El Papa en la
audiencia jubilar de este sábado recuerda que un signo de la conversión es
cuando vemos las necesidades del prójimo y salimos a ayudarle
Por: Sergio Mora / Papa Francisco | Fuente: ZENIT (https://es.zenit.org)
Por: Sergio Mora / Papa Francisco | Fuente: ZENIT (https://es.zenit.org)
(ZENIT – Ciudad del Vaticano – 18 de junio de
2016).- En típico día de la primavera italiana, papa Francisco realizó en la
Plaza de San Pedro, la audiencia del Jubileo de la Misericordia del sábado. El
Santo Padre al ingresar realizó un largo recorrido en por los corredores de la
plaza, acompañado por algunos niños que subieron al jeep descubierto, y como es
su costumbre además de saludar a presentes que aplaudían y agitaban pañuelos y banderas,
lo hizo de modo particular con algunos enfermos.
Al dirigirse a los peregrinos de idioma español,
el Papa hizo un resumen de la catequesis y recordó que “Jesús se manifestó
después de su resurrección varias veces a sus discípulos y les indicó que la
predicación se debía centrar en el ‘perdón de los pecados’ y en la
‘conversión’”.
Tema el de la conversión que “está presente en
toda la Sagrada Escritura” y que “para los profetas, convertirse significa
cambiar de rumbo para volver de nuevo a Dios”.
Por ello, dijo el Santo Padre, “también Jesús
predicó la conversión y lo hacía desde la cercanía con los pecadores y
necesitados; de este modo les manifestaba el amor de Dios. Todos se sentían
amados por el Padre a través de Él y llamados a cambiar vida”.
Así “la auténtica conversión se produce cuando
experimentamos en nosotros el amor de Dios y acogemos el don de su
misericordia” y un signo claro de que “la conversión es auténtica es cuando
caemos en la cuenta de las necesidades del prójimo y salimos a su encuentro
para ayudarle”.
El Pontífice concluyó sus saludos dirigiéndose
en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica, a quienes
deseó: “Que el Señor Jesús nos conceda la gracia de la auténtica conversión de
nuestra vida. Si nos abrimos a la misericordia de Dios, encontraremos la
verdadera alegría del corazón”.
A continuación presentamos
el texto completo de la audiencia
«Queridos hermanos y hermanas.
Jesús después de la Resurrección se apareció diversas veces a los discípulos antes de subir a la gloria del Padre. El párrafo del Evangelio que hemos recién escuchado (Lc 24,45-48) narra una de estas apariciones en las cuales el Señor indica el contenido fundamental de la predicación que los apóstoles deberán ofrecer al mundo. Podemos sintetizarla en dos palabras: ‘conversión’ y ‘perdón de los pecados’. Son dos aspectos que califican la misericordia de Dios que, con amor nos cuida. Hoy tomamos en consideración la conversión.
Jesús después de la Resurrección se apareció diversas veces a los discípulos antes de subir a la gloria del Padre. El párrafo del Evangelio que hemos recién escuchado (Lc 24,45-48) narra una de estas apariciones en las cuales el Señor indica el contenido fundamental de la predicación que los apóstoles deberán ofrecer al mundo. Podemos sintetizarla en dos palabras: ‘conversión’ y ‘perdón de los pecados’. Son dos aspectos que califican la misericordia de Dios que, con amor nos cuida. Hoy tomamos en consideración la conversión.
¿Qué es la conversión? Ella está presente en
toda la Biblia, y de manera particular en la predicación de los profetas, que
invitan continuamente al pueblo al ‘regresar al Señor’, pidiéndole perdón y
cambiando estilo de vida. Convertirse para los profetas significa cambiar de
dirección de marcha y dirigirse de nuevo al Señor, teniendo la seguridad que Él
nos ama y su amor es siempre fiel. ¡Volver al Señor!
Jesús hizo de la conversión la primera palabra
de su predicación: ‘Conviértanse y crean en el Evangelio’. (Mc 1,15). O sea,
miren hacia y vuelvan atrás, esto es convertirse. Es con este anuncio que Él se
presenta al pueblo, pidiéndole que reciba su palabra como la última y
definitiva que el Padre dirige a la humanidad. (cfr Mc 12,1-11).
Sobre la predicación de los profetas, Jesús
insiste aún más en la dimensión interior de la conversión. En ella de hecho
toda la persona está involucrada, corazón y mente, para volverse una criatura
nueva, una persona nueva. Cambiar el corazón y que uno se renueve.
Cuando Jesús llama a la conversión no se erige
juez de las personas, sino lo parte estando cercano, del hecho de compartir la
condición humana, y por lo tanto la calle, la casa, el comedor… La misericordia
hacia quienes tenían necesidad de cambiar de vida se realiza con su presencia
amable, para involucrar a cada uno en su historia de salvación. Y Jesús
persuadía a la gente con amabilidad, con amor.
Y con este comportamiento Jesús tocaba la
profundidad de los corazones de las personas y estos se sentían atraídos por el
amor de Dios y empujados a cambiar vida. Por ejemplo, las conversiones de Mateo
(cfr Mt 9,9-13) y de Zaqueo (cfr Lc 19,1-10) se realizaron justamente de esta
manera, porque se habían sentidos amados por Jesús, y a través de Él, por el
Padre.
La verdadera conversión se realiza cuando
recibimos el don de la gracia y un claro señal de su autenticidad es que nos
damos cuenta de las necesidades de los hermanos y estamos listos a ir a su
encuentro.
Queridos hermanos y hermanas, cuántas veces
también nosotros sentimos la exigencia de un cambio que tome a nuestra persona
por entero. Pero cuántas veces nos decimos a nosotros mismos: ‘tengo que
cambiar y no puedo seguir así. Mi vida en este camino no dará frutos, será una
vida inútil y no seré feliz’. Cuántas veces nos vienen estos pensamientos,
cuántas veces…
Jesús con la mano extendida nos dice ven, ven a
mi, que el trabajo lo hago yo. Yo te cambiaré el corazón, te cambiaré la vida,
te haré feliz.
¿Pero creemos esto o no?, ¿qué piensan, creen en
esto o no? (aplausos…) Menos aplausos y más voz, ¿creen o no creen? (respuesta
coral, Sí…). Es así, es Jesús que está con nosotros y nos invita a cambiar
de vida. Y es él con el Espíritu Santo que siembra esta inquietud que nos
invita a cambiar vida y ser un poco mejor.
Sigamos por lo tanto esta invitación del Señor y
no opongamos resistencias, porque solamente si nos abrimos a su misericordia,
encontraremos la verdadera vida y la verdadera alegría. Solamente hay que abrir
bien la puerta y él hace el resto, él hace todo. Pero hay que abrir el corazón
para que nos pueda curar y llevarnos hacia adelante. Y les aseguro que seremos
más felices. Gracias».
(Texto traducido por ZENIT
desde el audio)
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