En Fátima fue cuando de
forma plena se cumplió la visión de San Juan: “Apareció en el cielo un gran
signo: Una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies, y en su cabeza
una corona de doce estrellas” (Ap 12, 1)
La devoción al Corazón de María, voluntad expresa de Dios
Ocurren
estas apariciones en el momento culminante de la era mariana, llamada así por
Pío XII, cuando el mundo ya había comenzado a recibir los castigos de sus
crímenes, que el Señor sólo evitaría por la intervención de su Santísima Madre. Por eso repite, en cierto modo, la entrega que hiciera de Ella desde la
Cruz como Madre de la humanidad. Esta
vez lo hace señalando el foco de su indecible amor: Su Inmaculado Corazón.
Y es así que decide solemnemente, marcando la historia con un día bendito, dar
a los hombres de nuestro tiempo esa santa devoción, como verdadera áncora de
salvación.
Ese día
es el 13 de junio de 1917, fiesta de San Antonio de Padua. Patrono de Lisboa, donde nació en un día de la Asunción de la Virgen a fines del siglo
XII. San Antonio es muy celebrado en todo Portugal, donde su fiesta es la
fiesta de los niños, y es venerado en el mundo entero: Fue nombrado Doctor
Evangélico por la Iglesia, y el pueblo lo llama “El Santo de los Milagros”, “El
Arca del Testamento”, “El Santo de todo el mundo”. Sería bueno un estudio
aparte para relacionar su vida y virtudes con la devoción al Inmaculado Corazón
de María ya que Dios quiso proclamarla al mundo en su día.
Ese día,
en su segunda aparición de Fátima, la Virgen mostró su Corazón y dijo estas
palabras desgraciadamente no valoradas durante casi un siglo: “Jesús quiere instaurar en el mundo la devoción a Mi
Inmaculado Corazón”.
A poco que nos detengamos en este anuncio, veremos
queno se trata de un simple pedido,
sino de una sentencia del Altísimo. Es la voluntad expresa de Dios, brotada de
su infinita misericordia.
La
devoción al Corazón de María fue preparada por enviados suyos, Santa Gertrudis,
Santa Brígida, San Juan Eudes, San Antonio María Claret… Dios siempre prepara los corazones y en este caso lo hizo de manera muy
especial, de modo que el 13 de junio de 1917 no era desconocida. Recordemos que
al comienzo del siglo anterior el Papa
Pío VII enseñaba:
El Corazón de María, la Madre de Dios y Madre nuestra, es el Corazón
amabilísimo, objeto de las complacencias de la Adorable Trinidad, y digno de toda la veneración y
ternura de los Ángeles y los hombres, el Corazón más semejante al de Jesús,
cuya imagen más perfecta es María, Corazón lleno de bondad y de gran manera
compasivo de nuestras miserias. (Pío VII, 18 de agosto de 1807)
Más
tarde, en la mitad del siglo XX, otro Papa Pio – el duodécimo -, signado por
las Apariciones de Fátima (fue consagrado obispo el día mismo de la primera
aparición) y empeñado en cumplir la
decisión divina, alentaba a la Iglesia abrazar esta devoción, como lo
comprobamos en las expresiones que
dirigía al pueblo español reunido en Zaragoza para la Consagración Nacional:
¡Bien merece sin duda ninguna, hijos
amadísimos, esta manifestación de vuestra piedad al Corazón Purísimo de la
Virgen, sede de aquel amor, de aquel dolor, de aquella compasión y de todos
aquellos altísimos afectos que tanta parte fueron en la redención nuestra,
principalmente cuando Ella “stabat iuxta Crucem”, velaba en pie junto a la cruz
(Jn 19,25); bien lo merece aquel Corazón, símbolo de toda una vida interior,
cuya perfección moral, cuyos méritos y virtudes escaparían a toda humana
ponderación! (Pío XII, 12 de
octubre de 1954)
Las
palabras dichas por la Virgen fueron repetidas al mes siguiente en el contexto
del gran Mensaje que contenía el Secreto. (en esa
oportunidad no dice Jesús, sino Dios). Es la voluntad de Dios,
que debe cumplirse simplemente por eso, porque Dios lo quiere. Y lo que Dios
quiere es lo único bueno, lo único válido, lo único posible…
¡Cuántos
santos han entregado sus vidas por sólo cumplir la voluntad de Dios!. ¡Cuántos nos han dejado sus enseñanzas y ejemplos de cumplimiento de
la voluntad de Dios!. ¡Cuántos lo han perdido todo y hasta han ofrendado su
sangre en martirio por hacer la voluntad de Dios!.
Todos
ellos siguieron las enseñanzas de Jesús en el Padrenuestro: “Hágase tu voluntad en la tierra como en
el Cielo”. Él, aunque siendo
Dios, no sólo nos enseñó, sino que nos dio ejemplo de la aceptación de la
voluntad de su Padre en su terrible agonía del Huerto: Padre, si es posible que pasé de mí este cáliz, pero no
se haga mi voluntad sino la tuya (Mt 26, 39; Mc 14, 36; Lc 22, 42 ).
El
incumplimiento de la voluntad de Dios es algo muy grave. Y la oposición a ella
es algo terrible, como lo vemos en nuestros años.
La gravedad de estos hechos puede estar exenta de culpa por desconocimiento o
por otras situaciones. De ninguna manera se pretende en esta exposición juzgar
a personas. El juicio corresponde solamente a Dios. Pero eso no obsta a que sea
señalada objetivamente esa omisión, sobre todo cuando, como en este caso, están
en juego la salvación de las almas, el bien de la Iglesia y la paz del mundo.
