martes, 5 de agosto de 2014

EL PROTAGONISMO EN EL APOSTOLADO


Se impone un discernimiento, dado que este tema es más delicado. ¿Qué considerar como protagonismo? Sería aquella forma de actuar y aquel talante que mueve al sujeto a realizar las diversas tareas pastorales y de apostolado con el único fin de aparecer delante de los demás como bueno y justo, o buscando la gratificación fácil del aplauso y del reconocimiento de los demás.

Suele ser una tentación clara y evidente: lucirse, figurar, acaparar.

Esta tentación induce a buscar tareas y apostolados que lucen y que se realizan a los ojos de todos: difícilmente se sentirá a gusto realizando actividades escondidas y humildes, sean las que sean, sino que se escabullirá o las dejará apartadas. Necesita ser visto y actúa para ser visto; desde fuera, al principio, parecerá una persona con gran fuego interior y celo apostólico, pero en cuanto las tareas apostólicas ya sean discretas u ocultas, desistirá rápido o ni siquiera las empezará. Y es que el motivo de su actuar no era sobrenatural (por puro amor de Cristo), sino por vanagloria.

Esta tentación es distinta a la humildad de realizar el apostolado o las tareas pastorales por puro amor de Jesucristo, aunque se realicen delante de los demás, y distinta de la actitud sana del quiere que el ministerio encomendado salga a flote aunque le exija más trabajo y todo lo tenga que realizar él solo. Porque la humildad le hace a uno ser muy libre, para acometer apostolados o tareas que son muy visibles o para los apostolados humildes que nadie ve... porque sólo va buscando la Gloria del Señor.

El que cede al protagonismo no busca la gloria de Jesucristo, sino su propia gloria; no busca alabar y servir a Dios, sino que lo alaban a él. Y cuando los motivos del querer y del actuar no son rectos, destruye de raíz todo germen bueno que se pudiese contener en aquel “apostolado de lucimiento y vanidad”. "El que se gloríe, que se gloríe en el Señor" (1Cor 1,31).
 
El protagonismo provoca reacciones de rechazo en la comunidad cristiana, y provoca rivalidades y envidias. Es una tentación muy peligrosa para una comunidad: crea bandos y partidismos. Por eso, todo aquel que trabaja en favor del Evangelio colaborando con el ministerio pastoral y realizando el apostolado que le es propio, deberá siempre revisar el cómo de su apostolado y deberá purificar constantemente sus motivaciones, purificar el corazón, para no buscarse a sí mismo sino buscar en todo el rostro del Señor. Así se ejercerá todo trabajo por el Evangelio desde la sencillez, la humildad y la alabanza del Señor, y el bien sembrado, la semilla de la Palabra esparcida, dará fruto, que crecerá hasta la vida eterna.

"No hagáis nada por rivalidad o vanagloria; sed, por el contrario, humildes, y considerad a los demás como superiores a vosotros mismos. Que no busque cada uno sus propios intereses, sino el interés de los demás" (Flp 2,3-4).

Javier Sánchez Martínez

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