jueves, 25 de abril de 2019

¿POR QUÉ ERES CATÓLICO?


La Fe lleva siempre al testimonio.

Para ser un auténtico católico cristiano se necesita una verdadera convicción nacida del conocimiento y del amor.

Por: Francisco Mario Morales | Fuente: Catholic.net
“Hay padres que luego de bautizar a sus hijos se desaparecen y no los vuelven a traer a la iglesia hasta su Primera Comunión, advirtió el Papa Francisco durante el encuentro con las familias en Ostia (Italia), al recordar que luego de este primer sacramento es importante seguir llevando a los niños a las parroquias y continuar el acompañamiento en su camino de fe”. “Es la mejor herencia que podemos dar a los niños: la luz de la fe. Junto con el testimonio cristiano”.  (“VATICANO, 04 May. 15 / 04:10 pm (ACI/EWTN Noticias).

 Ser católico cristiano por herencia, no está mal. Pero esa herencia debe ir acompañada de un autentico testimonio (congruencia, ejemplo)  S. S. Juan Pablo II nos decía: “El mundo se resiste a creer palabras que no van    acompañadas de un testimonio de vida”.

Debemos evitar ser católicos cristianos por simple costumbre (rutina), tradición familiar, herencia,  o por imposición. La religión católica no se debe vivir por simple costumbre, como una tradición familiar, como una sucesión de posesiones materiales (herencia), o lo que es peor…por imposición.

Reflexionemos en una hermosa cita: “Creen pero no practican, no aman su religión porque no la conocen y no están convencidos, son solo fieles tradicionalistas y “pasan por alto los mandatos de Dios” (Mc. 7.9), no se comprometen a la conversión ni al testimonio.

Para ser un auténtico católico cristiano se necesita una verdadera convicción nacida del conocimiento y del amor. Además de una sincera conversión.  Convertirse significa: cambiar de dirección en el camino de la vida: pero no con un pequeño ajuste, sino con un verdadero cambio de sentido. Conversión es ir contracorriente, donde la «corriente» es el estilo de vida superficial, incoherente e ilusorio que a menudo nos arrastra, nos domina y nos hace esclavos del mal, o en cualquier caso prisioneros de la mediocridad moral. San Agustín nos dice: Creo para comprender, y comprendo para creer mejor.  Hoy nuestro tiempo nos pide razón, reflexión y el conocimiento que nos lleve a creer. “La fe y la razón (Fides et ratio) son como dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad   
                                                                                             
Evitemos ser católicos cristianos improvisados. En la formación moral y religiosa no se improvisa. Porque improvisar es hacer algo de pronto, de prisa, sin preparación ni entendimiento.
¿Cuántas veces criticamos a nuestros hijos porque no saben orar ni rezar?... ¿Los padres sabemos rezar y orar? ¿Nosotros como padres les enseñamos a orar o rezar gradualmente? ¿Oramos o rezamos juntamente con ellos? ¿Cómo padres participamos piadosa, consciente y activamente y en familia en la celebración eucarística?  

 Cuando los niños, adolescentes, jóvenes y muchos adultos no logran entender (Tener idea clara de las cosas, conocer el ánimo o la intención de algo o alguien, tener amplio conocimiento). Cuando no logran comprender (Entender, alcanzar, penetrar) algo por la falta de capacidad, indiferencia o comodismo de los adultos, simplemente se alejan, pierden interés, esto surge también cuando no se les toma en cuenta ni se les motiva a la participación, cuando no se les prepara y compromete a ser parte activa. Lo superficial, lo externo, lo que no les compromete, lo que no les convence, motiva e impulsa, les aburre. Y más aun si a esto le añadimos la incongruencia, las divisiones y los conflictos como consecuencia de la ignorancia religiosa en los adultos.  

Observemos las posturas y el comportamiento de los feligreses en la misa dominical en nuestra parroquia, nadie se saluda, nadie se conoce, todo es individualismo, solo a la hora de la paz,  o en las misas de ceremonias. El templo se ha convertido en un salón de fiesta y vanidad, o en estudio televisivo, para actos cortesanos, galanteos y lujos consumistas. A veces parecen afiches de anuncios. Se llega tarde a la celebración y se tiene prisa por terminar, parece aburrir. No se organiza, se improvisa, se realiza por rutina, con nerviosismo, cuidando sólo la validez. Los fieles participan poco consciente y activamente, porque van a criticar, se distraen, posan para las fotos, no entienden, están sin devoción. Los signos inventados suplantan y oscurecen los signos sacramentales.

La mayoría de asistentes son bautizados indiferentes, con una fe mediocre e insuficiente. No se sienten vinculados a la comunidad ni siguen un proceso de acompañamiento en la fe. Piden ritos, más que sacramentos, pues les falta fe. Su ritmo, su sentido de pertenencia, sus intereses y símbolos, son distintos.

