miércoles, 27 de agosto de 2014

REGALOS DEL SEÑOR EN SU DESPEDIDA


Todas las despedidas…, tiene un fondo de tristeza, porque partir, aunque sea con un retorno garantizado, es algo siempre triste. Los seres humanos, aunque haya sus excepciones, en general con más o menos profundidad, todos nos amamos, porque Dios ha dispuesto que el amor anide en nuestras almas, no solo en relación a los que siempre están a nuestro alrededor, sino también hasta los desconocidos. Cualquier reportaje de guerra que veamos con combatientes sufriendo y muriendo, con civiles mujeres y niños emigrando, todo aquel que no sea un desaprensivo, tiene pena y siente compasión, a pesar de que a estas alturas tano hemos visto que se nos podía haber encallecido nuestros sentimientos.

Y es que el hombre es un ser que por disposición de su Creador, ha nacido para amar y ser amado. En general, al final todas sus inquietudes sus tristezas, encierran en su fondo un tema de amo, porque creados por Dios que es amor y solo amor, nosotros necesitamos amar y ser amados, no podemos prescindir de la necesidad que tenemos de amar y ser amados. Y el que no ama ni es amado, es digno de toda compasión.

            Partir, es morir un poco y más antiguamente, cuando no existía la fluidez de los medios de comunicación actuales había seres queridos, que se machaban, por ejemplo, a Filipinas o América hispana, para misionar o buscar fortuna. La gente se despedía para siempre, pues nunca más se volverían a ver En este caso se moría viviendo. El dolor es siempre más profundo, para el que se queda que para el que se va. Quizás porque el que parte, mitiga su dolor con la ilusión de lo nuevo por ver y en casos de buscar fortuna, con la esperanza de hallar y poder retornar algún día y convertirse en lo que en España se llama un indiano.

             Los seres humanos siempre somos los mismos, no pensemos que en tiempos del Señor, en Tierra Santa las cosas era diferentes, Los doce apóstoles, las mujeres que auxiliaban al Señor y los demás discípulos y amigos de Él, como Lázaro, Marta y Maria, incluso algunos de los denostados fariseos como fueron Nicodemo y José de Arimatea, así como otros beneficiarios de sus dones y milagros, como fueron Zaqueo, los paralíticos y ciegos curados, como Bartimeo y otras personas que debieron de existir y que los evangelios pero no nos dan cuenta de ellos, todo ellos debieron de sufrir primro con la muerte ddel Seño y después de su resurrección con su ascensión a los cielos.

Al final del evangelio de San ´Juan se puede leer: 24 Este mismo discípulo es el que da testimonio de estas cosas y el que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. 25 Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relata detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían”. (Jn 21,24-25)

            La primera despedida del Señor, se realiza en la tarde en que celebró la última cena. Ateniéndonos a San Mateo, comienza esta descripción en el capítulo 26 de sus evangelios y aquí recoge el evangelista el definitivo anuncio que el Señor hizo de su muerte, porque ya anteriormente en formas más o menos claras había hecho el Señor, varios anuncios de su muerte. Nos dice San Mateo, que Él dijo: “2 Ya saben que dentro de dos días se celebrará la Pascua, y el Hijo del hombre será entregado para ser crucificado”. (Mt 26, 2).

            Todos eran conscientes de que el Señor era perseguido por el Sanedrín, y sabían que era peligroso entrar en Judea y más aún en Jerusalén, en este capítulo San Mateo hace alusión al primer encuentro de los perseguidores con Judas Iscariote el traidor. Escribe San Mateo: 20 Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce 21 y, mientras comían, Jesús les dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará».22 Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: “« ¿Seré yo, Señor?».23 El respondió: «El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar.24 El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!».25 Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: « ¿Seré yo, Maestro?». «Tú lo has dicho», le respondió Jesús”. (Mt 26,20-25).

Después nos relata San Mateo, la institución de la Eucaristía el maravilloso regalo de despedida que el Señor nos hizo cuando pronuncio estas palabras: “…«Tomen y coman, esto es mi Cuerpo».27 Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo: «Beban todos de ella, 28 porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados”. (Mt 26,26-28).

            Ya antes en Cafarnaúm, el Señor había hecho un preanuncio de la Eucaristía escandalizando a los presentes, inclusive a sus propios discípulos, cuando dijo: 52 Disputaban entre si los judíos, diciendo: ¿Cómo puede este darnos a comer su carne? 53 Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo que, si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros.54 El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitare el último día. 55 Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre esta en mí y yo en él. 57 Así como me envió mi Padre vivo, y vivo yo por mi Padre, así también el que come vivirá por mí. 58 Este es el pan bajado del cielo; no como el pan que comieron los padres y murieron; el que come este pan vivirá para siempre”. (Jn 6,52-58). Esta manifestación del Señor, fue tomada como una antropofagia y muchos discípulos lo abandonaron.

            Después de la cena el Señor y los apóstoles, ya sin Judas Iscariote, bajaron al Cedrón y en el huerto de Getsemaní. El Señor se retiró a orar, y los discípulos se durmieron. Cuando consideró el Señor que a estaban cerca los que iban a prenderlo, los despertó y se realzó la prendición. Lo sucedido más tarde, con mayor o menor detalle, todos lo sabemos y al final, al pie de la cruz, presenciando todo, solo un discípulo le quedó. San Juan, y el Señor crucificado antes de morir dijo: "25 Estaban junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre, María la de Cleofás y María Magdalena. 26 Jesús viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a la Madre: Mujer, he ahí a tu hijo. 27 Luego dijo al discípulo: He ahí a tu Madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa”. (Jn 19,25-27). Y este fue el segundo gran regalo que el Señor no hizo constituirnos como hijos de su Madre y hermanos de Él mismo.

            Para los que damos a nuestra Señora tratamiento y adoración de hiperdulía. Nuestra Madre es el espejo más claro, que los que amamos tenemos para ver las maravillas del Señor. Ella es el ejemplo a seguir en nuestro camino, el bastión inexpugnable contra las asechanzas del maligno, el camino más rápido y seguro para llegar a Dios. Es tal el aprecio del Señor a su Madre que cuando el Espíritu Santo encuentra a María en un alma, acude a ella, y allí vuela tal como nos dice Jean Lafrance, porque el amor a María es fuente de todo bien y seguridad del Salvación. Maria nuestra Madre celestial es la mediadora universal de todas las gracias divinas, todas pasan siempre por sus manos.

            Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan  del Carmelo

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