Cada día es un
re-descubrir las maravillas que la vida trae consigo.
Por: H. Edgar Henríquez, LC | Fuente: elblogdelafe.com
¿Qué significa despertar por la mañana; abrir los
ojos y ver el campo, las flores, las montañas? ¿Qué significa sentir el agua
correr por nuestra cara; la fragancia de la brisa marina o el calor del sol en
nuestra frente? ¿Qué significa ser consciente de que estoy viviendo, de que
busco, de que encuentro? ¿Qué significa darme cuenta de que amo, de que anhelo,
de que sueño y deseo?
¿Podemos acaso desentendernos de todo esto que nos
rodea por el sólo hecho de no haberlo pedido? ¿Quién puede rebelarse contra
estos dones, contra estos regalos que nos da Dios cada día? Algunos por ahí podrían decir:
“Yo no quiero todo esto que ese “Dios” me regala…
lo rechazo”. A pesar de esta actitud sigues teniendo todo aquello que no
pides. Simplemente está allí. Cada día
es un re-descubrir las maravillas que la vida trae consigo. Una caricia,
una bella palabra, un paseo… Todo me habla de Dios. Sí, aunque no lo quieras
asumir allí está Dios. Dios se refleja en sus creaturas, aquellas que Él mismo
ha formado en sus manos. ¿Te sientes víctima de un
milagro? ¿Víctima de una situación que vives y que no nunca has querido?
Díganme, ¿quién rechaza respirar, dejar de
sentir el latido de su corazón, dejar de pensar? ¿Puede el hombre desentenderse
de todo lo que es, de todo lo que tiene, de todo lo que Dios le regala a
diario? No, esa es la respuesta. No
podemos dejar de ver la presencia de Dios. Por más que lo queramos y por
más que busquemos explicaciones científicas (a veces indemostrables), siempre
tendrás esa caricia de Dios que son sus regalos. Como un padre a diario da a sus hijos de comer y beber, les da
protección y amor; así también Dios, que es Nuestro Padre, nos abastece a
diario de aquello que necesitamos.
¿Te sientes víctima de estos milagros o te sientes
beneficiario de estos milagros? Piénsalo bien. Todo es gratuito, todo es don,
todo te es regalado. ¿Acaso has creado tú el mar, las montañas, el cielo
estrellado? ¿Eres capaz de añadir una hora al día o alargar tu vida a tu
antojo? No eres
capaz, no puedes hacerlo.
DIOS LE RESPONDE A JOB CON ESTAS PALABRAS:
«¿Dónde estabas cuando Yo cimentaba la tierra? Explícamelo, si tanto sabes. ¿Quién fijó sus dimensiones, si lo sabes, o quien extendió sobre ella el cordel? ¿Sobre qué se apoyan sus pilares? ¿Quién asentó su piedra angular, cuando cantaban a una las estrellas matutinas y aclamaban todos los ángeles de Dios?
«¿Dónde estabas cuando Yo cimentaba la tierra? Explícamelo, si tanto sabes. ¿Quién fijó sus dimensiones, si lo sabes, o quien extendió sobre ella el cordel? ¿Sobre qué se apoyan sus pilares? ¿Quién asentó su piedra angular, cuando cantaban a una las estrellas matutinas y aclamaban todos los ángeles de Dios?
¿Quién encerró el mar con doble puerta, cuando salía a borbotones del seno materno, cuando le puse las nubes por vestido y por pañales la niebla, cuando fijé un límite y le puse cerrojos y puertas, y le dije: “Hasta aquí llegarás y no más, aquí se romperá la soberbia de tus olas”? […] ¿Has llegado hasta las fuentes del mar, has caminado por el fondo del abismo? ¿Se te han abierto las puertas de la muerte? ¿Has descubierto las entrañas de las sombras? ¿Has conocido la extensión de la tierra? Explícamelo si lo sabes todo. ¿Por qué camino se llega a la luz?, o ¿dónde está la mansión de las tinieblas?»
(Job: 38:4–11. 16–19)
OJALÁ PODAMOS
RESPONDER COMO JOB LO HIZO:
«Comprendo que lo puedes todo, que ningún proyecto te resulta inalcanzable. […] Cierto, he querido explicar sin comprender las maravillas que me superan y que ignoro. […] Sólo de oídas sabía de ti, pero ahora te han visto mis ojos. Por eso me arrepiento, y hago penitencia sobre el polvo y ceniza.» (Job 42:1–6)
«Comprendo que lo puedes todo, que ningún proyecto te resulta inalcanzable. […] Cierto, he querido explicar sin comprender las maravillas que me superan y que ignoro. […] Sólo de oídas sabía de ti, pero ahora te han visto mis ojos. Por eso me arrepiento, y hago penitencia sobre el polvo y ceniza.» (Job 42:1–6)
Sólo puedes aceptar los dones
de Dios tal y como lo hace un hijo agradecido con su padre providente. Esa es
la actitud de humildad, la actitud de creaturas y de hijos. Una actitud que debemos cultivar.
Una actitud que no se manifiesta sino a través de la fe, pero de una fe verdadera
en Dios y su revelación. No es
simplemente una doctrina, un dogma, una creencia ciega… es una persona,
Jesucristo, que se nos ha manifestado con obras milagrosas para que viendo
creamos.
Agradece a tu Creador y Padre por todo lo que tienes, por todo lo que te
regala a diario; por un nuevo día de vida, por la naturaleza, por la amistad,
por la familia, por el amor, por la bondad… “Tenemos
tanto para estar agradecidos”.
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