jueves, 11 de abril de 2019

(245) MONJES DEL CRISTO ORANTE: MEDIAS VERDADES, OMISIONES Y MENTIRAS


  “Pues no hay nada oculto que no haya de ser manifiesto, ni secreto que no haya de ser conocido y salga a la luz."(Lc.8,17)
Luego del primer post acerca de la causa penal a los Monjes del Cristo Orante, siguiendo consejos de allegados a la causa, y especialmente obedeciendo a la Iglesia que lo había pedido, nos llamamos a silencio. Un silencio expectante, orante y tenso, que más de uno tuvo la tentación de romper, pero que se mantuvo con docilidad.
Pero resulta que este silencio fue unilateral, porque los medios de comunicación y confusión, y en especial los más emponzoñados contra la Iglesia, no sólo no observaron un prudente silencio a la espera de todas las declaraciones y pericias necesarias para esclarecer la situación con ecuanimidad, sino que siguieron atizando el fuego de la calumnia, urdiendo una intriga infamante en la que inevitablemente, muchos fieles han sido confundidos. Por esa razón, rompemos el silencio, porque nos lastima la injusticia y la mentira, y en este camino hacia la Pascua, todos hemos de ser un poco cirineos.
El martes 2 de abril el diario Los Andes, volvió a sacar una calumniosa nota recogiendo falsedades ya difundidas, titulada: “Cristo Orante: un monje habría reconocido abusos”. Pero a diferencia de notas anteriores, esta vez los destinatarios de la injuria no eran solamente los monjes… sino el Arzobispado.
Entonces sí, repentinamente, resulta que la prudencia y el silencio se hacen a un lado, porque se ha osado tocar a la Jerarquía de la Iglesia.
A las 48 hs, el Arzobispado sacó en respuesta a dicha nota, un Comunicado titulado Ante las injurias y la desinformación, toda la Verdad”, manifestando su visible fastidio ante las injurias proferidas contra los procedimientos eclesiales en el caso, PERO omitiendo el hecho de que se había manipulado la información haciendo creer a la ciudadanía que durante la investigación, uno de los monjes había reconocido ser culpable de abuso, falsedad que es precisamente ventilada en el título del artículo.
En tal comunicado, se hace referencia a las verdades que las empresas periodísticas nos han impedido decir, al no chequear la información”, centrándose sobre todo en la relación del Arzobispado con el denunciante, pero sin hacer ninguna referencia a los acusados, excepto tal vez sobre el final, de manera velada y general, al señalar que “una afirmación contraria a la verdad posee una gravedad particular cuando se hace públicamente, ya que el respeto de la reputación de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra susceptibles de causarles un daño injusto sea a través de un juicio temerario o por maledicencia. En estos casos, es importante recordar que toda falta cometida contra la justicia y la verdad entraña el deber de reparación, incluso cuando se trata de faltas cometidas contra la reputación de las personas e instituciones.”
Nos dirán que había que responder ante todo en defensa del Arzobispado, pues se trataba del nombre de la Iglesia. Pero entonces nos preguntamos: ¿sólo se injuria a la Iglesia cuando se incrimina a la Jerarquía, pero no cuando se hace con un monje o un sacerdote? ¿O acaso estos últimos son sujetos privados y algo así como “parias” ante quienes debemos apartarnos frente a la sola sospecha de culpa, aunque no haya pruebas suficientes para ello?
Me perdonarán, pero no convence. No nos convence que cuando se trata de un obispo que incurre en ostentosos escándalos sexuales, (como fue el caso de Maccarrone o Bargalló en nuestro país) , se estrechan filas para encubrirse y disimularse las “caídas”, pero cuando se ensucia sin suficientes pruebas a un sacerdote particular, los pastores que deberían oficiar de “padres”, prefieren hacerlo de Poncio Pilatos “por las dudas”, sin tener al menos la honestidad de reparar frontalmente las mentiras con que se los injuria.
Entonces resulta que toda la verdad” a la que se refiere el Comunicado Episcopal, alude únicamente a la parte de verdad que les atañe personalmente, pero no a la verdad a secas, excluyendo la principal verdad que la sociedad debería conocer a estas alturas, y es que ningún monje se autoincriminó en el proceso eclesial de investigación como abusador.  Y el Arzobispado, quien hizo la investigación, sabe mejor que nadie que ese reconocimiento de abuso es una falsedad grave, de la que pende la paz de muchas almas.
Rompemos el silencio entonces porque no sólo es lacerante la calumnia, sino porque estamos bastante cansados, como fieles, de que las sospechas sean apañadas precisamente por nuestros pastores. Consideramos que el silencio del Arzobispado ante lo que involucra a uno de sus hijos sacerdotes constituye una omisión improcedente e inaceptable, por ser una concesión, un silencio otorgante que decepciona profundamente a muchos hijos de la Iglesia. No con herejes, sodomitas ni prostitutas, pero ¿con ellos sí vale “tirar la primera piedra"?
No pedimos de ningún modo una actitud de encubrimiento, pero creemos que para eludir sospecha de ello, no se puede caer en el otro extremo, apartándose de la debida protección a los acusados mientras los medios se ceban en ellos como hienas, permitiendo que se deslice la presunción de culpa, en vez de inocencia, antes de contar con pruebas suficientes. 
¿DE QUÉ SIRVE LA DECLAMACIÓN AMPULOSA DE APERTURA Y MANOS TENDIDAS A LAS SUPUESTAS VÍCTIMAS, SI SE CIERRAN Y ESCONDEN CUANDO LAS PROPIAS VÍCTIMAS DE LA CALUMNIA SON SACERDOTES QUE HAN SIDO PUESTOS COMO HIJOS BAJO SU CUIDADO?
¿Si se habla de toda la verdad, por qué no se dice, entonces, que -según tenemos entendido- la gran mayoría de las pericias realizadas inclinan la balanza a favor de la inocencia de los monjes, y no de su culpabilidad, mientras que el acusador seguía sin presentarse a declarar, y que hasta uno de sus abogados se ha apartado de la causa?…
A ver si queda claro: aquí no pedimos que declaren inocentes a quienes se encuentran en proceso de juicio. Inocencia o culpabilidad son sentencias que se esperan como conclusiones de la búsqueda de la verdad, que es la que esperamos.  Pero sí creemos que debería exigirse la presunción de inocencia hasta encontrar pruebas suficientes de su culpabilidad, principio que en este caso parece haber pasado a la historia pero que consideramos indispensable para todo proceso que se precie de justo y respetuoso de las personas. ¿O el verdadero juicio se deja en realidad en manos de los medios de comunicación, como si la letra impresa fuese “palabra inspirada"?
Declaramos haber escrito este post a título completamente personal, para tranquilidad de nuestra propia conciencia y de muchos fieles, amigos y allegados al Monasterio, con quienes seguimos en unión de oraciones, rogando que Nuestra Señora guíe todo este proceso y sea realmente el resplandor de la Verdad quien a todos nos dé la auténtica libertad.
Mª Virginia

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