Con las últimas denuncias
contra sacerdotes abusadores tenemos la impresión que se reabren las
acusaciones, especialmente respecto al encubrimiento de obispos; algunos casos
que hemos informado recientemente pueden leerse aquí y aquí.
Y cuando empezamos a
reflexionar sobre ellos siempre nos vuelve la pregunta a la cabeza ¿Cómo es que
pudo pasar esto?
En realidad la verdadera crisis se inició en serio
en la década de 1950 teniendo su epicentro en la década de 1960 y en
especial en la década de 1970.
Y si bien se han puesto en marcha regulaciones y
políticas para evitar en el futuro tales horrores, la Iglesia todavía tiene que
hacer frente a las reivindicaciones, a su falta de rapidez para reaccionar y
sobre todo comprender que los demonios se infiltraron en el sacerdocio, porque
las explicaciones socio psicológicas quedan extremadamente cortas.
El diablo tuvo un punto de apoyo en muchos
seminarios y rectorías. Salía humo ondulante a través de las grietas.
Un estudio realizado en los EE.UU. dice que 4392
clérigos fueron acusados ??de abusar de 10667 personas, y que un 75 por ciento
de los incidentes tuvo lugar entre 1960 y 1984. Durante el mismo período hubo
109694 sacerdotes en actividad.
Cuando las ventanas de la iglesia se abrieron
después del Concilio Vaticano II, para permitir que entrara el aire fresco, o
hubo suficientes garantías, al parecer, para protegerse del polvo y los
demonios que andaban por el aire.
Espíritus oscuros reales estuvieron involucrados,
como sugieren testimonios como el de Neal Gumpel, de Connecticut, que fue
asaltado por un jesuita en 1974; él recientemente
relató:
“en realidad nunca creí en los ángeles o demonios o
fantasmas hasta esa noche, pero cuando él me dio vuelta y me miró, sus ojos
eran de color negro. Estoy hablando de negro de película de terror”.
Testimonios como estos dejan claro la necesidad de
abordar las raíces espirituales del problema y no solo las institucionales.
El Papa León XIII
tuvo una visión de satanás entrando en el Vaticano en octubre de
1884.
La Mater advirtió en La Salette,
donde, según se dice dijo Melanie Calvat, que
“los sacerdotes, ministros de mi Hijo, los
sacerdotes, por sus vidas malvados, por sus irreverencias y su impiedad en la
celebración de los sagrados misterios, por su amor al dinero, el amor de
honores y placeres, se han convertido en pozos negros de la impureza”. “Su
inteligencia”, dijo, “sería ofuscada. Conventos se
convertirían en campos de pastoreo de Asmodeos y sus semejantes.”
También están las advertencias
de la Virgen a sor Mariana Torres en Ecuador en 1610 como Nuestra
Señora del Buen Suceso, donde el diablo induciría a hombres inmorales para ser
sacerdotes en el siglo XX.
Oímos directamente de sacerdotes jóvenes cómo los
seminarios, por lo menos luego del Vaticano II y tal vez algunos ahora también,
desalentaban el ingreso a hombres conservadores tradicionales y que la prueba
de fuego era su posición respecto a la homosexualidad o la ordenación de
mujeres. También eran lugares donde se denostaba rezar el Rosario por ser
considerado pasado de moda.
Lo cierto es que los demonios invadieron el
cristianismo digamos que desde la década de los 1960 y sus acciones han manchado
a muchos de nuestros excelentes sacerdotes.
Debemos recordar que hay cerca de un millón de
ellos en todo el mundo y gracias a Dios, su número está creciendo
rápidamente en lugares como África y Asia. La mayoría buscan
realmente la santidad.
¿Cómo se combate esta invasión demoníaca?
Simplemente restituyendo el criterio de guerra espiritual, el ayuno, la
penitencia y alejarse de la aridez de la política y el mundo académico.
Podemos empezar a traer de vuelta
la Oración al Arcángel Miguel, porque nótese que el Vaticano II la
eliminó de la misa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario