domingo, 1 de julio de 2018

¿CUÁLES SON LOS PROBLEMAS CON LAS HOMILÍAS DE NUESTRA ÉPOCA?



Las homilías son el nexo que vincula nuestra vida y nuestra cultura de hoy, con las enseñanzas del Evangelio. Deberían ser mini catequesis para evangelizar a los fieles que están sentados en los bancos.

Pero muchas veces son más auto referenciadas al predicador que a las enseñanzas de Nuestro Señor, y a las consecuencias que esas enseñanzas tienen sobre nuestra vida actual.
Y otras veces no pueden establecer el vínculo porque son demasiado largas, poco estudiadas, demasiado técnicas, aburridas. Un tema importante que advertimos es que los pecados concretos de nuestra época, referidos a nosotros mismos, han dejado de ser centrales en la prédica. A pesar que sí leemos las prédicas de Jesús y sus seguidores veremos que eran la parte central de sus alocuciones. Si no se habla de los pecados de nuestra época en concreto, es difícil entender y vivir el perdón de Dios. ¿De qué pecados nos va a perdonar Dios si no nos sentimos pecadores?

LO QUE HA DICHO EL PAPA FRANCISCO SOBRE LAS HOMILÍAS
Recién comenzado su pontificado el Papa Francisco publicó la exhortación evangélica Evangelii Gaudium. Y allí dedicó 12 páginas a la homilía y a la predicación.
Para Francisco la homilía es la piedra de toque para evaluar la cercanía y la capacidad de encuentro de un pastor con su pueblo.
Y define la homilía por la contraria para explicar su pensamiento,
“La homilía no es un discurso casual, ni una conferencia ni una canción, sino una sesión de reanudar ese diálogo que ya ha sido abierto entre el Señor y su pueblo”.
También dijo frases como esta: “Quien quiera predicar, primero debe estar dispuesto a dejarse conmover por la Palabra y a hacerla carne en su existencia concreta”. Y el momento de la homilía lo describe de esta manera: “No es tanto un momento de meditación y de catequesis, sino que es el diálogo de Dios con su pueblo”. La homilía no puede ser un espectáculo entretenido, no responde a la lógica de los recursos mediáticos, pero debe darle el fervor y el sentido a la celebración” Y desde ese momento se refería a la necesidad de brevedad: Debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase, para no dañar la armonía entre las diferentes partes de la misa¨. Exhortó a los predicadores hablar como una madre le habla a su hijo mediante una cercanía cordial, con calidez, en un tono de voz con mansedumbre. Y agregó: “La predicación puramente moralista o adoctrinadora, y también la que se convierte en una clase de exégesis, reducen esta comunicación entre corazones que se da en la homilíaFrancisco también se refirió al tiempo dedicado al estudio para preparar la homilía. Y pidió prestar atención al texto bíblico como fundamento la predicación. Al punto que pide sentir un santo temor de manipular la palabra. Y agregó que en homilía es necesario captar el mensaje central del texto y ser consecuentes con él. “Si un texto fue escrito para consolar, no debería ser utilizado para corregir errores; si fue escrito para exhortar, no debería ser utilizado para adoctrinar; si fue escrito para enseñar algo sobre Dios, no debería ser utilizado para explicar diversas opiniones teológicas; si fue escrito para motivar la alabanza o la tarea misionera, no lo utilicemos para informar acerca de las últimas noticias”. Y pidió para que los sacerdotes se dejen como convertir por la palabra, haciéndola carne en su vida. Se refirió también a la escucha de los fieles para descubrir lo que necesitan escuchar. Y dijo que la prédica debe conectar el mensaje bíblico con una situación humana que vivan las personas. Y desde el punto de vista del formato pide aprender a usar imágenes en la predicación, hablar con imágenes. Evitar palabras demasiado técnicas que no comprende la asamblea. En otras oportunidades también el Papa ha hablado sobre la calidad desigual de las homilías. Se ha referido a homilías demasiado largas que carecen de enfoques o son incomprensibles. Y en los últimos tiempos, ha pedido homilías cortas de no más de 10 minutos. Pero el mensaje comunicacional más insistente ha sido: “Que sus homilías no sean aburridas, que sus homilías lleguen al corazón de la gente, porque salen de vuestro corazón. Porque lo que les dices es lo que tienes en el corazón”. Las recomendaciones sobre las homilías también es una preocupación de los obispos.

