lunes, 10 de abril de 2017

HOSANNA” Y “CRUCIFÍCALE”: DOS PUENTES QUE TODOS DEBEMOS ATRAVESAR


La vida y la muerte se enfrentan en un duelo admirable: el Señor de la vida estuvo muerto, y ahora, vivo, reina

Por: P. Antonio Rivero, L.C. | Fuente: elblogdelafe.com
Dos gritos escuchamos  en la liturgia del domingo de Ramos: “Hosanna” y “Crucifícale”. Y los dos dirigidos a Jesús, el Cordero de Dios. Son los dos puentes que todos debemos atravesar en la vida.

El domingo pasado contemplamos la victoria del Señor sobre el último y más temible enemigo: la muerte, anticipando la victoria final de la resurrección. Este, la Iglesia nos va preparando para que en su momento podamos cantar el himno de victoria, el de la secuencia pascual: “La vida y la muerte se enfrentan en un duelo admirable: el Señor de la vida estuvo muerto, y ahora, vivo, reina”. Pero para llegar a este momento Cristo tuvo que atravesar dos puentes: el puente del “Hosanna” y el puente del “Crucifícale”. Cristo, ante el grito “Hosanna” del Domingo de Ramos no se vanaglorió, pues tenía la mirada puesta en la misión redentora encomendada por el Padre. Y ante el grito “Crucifícale” del Viernes Santo, no se resistió ni se echó atrás (primera lectura); al contrario, se despojó de sí mismo y fue obediente hasta la muerte (segunda lectura), dándonos su Cuerpo de comida, su Sangre de bebida, su Espírito como aliento y a María como madre.

En primer lugar, en el domingo de Ramos Jesús escuchó el “Hosanna” de los corazones buenos de tanta gente de Jerusalén. Es una palabra que etimológicamente significa “salvación”, “sálvanos”. Más tarde ha venido a significar alegría, “albricias”. Son las palmas y vítores dedicadas a Cristo por los milagros realizados y por sus palabras llenas de vida y de luz. ¿Qué hizo Jesús, cómo reaccionó Jesús? Él elevaba esos vítores a su Padre celestial y le daban ánimo para seguir el camino hacia la inmolación libre y amorosa de su vida para salvar a la humanidad.

En segundo lugar, pero también a los pocos días Jesús escuchará con mucha tristeza y pena el grito loco “Crucifícale”, orquestado por personas envidiosas y soberbias que querían matarlo, deshacerse de Él, porque su mensaje era distinto –no contradictorio- al que ellos seguían. De las palmas del “Hosanna” a las lanzas del “Crucifícale”. ¿Qué pasó en tan breve lapso de tiempo? ¿Por qué este cambio radical de actitud? Los “Hosannas”  se convierten en insultos, burlas, golpes, interminables latigazos y en un definitivo desprecio y rechazo. ¿Qué hizo Jesús, cómo reaccionó Jesús? Sufrió en silencio. Perdonó a todos. Amó a su Padre. Subió a la cruz para morir y así salvar a todos los hombres.

Finalmente, nosotros en nuestra vida humana y cristiana tendremos que atravesar muchas veces esos dos puentes: el puente del “Hosanna”, o sea el puente de los aplausos, de los éxitos, de las castañuelas. Pero tal vez a la vuelta de la esquina me espera el otro puente, el puente del “Crucifícale”, que es el puente de la humillación, del fracaso, de la difamación, del desprecio, de la calumnia. ¿Cómo reaccionaremos? Con los mismos sentimientos de Cristo Jesús (segunda lectura). Ante el primer puente, el fácil, con gratitud y elevando nuestros ojos al cielo. Y ante el segundo, el cruel, con paciencia, con capacidad de perdón y ofreciendo todo a Dios para que nos sirva de purificación y de unión con el sacrificio de Cristo.

¿Soy también yo de los que pasan del “Hosanna” de las alabanzas al Señor, y a los pocos días e incluso horas al “Crucifícale”? ¿Qué prefiero y pido para mí a Dios en mi oración el “Hosanna” o el “Crucifícale”? ¿Qué personaje quiero ser en esta Semana Santa: Pedro, Judas, soldados, Pilato, Herodes, Simón de Cirene, los fariseos y sumos sacerdotes, María, Juan…?


Señor, perdona mi falta de constancia en tu seguimiento. Cuántas veces también yo he gritado con mis sentimientos y decisiones tu crucifixión, y sólo he querido los éxitos y aplausos. Propongo enmendarme y llevar una vida conforme a tu voluntad santísima. Cuando vengan los “Hosannas”, los ofreceré a Ti. Y cuando me griten “Crucifíquenle”, te mire a ti y eso me baste. Amén.

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