María Reina y Señora de todo lo creado
En Fátima, Nuestro Señor Jesucristo quiso proclamar al mundo que su
Madre es Reina, y mostrarla como tal. Ella es la Guebirah mesiánica, según la
tradición de la dinastía davídica (III Rey 2, 19-20). Tiene su trono a la
derecha del Rey, su Hijo Jesucristo, y co-gobierna con Él. La forma en que
comparte ese gobierno es precisamente la intercesión.
Tomemos
nota de la figura del Antiguo Testamento, y las enseñanzas de la Iglesia: María
es Reina e Intercesora Universal. Por eso,
el mandato de Jesucristo, Rey del Universo, de que se instaure la devoción al
Corazón Inmaculado de su Madre, la Iglesia lo ha recibido por medio de Ella
misma, la Reina, que se abaja a nosotros misericordiosa y dulcísima en
cumplimiento de la voluntad divina para ayudarnos con su solicitud, que es real
y es materna a la vez. Y por eso mismo en
Fátima Ella se aparece, habla, gobierna y obra como Reina y Señora del mundo
Universo.
Cuatro
meses después de esa manifestación culminarían las apariciones de la Cova de
Iría con el grandioso Milagro del Sol: 70000
personas, llegadas de todos los rincones de Portugal, sin que les intimidara
una lluvia copiosa y persistente, vieron girar al sol por tres veces como un
disco de plata despidiendo colores, y enseguida “despegarse” del cielo con la
apariencia de caer sobre la multitud, para después volver a su lugar.
Al terminar esa “danza del sol” (así la llamaron
los peregrinos y los periódicos) todos tenían sus ropas secas…De ese milagro resaltamos aquí solamente esta
afirmación de Lucía:
“Nuestra Señora extendió sus manos y
fue la luz que venía de sus propias manos la que se reflejó en el sol en el
momento del milagro”.
Compartimos el pensamiento del Dr. Peter Chojnowski:
“El sol danzó para Nuestra Señora, el
Arca de la Nueva Alianza, tal como David danzó frente al Arca de la Antigua
Alianza. Este milagro habla de la intercesión todopoderosa de Nuestra Señora”.
Y a continuación afirma:
“No hay ninguna duda que este milagro fue destinado a ser una prueba
absoluta del Reinado Universal de Nuestra Señora.”
Es el
Reinado de la Mujer Vestida del Sol de la divinidad, que nos muestra, en la luz de sus manos, la magnitud del poder que
Dios le ha dado sobre la creación. Poder que reside -ahora lo comprendemos- en
su Corazón Inmaculado.
La
palabra Señora viene de Dómina, que en latín significa Dueña, y la palabra Reina deriva del verbo también latino, “regire”, que
significa “regir”.
Son dos palabras complementarias, usadas
indistintamente por el Papa Pío XII para señalar a María como Soberana a lo
largo de su Encíclica “Ad Coeli Reginam” (La Reina del Cielo).La Realeza de María es una verdad que
profesamos cada vez que rezamos el último Misterio del Santo Rosario: La
Coronación de María como Reina y Señora de todo lo creado.
Conviene
meditar esa proclamación que hacemos llos miembros de la
Iglesia de Cristo en forma continua, individualmente, en familias y en
comunidades: Si bien ambas palabras mencionan a María como Soberana, cada una de
ellas tiene una característica especial: como Señora es Dueña, y como Reina
rige. Señora porque el Señor la constituyó Reina de toda la Creación, y Reina
porque participa su Realeza Universal en virtud de su Corredención.
Pero como
en la aceptación de su gobierno interviene la libertad humana, María, verdadera Reina nuestra, no dice esa palabra en Fátima, porque
del todo unida a la voluntad de Dios quiere nuestra libre aceptación de tal
Realeza. Nosotros frecuentemente la llamamos Reina, y la coronamos. Su Imagen
de Fátima recibió la coronación pontificia en 1946, del parte del Papa Pío XII
como Reina del mundo, Regina Mundi, Reina del mundo y de la Paz, agregó el Papa en
esa ocasión.
Sin
embargo, la palabra Señora la
menciona expresamente en la última aparición, cuando da a conocer su nombre:
“Soy la Señora del Rosario” porque de esa manera nos está
ofreciendo las indecibles gracias del Rosario. Y así la llamamos cuando pedimos
sus gracias. Ésa es la naturaleza humana debilitada por el pecado: Aceptamos que
sea Señora para pedirle incansablemente las gracias que necesitamos, pero no
aceptamos tan fácilmente que sea Reina y nos exija, aunque lo haga con una
suavidad indecible, los designios de Dios. Todos queremos sus dones, pero no
todos aceptamos sus mandatos.
Los
fundamentos de la Realeza de María fueron desarrollados en la mencionada
Encíclica de Pío XII con abundantes testimonios de la
historia, la Liturgia, la piedad, el arte, y también el llamado sensum fidei. Ese
valiosísimo documento fue dado a la Iglesia con la mayor solemnidad en la
clausura del Primer Año Mariano Universal. Sin embargo, muy poco se habla de la
Realeza de María, y muy poco se la conoce. ¡En cambio se oyen voces que hablan
de “exageraciones” en el Magisterio mariano de Pío XII…!
Desgraciadamente, aún con el conocimiento de esas
enseñanzas, no todos aceptan la Realeza
de María, sobre todo cuando la ejerce en Fátima. Y esto ocurre a pesar
de que al coronarla y proclamarla Reina, el Papa lo hizo como un acto solemne
de gobierno.
