martes, 10 de julio de 2012

NO HAY NADA QUE PERDONAR


No hay nada que perdonar. Los perdones, excusas y explicaciones del mundo no tienen sentido alguno. Nadie me ha ofendido, para empezar: ¿Cómo, pues, puedo pedirle explicaciones a nadie? Me haya hecho lo que me haya hecho, lo ha hecho convencido de que eso era lo que debía hacer: ¿Cómo puedo ahora exigirle que retire lo dicho, que me presente excusas, que se retracte en público?

Pedir perdón y aun concederlo, es reconocer que había culpa, falta moral, malicia; y una vez que reconozcamos que no hay tal, no hay lugar tampoco para el perdón.

Perdonar es solo acentuar la discordia. El perdón no existe, porque la ofensa no existe; y la ofensa no existe porque no existe intención. El único perdón verdadero es el caer en cuenta de que no hay nada que perdonar.

¿Podemos, pues, decir ahora que hay un “MAL ACODICIONAMIENTO” que lleva a la gente a actuar mal, y un “BUEN ACONDICIONAMIENTO” que lleva a la gente a obrar bien? No. Todo “ACONDICIONAMIENTO” es malo en sí mismo.

El doblegar la mente, el forzar la naturaleza, el fijar el prejuicio, el filtro, la censura, el lavado de cerebro – sea cual sea la intención con que se haga – nunca puede aceptarse. Va contra la dignidad de la persona humana, contra la libertad de la mente y, en último termino, contra la salud fundamental del individuo y de la sociedad.

En el liberarse de todos los ACONDICIONAMIENTOS – o al menos de cuantos podamos – está el camino hacia la verdadera paz interior y la concordia universal.

El hombre es mejor de lo que le enseñan a ser. Es verdad que existe el Pecado Original y la Concupiscencia del mal en el corazón del hombre; pero también existen, y con mayor abundancia y generosidad, la Gracia de Dios y la Filiación divina de sus hijos.

“TENER FE EN EL HOMBRE ES TENER FE EN DIOS”

Esta manera de pensar encaja exactamente en el concepto general de la vida y de Dios.

No juzgar, no culpar, no quejarse, no sentir necesidad de perdonar ni ser perdonado… son consecuencias lógicas de esa actitud general ante la naturaleza, y las cosas y las personas, que nos lleva a aceptar todo tal como es; a abrir las puertas a la realidad; a caer en la cuenta de que nadie, de hecho, me hace daño; que nadie necesita cambiar; que yo mismo puedo pasar tal como estoy; y que no son la “Protesta” y la “Rebelión”, sino la “Fe” y la “Esperanza”, las que constituyen la base de una vida feliz.

“LA PAZ Y LA FELICIDAD ESTAN EN ACEPTAR… NO EN REBELARSE”

Recuerden que Jesús los ama.

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