A simple vista, Eva
Petrona Pereyra era encantadora, con 74
años y una sonrisa convincente. No parecía otra cosa, se veía como lo
que era: una pensionada que recibía un beneficio de la ANSES (Administración
Nacional de la Seguridad Social de Argentina), vecina de San Justo (Buenos
Aires). Lo cuenta Martín Candalaft en Infobae.
Los que trataron con ella
cuentan que por momentos era una señora amable, sobre todo cuando se la trataba
por primera vez. Algunos incluso dirían que era hasta generosa cuando comenzaba
una conversación.
Pero detrás de la fachada de “abuelita simpática” se escondía la líder máxima
del Templo Filadelfia, la secta que durante
más de 20 años se dedicó a captar fieles, despojarlos de todos sus bienes y
esclavizarlos, forzarlos a vender pan en la calle y a vivir hacinados,
para castigarlos en sus propios campos de tortura. En el Templo, Eva no era
Petrona Pereyra. Era, simplemente, “Tía Eva”.
OPERACIÓN POLICIAL
El pasado 17 de mayo, la
Justicia de La Matanza ordenó 11 allanamientos para comenzar a desbaratar al
Templo Filadelfia, con su altar central en la calle Centenera en San Justo, el
domicilio fiscal de la “Tía”, registrada en
los rubros de la AFIP (Administración Federal de Ingresos Públicos) de venta de
pan.
El trabajo de la Ayudantía de
Delitos Conexos a la Trata de Personas de la jurisdicción llevó a los arrestos de 25 personas de la organización,
entre ellos Eva. 45 víctimas
fueron rescatadas en los allanamientos: niños que jamás habían ido a la
escuela, adultos con sus mentes y voluntades quebradas.
La “Tía” era una feligresa histórica,
había pasado los últimos 20 años dentro del culto, de acuerdo a los
investigadores del caso. Primero fue una empleada más, dedicada a captar
fieles. Luego, al morir la antigua
jefa, ella asumió el poder. Se encargaba de todo. Daba órdenes,
controlaba al personal, supervisaba las finanzas. Era una jefa.
EXPLOTACIÓN ECONÓMICA DE LOS ADEPTOS
Eva no actuaba de inmediato en
el modus operandi que tenía la banda para atrapar víctimas,
que en su mayoría eran personas
vulnerables económica y psicológicamente. Existía primero una avanzada,
un reclutador. Una vez que ya comenzaban a ser persuadidos aparecía Eva para el
toque final. Terminaba de concretar el engaño con la invocación de un “mensaje
divino”, en el que decía
ser “la sierva de Dios”. La mayoría de las victimas contaron en sus
declaraciones que ella siempre decía que Dios hablaba a través suyo.
De acuerdo con los datos de la
ANSES, Eva tendrá disponible su próximo pago
de pensión el día 10 de junio en una sucursal del banco Piano en Merlo. Lo
cierto es que no lo necesita para vivir. Gracias a su pasar holgado, producto,
según la acusación de la Justicia, de que se quedó con bienes de los fieles que reclutaba, Eva se compró una
lujosa casa de fin de semana en un exclusivo barrio privado, “La Bequerencia Farm Club”, un country ubicado en
el km 129 de la ruta 41, cerca de San Miguel del Monte.
Por lo visto, a la “Tía” le gustaba la vida campestre. El complejo
cuenta con 2.150 hectáreas en
las que hay espacios para hacer equitación, jugar al golf y al polo. En este
lugar adquirió la chacra número 16 que tiene una superficie de 3 hectáreas. La
propiedad tiene un valor estimado de 500.000 dólares. Vecinos del lugar
aseguraron que generalmente va cada 15 días, acompañada de mucha gente.
