sábado, 31 de diciembre de 2022

LUTO POR EL FALLECIMIENTO DE BENEDICTO XVI

Creo que esta ocasión se presta para hacer una semblanza del papa Benedicto. Hombre tranquilo de costumbres fijas. Personalidad ordenada, fiel a los horarios. La teología más que su trabajo fue su vida. Conocía y amaba la tradición, pero siempre estuvo abierto a todo progreso.

Mente siempre abierta a la escucha. Sin duda le gustaba tomar las decisiones de un modo colegial. Hombre flemático, amante de los paseos por los jardines vaticanos.

Hasta que yo fui a Roma, mi relación interna con el papa Benedicto era de obediencia eclesial, pero eso era todo. Mi relación era fría. Sin embargo, durante mi doctorado en la Urbe, desde la primera vez que lo vi, sentí que era como un padre espiritual, sentí su paternidad hacia la Iglesia y hacia mí en concreto. Y desde ese momento sentí un tierno afecto filial. Ya no era solo una figura jerárquica, solo una figura dotada de un status eclesial, sino que se añadió el afecto, en mi corazón sentí esa paternidad.

LA CINEMATOGRAFÍA DE LA MUERTE

Hoy he recibido una interesante consulta: ¿cómo deberían ser los funerales de un papa emérito?

La respuesta es sencilla, en todo igual a los de un papa reinante. Sería estéticamente interesante que a la muerte de un papa, tras tocar las campanas a toque de muerto, se extendiera un pendón negro desde el balcón de la fachada de la basílica vaticana. No una simple, vulgar, tela negra, sino un rectángulo de seda adamascada, con borlas negras en su extremo inferior. Un rectángulo de unos 7 u 9 metros de longitud.

También sería un detalle de respeto a la grandeza de lo que significa ser (o haber sido) un vicario de Cristo en la tierra que se restaurara la pequeña ceremonia de golpear levemente con un martillito la frente del difunto, llamándolo tres veces.

Otro detalle, mínimo, pero bonito, sería que el acta de fallecimiento no fuera un frío papel DINA-4 impreso en el ordenador; sino que hubiera un libro de páginas grandes en el que las anotaciones se hicieran a mano. Sería precioso ver un libro en el que se suceden las actas de fallecimiento de los pontífices. En una sola página, con distinta caligrafía, se podrían ver las actas de más de diez pontífices, uno detrás de otro. La página se podría organizar en una sucesión de tres columnas verticales con texto de margen a margen de la página. Hasta de eso se podría hacer una obra de arte que se pudiera ver online en Internet. Una página que sería completada pontificado tras pontificado.

Incluso se podría redactar un responso expresamente pensado en sus fórmulas para el fallecimiento de un sumo pontífice. También este responso podría estar redactado con impresionante caligrafía (y hasta iluminaciones) que lo convirtieran en una obra de arte. Pienso en unas páginas grandes, tamaño DINA-3, con una bonita encuadernación en cuero.

Sé que todo esto le parecerá a alguien muy cinematográfico, pero son modos para significar lo que significa ser (o haber sido), lo repito, el vicario de Cristo en la tierra.

P. FORTEA

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