viernes, 21 de abril de 2017

FALSEABAN ESCENAS SUCIAS CON CURAS PARA CHANTAJEARLOS: EL FISCAL PIDE 6 AÑOS DE CÁRCEL PARA ELLOS


Acudían a sacerdotes, se desvestían o colocaban en posiciones obscenas ante el horror o la sorpresa del cura, un compañero fotografiaba la escena, y luego mostraban la foto al sacerdote pidiéndole dinero o amenazando con hacer pública la foto y hundir su reputación y ministerio para siempre.

Pero un sacerdote, cansado de ceder, denunció. Ahora en Navarra la fiscalía solicita 4 años de cárcel por amenazas y 2 por pertenencia a grupo criminal para los tres familiares de origen rumano que, en compañía de un menor, extorsionaron al párroco de Tajonar a cambio de no hacer pública una foto comprometida del sacerdote.

En total, el grupo de extorsionadores habría conseguido hacerse con 39.050 euros extorsionando a sacerdotes.

Tres ya han sido condenados por lo mismo
El fiscal relata que todo fue un plan preconcebido para sacar dinero. De hecho, tres de ellos ya han sido condenados en Pamplona por hechos similares y en Azpeitia se investiga un suceso idéntico con dos de los mismos protagonistas.

Diario de Navarra resume los pasos de la extorsión. En el caso de Tajonar, el 19 de enero de 2016 el menor de 17 años se presentó en el domicilio del párroco y cuando éste se negó a darle ayuda, el chico le ofreció servicios sexuales.

“De forma imperativa, hizo que el sacerdote se arrodillara a la vez que el menor se bajaba los pantalones”. En ese momento “sacó una foto”. A continuación, “siguiendo el plan acordado con el resto de familiares”, exigió dinero al párroco a cambio de no denunciarle por abuso sexual, no difundir la imagen al público o enviarla al arzobispado, consiguiendo que le entregara 50 euros.

Insaciables: cada vez pedían más dinero
Al día siguiente, tras recibir numerosas llamadas del menor y de sus familiares en la que le exigían el pago de 3.000 euros, el sacerdote quedó con el menor en la estación de autobuses y allí, de nuevo con la amenaza de difundir la imagen, consiguió que le entregase 3.000 euros.

“No contento con esto”, sigue el fiscal, “le reclamó otros 30.000 para comprarse una casa en Rumanía”. Si el párroco lo hacía, le dijo, desaparecería de su vida y nunca más volvería a saber nada de él. El sacerdote le contestó que no tenía esa cantidad, a lo que el menor contestó que si no lo hacía enviaría la foto al obispado, la policía y la prensa.

Entre el 20 y 25 de enero, el párroco recibió numerosas llamadas de la organización, que insistían en el pago de los 30.000 euros. De nuevo, “ante la presión sufrida”, quedaron en la estación de autobuses, donde el sacerdote entregó 22.000. En esta ocasión el menor se presentó con un adulto, que se hizo pasar por su padre, y una mujer. Al ver las cámaras de seguridad, le indicaron que fueran a un descampado fuera de la ciudad para hacer la entrega de dinero.

Pero como faltaban 8.000 euros, el párroco continuó recibiendo llamadas de presión, por lo que accedió a quedar tres días después en la estación e hizo entrega de 8.000 euros. El menor le entregó entonces un papel con los pagos realizados y quedaron de acuerdo en que no volverían a pedir más dinero.

Pero unos días más tarde, un miembro de la organización que dijo ser hermano del menor se presentó en su casa y le exigió la entrega de otros 6.000 euros, que nuevamente entregó ante la presión sufrida, 3.000 en ese momento y el resto por la tarde en la casa parroquial.

El párroco finalmente lo contó al arzobispado
El 29 de enero, al ver que las presiones no cesaban, el párroco puso los hechos en conocimiento del arzobispado. Días después, una mujer que dijo ser la madre del menor y dos familiares volvieron a presentarse en el domicilio del sacerdote para exigir más dinero a cambio de no denunciarlo. En esta ocasión fueron identificados por la Guardia Civil, pero esto no hizo que detuvieran su extorsión.

El 2 de marzo se presentaron en un bar donde estaba el cura para exigir más dinero, contactaron con un vecino y la hermana del sacerdote para conseguir su nuevo número de teléfono, ya que lo había cambiado por estos hechos, e incluso telefonearon a una fundación a la que pertenece el párroco para que le facilitaran el número.

Como consecuencia de todos estos hechos, sigue el fiscal, el sacerdote ha sufrido ansiedad y temor, cambiando sus costumbres diarias ante “la presión y el nivel de agresividad verbal” sufridos.


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