miércoles, 24 de abril de 2019

¿DISTRAÍDO EN MISA? ¿NO LA ENTIENDES? MEDITAR EN SUS TRES VERDADES ESENCIALES ES EL MEJOR ANTÍDOTO


Los santos eran conscientes de su valor infinito.

Las palabras del sacerdote convierten el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor: en la misa el sacrificio del Calvario no se representa ni se rememora, se renueva.

Somos muchos los católicos que vamos a Misa. Muchos se quejan de que no la entienden plenamente. Muchos dicen aburrirse. Muchos nos distraemos. Muchos  buscamos a tal o cual cura porque nos gusta como habla y así ponemos equivocadamente la homilía como centro de la Misa. Y para muchos, expresiones como “La Misa es el Cielo en la Tierra”, popularizada por el libro de Scott Hahn, nos resultan ajenas e incomprensibles.

Éstas son algunas verdades que pueden ayudar a cambiar esas percepciones.

EL INOCENTE
La Pasión de Jesucristo fue el sacrificio del inocente que se ofrece voluntariamente para salvar a quienes no lo fueron, a quienes  no lo somos y a quienes no lo serán. La Vida, la Bondad, la Pureza y la Inocencia fueron entregadas al verdugo para salvar a la Humanidad. La imagen del cordero llevado al altar del sacrificio, tan repetida en el Antiguo y Nuevo Testamento (en el Apocalipsis de manera especial) lo expresa perfectamente  “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Isaías 53, 7).

En El sacrificio de Isaac, de Pedro Orrente (1580-1645) se incluyen dos prefiguraciones del sacrificio de Cristo: la del propio Isaac y la del cordero. Museo de Bellas Artes de Bilbao.

EL CALVARIO
“La Misa es el sacrificio de Cristo que se ofreció a si mismo una vez y para siempre en la Cruz.” No es otro sacrificio, no es una repetición. Es el mismo sacrificio de Jesús que se hace presente. Es una renovación incruenta del Calvario, es decir, una renovación sin repetirse el sufrimiento que padeció Jesucristo en su Pasión. Pero Jesús se vuelve a sacrificar con el fin de volver a redimir a la Humanidad. Así, en cada Misa, Cristo es Redentor y la Humanidad es redimida.

La celebración de la misa por el Padre Pío, estigmatizado con las llagas de la Pasión, nos recuerda de forma especialmente viva algo que es verdad para cualquier misa oficiada por cualquier sacerdote: en ella se renueva (no se representa, no se recuerda: se renueva), solo que de forma incruenta, el sacrificio del Calvario.

EL CIRENEO
Cuando asistimos a Misa, acompañamos a Jesús en su Pasión. Sabemos que fue abandonado por casi todos y Él nos invita a estar a los pies de la Cruz, junto a su Madre y Juan. Más aun, nos invita a ofrecernos con Él a Dios Padre justo antes de rezar el Padrenuestro. “Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos.” ¿Qué padre negaría algo a un hijo que le ofrece y entrega  su vida?, ¿qué Padre no se conmovería al ver a sus hijos acompañar en su Pasión a su Hijo predilecto? A los pies de la Cruz, acompañando a Jesús, Dios nos mira fijamente, atentamente, con un Amor Infinito. No es fácil imaginar un momento mejor para abrirle nuestro corazón.

Cada misa nos ofrece la ocasión de convertirnos en un Simón de Cirene que ayude a Jesús a llevar la Cruz donde se ofreció por nuestra salvación.

No somos meros asistentes en la Misa, sino que somos hijos que escuchamos (la Palabra de Dios), acompañamos (a Jesús en su Pasión), nos ofrecemos (junto a Jesús) y pedimos (a nuestro Padre).

CUATRO SANTOS Y LA MISA
Y quizá ahora podamos comprender mejor a los santos cuando describían la Eucaristía.
San Agustín: "La eucaristía es un banquete en el que comemos con Cristo, comemos a Cristo, y somos comidos por Cristo".
San Francisco de Asís: “El hombre debería temblar, el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería conmoverse profundamente cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos del sacerdote".
San Alfonso de Ligorio: "El mismo Dios no puede hacer una acción más sagrada y más grande que la celebración de una Santa Misa".
San Juan María Vianney (Santo Cura de Ars): “Si conociéramos el valor de la Santa Misa nos moriríamos de alegría”.

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