Los que
condenaron al Señor no soportaban que se proclamara
Rey, siendo ése el motivo de su Crucifixión, testimoniado por Pilatos al
colocarle la conocida inscripción sobre su Sagrada Cabeza. Sus enemigos todo lo
podían soportar, menos que fuera Rey… La obsesión del poder es tan antigua como
el mundo.
Y bien, María
es Reina, junto a Jesucristo Rey. La coronan los papas y los obispos.
Pero su Realeza suscita reacciones o es relegada. No son pocas las veces en que
hasta oímos protestas ante las coronaciones marianas porque quieren una Virgen
“sencilla”, y “pobre”. En realidad el motivo es que no quieren aceptar sus
mandatos, una actitud que huele mucho a protestantismo.
El Corazón Inmaculado de María es un don especialísimo de Dios
Hemos
recibido una orden de Dios, es verdad, pero mucho más que
eso, la frase de la Santísima Virgen nos habla de un don inmerecido de la
Bondad del Altísimo para la salvación de las almas y para la paz del mundo. Esa
orden es un ofrecimiento al retorno a Él, donde sólo se puede encontrar la
felicidad.
La
devoción al Inmaculado Corazón de María es la devoción propia de Dios, si así se nos permite expresarlo, recordando las afirmaciones de los
Santos: El primer devoto del Corazón de
su Madre es el propio Jesús. Por eso, y teniendo en cuenta que el
corazón es el lugar donde reposa todo lo que es una persona, podemos leer estas
enseñanzas del gran maestro de la devoción mariana, San Luis María de Montfort agregando las palabrasInmaculado
Corazón sin cambiar el sentido que le ha dado el santo:
“Dios Padre ha hecho una reunión de todas las aguas, que ha llamado mar;
ha hecho una reunión de todas las gracias, que ha llamado María, dice San
Antonio. Este gran Dios tiene un tesoro riquísimo donde ha encerrado todo lo
que hay de bello, de resplandeciente, de raro y de precioso, hasta su propio
Hijo; y este tesoro inmenso no es otro que el Inmaculado Corazón de María, que
los Santos llaman el Tesoro del Señor, de cuya plenitud son enriquecido los
hombres.
Dios Hijo ha comunicado al Inmaculado Corazón de su Madre todo lo que Él ha adquirido por su
vida y su muerte, sus méritos infinitos y sus virtudes admirables.
Dios Espíritu Santo ha comunicado al Inmaculado Corazón de María, su fiel esposa, sus dones
inefables, y lo ha elegido por dispensador de todo lo que posee”.
El
Corazón de María es el Sagrario viviente de Dios, afirma la venerable Madre
María de Jesús de Ágreda, y San Antonio María Claret, que culmina la preparación querida por la Providencia de Dios para
establecer esta devoción, nos enseña:
“María fue preservada del pecado original por haber sido Ella la destinada
para Madre del mismo Dios; para esto, Dios la dotó de un Corazón
inmaculado, purísimo, castísimo, humildísimo, mansísimo, santísimo, pues que de
la sangre salida de este Corazón se había de formar el cuerpo del Dios
humanado”.(San Antonio María Claret,
Escritos Espirituales).
A las
almas devotas del Corazón Inmaculado de María la Virgen promete la salvación y
una predilección especialísima de Dios como lo
demuestran las palabras que siguieron a la manifestación del 13 de junio:
“Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado
Corazón, a quien la abrazare prometo la salvación, y estas almas serán queridas
por Dios como flores puestas por mí para adornar su trono”(Escritos de Sor
Lucía – Cartas y otros documentos, pag 401)
Por eso, mucho antes del establecimiento divino de
la devoción, el mismo San Luis María de
Montfort mientras nos daba las enseñanzas de la consagración a María en
la santa esclavitud, exclamaba:
“Quiero lo que Vos queréis María; me arrojo en Vuestro Corazón abrasado
de amor, divino molde en el que quiero formarme, y en él me escondo y me pierdo
para rogar, obrar, sufrir siempre por Vos, con Vos y para Vos, a la mayor
gloria de Vuestro Divino Hijo Jesús”.
Toda la gloria de la hija del Rey está en su interior (Cant 45,13)
Mencionemos ahora sólo algunas de las
características de esta benditísima devoción:
La devoción al Inmaculado Corazón de María es santísima
Esta
devoción viene directamente del Cielo, es el
modo con que el buen Dios nos muestra, en estos tiempos de desamor, de odio y
de muerte, el amor indecible e incomparable de su Madre, y nos la da nuevamente
como nos la dio desde la cruz en la hora suprema de la Redención.
Sabemos que Dios colmó tan maravillosamente a
María, como proclama el Beato Pío IX
“de todos los celestiales carismas,
sacados del tesoro de la divinidad, muy por encima de los Ángeles y de los
santos, que Ella, absolutamente siempre libre de toda mancha de pecado, y toda
hermosa y perfecta, manifestó la plenitud de inocencia y santidad, que no se
concibe en modo alguno mayor, después de Dios, y nadie puede imaginar fuera de
Dios” (Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854).
De esa plenitud de santidad, cuyo asiento es el
Inmaculado Corazón de María, nos
podemos beneficiar cada uno de nosotros y toda la Iglesia, con esta
devoción que Dios mismo quiere instaurar en el mundo.
La devoción al Inmaculado Corazón de María es tiernísima
Nos dice San
Luis María de Montfort:
“Poned, si podéis, todo el amor
natural que todas las madres de todo el mundo tienen para sus hijos, en un
mismo corazón de una madre para un único hijo; ciertamente esta madre amará
mucho a ese hijo; sin embargo es verdad que el Inmaculado Corazón de María ama aún más tiernamente aún a sus hijos”.
