viernes, 2 de junio de 2017

QUE SU UNIDAD SEA PERFECTA

Jesús habla del verdadero conocimiento: el que no se conforma con superficialidades, sino que muestra el interior de las personas y las acepta.

Por: Mons. Enrique Diaz, Obispo de la Diócesis de Irapuato |

San Justino, mártir.

Hechos 22, 30; 23, 6-11: “Tendrás que dar testimonio de mí en Roma”
Salmo 15: “Enséñanos, Señor, el camino de la vida. Aleluya”
San Juan 17, 20-27: “Que su unidad sea perfecta”

En este mundo de comunicaciones y de intercambios parecería sencillo y fácil conseguir el deseo que Jesús, en diálogo íntimo con su Padre Dios, expresa como su mayor anhelo y señal de fe: la unidad y el conocimiento. Sin embargo en este mundo neoliberal parece que no llegamos a la unidad, claro que hay uniformidad y vemos los mismos rostros, los mismos vestidos y hasta los mismos modos de hablar en todos los lugares, pero con un persistente individualismo.

Parecería que el consumismo quisiera hacer muñecos trazados con el mismo rasero, pero con un corazón individualista, conformista y egoísta. No es esto lo que pretende Jesús, sino todo lo contrario: descubrir el valor y la diferencia especial que tiene cada una de las personas delante de Dios, que cada uno se reconozca  amado y apreciado individualmente, por sí mismo, y que partiendo de este amor y de esta diferencia, sea capaz a su vez de amar a sus hermanos, diferentes, distintos, pero hijos de un mismo Padre. Conocimiento y unidad es lo que sueña Jesús, pero parece que ahora le tememos a este conocimiento y a esta unidad.


Nos escondemos tras las máscaras de la uniformidad y no queremos aparecer diferentes; hacemos lo que todos para no desentonar pero escondemos nuestros egoísmos y tememos la unidad. Jesús habla del verdadero conocimiento: el que no se conforma con superficialidades, sino que muestra el interior de las personas y las acepta, como lo hace Jesús; el que reconoce al otro como diferente pero no como contrario; el que acepta que el otro se equivoca y es distinto pero sigue siendo hermano. Ese conocimiento tan profundo que acepta que el otro esté con nosotros como lo quiere Jesús: “Quiero que donde yo esté también estén conmigo los que me has dado”. Unidad, conocimiento, estar juntos, es señal de hermandad, de amor y de que somos discípulos de Jesús.

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