viernes, 21 de abril de 2017

LA DIVINA MISERICORDIA PREDICADA POR SANTA FAUSTINA KOWALSKA Y SUS VISIONES, UNA DEVOCIÓN QUE CRECE


La Fiesta de la Divina Misericordia es el primer domingo tras el de Pascua.

La devoción a la Divina Misericordia no es nueva, viene de antiguo. Sin embargo, en los últimos años ha arraigado en varios grupos de apostolado en España y en todo el mundo, siguiendo la herencia de Faustina Kowalska.

Este carisma se extiende rápidamente y en él ya han profundizado muchos fieles que quieren seguir los pasos de esta santa polaca.

En 1922, Helena Kowalska, una joven polaca de 18 años, pidió permiso a sus padres para ingresar en un convento, porque se sentía llamada a la vida religiosa. Tras recibir su negativa, Helena fue poco a poco entregándose a una vida de frivolidades.

Sin embargo, sus aficiones y vanidades no conseguían satisfacer su corazón. Un día de 1924, durante un baile, mientras todos se divertían, sintió una profunda tristeza. Tuvo entonces una de sus primeras visiones de Jesús crucificado que, con el cuerpo cubierto de llagas, le decía: “Helena, hija mía, ¿hasta cuándo me harás sufrir; hasta cuándo me negarás?”.

Al instante, la joven abandonó el baile y se dirigió a la iglesia más cercana, que resultó ser la catedral de San Estanislao de Kostka. Allí pidió al Señor ayuda para saber qué hacer, pidió perdón por sus pecados y escuchó cómo Jesús le decía: “Ve inmediatamente a Varsovia, allí entrarás en un convento”. Así fue como, en agosto de 1925, y no sin dificultades, Helena Kowalska pasó a ser sor Faustina. Posteriormente, describiría en su diario de casi seiscientas páginas, desde 1931 hasta 1938, diversas visiones místicas de Jesús en su Pasión.

Vivió 13 años como religiosa y murió en 1938, a los 33 años, de tuberculosis. Su fama de santidad fue multiplicándose. En 1966, sus restos fueron trasladados a una capilla, sobre la cual, con el tiempo, se construiría el santuario de la Divina Misericordia de Cracovia.

Doce promesas de Jesús
Esta devoción y el eco de las promesas que Jesús hizo a santa Faustina se universalizaron cuando –siguiendo las indicaciones recogidas en esos escritos–  san Juan Pablo II instituyó la Fiesta de la Divina Misericordia cada primer domingo de Pascua tras el domingo de Resurrección. En 2016 cobró nueva fuerza después de que el Papa Francisco se apoyase en ella para convocar el Jubileo de la Misericordia.

La Iglesia ha reconocido la veracidad de las visiones místicas de santa Faustina, incluidas las doce promesas que Jesús le hizo para quien venerase su Divina Misericordia a través de su imagen y rezase la Coronilla en la Hora de la Misericordia (a las tres de la tarde).

Entre esas doce promesas destaca la de que “por la propagación de la Divina Misericordia durante toda su vida, el alma será protegida por Cristo como una madre cariñosa protege a su hijo recién nacido y, a la hora de la muerte, no será para ella Juez, sino Salvador”.

Rezar y actuar
Ahora, las realidades eclesiales que han surgido en torno a esta devoción comienzan a unirse alrededor del Apostolado de la Divina Misericordia y el lema: “Lo único que puede cambiar el mundo es la misericordia de Dios”.

Según cuenta a Misión el sacerdote Pedro Miret, presidente del Apostolado de la Misericordia en Valencia, en España estos grupos “comenzaron como una devoción de varios sacerdotes, a quienes se fueron uniendo otras personas para profundizar en el amor de Dios y rezar juntos”.

En su diario, santa Faustina relató sus experiencias más íntimas con Dios

En nuestro país, el Apostolado lleva pocos meses instituido como asociación pública de fieles, y busca unificar su identidad y objetivos. Para ello, en octubre de 2016 se celebró en Madrid el Congreso Nacional de la Divina Misericordia (www.divinamisericordia.es), al que asistieron varios obispos y más de cuatrocientos miembros de grupos de toda España.

Estos grupos aglutinan a sacerdotes, religiosos y seglares que desean vivir la misericordia en sus vidas, y que trabajan las enseñanzas de formación y oración que reciben desde Cracovia.

Además, rezan la Coronilla en la Hora de la Misericordia, se forman en las Escrituras, profundizan en los mensajes que el Señor dejó por medio de santa Faustina y realizan obras de misericordia espirituales y materiales para llevar el amor infinito de Dios a todos, y que la misericordia no sea un lema abstracto, sino un proyecto de vida concreto.

¿Por qué se reza la Coronilla?
Según afirma santa Faustina, en una de sus visiones místicas –aprobadas por la Iglesia– Jesús le animó a propagar el rezo de la Coronilla, y le explicó: “Deseo conceder gracias inimaginables a aquellos que confían en mi Misericordia”.

Quien la rece “recibirá gran misericordia a la hora de su muerte; los sacerdotes la recomendarán a los pecadores como su último refugio de salvación; y aun si el pecador más empedernido hubiese recitado esta Coronilla al menos una vez, recibirá la gracia de Mi infinita Misericordia”.

En otra ocasión, Jesús pidió escribir a santa Faustina que “cuando se rece esta Coronilla en presencia del moribundo, Yo me pondré entre mi Padre y él, no como Justo Juez, sino como Misericordioso Salvador”.

¿Cómo se reza?
Se utilizan las cuentas del rosario. Se inicia con un Padre nuestro, un Avemaría y un Credo. Al iniciar cada decena, en la cuenta del Padre nuestro, se reza: “Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de tu amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, para el perdón de nuestros pecados y los del mundo entero”.

En las cuentas del Avemaría, se reza: “Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero”. Al finalizar, se repite tres veces: “Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero”.

¿Cuál es la Hora de la Misericordia?
Según afirma santa Faustina Kowalska, en otra de sus visiones místicas de Jesús, fue Él mismo quien le dijo: “A la hora de las tres, implora mi misericordia, especialmente por los pecadores; y aunque sea por un brevísimo momento, sumérgete en mi Pasión, especialmente en mi desamparo en el momento de la agonía. Esta es la hora de mi gran misericordia para el mundo entero. Te permitiré entrar dentro de mi tristeza mortal. En esta hora, no le rehusaré nada al alma que me lo pida por los méritos de mi Pasión”.

Artículo publicado originariamente en Revista Misión (www.revistamision.com) por Blanca Ruiz Antón.


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