el terremoto. El sol que tenía la función de irradiar luz y calor, la deja en la oscuridad. El color de sangre que tiñe por entero a la luna, le impide su función de iluminar de noche; así como hace el sol de día. Las estrellas que tienen su función en el cielo y sólo ahí, cayendo sobre la tierra pierden al mismo tiempo su posición y su función. Desde el cielo deberían iluminar a la tierra. Cayendo pierden la distancia necesaria para hacerlo. Y Juan, al verlas caer así, las compara con los higos tiernos que son arrancados por una tempestad. También ellos tenían su función en el árbol, función dependiente de la unión con el tronco. Pero la tempestad no se cuida de ello y los hace caer inmaduros. Ellos no tendrán ya la posibilidad de madurar, sino que servirán a lo más sólo para atestiguar una misión perdida para siempre, a llamar la atención sobre la diferencia entre su destino y el fin que había sido previsto para ellos. No tendrán ya la posibilidad de volver a pegarse. El cielo que domina sobre los hombres y les recuerda constantemente a Dios, que les fue dado como figura de la morada de Dios, que prolonga la mirada vuelta a él hasta Dios: este cielo desaparece. Él es retirado, como enrollado. Él se retira sólo después de que sus estrellas, creadas para la tierra, han perdido su función. Y ahora que todo lo que viene de lo alto, de Dios, se ha retirado, la devastación de la tierra prosigue. Y todos los montes y las islas fueron removidos de sus asientos. El cielo se ha retirado y así en la tierra se alejan también todas las cosas, sobre las cuales los hombres fundaban su existencia en cuanto a existencia terrena. El hombre ve con terror que los confines, que había juzgado estables, no son tales. La realidad más alta de la tierra que él conoce, y la más baja en los confines del mar es implicada en este movimiento. Todas las categorías de hombres, desde los reyes hasta los esclavos, buscan ahora una sola cosa. Quieren ocultarse porque no son capaces de afrontar la situación, buscan un puesto en que salvarse de la catástrofe universal. En el plan de Dios todos éstos habrían debido encontrar su unidad en la unidad divina, en la unidad de la Iglesia, en la unidad de su fe. Ahora en cambio la angustia ha hecho de ellos una unidad de gente que huye y trata de esconderse y nada los une más que ese sentimiento. Ellos hablan a las rocas. El diálogo con Dios para ellos ya no existe. Interrumpido el diálogo con Dios, enmudece también el diálogo entre los hombres. Más fuerte que el deseo y la necesidad de encontrar un refugio es en ellos el deseo de la muerte. Y ellos manifiestan aquello que temen: de la vista del Padre y de la Ira del Cordero. Y en cuanto a la Ira del Cordero están particularmente aterrorizados sabiendo que el Hijo reposa en el Padre, en los atributos del Padre, que juzga y entrega el juicio que retorna a Él. En el fondo la perfecta unidad en la Ira entre Padre e Hijo presupone la perfecta unidad de su Amor. Ahora todos conocen la Ira de Dios, porque ha llegado el Gran Día de su Cólera. Dios les hablaba pero ellos tienen oídos solo para las cosas de su ambiente.
Ahora reconocen a Dios en su Ira y se dan cuenta de que la solución habría sido haberse desprendidos de la realidad terrena para haber encontrado así la propia consistencia en Dios.

RESUMEN Y CONCLUSIONES 
El primer caballo blanco representa al soldado cristiano comprometido con el evangelio del Señor quien saldrá como vencedor y para vencer.
El segundo caballo rojo representa el compromiso que tenemos con Dios y con el prójimo, si no hay fuego sino tibieza, se presenta la guerra por intolerancia mutua.
El tercer caballo negro representa la justicia y la distribución de los frutos de la tierra que debe dar lugar a la donación.
El cuarto caballo verdoso representa a la muerte y el infierno que sigue a los que mueren a causa de la muerte de su propia alma.
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Los demás hombres pueden morir por otras causas: la guerra, el hambre, las enfermedades, las fieras de la tierra y demás.
El quinto sello representa a los que han ofrecido su vida por la causa del Señor, es decir por la salvación de sus hermanos.
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Lo cual los sitúa cerca de Él, bajo el altar.
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A quienes se les pide esperar hasta que se complete un número determinado de compañeros de martirio.
En el sexto sello se pueden ver entre líneas, tanto los sucesos del mundo físico como del espiritual.
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La caída de las estrellas del cielo, en la realidad material cometas, y de las estrellas de la Iglesia Católica, al perder su función de iluminar, en el sentido espiritual.
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Todo lo que acontecerá en el momento del anunciado Gran Aviso: el juicio individual.
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Que es el Día de la Ira de Yahvé.
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Y la desestabilización de la Tierra con la pérdida de todo punto de referencia humano y material.
Y finalmente otra gran incógnita, del séptimo sello sólo se dice en el capítulo ocho del Apocalipsis.
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Que cuando el Cordero abra el séptimo sello, se hará en el Cielo un silencio como de media hora…

Fuentes:
Pilar Zarama

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