EL FILIPINO, ARZOBISPO SÓCRATES VILLEGAS, ADVIERTE A SUS SACERDOTES SOBRE SUS HOMILÍAS
Villegas, como Presidente de la Conferencia Episcopal de Filipinas, se refirió en tonos duros respecto a las homilías de sus sacerdotes. Él ha dicho: Hemos visto muchos abusos en el clero: abuso de alcohol, abuso sexual, abuso infantil, abuso de los juegos de azar, el abuso de dinero, abuso de viajes, abuso de vacaciones.
Hoy, les invito a volver sus corazones a otro abuso muy descontrolado y generalizado entre los sacerdotes, abuso homilía.
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Sí, el abuso de la amabilidad de la gente que se ven obligados a escuchar homilías largas y sinuosas, repetitivas y aburridas, no organizadas y sin preparar, murmuradas entre dientes.
Un poco en broma, pero sin duda con algo de verdad, las personas dicen que nuestras homilías son uno de los flagelos obligatorios que deben pasar todos los domingos. Si ustedes escuchan con más atención lo que nuestra gente dice sobre nuestras homilías, no se quejan de la profundidad del mensaje o de la exégesis académica. Se les pide que soporten domingo tras domingo nuestras homilías que no se pueden entender porque nos tomamos tanto tiempo con la introducción, que no sabemos cómo ir directo al punto, y no sabemos cómo terminarlas. Deben ser preparadas. Ser claras. Ser ubicadas. Todos fuimos abusados por las homilías de nuestros sacerdotes mayores cuando éramos seminaristas. Cuando llegó nuestro turno para dar nuestras homilías, el abusado se convirtió en el agresor. Si un seminarista carece de castidad, no podemos recomendarlo para la ordenación. Si un seminarista es terco y testarudo, no podemos respaldar su ordenación. Si un seminarista no puede hablar en público con claridad y eficacia, no lo deberíamos ordenar. Él será un peligroso abusador en las homilías. El abuso de las homilías puede dañar a las almas. Homilías largas, sinuosas, no preparadas, irrelevantes, repetitivas, son signos de una vida espiritual enferma del sacerdote. Y citó a San José de Cupertino: “Un predicador es como una trompeta que no produce tono a menos que uno sople en ella. Antes de predicar, orar de esta manera: Señor, tú eres el espíritu, yo soy tu trompeta. Sin tu aliento no puedo dar ningún sonido”. No es suficiente preparar nuestras homilías; el buen sacerdote debe prepararse él mismo. La predicación es un ministerio del alma y el corazón, no sólo de las cuerdas vocales y las células del cerebro.
Nuestra vida espiritual es el verdadero fundamento de nuestras homilías.
La cuestión no es lo que vamos a predicar, sino a quien vamos a predicar. Predicamos sólo a Jesucristo; siempre a Jesucristo.

RECOMENDACIONES PARA EVITAR EL ABUSO EN LAS HOMILÍAS
Y Villegas da una serie de recomendaciones para evitar lo que llama el abuso en las homilías. ¿Cómo vamos a solucionar la cultura prevalente del abuso en las homilías? ¿Cuál es nuestro remedio?
El primer desafío de los tiempos es la sinceridad sacerdotal.
Nuestras homilías mejorarán si disminuimos nuestro amor por hablar y aumentamos nuestro amor por escuchar. Cuando nuestra homilía es simplemente una charla, sólo repetimos lo que sabemos, nos cansamos y nos sentimos vacíos. Cuando uno escucha y ora antes de hablar, aprende algo nuevo y su homilía será fresca y estimulante. Vamos a ser mejores predicadores si nos atrevemos a oler de nuevo como las ovejas.
El segundo desafío de nuestro tiempo es la simplicidad, la simplicidad del mensaje y aún más, una mayor simplicidad de vida.
La simplicidad de vida también nos ayudará a dejar de hablar de dinero y recaudación de fondos en la homilía; hablar de dinero nunca ha sido edificante. Simplicidad significa resistirse a usar el púlpito como un medio para vengarse de aquellos que se oponen a nosotros. La simplicidad también exige que mantengamos las políticas electorales divisivas lejos del ambón. Simplicidad en homilías significa no desear hacer reír o llorar, lo cual es para las telenovelas y los programas del mediodía. La simplicidad en homilías hace que las personas inclinen sus cabezas y golpeen sus pechos diciendo que quieren cambiar, buscando la misericordia de Dios. Ser simple es ser grande en los ojos de Dios. El estilo simple de vida de los sacerdotes es la homilía más fácil de entender.
El tercer y último reto es un llamado a estudiar. La lectura y el estudio no deben parar después del seminario. Si nos detenemos de leer y estudiar, ponemos en peligro las almas de nuestros feligreses. 
Si nos detenemos de estudiar, después comenzamos a obligar a nuestro pueblo a leer el llamado libro abierto de nuestras vidas; el cómic de nuestras vidas, apenas inspirador, francamente ridículo y muy escandaloso. La homilía se convierte en nuestra historia y no la historia de Jesús. La lectura de la libreta de ahorros en exceso no es una buena manera de preparar nuestras homilías. Ten cuidado con sus vidas. Las personas nos ven más de lo que nos escuchan. Sé sincero y verdadero. Una doble vida, una vida secreta y oscura es estresante. Ten cuidado con cada homilía. Dios te juzgará por cada palabra que pronuncias. Cree lo que lees. Enseña lo que crees. Practica lo que enseñas. Se cuidadoso en cada homilía. Ellos quieren escuchar a Jesús no a ti; sólo a Jesús, siempre Jesús.
Ten cuidado con tu homilía. Compadécete con el pueblo de Dios. Detén el abuso de las homilías. Deja que tu homilía inspire y deja los corazones en llamas.
Quizás una orientación importante es el estilo de prédica que usaron Jesús y sus seguidores.