Más allá del lujo, uno de los
asuntos dentro del templo que más preocupaban a la jefa suprema era el manejo
del dinero y, en particular, la recaudación del día en la venta callejera de
pan. Tanto es así que periódicamente
le consultaba a las personas que estaban por debajo de ella cuánto se había
ganado en la jornada. La totalidad de lo que juntaban los fieles iba a
parar a las arcas del Templo, mejor dicho, a los bolsillos de la “Tía Eva”.
DESDE HUMILLACIONES A TORTURAS
Una de las confirmaciones más
recientes de la investigación comandada por la fiscal general Patricia Ochoa,
indica que el Templo Filadelfia estaba blanqueado, al menos en los papeles: fue
inscrito en el Registro de Culto de la Nación bajo el número CI 1181. Lo que nadie
se puede explicar hasta el momento es cómo pudo funcionar durante más de 20
años esta red dedicada a robar,
esclavizar, humillar y torturar gente sin que nadie lo notara. ¿Complicidad policial? ¿Protección política? Es lo
que ahora mismo se investiga.
Una de las 45 víctimas que
fueron rescatadas en los allanamientos y que fue uno de los primeros en ser
captados por la banda, contó cómo fue el ascenso de Eva a la cima de la
pirámide de mando. “Yo ingresé a la
organización casi desde sus comienzos. Eva era pastora. Quien estaba a cargo
era una mujer llamada Luz que ya falleció. Durante la ‘Fiesta del Señor’ que se
hace cada enero, Eva nos dijo a
todos que había recibido un mensaje del Señor mismo y que debía casarse con uno
de los fieles. Así que lo hizo. Luego cuando la antigua líder murió,
ella se transformó en jefa”.
Otra de las actividades
preferidas de los que mandaban en la organización eran las torturas en caso de que las víctimas se
negaran a realizar las tareas que les encomendaban o tuvieran la valentía
de alzarse contra los jefes. Dentro del catálogo de humillaciones y maltratos
estaban los insultos delante de
todos, golpes, aislamiento en campos lejanos sin posibilidad de comer,
como El Descanso, un terreno que el grupo
tenía en Miramar donde separaba y maltrataba a sus seguidores rebeldes para
volver a colocarlos en línea.
MÁS DETALLES DEL MALTRATO
Otro de los testimonios que
llamó la atención a la Justicia fue el que brindó una de las mujeres
rescatadas. La joven relató cómo era el régimen alimentario dentro del
templo: “Comíamos sólo una vez al día. El almuerzo. Siempre era lo mismo:
una taza de mate cocido y cinco tortas fritas a los varones y tres a las
mujeres. Pasábamos mucha hambre.
Estábamos mal alimentados. Ahora puedo darme cuenta que no era sano comer todos
los días torta frita”.
Un rasgo distintivo de este
tipo de organizaciones y, especialmente, del Templo Filadelfia, es la obsesión
por los niños y adolescentes. Estaba
prohibido ir al colegio, mal visto, porque “Dios necesita que trabajen para él”. La mayoría de las personas que fueron rescatadas
no sabían ni leer ni escribir. En muchos casos nunca habían ido a la escuela,
en otros la habían abandonado cuando sus padres se sumaron a la organización.
En los cultos que se
organizaban y en las “fiestas del Señor”, Eva
les decía a las familias que concurrían que debían entregar a sus hijos para
que fuesen “siervos de Dios”. Los padres, en muchos casos, los dejaban por el
miedo que les había inoculado la jefa suprema.
INTERPRETACIÓN MANIPULADA DE LA BIBLIA
Uno de los testimonios más
contundentes por parte de las víctimas incluyó el relato de situaciones que
resultaron insólitas hasta para los investigadores. Eva, en una interpretación
insólita de la Biblia, justificaba
un rito que concluía en un posible abuso sexual.
