viernes, 29 de agosto de 2014

CUANDO DIOS HABLA AL HOMBRE


De varias formas Dios habla al hombre… Desde luego una cosa es hablar y otra relacionarse. El lenguaje es para nosotros la forma más directa y usual de relacionarnos, pero existen otras varias, que con más o menos fuerza expresiva las usamos para relacionarnos o indicar algo. Por ejemplo si estamos en una reunión y el marido mete la pata en algo que está diciendo, su mujer silenciosa y sin que nadie la vea le pega un pellizco, o un pisotón por debajo a su marido, el cual si es medianamente inteligente se callará y desviara la conversación por otros cauces. ¡Claro! Que también los hay, con ganas de pelearse con su mujer y públicamente dirá: porque me pellizcas si lo que digo es verdad y todo el mundo lo sabe.

            Aparte del pisotón o el pellizco de su mujer, también cualquier gesto de cara es expresivo de una situación de agrado o desagrado. Pero aparte de las manifestaciones corporales, la palabra para nosotros, es la reina de la comunicación y el mejor medio para relacionarse, porque el hombre es un ser social. En otros casos también tenemos la escritura. Y como medios más complicados y sofisticados tenemos las bellas artes, sea pintura, música, danza o baile, escultura etc… En estos casos el artista siempre desea decirle algo al que contempla su obra. Solo con la escritura y algunas obras de arte se podía establece una comunicación con la generaciones venideras, ahora con la moderna tecnología, nuestra voz y nuestra imagen pueden pasar a la posteridad, cosa que para muchos es muy importante. Personalmente para mí me preocupan más las cosas que me van a afectar, en mi futura eterna casa, fuera de este mundo, que lo que a este mundo le va a afectar en el futuro. Eso solo Dios lo sabe.

            Dios emplea con nosotros para comunicarse los tres medios a los que hemos aludido. La voz, la escritura y su obra creada que es el universo y todo lo que sea materia. De estas tres formas Dios se ha relacionado con nosotros y se sigue relacionando. Con una voz humana, para ser escuchada por oídos corporales materiales lo realizó dos veces públicamente; particularmente y a determinas personas, santas en general, puede ser que les haya hablado pero más a los oídos espirituales de su alma que a los materiales de su cuerpo

Las dos veces en que en las que Dios nos habló a los oídos materiales de nuestro cuerpo, se relacionan en los evangelios, una en el Jordán cuando su Hijo se bautizó y la segunda en el Monte Thabor, cuando se realizó la transfiguración de su hijo. En ambas ocasiones, quizás con distintas palabras, Dios nos hizo la misma recomendación. Veamos: “13 Vino Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. 14 Juan se oponía, diciendo: Soy yo quien debe ser por ti bautizado, ¿vienes tú a mí? 15 Pero Jesús le respondió: Déjame hacer ahora, pues conviene que cumplamos toda justicia. Entonces Juan se lo permitió. 16 Bautizado Jesús, salió luego del agua; y vio al Espíritu de Dios descender como paloma y venir sobre el, 17 mientras una voz del cielo decía: “Este es mi hijo amado, en quien tengo mis complacencias". (Mt 3,13-17).

También en el Thabor, habló el Señor y nos dejó dicho: "1 Seis días después tomo Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, su hermano, y los llevo aparte, a un monte alto. 2 Y se transfiguro ante ellos; brillo su rostro como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. 3 Y se les aparecieron Moisés y Elías hablando con El. 4 Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, una para Moisés, y otra para Elías. 5 Aun estaba el hablando, cuando los cubrió una nube resplandeciente, y salió de la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo mi complacencia; escuchadle. 6 Al oírla, los discípulos cayeron sobre su rostro sobrecogidos de gran temor. 7 Jesús se acercó, y tocándolos dijo: Levantaos, no temáis. 8 Alzando ellos los ojos, no vieron a nadie, sino solo a Jesús. 9 Al bajar del monte les mando Jesús, diciendo: No deis a conocer a nadie esta visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”. (Mt 17,1-9). Sobre este pasaje evangélico, en su forma o lugar donde ocurrió, hay algunas discrepancias, pues tradicionalmente se ha considerado siempre que la transfiguración del Señor, fue en el Monte Thabor, pero los evangelios, solo mencionan un monte alto,

El Thabor solo tiene 562 metros de altura, y el Monte Hermón con sus 2.759 metros de altitud fue donde, se encontraba el Señor con sus discípulos seis días antes, según nos indica San Mateo, pues allí en Cesárea de Filipo, acaeció algo muy importante que fue la designación de San Pedro como primado de la Iglesia. No había tiempo suficiente con seis días para ir a pie desde el Hermón al Thabor, aunque quizás fuese posible hacerlo.

Sobre la transfiguración en el Thabor escribe Fultón Sheen, diciendo: “No se trataba de la plena manifestación de la divinidad, que ningún hombre podía contemplar sobre la tierra, ni tampoco era su cuerpo glorificado, puesto que aún no había resucitado de entre los muertos, pero poseía una propiedad de gloria”. Este pasaje de la Transfiguración, es de la suficiente importancia, como para que le dediquemos más adelante, más de una sola glosa.

El modo inicial en que Dios nos habló y empezamos a relacionarnos con Él, fue por medio de las maravillas de su creación. Desde siempre sabemos que esto no se generó de la nada sino que siempre hay un punto inicial a partir del cual todo se desarrolla conforme a unas leyes que también son de creación diciba. La contemplación de lo que vemos en este mundo nos asombra y nos llena de gozo, en el pensamiento de que cómo será Él que hizo todo. San Agustín nos decía: ¿Por qué nos aferramos a lo que aquí vemos, cuando podemos llegar a la posesión de su Creador, que es lo realmente importante?

La palabra escrita, es el medio más extendido y más eficiente que tenemos, para escuchar la palabra de Dios, para saber: Quien es Dios, cómo es Dios, porque nos creó, que es el amor y un sinfín de preguntas a las que nunca hemos encontrado una respuesta contundente. Existen otra clase de preguntas que toda persona que nace se hace; son las llamadas preguntas “Transcendentes”: ¿Quién me creó? ¿Que he de hacer yo aquí? ¿Por qué he morir? Etc… El texto fundamental nuestro es La Biblia, dónde podemos encontrar las revelaciones divinas.

Para el cristiano es fundamental la lectura espiritual, ya que ella es el medio más directo que Dios tiene para hablarnos. Existen otros medios de comunicación de Dios con nosotros, pero no son medios directos como los aquí ya expuestos, sino medios indirectos y personalizados, entre estos tenemos los infortunios y desgracias, que aunque no lo comprendamos Dios nos lo proporciona para nuestro bien. Están también las mociones, inspiraciones y gracias divinas recibidas, que muchas veces generan en nosotros situaciones de conductas, que no las comprendemos,

También tenemos, el seguimiento de la Liturgia de las Horas antiguo Oficio divino, que mantiene vivo en el que lo practica su amor inquebrantable a Dios. Y también la escritura espiritual, porque se puede rezar leyendo y escribiendo, sobre todo a los que Dios les haya entregado el don de la versificación, si lo practican en referencia a Dios o a María nuestra Madre, no serán nunca conscientes de la cuantía de las gracias que van a obtener.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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