AMOR Y CONOCIMIENTO DE LA VERDAD

“En esta situación, ¿puede la fe cristiana ofrecer un servicio al bien común indicando el modo justo de entender la verdad? Para responder, es necesario reflexionar sobre el tipo de conocimiento propio de la fe. Puede ayudarnos una expresión de san Pablo, cuando afirma: «Con el corazón se cree» (Rm 10,10). En la Biblia el corazón es el centro del hombre, donde se entrelazan todas sus dimensiones: el cuerpo y el espíritu, la interioridad de la persona y su apertura al mundo y a los otros, el entendimiento, la voluntad, la afectividad. La fe transforma toda la persona, precisamente porque la fe se abre al amor. Esta interacción de la fe con el amor nos permite comprender el tipo de conocimiento propio de la fe, su fuerza de convicción, su capacidad de iluminar nuestros pasos. La fe conoce por estar vinculada al amor, en cuanto el mismo amor trae una luz. La comprensión de la fe es la que nace cuando recibimos el gran amor de Dios que nos transforma interiormente y nos da ojos nuevos para ver la realidad”.

(CARTA ENCÍCLICA LUMEN FIDEI DEL SUMO PONTÍFICE FRANCISCO)

“Recuperar la conexión de la fe con la verdad es hoy aun más necesario, precisamente por la crisis de verdad en que nos encontramos. En la vida de san Agustín encontramos un ejemplo significativo de este camino en el que la búsqueda de la razón, con su deseo de verdad y claridad. Comprender que Dios es luz dio a su existencia una nueva orientación, le permitió reconocer el mal que había cometido y volverse al bien”. (CARTA ENCÍCLICA LUMEN FIDEI DEL SUMO PONTÍFICE FRANCISCO)

LOS SACRAMENTOS Y LA TRANSMISIÓN DE LA FE

Como afirma el Concilio ecuménico Vaticano II, «lo que los Apóstoles transmitieron comprende todo lo necesario para una vida santa y para una fe creciente del Pueblo de Dios; así la Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree»[35].

FE, ORACIÓN Y DECÁLOGO

Además, es también importante la conexión entre la fe y el decálogo. La fe, como hemos dicho, se presenta como un camino, una vía a recorrer, que se abre en el encuentro con el Dios vivo. Por eso, a la luz de la fe, de la confianza total en el Dios Salvador, el decálogo adquiere su verdad más profunda, contenida en las palabras que introducen los diez mandamientos: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto» (Ex 20,2).
El decálogo no es un conjunto de preceptos negativos, sino indicaciones concretas para salir del desierto del «yo» autorreferencial, cerrado en sí mismo, y entrar en diálogo con Dios, dejándose abrazar por su misericordia para ser portador de su misericordia

 FE Y FAMILIA

En la familia, la fe está presente en todas las etapas de la vida, comenzando por la infancia: los niños aprenden a fiarse del amor de sus padres. Por eso, es importante que los padres cultiven prácticas comunes de fe en la familia, que acompañen el crecimiento en la fe de los hijos. Sobre todo los jóvenes, que atraviesan una edad tan compleja, rica e importante para la fe, deben sentir la cercanía y la atención de la familia y de la comunidad eclesial en su camino de crecimiento en la fe. La fe no es un refugio para gente pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran llamada, la vocación al amor, y asegura que este amor es signo de fe, que vale la pena ponerse en sus manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte que todas nuestras debilidades.

LUZ PARA LA VIDA EN SOCIEDAD

Asimilada y profundizada en la familia, la fe ilumina todas las relaciones sociales. Como experiencia de la paternidad y de la misericordia de Dios, se expande en un camino fraterno.
En la «modernidad» se ha intentado construir la fraternidad universal entre los hombres fundándose sobre la igualdad. Poco a poco, sin embargo, hemos comprendido que esta fraternidad, sin referencia a un Padre común como fundamento último, no logra subsistir.
La fe, además, revelándonos el amor de Dios, nos hace respetar más la naturaleza, pues nos hace reconocer en ella una gramática escrita por él y una morada que nos ha confiado para cultivarla y salvaguardarla (CARTA ENCÍCLICA LUMEN FIDEI DEL SUMO PONTÍFICE FRANCISCO)

El Santo Padre ha señalado que "la fe lleva siempre al testimonio. La fe es un encuentro con Jesucristo, con Dios, y de allí nace y te lleva al testimonio. Y esto que el apóstol quiere decir: una fe sin obras, una fe que no te implique, que no te lleve al testimonio, no es fe. Son palabras y nada más que palabras".

SER CRISTIANO NO ES UNA APARIENCIA O UNA CONDUCTA SOCIAL, NO ES MAQUILLARSE UN POCO EL ALMA PARA QUE RESULTE UN POCO MÁS BONITA. SER CRISTIANOS ES HACER AQUELLO QUE HA HECHO JESÚS, SERVIR”. (Papa Francisco VATICANO, 30 Abr. 15)

“EL HÁBITO NO HACE AL MONJE”

La apariencia, lo exterior, las palabras y las costumbres no hacen al monje, pero si nos hacen falsos católicos. No basta con predicar. Si no hay que practicar lo que se predica.
Lo que en verdad hace a un monje y a un católico, verdadero monje y verdadero católico, es lo interior: las buenas obras, el ejemplo, el convencimiento, la alegría, la participación, el compromiso, la congruencia, el evitar la doble personalidad y el individualismo.

