viernes, 15 de abril de 2016

EUCARISTÍA


"Los judíos se pusieron a discutir unos con otros:
– ¿Cómo puede este darnos a comer su propio cuerpo?
Jesús les dijo:
– Os aseguro que si no coméis el cuerpo del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida. El que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna; y yo le resucitaré el día último. Porque mi cuerpo es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida. El que come mi cuerpo y bebe mi sangre vive unido a mí, y yo vivo unido a él. El Padre, que me ha enviado, tiene vida, y yo vivo por él. De la misma manera, el que me coma vivirá por mí. Hablo del pan que ha bajado del cielo. Este pan no es como el maná que comieron vuestros antepasados, que murieron a pesar de haberlo comido. El que coma de este pan, vivirá para siempre.
Jesús enseñó estas cosas en la reunión de la sinagoga en Cafarnaún."
 
Queda claro que los judíos no entendieron las palabras de Jesús. Incluso entre los romanos corría el bulo de que los primeros cristianos, en sus reuniones, sacrificaban un niño y se lo comían. Jesús habla de su cuerpo glorificado tras la Resurrección; de su ser. Pero posiblemente tampoco hemos entendido nosotros sus palabras, porque tras años de comulgar, nada ha cambiado en nosotros. Quizá, incluso hemos dejado de comulgar porque no le encontramos ningún sentido. Hasta el punto que hemos convertido la 1ª comunión en un acto social, que demasiadas veces se convierte en la primera y la última comunión.

La Eucaristía es la donación total de Jesús a nosotros, hasta formar un sólo ser. Es el pan que nos da la vida, porque nos une a Jesús y nos une a todos los hombres. La Eucaristia nos hace a todos hermanos nuestros y hermanos de Jesús. Nos hace verdaderos hijos de Dios ¿De verdad somos conscientes de ello? Si nuestra vida no cambia, es que no lo somos.

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