Recién
publicado un libro que narra la misteriosa locución que la religiosa albanesa
tuvo en un tren en la India.
Sor Teresa está viajando en un tren, a Calcuta. Estamos en 1946. Ese día
tuvo lugar un hecho que cambió para siempre la vida de la religiosa, de la
futura Madre Teresa, la “mamá de Calcuta”.
Alrededor suyo, en el vagón, todos los pasajeros duermen. Ella en cambio
está despierta y se siente agotada. No deja de rezar, de reflexionar, de
meditar sobre su condición. “Quién sabe cómo sufren
esas madres que no pueden dar de comer a sus niños, que los ven morir sin poder
hacer nada por impedirlo, debe ser atroz”, dice susurrando para sí
misma.
La voz de Jesús
En ese punto, cuenta Roberto Allegri en “La
Mamma di Calcutta. Madre Teresa” (La Mamá de Calcuta, Madre Teresa.
Ancora editrice) sucede un hecho increíble. “En
India hay muchas almas puras, muchas almas santas que tienen sólo el deseo de
darse a Dios”, dice una voz, de repente. Sor Teresa levanta la cabeza,
mira a su alrededor, pero todos duermen.
“Si sólo respondieses a mi llamada y me trajeras
estas almas. Si tú las arrancaras al demonio”. Dice de nuevo la voz. Está por todas partes, Teresa no la oye sólo con
los oídos, sino que advierte que la voz está en su propia mente. Y está también
en el aire, en el compartimento, parece venir de los propios pasajeros
dormidos. “Salva a los
pobres”
Teresa comprende, esa voz es una intuición, y su corazón empieza a latir
fuerte, la emoción es enorme. Une las manos, las aprieta contra el pecho, se
inclina hacia adelante. “¡Jesús! Jesús, eres tú. Te
escucho, Señor, ¡Háblame, sigue hablándome!”.
“Si sólo supieras cuánto dolor siento al ver todos
esos niños por las calles. ¡Toda esa gente desesperada!». La voz es aún más alta,
fragorosa. Teresa responde: “Señor, esos pobres te
esperan. Esperan tu ayuda, no les abandones”. Y Jesús: “No puedo ir donde ellos solo. No me conocen, ¡no me
quieren! Ve tú, Ve tu entre ellos y llévame contigo”.
Teresa: “¿Yo? ¿Quieres que vaya donde los
pobres que he visto esta noche?”.
Jesús: “Ellos. Y muchos otros. Yo deseo
entrar en sus casas oscuras y tristes. Llévame a ellos, sé su víctima. Inmólate
en tu amor por mi, así ellos me verán. Así me amarán a su vez”.
Los hábitos de María
En este punto Teresa pregunta perpleja: “¿Qué
significa, que debo ser su víctima?”. Jesús: “Tu
vocación es la de amar y sufrir. Y salvar las almas. Actuando así, realizarás
el deseo de mi corazón”.
Cuando la monja pregunta a Jesús qué debe hacer, el Señor responde así: “Quiero monjas indias. Que sean misioneras de la caridad,
que sean mi fuego de amor entre los pobres, entre los que mueren por la calle.
Estas monjas me llevarán a los pobres y ofrecerán sus vidas por las almas”.
Jesús dice también: “Te vestirás con los
hábitos de la sencilla, come vestía mi madre que era pobre y humilde. Tu sari
será mi símbolo”. Teresa titubea. “Señor, no
se si seré capaz…”
Y aquí el último mensaje de Jesús: “No debes
temer nada, yo estaré siempre con te. No me rechaces, déjame actuar. Confía
siempre en mí, confía en mí ciegamente. Reza siempre con fervor y todas las
dificultades desaparecerán”.
En las manos del
Señor
Teresa esta en oración, inmóvil, los ojos aún cerrados, pero llena de
alegría, una alegría tan poderosa que la deja sin fuerzas, cansada. “He hecho como me has dicho, mamá”, dice moviendo
apenas los labios. “He puesto mis manos en las de
Jesús, y Él me las ha estrechado con amor”.
Foros de la
Virgen María
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