VATICANO, 03 Abr. 16 / 04:28 am (ACI).-“Ser apóstoles de
misericordia significa tocar y acariciar las llagas de Jesús, presentes también
hoy en el cuerpo y en el alma de muchos hermanos y hermanas suyos”, dijo el
Papa Francisco en la homilía que pronunció esta mañana.
Miles de personas se reunieron hoy en la Plaza de San Pedro para
participar en la Misa
del Jubileo de las personas que se adhieren a la espiritualidad de la Divina
Misericordia, que presidió el Papa Francisco.
“Toda enfermedad puede
encontrar en la misericordia de Dios una ayuda eficaz”, dijo para agregar a
continuación: “De hecho, su misericordia no se queda lejos: desea salir al
encuentro de todas las pobrezas y liberar de tantas formas de esclavitud que
afligen a nuestro mundo”.
El Papa indicó que “todos estamos llamados a ser escritores vivos del Evangelio, portadores de la Buena Noticia
a todo hombre y mujer de hoy”.
“El camino que el Señor resucitado nos indica es
de una sola vía, va en una única dirección: salir de nosotros mismos, para dar
testimonio de la fuerza sanadora del amor que nos ha conquistado”.
Por eso Dios “quiere llegar a las heridas de
cada uno, para curarlas”. “Al
curar estas heridas, confesamos a Jesús, lo hacemos presente y vivo; permitimos
a otros que toquen su misericordia y que lo reconozcan como ‘Señor y Dios’ (cf.
v. 28), como hizo el apóstol Tomás”.
“El Evangelio de la misericordia continúa siendo
un libro abierto, donde se siguen escribiendo los signos de los discípulos de
Cristo, gestos concretos de amor, que son el mejor testimonio de la
misericordia”.
Francisco explicó que una manera de anunciar
esta Buena Noticia es realizar “las obras de misericordia corporales y espirituales, que son el estilo de vida del cristiano” porque “por
medio de estos gestos sencillos y fuertes, a veces hasta invisibles, podemos
visitar a los necesitados, llevándoles la ternura y el consuelo de Dios”.
“Se sigue así aquello que cumplió Jesús en el
día de Pascua,
cuando derramó en los corazones de los discípulos temerosos la misericordia del
Padre, el Espíritu Santo que perdona los pecados y da la alegría”.
El Papa destacó la necesidad de “salir de nosotros mismos” porque
“Cristo, que por amor entró a través de las puertas cerradas del pecado, de la
muerte y del infierno,
desea entrar también en cada uno para abrir de par en par las puertas cerradas
del corazón”.
El Santo Padre también manifestó que “el
Evangelio de la misericordia, para anunciarlo y escribirlo en la vida, busca
personas con el corazón paciente y abierto, ‘buenos samaritanos’ que conocen la compasión y el silencio ante
el misterio del hermano y de la hermana; pide siervos generosos y alegres que
aman gratuitamente sin pretender nada a cambio”.
“Hemos nacido en Cristo como instrumentos de
reconciliación, para llevar a todos el perdón del Padre, para revelar su rostro
de amor único en los signos de la misericordia”.
Por Alvaro de
Juana
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