Y esto lo comprenderemos si meditamos que el
Corazón de María es el trono y tabernáculo del Verbo encarnado, que lo ama más
y mejor que todos los Ángeles y los hombres, amor que Él quiso compartir con
nosotros, cuando desde la Cruz nos dijo
en la persona de Juan: “He aquí a tu Madre”, y cuando lo repitió de manera inefable para
nuestros tiempos, al mandarnos esta santa devoción.
La devoción al Inmaculado Corazón de María es dulcísima
Dice San
Bernardo:
“Oh dulce Señora, cuyo solo recuerdo
endulza el corazón. La meditación de tu grandeza eleva la mente; tu belleza
cautiva los ojos del alma… No sé pedir otra cosa que ése tu Corazón”.
La
dulzura del Corazón de María es del todo celestial, no es posible describirla, sólo es posible gustarla y aprovecharla para nuestra vida espiritual,
para reconfortarnos en las penas de esta vida y para desear las delicias del
Cielo.
Las
maravillas que esta devoción puede realizar en nuestras almas nos hacen afirmar con verdad que Dios nos la ha dado como un verdadero
anticipo del Cielo.
La devoción al Inmaculado Corazón de María es poderosísima
Inspirado por el Espíritu Santo, el Beato Pío IX se anticipa al Mensaje de
Fátima invocándola así:
“La Santísima Virgen, que elevó a la cumbre de sus merecimientos sobre
todos los coros ángeles hasta el solio de la Divinidad, y trituró con la
firmeza de su pie la cabeza de la antigua serpiente, y que puesta entre Cristo
y la Iglesia, toda suave y llena de gracias, arrebató siempre al pueblo
cristiano de cualesquiera calamidades por grandes que fuesen, y de las
asechanzas y acometidas de todos los enemigos, y lo libró de la muerte, querrá,
compadecida también de nuestra tristísima y lamentabilísima situación, y de
nuestras amarguísimas angustias, trabajos y necesidades, con aquel, su
acostumbrado inconmensurable afecto de su Maternal Corazón, querrá –decimos- …
desviar los azotes de la ira divina, que nos afligen por nuestros pecados, y
reprimir y deshacer las turbulentísimas tempestades de males que, con increíble
dolor de nuestro corazón, en todas partes zarandean la Iglesia, y convertir
nuestro llanto en gozo”
La devoción al Inmaculado Corazón de María es baluarte contra el
infierno y sus demonios
Afirma San
Buenaventura que
“así como las moscas huyen del gran
fuego, así del Corazón de María, todo llama de caridad, huyen los demonios, que
jamás fue tentada por ellos, pues los aterraba la llama de su Caridad”.
Si
nosotros tenemos verdadera y profunda devoción al Inmaculado Corazón de María,
y perseveramos en ella, la Virgen nos dirá como a Lucía de Fátima: “Mi
Corazón será tu refugio”.
Efectivamente, en estos tiempos en que los demonios hacen tantos daños a la
Iglesia y se ensañan más aún con los que quieren permanecer fieles a la
verdadera fe, el Corazón de María es nuestro refugio donde ningún daño nos
pueden hacer los demonios, donde permaneceremos fieles como Lucía, que durante
toda su larga vida perseveró en esta excepcional devoción, que la hizo fuerte
ante todo embate del enemigo, como cuando el alcalde de Ourem pretendió, sin
conseguirlo a pesar de sus terribles amenazas, hacerla traicionar a la Blanca
Señora.
La devoción al Inmaculado Corazón de María es convenientísima y
necesaria para el mundo en que vivimos
Es el
recurso máximo y extremo de la misericordia de Dios, que nos señala a nosotros el objeto de su propio amor, con su voluntad
misericordiosa de contagiarnos al menos una pequeña partecita de su divino
amor.
Es el
tesoro precioso que nos regala el Sacratísimo Corazón de Jesús, como lo manifiesta la pequeña
Beata Jacinta cuando dice a su prima Lucía:
“Dile a todos que el Sagrado Corazón
de Jesús quiere que a su lado sea venerado el Inmaculado Corazón de María”.
Recordemos también estas palabras de Jacinta “Diles
que la paz debemos pedirla por medio del Corazón de María”.
En el Mensaje de Fátima se nos dice claramente que es la única forma en que
podemos recibir el don de la paz para el mundo. A esta devoción está concedido
el don preciosísimo de la paz.
La devoción al Inmaculado Corazón de María tiene un especial carácter de
desagravio
Pero el Corazón de María, que nos presentara San Antonio María Claret y otros
santos rodeado de rosas y lirios, aunque traspasado por la espada que profetizó
Simeón,ahora ya no lo vemos con
flores, en torno a él sólo hay una corona de espinas:
“Delante de la mano derecha de
Nuestra Señora había un corazón rodeado de espinas que parecía se clavaban en
él. Comprendimos que era el Inmaculado
Corazón de María ultrajado por los pecados de los hombres y que pedía
reparación” (Cuarta Memoria de Sor Lucía)
“¡Oh María! –se preguntaba San Alfonso María de Ligorio– ¿No están satisfechos los hombres con haber perseguido a vuestro Hijo hasta
quitarle la vida, sino que todavía no cesan de perseguirle con sus
pecados, y continúan ingratos, afligiéndoos a Vos Madre Dolorosa?”. A lo que podríamos nosotros agregar en este tiempo: “con una multitud de
blasfemias públicas…”
A una
persona piadosa no le es difícil entender el porqué precisamente es en este tiempo que Dios quiere que veneremos el Corazón
Inmaculado de su Madre Corredentora con un particular acento en el desagravio.
