jueves, 28 de agosto de 2014

A PROPÓSITO DE SAN AGUSTÍN


El 28 de agosto, la Iglesia recuerda a San Agustín de Hipona. Quienes tenemos la suerte de contar con la presencia de los Agustinos Recoletos en nuestra ciudad, sabemos lo que significa. La vida de Agustín es un ejemplo que nos muestra hasta dónde llega la misericordia de Dios y, al mismo tiempo, la búsqueda de la verdad por parte del ser humano que se atreve a hacerse preguntas. Misericordia, porque vivió muchos años en el desorden y búsqueda, porque a pesar de haber sido un rebelde que le sacó varias canas “verdes” a su mamá -Sta. Mónica- , supo aspirar a algo más. Todos tenemos la libertad de sacar a Dios de la jugada; sin embargo, tarde o temprano, el vacío aparece y, entonces, puede que haya algo o alguien que nos quite la venda de los ojos y podamos darnos cuenta que Jesús no vino para hacerla de aguafiestas, porque él lo que quiere es que seamos felices. Eso sí, a su manera, porque la libertad tampoco significa hacer lo que se nos ocurra, sino sabernos ajustar al proyecto de Dios, quien nos espera al más puro estilo de la “Parábola del hijo pródigo”. Así lo hizo con Agustín, mientras escuchaba las oraciones de su madre.

Ahora bien, el santo del día, nos recuerda a muchos jóvenes que andan sin saber quiénes son y hacia dónde van; sin embargo, lejos de rechazarlos o etiquetarlos, hay que recordar que el Agustín que hoy valoramos fue uno de ellos. Es decir, los papás y maestros, tienen el deber de sacar lo mejor de cada joven, porque quizá detrás del que se muestra más rebelde y apático, se esconde uno de los pilares de la Iglesia y, por ende, de la sociedad. No se trata de permitir que hagan lo que quieran, sino de saberlos ganar con oración, paciencia, disciplina, cercanía y argumentos. Si San Ambrosio de Milán se hubiera molestado a la primera mala cara que seguramente le puso Agustín, quizá nunca lo hubiera convencido. En vez de eso, le tuvo paciencia, hasta que pudo constatar los avances de aquel joven inquieto que, a final de cuentas, decidió optar por la fe católica y profundizarla como pocos.

Carlos J. Díaz Rodríguez

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