Por: Rima
de Vallbona (ANLE)-. El vocablo ‘pendejo’ procede del diminutivo
latino de pecten, que significa en primer lugar el pelo del pubis y de las
ingles. La segunda acepción es persona cobarde o pusilánime. Con este último
sentido, a mediados del siglo pasado en Costa Rica era una palabra que
utilizábamos hasta aplicada a los niños temerosos de algo (Ej. “Pepito, hijo,
eres un pendejo”) y cuando alguien le hacía algo a otro, usábamos el término
“pendejada” (“Lo que él le hizo a su amigo quitándole el puesto de trabajo es
una pendejada”).
Un filólogo tico me explicó -lo que ya sabrás-
que hoy en día es una palabra con sentido injurioso y que ya no se usa tanto
como antes, probablemente por su referencia primaria al pelo del pubis y las
ingles.
En Argentina, el Diccionario de voces lunfardas
le da el sentido de “pilluelo dicho en forma simpática” (Ej. “La presencia de
la pendeja la dejó boquiabierta”); y lo usan también en diminutivo y
despectivo, “pendejito” .
En el sentido original de “cobarde, pusilánime” todavía
se usaba en los siglos XVI y XVII, (Siglo de Oro español), y por eso nos
preguntamos, ¿a partir de cuándo adquiere ese sentido ofensivo? En esos siglos
lo utilizan los escritores como Santa Teresa de Ávila, quien con toda su
santidad a cuestas, escribió los siguientes versos:
¡Oh, Señor, Señor! Mándame pena y dolor. Mándame
males añejos, pero mandarme pendejos… no me los mandes, Señor.
Y a los lectores les cuento que Santa Teresa no
era nada pendeja (perdón si ofendo a alguien, pero yo crecí cuando esa palabra
no tenía otro sentido que el de la cobardía), pues sí, esta santita era de
armas tomar y ni enfermedades ni heladas ni pobreza impedían que fundara
conventos por toda España.
Editor: Jorge Ignacio Covarrubias, secretario
general de la ANLE
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