La fiesta del Corazón Inmaculado de María
La culminación del desarrollo de una devoción en la
Iglesia es, indudablemente, su celebración litúrgica. Por eso, siendo tan
importante el llamado de Dios por la devoción al Inmaculado Corazón de María,
se entiende que Sor Lucía haya pedido
al Papa esa fiesta con la misma vehemencia con que pidió la consagración de
Rusia y los Cinco Primeros Sábados: El 2 de diciembre de 1940, ella rogaba además de esos dos actos, “que la fiesta en
honor del Inmaculado Corazón de María se extienda a todo el Mundo como
una de las principales de la Santa Iglesia” (Cartas y otros documentos).
El gran
promotor de esta celebración había sido San Juan Eudes, que mereció ser llamado por León
XIII y San Pío X “padre, doctor y primer apóstol” del culto a los
Sagrados Corazones de Jesús y María.
La fiesta
fue celebrada por primera vez en forma pública el 8 de febrero de 1648 en la
Catedral de Autun. Pronto se extendió por Francia,
despertando la furia de los jansenistas quienes pusieron toda clase de trabas
que influyeron indirecta pero efectivamente para que Roma negara la
autorización.
La fiesta
se siguió pidiendo. Uno de los más entusiastas fue el Padre jesuita Gallifet, (primera mitad del siglo XVIII) a quien le llegaron dos respuestas
negativas, la segunda con el agregado de “no insistir”…
Sólo siendo Papa
el Beato Pío IX, poco después de haber proclamado la Inmaculada
Concepción como dogma de fe, fue aprobada en 1855, y en 1914 fue instituida
para todos los lugares que lo deseen.
Finalmente, el
4 de marzo de 1944 el Papa Pío XII extendió a toda la Iglesia la fiesta
litúrgica del Inmaculado Corazón de María asignándole la fecha de la octava de
la Asunción, el 22 de agosto. Al hacerlo, el Papa quiso dejar expresado
que esta fiesta se instituía para obtener por medio de la intercesión de María “la paz entre las naciones, libertad para la Iglesia, la
conversión de los pecadores, amor a la pureza y la práctica de las virtudes”, Pío XII resumía así los pedidos de Fátima, para
remedio a los males que ya estaban en el mundo.
Posteriormente,
con la reforma del Vaticano II, la fiesta fue cambiada para el sábado siguiente
al viernes de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Fue un paso atrás, porque los sábados hay muy pocas misas por la
mañana y por la tarde se celebra la dominical. Sumando a esto el olvido de los
pedidos de la Virgen, la fiesta quedó
prácticamente anulada en el calendario del Novus Ordo, por lo que actualmente,
y salvo una intervención directa del Santo Padre, la única esperanza es que se
siga difundiendo junto con la Liturgia tradicional, liberada por el Motu
Proprio de Benedicto XVI.
Por todo lo dicho me atrevo a proponer que junto con la Consagración de
Rusia y la devoción de los Primeros Sábados, se solicite la restauración de la
fiesta del Corazón de María en todo su esplendor, con las mismas palabras de
Sor Lucía: “que la fiesta en honor del Inmaculado Corazón de María se
extienda a todo el Mundo como una de las principales de la Santa Iglesia”.
La urgencia de instaurar esa devoción
La devoción al Inmaculado Corazón de María es condición sine qua non
para evitar los castigos que estamos viviendo y los que ya atisbamos en el
horizonte.
Es
doloroso presenciar el olvido de los pedidos de la Virgen, como es el caso de
la devoción de desagravio de los Primeros Sábados, cuando la cantidad de blasfemias a la Madre del Señor multiplican su
veneno por la divulgación globalizada que se realiza por todos los medios. Esas
blasfemias son pecados “de los que claman al Cielo”.
Y también
es doloroso ver cómo se cumplen inexorablemente los anuncios del 13 de julio de
1917 por no ser realizada la consagración de Rusia por el Papa con todos los obispos del mundo, y que por ambas omisiones “Rusia sigue esparciendo sus errores por el mundo”, “el
Papa y los buenos tienen mucho que sufrir…”.
Causa
estupor comprobar que estamos viviendo tiempos donde las cosas más sublimes no
llegan a conmover a los hombres y mujeres que
están desesperados por servir a los ídolos de barro entronizados por las
fuerzas del mal en los “altares” modernos por todos los medios, aún dentro de
los propios hogares, donde en otros tiempos existía la religiosidad o al menos
la intimidad, gobernada por los padres de familia.
Posiblemente haya mucho de ignorancia, ya que los
conceptos han sido trastocados por una
confusión espantosa que aumenta día a día. Confusión que no es propia de
la Iglesia de Dios, donde todo debe ser claro y seguro. Por eso mismo nosotros,
hijos de la Iglesia, tenemos una obligación
grave de difundir con precisión y urgencia los pedidos de Nuestra Señora.
Y por todo lo dicho, en nombre de los Caballeros de
la Orden del Inmaculado Corazón de María, junto con todos los hermanos que nos
hemos reunido en la ciudad de Roma bajo la celestial mirada de Nuestra Reina y
Señora del Rosario de Fátima, en este
momento dramático de la historia de la Iglesia, suplico ardientemente al Santo
Padre, la revelación aún oculta del Secreto de Fátima y la realización de los
pedidos ya conocidos de la Madre de Dios y Reina del Mundo, a saber:
La Consagración de Rusia realizada por Su Santidad en unión con todos
los Obispos del mundo al Inmaculado Corazón de María; la Bendición por parte de
Su Santidad, de la devoción reparadora de los Primeros Sábados del mes,
haciéndola pública por todo el mundo, y la restauración de la fiesta del
Inmaculado Corazón de María para sea celebrada en todo el Mundo como una de las
principales de la Santa Iglesia.
