REDACCIÓN CENTRAL, 31 May. 16 / 02:25 pm (ACI).- En los
Evangelios se encuentra poco de lo que dijo la Virgen María, pero cuando
aparecen citadas sus palabras se puede apreciar que estas no solo generan una
reacción del Señor sino que además cuestionan al mundo de hoy. San Juan Pablo II nos ofreció
una profunda reflexión sobre cada una de ellas.
La Anunciación (Lc. 1,
26-38)
Las primeras palabras de la Virgen las cuenta San Lucas cuando el Ángel
Gabriel visita a María y le manifiesta que concebirá a Jesús. Ella pregunta: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?”
Y el mensajero divino con paciencia le explica la acción del Espíritu Santo. “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí
según tu palabra”, dijo María.
Sobre este pasaje, San Juan Pablo II escribe en la Redemptoris Mater,
numeral 13, que la Madre de Dios “ha respondido, por tanto, con todo su ‘yo’
humano, femenino, y en esta respuesta de fe estaban contenidas una
cooperación perfecta con ‘la gracia de Dios que previene y socorre’ y una
disponibilidad perfecta a la acción del Espíritu Santo, que, ‘perfecciona
constantemente la fe por medio de sus dones’”.
La visita a su prima
Isabel (Lc 1, 39-56)
María, movida por la caridad, se pone al servicio de su anciana prima Isabel.
En ese encuentro familiar, Isabel la felicita y la sencilla Virgen alaba a Dios
y proclama una de las oraciones más excelsas del cristianismo, inspirada en el
Antiguo Testamento: el Magníficat.
“Proclama mi alma la grandeza
del Señor; se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la
humillación de su esclava…”.
“Con su visita a Isabel, María realiza el preludio de la misión de Jesús
y, colaborando ya desde el comienzo de su maternidad en la obra redentora del
Hijo, se transforma en el modelo de quienes en la Iglesia se ponen en camino
para llevar la luz y la alegría de Cristo a los hombres de todos los lugares y
de todos los tiempos” (San Juan Pablo II, Audiencia General, 1996).
Jesús hallado en el
Templo (Lc. 2, 41 - 52)
Cuando Jesús tenía doce años se quedó en Jerusalén y sus padres al no
encontrarlo en la caravana regresan a buscarlo. Después de tres días lo hallan
en el Templo dialogando con los doctores de la ley y María le dice: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu
padre y yo, angustiados, te andábamos buscando”.
Jesús contestó que tenía que estar en los asuntos de su Padre y la
Virgen y San José no entendieron aquella respuesta.
San Juan Pablo II explica que “Jesús tenía conciencia de que ‘nadie
conoce bien al Hijo sino el Padre’ (cf. Mt 11, 27). Tanto que aun
aquella, a la cual había sido revelado más profundamente el misterio de su
filiación divina, su Madre, vivía en la intimidad con este misterio sólo por
medio de la fe. Hallándose al lado del hijo, bajo un mismo techo y ‘manteniendo
fielmente la unión con su Hijo’, ‘avanzaba en la peregrinación de la fe’,
como subraya el Concilio” (Redemptoris Mater, 17).
Bodas de Caná (Jn. 2, 1
- 11)
María, como toda buena madre, vivió preocupada porque no faltaran las
cosas de la casa y mucho menos en una boda. Es así que en Caná alerta a su Hijo
que los novios: “No tienen vino”.
Con la confianza de saber que Jesús ayudará, adelante la “hora” del Señor y da
un mensaje a los sirvientes, y en ellos a todos los creyentes: “Hagan lo que Él les diga”.
“En Caná,
merced a la intercesión de María y a la obediencia de los criados, Jesús da
comienzo a ‘su hora’. En Caná María aparece como la que cree en Jesús; su
fe provoca la primera ‘señal’ y contribuye a suscitar la fe de los discípulos”
(San Juan Pablo II, Redemptoris Mater, 21).
No hay más palabras de María en la Biblia, pero las que
aparecen cobran especial sentido para cada generación y por eso San Juan Pablo
II en su visita del año 2000 a la Basílica de la Anunciación en Nazaret,
expresó uno de sus mayores deseos:
“Pido a la Sagrada
Familia que impulse a todos los cristianos a defender la familia contra las
numerosas amenazas que se ciernen actualmente sobre su naturaleza, su
estabilidad y su misión. A la Sagrada Familia encomiendo los esfuerzos de
los cristianos y de todos los hombres de buena voluntad para defender la vida y promover el respeto a la
dignidad de todo ser humano”.
Por Abel Camasca
No hay comentarios:
Publicar un comentario