martes, 29 de octubre de 2013

COMUNION DE SANTOS

LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS, UNA RED SOCIAL


De la comunión de los santos forman parte todas las personas que han puesto su esperanza en Cristo y le pertenecen por el bautismo, hayan muerto ya o vivan todavía. Puesto que somos un cuerpo en Cristo, vivimos en una comunión que abarca el cielo y la tierra (CIC 946-962)

La Iglesia es más grande y está más viva de lo que pensamos. A ella pertenecen los vivos y los muertos, ya se encuentren en un proceso de purificación o estén en la gloria de Dios. Conocidos y desconocidos, grandes santos y personas insignificantes. Nos podemos ayudar mutuamente sin que la muerte lo impida. Podemos invocar a nuestros santos patronos y a nuestros santos favoritos, pero también a nuestros parientes difuntos, de quienes pensamos ya están junto con Dios. Y al contrario, podemos socorrer a nuestros difuntos que se encuentran aún en proceso de purificación, mediante nuestras oraciones. Todo lo que cada uno hace o sufre en y para Cristo, beneficia a todos. La conclusión inversa supone, desgraciadamente, que cada pecado daña la comunión. (Youcat No. 146)

LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS ES UNA RED DE AYUDA

Los cristianos forman el cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia. Ella no sólo se compone de los miembros vivos, sino también de los que ya están gozando de la gloria de Dios. Es fácil observar que la Iglesia militante, compuesta por los vivos, también participa de la Iglesia triunfante, compuesta de los que ya gozan de la gloria de Dios, pues seguimos ciertas tradiciones, doctrinas, enseñanzas y testimonios que nos han dejado nuestros padres en la fe.

Sin embargo, la comunicación entre ambas dimensiones de la Iglesia, la militante y la triunfante, pues existe una verdadera comunicación entre ellas a través de la oración y la petición de la gracias. Podríamos decir que la comunión de los santos funciona como un grupo de amigos que se desean el bien. Si creemos en la vida eterna y en la visión beatífica antes del Juicio Final, entonces creemos que los cristianos buenos están en la gloria de Dios. Y si están más cerca de Él que nosotros, entonces tienen acceso a Él de un modo más rápido. Si alguna vez necesitamos que nos escuche un personaje importante al que no tenemos acceso directo pero sí nuestros amigos, entonces les pediremos que nos ayuden a contactar a aquél personaje.

Algo semejante funciona con la comunión de los santos. Los santos no dejan de ayudar a sus semejantes incluso después de la muerte. Si necesitamos llegar más cerca a Cristo a través de sus enseñanzas, podemos abrazarnos a ellos. Si necesitamos que pidan por nosotros ante Dios, podemos demandar su ayuda.

CREEMOS EN LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS

En el credo de los apóstoles decimos: Creo en la comunión de los Santos. Es interesante observar que desde los primeros tiempos del cristianismo la comunión de los santos es parte importante de la fe. Como vemos, los primeros cristianos creían que la Iglesia, como asamblea, no se disolvía aún después de la muerte, pues la gracia de Dios manifestada en Cristo hacía que los cristianos fueran un cuerpo gracias a Cristo, la cabeza que organizaba el cuerpo.

El texto en el que bíblicamente se fundamenta la comunión de los santos es la visión que tiene Juan en el Apocalipsis: «Después de esto, miré y vi una gran multitud de todas las naciones, razas, lenguas y pueblos. Estaban en pie delante del trono y delante del Cordero, y eran tantos que nadie podía contarlos». (Ap 7, 9)

Los intérpretes han visto aquí a la Iglesia, cuyos miembros han lavado sus pecados en la sangre del Cordero, Cristo. La Iglesia está unida ante su cabeza, y aunque en el texto no se diga que hay comunión entre Iglesia militante e Iglesia triunfante vemos que la Iglesia es una porque es uno su fundador. Por tanto, los que participan ya de la gloria de Dios y los que aún están vivos participan semejantemente de la visión de Dios.

Gabriel González Nares

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