Apareció en el cielo un gran signo:Una Mujer vestida de sol, con la luna
bajo sus pies, y en su cabeza una corona de doce estrellas (Ap 12, 1)
La Mujer Vestida del Sol es la Santísima Virgen. No hay ya discusión al
respecto cuando los últimos pontífices coinciden en que ésa es la primera
interpretación del primer versículo del capítulo 12 del Apocalipsis. El Sol que
la reviste es la divinidad de Cristo, la luna debajo de sus pies representa
todo lo cambiante de la tierra, y las estrellas del Cielo a los Doce Apóstoles.
El
Apocalipsis se puede aplicar a muchos momentos de la historia, pero ya no hay
dudas que los tiempos precisos del Libro de la Revelación llegaron, y que la
Mujer Vestida del sol fue manifestada en Fátima por el mismo Dios. Así lo vieron los últimos Papas. Pablo VI dirigió una Exhortación
Apostólica a la Iglesia iniciándola con las palabras del Apóstol Juan: “Signum
Magnum”. Y cuando Juan Pablo II beatificó a los pastorcitos en Fátima, eligió
personalmente la lectura del capítulo 12 del Apocalipsis para la Misa, y en su
homilía decía:
…Por designio divino, “una mujer
vestida del sol” (Ap 12, 1) vino del cielo a esta tierra en búsqueda de los
pequeños privilegiados del Padre (San Juan Pablo II, 13 de mayo de 2000, en Fátima, homilía de la
Misa de beatificación de Jacinta y Francisco).
Sí, verdaderamente la Señora del Rosario apareció
en Fátima “Vestida del Sol”. Así lo dice expresamente Lucía:
Vimos sobre una carrasca una Señora toda vestida de blanco, más
brillante que el sol y esparciendo una
luz más clara e intensa que un vaso de agua cristalina atravesado por los rayos
del sol más ardiente. (Cuarta Memoria de sor Lucía, pag 331)
Tiene en
sus manos el arma invencible de todos los tiempos: El Rosario. Son las
apariciones del Inmaculado Corazón de María.
Dios hizo
en la Cova de Iría una nueva presentación de su Madre como aquélla que hizo a
los ángeles en el Paraíso.
Y bien, la
Mujer del Génesis está ya en el campo de batalla. Está Vestida del Sol. Pero no
la vemos con su corona de doce estrellas, ni con la luna a sus pies. El
motivo: Las doce estrellas significan, en interpretación unánime de los
exégetas, a los doce apóstoles: el gobierno de la Iglesia. Ese gobierno de la Iglesia no está unido en
la obediencia de la voluntad de Dios, al que representan. No han
consagrado a Rusia al Inmaculado Corazón de María. Cuando lo hagan, veremos las
doce estrellas coronándola en su Imagen de Fátima.
Y veremos
la luna a sus pies, lo mutable, que simbolizó en un
primer momento la princesa mora convertida al catolicismo, (la media luna
sabemos que es el símbolo del Islam) y fue el mismo Islam, cuando fue derrotado
en Lepanto, por el rezo fervoroso del Rosario en toda la Iglesia.
Pero en
estos tiempos es sin duda Rusia y el mundo entero, por donde esa nación
esparció sus errores que hoy, habiendo crecido monstruosamente,
conmueven la integridad de la Iglesia. Rusia,
y sus dominios en todo el mundo, conquistados con sus errores a causa de la
debilidad de los cristianos, debida a los pecados y la falta de oración, aún no
está a los pies de la Mujer Vestida del Sol. Rusia no está convertida, y sigue
siendo la gran amenaza para el mundo. Cuando el Papa y todos los obispos unidos
a él la consagren, será completo el simbolismo de las Escrituras, la de la
visión de San Juan, con el triunfo de su Corazón Inmaculado.
El “dragón bermejo, con siete cabezas y diez cuernos”
que aparece inmediatamente luego de la Virgen en la visión, es la serpiente
antigua, Satanás, que con su cola
arrastra a la tercera parte de los consagrados. Nadie, desgraciadamente, puede
negar esa realidad en estos momentos.
“El dragón se puso delante de la Mujer… para devorarse a su hijo”. Muy bien podemos entender aquí la
pretendida aniquilación de la Iglesia Católica con la protestantización de la
Misa “¡destruyamos la
Misa y destruiremos la Iglesia!” clamaba
Lutero.
El Dragón
quiere destruir la fe en la Presencia Real, por eso San Miguel Arcángel, el Ángel de Portugal,
inauguró las apariciones con las oraciones de fe en la Presencia Real de
Jesucristo en la Hostia Consagrada, con la adoración, la esperanza y el amor
hacia esa Presencia. Y también con el desagravio. El ángel nos enseñó a
proclamar nuestra fe eucarística.
En ese
momento (1916) no se veía esa amenaza. Pero
cincuenta años después el Papa Pablo VI tuvo que dirigir una Encíclica a toda
la Iglesia para refirmar la Transubstanciación, la Presencia Real, el
sacerdocio ministerial y el carácter sacrificial de la Misa.
“Entonces se trabó una batalla grande en el Cielo”. Una batalla similar a la de los
Ángeles cuando el Altísimo les dio a conocer su voluntad de encarnarse, por lo que deberían adorarlo en la unión hipostática con la naturaleza
humana, y reconocer a su Madre como Reina del Universo.“¡Non serviam!” gritó Luzbel entonces. Y ese grito
tuvo su eco en el siglo XX, y en el que comenzamos se hace más estruendoso:
“¡No queremos adorar a Dios, no
queremos aceptar sus Mandamientos ni su Evangelio, no queremos a María Madre de
Dios y nuestra, Virgen e Inmaculada, Asunta y Reina, no queremos su Rosario, no
queremos sus Mensajes, no queremos su Iglesia, queremos otra a nuestro modo,
con las sugestiones del infierno!”