La víctima, un varón,
declaró: “En el Templo de Centenera se
hacían reuniones de al menos veinte hombres una vez por semana. Se apagaban las
luces. Se ponía música de alabanza. En ese momento Eva decía: ‘El hombre a lo
largo de la historia bíblica pegó contra Dios con mujeres por su fuerza viril
natural’. Todos debíamos danzar y cuando el Espíritu Santo se ponía dentro de
Eva empezaba a rozar el cuerpo de todos hasta que nos hacía eyacular. Nos
explicaba que de esta manera nuestra fuerza viril estaba disminuida. Lo llamaba
a esto ‘castración espiritual’”.
A partir de estas palabras, la
fiscal Ochoa analiza la posibilidad de sumar el abuso sexual a la lista de
delitos que se le imputan a Eva, que continúa detenida.
LOS PRIMEROS TESTIMONIOS, LA CLAVE
“Si
salíamos sin permiso o tardábamos en regresar teníamos que soportar el
castigo. Nos golpeaban hasta
dejarnos un ojo morado. Además nos humillaban. A algunos chicos les
pegaban delante de sus padres, que lo permitían”. Las palabras pertenecen a
J.A., una chica de 24 años. Los empleados de la fiscalía donde contaba su
historia miraban sin poder creerlo.
Algunas horas antes la joven
había llegado sola, con un profundo temor, a los tribunales de La Matanza. Su
testimonio le permitió a la Justicia descubrir una de las redes de trata y esclavitud más importantes de los últimos
años en el Conurbano bonaerense, una organización que con el pretexto
de la fe captaba fieles para quitarles sus bienes esclavizarlos.
Su testimonio fue solo el
comienzo. Otras víctimas llegaron después. Infobae accedió
a los testimonios completos de las víctimas del Templo Filadelfia. “El testimonio de esta chica fue el primero que
recibimos. Ella llegó al templo junto a su familia pero logró escaparse. Vino a
contarnos lo que estaba pasando. Ahí comenzamos una investigación que lleva casi 6 meses y continúa. Los detalles
y el modus operandi son realmente increíbles. Una estructura muy grande”, cuenta una fuente ligada a la investigación.
Golpes por desobediencia, un
campo de torturas en Miramar y otro en Balcarce, reducción a la servidumbre,
insultos y discriminación. Sólo algunas de las características de esta organización
que increíblemente estaba activa desde el año 2000 y estaba liderada por una
misteriosa mujer, la “Tía Eva”.
SITUACIÓN TERRIBLE
“Es
sólo el comienzo. Queda mucho por hacer. Hay todavía gente prófuga. Nos
encontramos con que las víctimas vivían en un estado deplorable. Algunos
dormían en el piso y en otros casos cuatro en una misma cama. Pero lo más sorprendente de todo es que no querían
ser rescatados. Ellos querían seguir ahí, sirviendo a la líder”, relató sorprendido uno de los
investigadores.
Con la excusa de la fe y
de “servir a Dios”, la “tía Eva” y
su grupo de pastores convencían a la gente de unirse a la comunidad.
Primero les hacían creer que eran
elegidos por el Señor, les decían que la voluntad de Dios era que ellos
debían “trabajar para el Señor”. Una vez que eran convencidos, se les enseñaba
que la comunidad “nada es de nadie y todo
es de todos”. De esta manera, en
muchos de los casos registrados, les hacían entregar su dinero y vender sus
propiedades que las víctimas entregaban como “ofrenda”
al templo y a Dios mismo.
El siguiente paso, según lo
que consta en el expediente, era persuadirlos de que debían vivir en los “departamentos”
que los líderes poseían cerca del templo o en el mismo complejo.
Además, tenían que trabajar en la panificadora de la organización. En el mismo
edificio donde funcionaba el templo los fieles producían pan y salían a
venderlo.
“Cuando
uno escucha cómo funciona y visto desde afuera parece una locura que alguien
pueda caer. Pero sucede. Dan todo
lo que tienen y se entregan de lleno al líder que, teóricamente, habla en
nombre de Dios. Lo cierto es que los hacen trabajar todo el día. En este
caso particular haciendo y vendiendo pan. Todo lo recaudado va para la
organización. Por supuesto, las condiciones de vivienda son pésimas, están
hacinados y con muy poca comida”, cuenta un testigo que conoció los movimientos del Templo.
