lunes, 10 de septiembre de 2012

EL GRAN CARDENAL MARTINI



El gran contrincante del Cardenal Martini fue el más sigiloso de los adversarios: el Tiempo. El Tiempo siempre estuvo en contra del arzobispo de Milán.

Cuando el Cardenal Wojtyla fue elegido como Papa, Martini no era cardenal. Y cuando Juan Pablo II murió, Martini ya estaba enfermo de ese padecimiento llamado vejez.

Hay personajes en la Historia que siempre tienen de su lado al Tiempo, y otros que lo tienen soplando de frente. Puedes hacer algo contra tres divisiones que avanzan hacia ti, puedes tener alguna idea de gran estratega ante los elementos de destruyen tus buques. Pero contra el Tiempo no hay nada que hacer.

El Tiempo es formidable, imponente, no te deja espacio, no tienes donde poner el pie. Por el contrario, si el Tiempo ha tomado su decisión a favor, las cosas salen adelante simplemente porque estabas ahí en el momento preciso.

¿Cuál es su mérito, señor? Estaba allí, caballeros. Eso fue todo.

Por eso Martini no se quejó, no protestó. Es difícil agarrar al Tiempo por las solapas. ¿Debía darle mil latigazos como hizo Artajerjes con el mar cuando la tormenta tragó sus tropas cruzando el Dardanelos? No es una tarea exenta de dificultad flagelar al Tiempo.

Lo mejor es enrocarse, como hizo su eminencia. Dentro del caparazón purpúreo hay mucho espacio, y Milán no es Menorca. Martini comprendió el juego del Tiempo, y como hombre inteligente aceptó el área las casillas dejadas para sus desplazamientos: conferencias de prestigio, algún libro de vez en cuando, intervenciones en la CEI. Los jugadores perspicaces no hacen escenas. Las escenas teatrales son de aficionado. Martini aceptó su situación con perfecta lucidez, y vivió con la dignidad de Leonor de Aquitania en El León en Invierno. La orgullosa decencia con que llevó su preeminencia, se la reconocemos todos, yo el primero; no me duelen prendas.

Su porte majestuoso, su mirada de águila, la voluntad férrea que se dejaba adivinar tras ese rostro, una voluntad inconmovible, titánica, se replegó en los cuarteles de invierno. No, eminencia, no hay desdoro alguno en ser derrotado por esa Mano que mece la Cuna del Tiempo. Es que esa Mano tiene sus favoritos, y a ellos se lo entrega todo. Usted, todo hay que decirlo, fue el Rolls Royce del Colegio Cardenalicio. La clase se tiene o no se tiene. Usted la tenía.

PUBLICADO POR PADRE FORTEA

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