“Miguel y sus ángeles pelearon contra el dragón y
el dragón lidiaba con sus Ángeles. Pero estos no prevalecieron”. San Miguel es el Jefe del ejército de la Virgen Santísima Y “así fue abatido aquel gran dragón, la antigua serpiente
que se llama demonio y Satanás”
Los
dogmas y todas “las maravillas que Dios hizo en María” también fueron atacados,
por eso es necesario el desagravio de los Primeros Sábados.
Rusia
insultó a Dios y con su ateísmo descarnado, que hoy prevalece y aún se agiganta, es la gran amenaza para el mundo. Sin embargo no se obedece a la Reina
del Universo, porque paralelamente a esas herejías se ha revivido y aumentado
el nefasto minimismo mariano, que pretende una María sin los privilegios con
que Dios la ha enriquecido, por ser su Santísima Madre.
Algunos
teólogos de hoy han elaborado una frase monstruosa: “Debemos
preferir la mariología del servicio a la mariología de los privilegios”, lo cual supone una María aceptable a los
protestantes, en palabras del Padre Fáber de hace un siglo y medio en
Inglaterra.
Ellos
pretenden “la María de la historia” a “la María
de la Fe”, y eso es absolutamente
herético y blasfemo, insultante no sólo de Nuestra
Señora sino del mismo Dios Altísimo que la ha colmado de dones. Y supone un
ataque frontal a la misma Iglesia, a su Tradición patrística, a su Magisterio
Pontificio, y aún a la que ellos llaman
despectivamente la “religiosidad popular”.
Aquí se cumple también la palabra del Libro de la Revelación:
“El dragón fue persiguiendo a la Mujer, que había dado a luz a
aquel hijo varón” y “vomitó de su
boca en pos de la Mujer, cantidad de agua como un río, a fin de que fuese
arrebatada por la corriente”.
Y sigue el libro sagrado:
“La tierra socorrió a la Mujer, y abriendo su boca, se sorbió al
río que el dragón arrojó de su boca. Con esto el dragón se irritó contra la
Mujer y marchose a guerrear contra los demás descendientes de Ella, que guardan
los Mandamientos de Dios y mantienen la confesión de Jesucristo…”
En esa
lucha estamos, y vamos a triunfar con la Mujer Vestida del Sol. El triunfo está
prometido por la Virgen. Es el triunfo de su Corazón Inmaculado. La devoción al Corazón Inmaculado de María es la devoción del triunfo.
De ese triunfo que llegará tanto más pronto cuando
más pronto inundemos la tierra con el fuego que vemos surgir de ese mismo
Corazón, y del Corazón de Jesús. Ese fuego sólo se enciende y se extiende con
las directivas que dio la Blanca Señora de Fátima: Rosario, sacrificios, Consagración de Rusia por el Sucesor de Pedro y los
sucesores de los demás Apóstoles, y Desagravio de los Primeros Sábados.
Todo con
almas limpias, sometidas a los Mandamientos, en una
confianza total, plena y absoluta en la autoridad y el poder que Dios ha dado a
su Sacrosanta Madre.
Conclusión
San
Ignacio de Loyola enseña que a las sugestiones del
demonio debemos responder “opositum per diametrum”, es decir oponiendo diametralmente a lo que nos
propone, y no contemporizando, o dialogando, o cediendo.
El mundo
de hoy está gobernado por las fuerzas del mal. El demonio sugiere toda clase de
caminos para la perdición de las almas, y esas sugerencias llegan por los
medios de comunicación a lo más íntimo de los hogares.
El
oponerse firme y diametralmente es la única forma de salvar el alma y de vivir
en paz, aún con tribulaciones y luchas.
La devoción al Corazón Inmaculado de María, además de ser consuelo y
gozo para nuestras almas, nos libra de las asechanzas del enemigo y nos permite
cumplir los votos y promesas del Bautismo: renunciar a Satanás a sus pompas y a
sus obras, y ser fieles a la verdadera Iglesia de Jesucristo.
El
demonio, en efecto, nos invita a adorar
a los ídolos de barro: el poder, el dinero y el sexo. El Corazón de María nos
ayuda a adorar a Jesucristo, verdadero Dios, “presente en todos los Sagrarios
de la tierra”.
El
demonio nos engaña con el menosprecio de esa Divina Presencia Real, con la Comunión hecha indignamente, sin Confesión, primeramente de
pie, últimamente en la mano. El Ángel de Fátima nos enseña a postrarnos con la
frente sobre la tierra ante la Santísima Eucaristía y nos invita, por medio del
Corazón de su Madre, a desagraviarlo, creer en El, adorarlo, esperar en Él y
amarlo.
El
demonio ha inducido a que prevalezcan doctrinas mariológicas que minimizan a la
Virgen. La devoción al Corazón de María
la alaba como Reina del Universo, y a la vez la toma como Madre tiernísima y
llena de misericordia.
El
demonio ha desatado una ola de blasfemias a la Madre de Dios, que le clavan espinas muy dolorosas en su Corazón Esta devoción de
desagravio arranca esas espinas y le brinda nuestro consuelo filial.
El
demonio nos lleva a la desacralización, el
Corazón de María a la Consagración personal, de las familias, personas y
naciones.
El
demonio “ha introducido modas que ofenden mucho al Señor”. La Virgen nos lleva a la modestia y el recato en el vestir.