¿QUÉ PODEMOS APRENDER DE LA PREDICACIÓN DE JESÚS Y SUS SEGUIDORES?
Cuando leemos la Biblia nos damos cuenta que los sermones dichos por Jesús y por sus seguidores no tienen el mismo estilo que se pide a los sacerdotes actualmente.
La prédica de Jesús y sus seguidores, que leemos en la Biblia, era directa y sin anestesia, y enfrentaba a la gente a sus pecados y debilidades, en lugar de pasearse con la palabra alrededor de ellos sin decirlo claramente.
Por ejemplo tomemos el caso de la predicación de Pedro: “El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando éste estaba resuelto a ponerle en libertad. Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis que se os hiciera gracia de un asesino, y matasteis al Jefe que lleva a la Vida. Pero Dios le resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello. Y por la fe en su nombre, este mismo nombre ha restablecido a éste que vosotros veis y conocéis; es, pues, la fe dada por su medio la que le ha restablecido totalmente ante todos vosotros. Ya sé yo, hermanos, que obrasteis por ignorancia, lo mismo que vuestros jefes. Pero Dios dio cumplimiento de este modo a lo que había anunciado por boca de todos los profetas: que su Cristo padecería. Arrepentíos, pues, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados” (Hechos 3: 13-19). Una prédica de un tenor como éste es inconcebible hoy, no solamente por la dureza, sino porque enfrenta a la gente a un pecado en forma directa. Naturalmente hay diferencias culturales y en estos tiempos se pone más énfasis en la sensibilidad, porque el público está más reivindicativo. Y además el lenguaje políticamente correcto está por todos lados, aún dentro de la Iglesia. Pero también se puede notar cierto exceso de corrección política en las homilías para no enfrentarse a los dolores de los fieles. Y es por esto que muchas veces se deja de predicar sobre aspectos conflictivos para la cultura de estos tiempos, como por ejemplo sobre el divorcio, la sexualidad, la anticoncepción, o incluso el aborto. Sin embargo el cristianismo ha tenido la misión de moldear la cultura y no de adoptarla. Hay palabras que han desaparecido de las homilías y hay que volver a reintroducirlas para re catequizar a la mayoría de los fieles, que están mal catequizados y mal evangelizados.
Palabras como muerte, juicio de Dios, infierno, pecado, arrepentimiento, suelen no mencionarse, pero deben re introducirse para advertir a los fieles.
Lo mismo que las enseñanzas bíblicas referidas a los problemas morales de nuestro tiempo como el aborto, el suicidio, la fornicación y el adulterio, los actos homosexuales, la pornografía.
Sobre estos males no se habla en las homilías ni se los vincula con la escritura. Entonces ¿cómo se puede pedir que la gente adopte una vida cristiana si no le hablamos de los pecados que nos separan de la gracia de Dios? Muchas personas no están avisadas de las consecuencias de algunos pecados como el aborto, la fornicación, etc. No se les avisa que por pecar consuetudinariamente pueden perder la vida eterna. Y en algunos casos esto puede suceder porque algunos de los sacerdotes que no hablan de estos temas los omiten porque simplemente piensan que no hay nada que pueda hacer perder la vida eterna, porque creen que el infierno no existe o está vacío, que es lo mismo.
Sólo si la gente se siente que ha cometido un pecado o lo puede cometer, o algún ser querido, va a sentir la necesidad de que alguien lo perdone del pecado y lo encarrile.
O sea que sólo dando primero la mala noticia del pecado se puede valorar la buena noticia que Jesús nos trajo al mundo. Él perdonó todo nuestros pecados y los sigue perdonando. ¿Por qué una persona que no se siente pecadora va a tomar a Nuestro señor como su Salvador?

Fuentes:

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