“Todos los cristianos estamos llamados a comunicar el Evangelio, no solo con palabras, sino en la realización de obras que manifiesten la coherencia entre lo que creemos y predicamos. Este año, en el que el tema de la familia es motivo de estudio y profundización para la Iglesia, el Papa Francisco ha querido tomarlo como punto de referencia, ya que es “la familia el primer lugar donde aprendemos a comunicar”. (La familia, modelo de comunicación en el amor / de Rogelio Cabrera López Arzobispo de Monterrey)

Es importante tener en cuenta lo siguiente: todo católico es cristiano (aceptar a Cristo hecho hombre), pero no todo cristiano es católico (aceptar al Papa como Vicario de Cristo en la tierra. De aquí las diversas confesiones - protestantes, ortodoxos, anglicanos, lefebrianos - que son cristianos, pero no son católicos.

 ¿QUÉ ES UN CATÓLICO VERDADERO?

Ser católico verdadero es vivir y practicar, dentro de nuestra debilidad humana, los mandamientos de la Ley de  Dios y de la Iglesia. Y Rechazar los siete pecados capitales que hemos tomado como modo de vida.

Lo que practicamos, se supone, es porque lo conocemos. Veamos si esto es verdad con los pecados capitales. Congruencia y no solo parte de un árbol y de sus hojas sino ante todo dar frutos.

¿QUÉ ES UN PECADO? UN PECADO ES LA REBELDÍA CONTRA DIOS

¿Cuántos católicos cristianos habrá, hombres y mujeres, autosuficientes, independientes, rebeldes a toda norma o mandamiento y que para ellos solo vale lo que opinan, y lo que quieren, sólo ellos tiene su "propia verdad", han hecho sus propios mandamientos, su propia religión a sus conveniencias, no están dispuestos a obedecer a Dios y quieren ser como dioses?

Esto sin contar los católicos practicantes del sincretismo, esoterismo, espiritismo, shamanismo y santerismo, vías al satanismo, todo por la indiferencia, apatía e ignorancia religiosa (DP 78).

“El cristianismo empieza despertando en la persona la conciencia de pecado. Empezar a ser buen cristiano es siempre tomar conciencia de que la vida, tal como la estamos viviendo, no nos lleva a ningún éxito espiritual" (Evangelio explicado No. 2 pág. 131  P. Eliécer Sálesman).

Ser católico verdadero  - es aquel que tiene interés por prepararse, conocer, cumplir, y vivir su religión.  El católico cristiano debe ser difusivo y contagioso empezando en su iglesia doméstica y continuando en su entorno laboral y social.
"Un cristiano que no es difusivo y contagioso, no es un verdadero cristiano" (Evangelio explicado No. 2 pág. 133  P. Eliécer Sálesman).

Tenemos que tomar conciencia de que todos somos responsables de la construcción de un mundo nuevo. El fruto será bueno o malo según lo hagamos nosotros. Para los católicos cristianos nuestra misión es construir un mundo mejor, necesitamos superarnos, romper la cáscara de nuestro egoísmo, comodidad y conveniencia, desarrollar nuestras cualidades, hacer uso de nuestros talentos, ser conscientes de que nosotros somos los que vamos a construir el futuro, familiar y de la iglesia.

“Católico cristiano es el que se deja guiar por el Espíritu Santo, que al Igual que Jesús, entiende que ser misericordioso es más importante que todos los sacrificios, el que busca el Reino de Dios y su justicia, que trata de amar y servir a ejemplo de Cristo que no vino a ser servido sino a servir y a dar la vida por los demás. Ser cristiano católico es el resultado de ser poseído por el Espíritu de Cristo, vivir inmerso en el perdón y el amor de Dios, que goza con la Palabra del Señor y busca dar testimonio en el mundo de esta alegre noticia” (P. Valentín Treviño, parroquia Ntra. Sra. De Zapopan, Monterrey N.L.)

“Que compartas tu pan con el hambriento y recibas en tu casa al pobre sin techo; en que vistas al que no tiene ropa y no dejes de socorrer a tus semejantes, entonces brillará tu luz como el amanecer y tus heridas sanarán pronto. Tu rectitud ira delante de ti y mi gloria te seguirá. Entonces, si me llamas, yo te responderé; si gritas pidiendo ayuda, yo te diré: ‘Aquí estoy’ Si haces desaparecer toda opresión, si no insultas a otros ni les levantas calumnias, si te das a ti mismo en servicio del hambriento, si ayudas al afligido en su necesidad, tu luz brillará en la oscuridad, tus sombras se convertirán en luz de mediodía.”  (Is. 58, 7 – 10)

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