jueves, 17 de noviembre de 2016

AMORIS LAETITIA: AGUAS REVUELTAS, ALGUNAS REFLEXIONES ULTERIORES TRAS REPOSAR EL TEXTO


Estos días baja el río un poco revuelto con respecto a Amoris Laetitia. No pensaba yo decir nada, pero últimamente las aguas comienzan a agitarse algo más. Por si mi palabra puede servir de luz y guía alguien, aquí van algunas reflexiones. Pero hablo desde la humildad, no queriendo decir la última palabra, ni queriéndome erigir en criterio que hay que seguir.

La exhortación apostólica no cambia nada y lo cambia todo, como dijo el cardenal Kasper. Lo que era pecado sigue siendo pecado. Pero, qué duda cabe, que debemos realizar una aproximación pastoral nueva a la realidad de los divorciados, de los que viven en uniones de hecho, de los homosexuales y también, como no, con los hermanos cristianos separados.

Esto no es relativismo. El padre de la Parábola del hijo pródigo no promueve el relativismo al abrazar a su hijo. Pidió perdón. Sí, pero le hubiera abrazado igualmente si hubiera venido y no hubiera dicho nada. Al menos se acercaba a su padre. Otros se acercan a la verdad, se acercan a la Iglesia. Jesús comió con pecadores y no por eso estaba promoviendo el relativismo.

Por otra parte, no parece mal un estudio pormenorizado (y hasta crítico) de la exhortación hecho por los grandes teólogos. Un estudio hecho por parte del ignorante fanatizado resulta completamente inútil. Leer ese tipo de cosas es una pérdida de tiempo.

Pero análisis como los del padre Iraburu (es el que más me ha gustado) y otros autores son, sin duda, un enriquecimiento, un diálogo como el texto pontificio. Nada de malo hay en una confrontación eclesialmente sana de ideas y argumentos. Eso es un ejercicio muy sano, no hay que tener ningún temor a ello y el Papa Francisco sería el primero en estar interesado en escucharlos.

Ahora bien, también hay otro tipo de críticas que son agrias. ¿Qué se puede hacer una lectura negativa y sólo negativa de la exhortación? Por supuesto. Cuando un texto se lee por parte de alguien a ver por donde se puede “pillar” al autor, el diálogo con esa persona resulta extenuante. ¿Por qué? Porque la mayor parte de “peros” son de primer curso de teología.

Podemos leer Amoris Laetitia a “pillar” a su autor, o podemos leerla a ver si su discurso nos aporta algo, a ver si nos ayuda a abrir nuestra mente a nuevas perspectivas. Debemos sobrenaturalizar la recepción de esta exhortación. Debemos espiritualizar su lectura.

 La lectura debe sacar lo mejor de nosotros (fe y humildad de la recepción), no lo peor. Debe ser acicate para una mejor reflexión teológica por parte de los grandes teólogos, pero el texto no puede ser visto como una diana por parte de un pobre infeliz que no sabe nada, pero cree ser un Atanasio redivivo. 

Sí, entre los peones del tablero, sobran los atanasios y faltan los lectores humildes. Hay que intentar leer la exhortación con Jesús, en su presencia. Entonces, uno se fija en lo positivo de ese texto. Esta exhortación apostólica (como todas) no es Palabra de Dios. Sólo se nos pide bondad en la lectura, por lo menos a ti y a mí que somos hijos pequeños de la Iglesia.


P. FORTEA

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