CÓMO CAYÓ EN SUS REDES UNA FAMILIA
Infobae accedió al relato completo de
J.A., la joven que se acercó a la fiscalía del caso, el primer testimonio con
el que contó la justicia para descubrir el funcionamiento del Templo
Filadelfia. “En el año 2000 dos personas
que conocía mi mamá le dicen que la voluntad de Dios era que mis dos hermanos,
M. que tenía 16 años en aquel momento, y N. de 17, debían trabajar para el
Señor vendiendo pan por la calle. Además le dicen que para eso debían vivir en
el discipulado del templo de San Justo. Si bien yo tenía 5 años en ese momento
pude conocer cómo fue todo”, relató
J.A.
La víctima continuó su
relató: “A mi mamá la convencieron en el
año 2001. Le dijeron nuevamente que la voluntad de Dios era que tanto ella como mis hermanos y yo nos
debíamos ir a vivir a uno de los departamentos que tenían ellos. La
convencieron de que la casa que teníamos en González Catán era insegura para
una mujer sola con sus hijos por lo que debía venderla y entregarles la plata.
Estas personas le dijeron que con
ellas íbamos a estar ‘mejor todos’. En medio de la crisis del 2001 y la
extrema confianza que mi mamá les tenía finalmente les hizo caso y vendió la
casa. Les dio la plata y nos llevaron a vivir a una casa precaria en San Justo.
Al mismo tiempo mamá empezó a trabajar en la venta ambulante de pan para ellos”.
Luego, J.A. contó cómo era la
vida en el Templo: “No estaba bien visto ir
al colegio. Cuando mis hermanos
fueron a vivir al discipulado dejaron la escuela. Yo fui hasta los 11
años hasta que me obligaron a abandonar y también me puse a vender pan. Las
reglas eran muy estrictas. Si llegabas tarde de vender, si nos veían en la calle
sin hacer nada o si salíamos del templo sin permiso hacían una ‘reunión de
jóvenes’ en donde nos leían un versículo de la Biblia que hablaba de
desobediencia y delante de todos debíamos soportar el castigo. Esto eran golpes y cachetazos además de humillaciones
con insultos”.
ADOCTRINAMIENTO Y JERARQUÍA
La violencia y el
adoctrinamiento son dos de los rasgos de esta organización criminal que quedan
expuestos en el relato. En uno de los allanamientos encontraron varias biblias
que en el interior tenían un papel escrito a mano con este texto: “Una forma de mostrar temor a Dios es obedeciendo. Me
gusta porque me muestra que es
bueno que seamos probados y afligidos porque eso nos lleva a buscar a Dios.
A humillarnos delante de Dios (Sic)”.
Una de las preguntas que le
hicieron a J.A. en la fiscalía tenía que ver con la “Tía Eva”, la mujer que en
el expediente está señalada como la líder: “Ella
nos decía que era la ‘sierva de Dios’ y que él hablaba a través de ella. Era la
que le decía a la gente que debían
vender sus casas para entregárselas al Señor y la que los convencía
de que debían servirlo”, dijo.
De las pruebas recolectadas en
el durante la investigación, que incluyó escuchas telefónicas claves, se
descubrió que existía, como suele ocurrir en este tipo de organizaciones,
una estructura piramidal en
la cual la líder está a la cabeza de la organización y cada uno de los
integrantes tiene su rol a cumplir. “En
esta oportunidad nos encontramos con que estaban quienes daban las ordenes,
también los pastores que daban las ceremonias y ayudaban a convencer a los
fieles y aquellos que cuidaban y daban de comer a las víctimas dentro del
templo”, señala una fuente
judicial.