El
demonio quiere apoderarse del mundo, por
medio de los errores de Rusia, convertidos en terribles aberraciones y
crímenes. El Corazón de María nos promete la Paz.
El
demonio está llevando a gran parte de la Iglesia a la apostasía, la devoción al Corazón de María con el rezo diario y confiado del
Santo Rosario, es garantía de la verdadera fe católica.
La no
aceptación de este llamado es una terrible ingratitud hacia Dios, y es la prolongación del verdadero suplicio que está sufriendo la
Iglesia y la humanidad.
El Papa Pío
VII que padedciera el sacrílego cautiverio de Napoleón, pronunció unas
palabras en su audiencia del 14 de enero de 1815, que nos pueden guiar en
nuestra respuesta a Dios:
Corazón de María, tierno,
sensibilísimo, solícito, generoso, compasivo, amantísimo, afligido, angustiado,
zarandeado, fatigado, martirizado, atravesado, amargado…
Pidamos a
la Santísima Virgen que nos conceda la gracia de
grabar en nuestra memoria y en nuestros corazones la voluntad del buen Dios,
dichas y repetidas por Ella misma en Fátima: “Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a
mi Corazón Inmaculado”.
Y agradezcamos al Señor con las palabras del
salmista, que broten de nuestros corazones convertidos:
Alabemos al Señor que nos dio,
benigno el Sagrado Corazón de su Madre, un refugio estupendo (Salmo 31, 22)
Fuente y Reconocimiento
La que se
leyó fue la ponencia de Giorgio Sernani en un Congreso Mariano realizado la
primera semana de mayo de 2010 en Roma, para
adherir a la peregrinación que haría Benedicto XVI a Fátima unos días después,
en celebración de los 10 años de la beatificación de los videntes Jacinta y
Francisco.
Giorgio
Sernani fue un mariólogo argentino, prolífico escritor, colaborador y amigo de
los Foros y de su editor, con quien compartimos algunas jornadas marianas
memorables. Su obra póstuma fue la creación del himno a la Virgen de Luján.
Recemos por su alma, sea donde sea que hoy esté.
En la
primera semana de mayo de este año 2010, adhiriendo a la peregrinación de Su
Santidad a Fátima para celebrar los 10 años de la beatificación de los
pastorcitos Jacinta y Francisco, se realizó en Roma una llamada Conferencia “La
demanda de Fátima” destinado a estudiar el Mensaje de Fátima y su incumplimiento.
En ese
encuentro, estudiosos de distintas disciplinas fueron exponiendo la situación
actual del mundo desde distintas ópticas: religiosa, social, histórica,
política, económica, etc. a fin de demostrar el
equívoco de creer que el mensaje de Fátima ha concluido en el siglo XX, y que
al contrario, cada vez se acentúan más
los horrores de las guerras y persecuciones a causa de no haber cumplido con
los pedidos de la Virgen, según Ella misma lo advirtiera en su aparición
del 13 de julio de 1917:
“…Si atienden a mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no,
esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones
a la Iglesia. Los buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá mucho que
sufrir, varias naciones serán aniquiladas. Por fin mi Corazón Inmaculado
triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será
concedido al mundo algún tiempo de paz”.
Quiera Dios que el equívoco sea borrado con la
clara afirmación del Santo Padre realizada pocos días después en la Homilía de
la Misa del 13 de mayo en la explanada del santuario de Fátima: “Se equivoca quien piensa que la misión
profética de Fátima está acabada”.
Los
deseos de la Virgen, que para la Iglesia son una orden a cumplir con diligente
amor filial, constituían el medio extremo para lograr la salvación de las almas
y la paz del mundo que en aquel tiempo ya se
encontraba en medio de un aluvión de pecado, y que en los nuestros ha llegado a
un límite inimaginable, precisamente por no haber aceptado la ayuda de su Madre
Santísima, la única que puede detener su brazo justiciero.
Todos esos pedidos estaban enmarcados en la voluntad de Dios de “Establecer
en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María” y eran
expresamente: El rezo diario del Santo Rosario, la conversión, los sacrificios
por los pecadores, el ejercicio de los Primeros Sábados de reparación a su
Corazón Inmaculado y la Consagración de Rusia al mismo, realizada por el Papa
con todos los obispos del mundo.
A ese
incumplimiento se suma el hecho de no haberse dado a conocer una parte del
Tercer Secreto que por voluntad expresa de Nuestra Señora debía haberse hecho
en 1960, y que, según los estudios
realizados a partir de las declaraciones de quienes lo han leído, se refiere
ante todo a la apostasía general en la Iglesia junto con cataclismos de la
naturaleza, y al asesinato del Santo Padre, dignatarios de la Iglesia,
religiosos y laicos que anuncia la parte del mismo dada a conocer en el año
2000.
La
conferencia, interesantísima y esclarecedora, incluyó
la asistencia a la audiencia general del Papa y una peregrinación de un día por
algunos de los lugares santos de Roma. Asistieron obispos, sacerdotes y muchos
laicos llegados de países del mundo, creándose en un ambiente de devoción
mariana y calidez fraternal.
A pedido de los Foros
de la Virgen María, Giorgio
publicó por primera vez la ponencia llevada desde nuestros dos países hermanos
del Río de la Plata, y dedicada al centro del Mensaje de Fátima: La
instauración en el mundo de la devoción al Corazón Inmaculado de María, que ha dispuesto el Señor y que iniciada en la Iglesia, no fue
realizada plenamente, cayendo pronto en el olvido y hasta el menosprecio, salvo
en donde lo ha hecho la misma Virgen Santísima, en su solicitud maternal, según
lo vemos en las crónicas de sus posteriores apariciones.
Publicado por Unción Católica y
Profética
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