Dentro de la estructura, los pastores jugaban un rol fundamental. Eran
presentados como enviados de Dios en la tierra. A muchas de las
víctimas, sobre todo las que tenían un mayor poder económico, las hacían sacar
tarjetas de crédito o débito a sus nombres y los convencían de hacerles
extensiones a los pastores. De esta manera podían hacer gastos con las tarjetas que eran titularidad de los fieles.
En una de las intervenciones
telefónicas a las que accedió este medio, se escucha a la “tía Eva” preguntarle (de muy mal modo) a una de
las mujeres encargadas de cuidar a las personas captadas si tenía el dinero
suficiente para darles de comer: “¿Tenes
plata para toda esta semana o no?”,
se escucha decir a la líder. Del otro lado la mujer responde que no, que se
quedó sin dinero. La mujer que da las ordenes la reta: “Estoy por hacer un giro y no me avisas nada. Por qué no
me decís ‘Tía, me estoy quedando sin plata’, no me decís nada. ¿Tengo la bola
de cristal yo?”. La empleada
termina por pedir disculpas.
LA DUREZA DE LA DISCIPLINA INTERNA
J.A. contó también en su
testimonial lo que pasó con dos chicos que desobedecieron: “Ellos en el templo se habían puesto de novios. Se
escaparon a tomar un helado y cuando volvieron una de las líderes los golpeó con los puños hasta lastimarlos.
Todo esto pasó delante de muchas personas. Nadie hizo nada. Luego de eso los enviaron
a un campo llamado El Descanso”.
Según la investigación, ese
campo, ubicado en Miramar, funcionaba como un centro de castigo y tortura. Cada vez que alguien desobedecía
una orden, sea quien fuera, era subido a una camioneta y trasladado hasta la ciudad
balnearia. En el campo eran
obligados a trabajar la tierra durante 15 horas. Además eran golpeados y
los hacían dormir en el piso. Los tenían sin comer ni tomar nada durante días.
Regresaban al templo una vez que los líderes consideraban que “ya había aprendido”.
“Estábamos bien”
Por la sede de la fiscalía del
caso pasó también un hombre de 35 años que contó situaciones insólitas. Lo más
llamativo de todo es que lo hizo con total y absoluta normalidad: “Todo lo que
ganábamos se lo dábamos a ellos. Nosotros no necesitábamos plata. Estábamos
bien. Cada tanto nos sacaban a pasear. Nos llevaban a dar una vuelta”.
En la sede del Templo
Filadelfia en San Justo hay
seguidores del culto que continúan su vida allí. La oficina de Rescate y
Acompañamiento decidió que era mejor dejarlos ahí, ya que por la cantidad de
víctimas no había suficiente lugar para alojarlos a todos. De acuerdo con los
investigadores de la causa ya no corren riesgo por qué las cabezas de la
organización están detenidas y las panificadoras ya no funcionan.
Todos los detenidos se negaron a declarar. La Justicia trabaja para poder determinar con qué figura legal serán
imputados y, seguramente en el corto plazo, procesados. El pasado mes de mayo
comenzaron a llegar llamados a la fiscalía denunciando el mismo modus operandi en
Salta y Tucumán. A raíz de la cantidad de testimonios se formó un equipo de
investigación para continuar lo que se viene trabajando e incorporar lo que
pasa en otras provincias. También
se recibieron denuncias de templos que funcionaban de la misma manera en
Paraguay y Brasil.
En el allanamiento que se
realizó en Bahía Blanca, donde funcionaba otra de las sedes de la organización,
se dio quizás uno de los hechos que ejemplifican de manera contundente el daño
que esta banda delictiva le producía a sus víctimas y el nivel de lavado de
cerebro: encontraron en la parte superior de un
edificio un hombre de 30 años
durmiendo en el piso, semidesnudo abrazado a una biblia que no quería soltar.
Los investigadores pudieron determinar que hacía 15 años que no pisaba la calle. Se negó a ser rescatado.
Secretaría RIES
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